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Enrique Núñez Mussa Facultad de Comunicaciones UC
El llamado debate organizado por la Asociación Nacional de la Prensa evidenció, desde la primera toma, que los ocho candidatos presidenciales no debatirían. Figuritas de acción en la vitrina de una juguetería de hombros paralelos, con la vista hacia la audiencia y los periodistas que los interrogarían en el Congreso Nacional.
La disposición de un examen de grado o, peor, de un pelotón de fusilamiento, como si tuviesen que caer de a uno para que sólo una o un sobreviviente pudiese llegar al 21 de mayo próximo cuando pronunciará su primera cuenta pública desde ese mismo lugar.
Si quienes están llamados a debatir no pueden siquiera mirarse a los ojos las posibilidades de interacción están bloqueadas. La televisión abierta abunda en programas de entrevistas individuales a los candidatos. Ahí han surgido ya las preguntas planteadas en esta semiconferencia de prensa, en formatos más dinámicos y horarios variados, que no compiten con las teleseries.
La literatura sobre debates televisados coincide, desde la década de los 60 en adelante, en que una de las ventajas que ofrece esta instancia es comparar las ideas y carácter de los contendores aprovechando las cualidades emotivas del lenguaje televisivo para verlos desenvolverse en un entorno desafiante.
Para conseguir esa comparación, el formato debe garantizar que los candidatos planteen posturas sobre temáticas comunes, relevantes para los votantes, que evidencien sus diferencias y visiones.
Los pocos contrastes bilaterales que ofreció este encuentro, en su mayoría propiciados por iniciativa de los candidatos, fueron los que pudo rescatar la prensa en escuálidas notas sobre tres o cuatro temas.
Esos fueron los escasos momentos de riesgo y espontaneidad de un espacio que por antonomasia debiese mantener una tensión permanente si en cada afirmación se está trazando el futuro del país.
Este encuentro no llegó a ser un evento mediático; su escasa audiencia estuvo acorde con sus repercusiones y su imagen más memorable ni siquiera la aportó la transmisión televisiva, sino una foto, compartida después en las redes sociales, con uno de los candidatos dando la espalda mientras los demás sonreían a una cámara. Un guiño de humor, la única emoción que dejó este evento, además del tedio.
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