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Estudiosos de las redes sociales dicen que a la gente le encanta ser Twitterstar, Youtubestar o Facebookstar
Eduardo Arriagada, de la UC, dice que muchos creen que los grupos de Whatsapp son cerrados y no es así. "Uno no tiene el control de nada", dice.
|uan Morales Está en su trabajo y justo antes de ¡r a almorzar, le llega un video que le parece de lo más entretenido y siente una irrefrenable compulsión de compartirlo con sus amigos en Facebook. Admítalo, quiere lucirse. Mueve el mouse un par de veces, hace un clic y listo, la cosa fue compartida y se fue nomás.
Va a almorzar. En la calle la gente circula alegremente, los pájaros trinan y los autos se detienen con la luz roja. A eso usted le llama normalidad y respira tranquilo. No ha caído ninguna bomba atómica.
Pero vuelve a su trabajo, revisa su computador, y con qué se encuentra. Con que en ese mundo donde usted depositó un video sí ha caído una bomba atómica, la suya nada menos, porque su video ha dado la vuelta al mundo de tantas veces que fue compartido, retuiteado, y recontrarretuiteado y entonces recién ahí cae en la cuenta de las abominables consecuencias de las redes sociales.
Alguien debió experimentar una sucesión de emociones más o menos similar cuando decidió registrar con su celular un televisor que sintonizaba el segundo penal que le atajaba Claudio Bravo a los portugueses, y luego la celebración de los allí presentes, un equipo médico que practicaba una operación abdominal en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
El video circuló en el mundo entero y la terrible consecuencia fue que todos los que participaron en aquella cirugía, que fue todo un éxito están sumariados.
¿Y todo eso por qué? Porque alguien grabó y compartió. ¿Qué misteriosas fuerzas nos impulsan a grabar y luego subir tanta lesera a la web? Daniel Halpern, académico de la Facultad de Comunicaciones de la UC, dice que, en primer lugar "porque es extremadamente fácil".
Segundo, "porque nos sentimos poderosos. Porque hasta antes de los smartphones, a uno se le olvidaban los nombres, las imágenes y lo que escuchaba y con cada intento que hacíamos de contarles a los demás lo que nos pasaba, se perdía información. Ahora sabemos que nada se pierde, porque el destinatario recibe el video que grabé donde está todo. No hay necesidad de acordarse de nada, el teléfono lo hace por uno. Eso da un poder y tranquilidad que antes no existía".
Y luego, en la difusión del contenido, agrega Halpern, opera una extraña satisfacción. "A la gente le encanta ser Youtubestar, Twitterstar y Facebookstar porque se siente más popular. Siente una especie de placer", explica. "Y no mide las posibles consecuencias porque en general en las redes no se piensa lo que se dice. En la comunicación de persona a persona, yo no voy y le digo a cualquiera lo que pienso porque esta persona tiene reacciones y entonces tengo que pensar lo que digo. Me autocontrolo. Frente a un teclado no existe ese autocontrol y lanzo nomás. Lanzo comentarios, lanzo imágenes y lanzo videos sin pensar".
Eduardo Arriagada, también de la Escuela de Comunicaciones de la UC, de la cual es su director, hace un par de matices. Aclara que en no todas las redes la gente busca los mismos objetivos. "En Whatsapp y en Facebook la gente busca estar en contacto con las personas que le importan, en cambio que en Twitter, con la que le interesa. Y en Youtube e Instagram se busca más la valoración del otro. Allí sí se buscan likes y que la cuenta crezca" dice. Dicho esto, "es poco probable que la gente que usa Whatsapp porejemplo, busqueelaumentode su popularidad. Solo busca compartir cosas con sus conocidos. Pero aquí está la trampa: cree que lo que comparte es un círculo cerrado. Y no es así".
Sin ir más lejos, pone el caso del partido de la Roja en el pabellón quirúrgico. "Sin saber detalles, me suena como un típico caso de un grupo de Whatsapp", dice Arriagada. "Alguien graba, comparte el video con el grupo y basta con que uno solo rompa el contrato tácito de reserva de la información, suba el contenido a otra red, y el grupo deja de ser cerrado. Y es tan fácil cortar y pegar. Además, con los grupos Whatsapp nunca se sabe porque siempre se van agregando integrantes nuevos. Y uno no anda controlando la gente que entra".
Pero en general, concluye Arriagada, las personas en estos tiempos no parecen tener conciencia muy bien de lo que se trata este asunto. "Como que no dimensiona el aparato que tiene en las manos.
El teléfono es para comunicarse.
Un caso típico, es la aparición de fotos íntimas. Si te vas a sacar fotos íntimas, usas una máquina fotográfica, jamás un celular. Un celular te lo pueden hackear, robar, se te puede perder y hasta allí llegó tu privacidad", dice Arriagada. "Uno no tiene el control de nada".
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