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No solo por la alternancia que desde entonces se ha producido entre presidentes de distinto signo, cuyas propuestas han tendido cada vez más a la derecha e izquierda, sino también por el fuerte apoyo con que han contado los mayores episodios de protesta social en ese periodo, la creciente agregación de demandas de las que han sido objeto, la radical diferencia entre los dos órganos que hace tan poco elegimos para redactar una nueva Constitución, y sus respectivos rechazos. La cuestión del cambio y sus fricciones es el tema central del reciente Informe de Desarrollo Humano en Chile del PNUD, documento que como pocos ofrece un espacio para reflexionar sobre qué está determinando el curso de nuestro país, ejercicio especialmente atingente a un par de meses de un nuevo ciclo electoral.
Los últimos 15 años -particularmente los últimos cinco- nos han ofrecido las mayores alternativas de cambio desde el regreso de la democracia. Pero el voto popular o el Congreso, desde hace siete años sin binominal, han mantenido las estructuras del sistema sin grandes alteraciones, salvo por las reformas a la educación y tributaria de la Presidenta Bachelet. La oferta y la demanda de cambio se han encontrado poco.
Por el lado de la oferta, la falta de progreso de la agenda de cambio impulsada fundamentalmente por la izquierda, puede explicarse en buena parte por la subestimación de los logros que colectivamente hemos alcanzado y aquellos que las personas individualmente han logrado en base a su esfuerzo. Muchos diseños de políticas públicas han partido del supuesto que la insatisfacción y la desconfianza evidenciada por varias encuestas hacia instituciones públicas y privadas críticas en nuestras vidas, equivalían a una voluntad de cambio estructural. Así, nuestra sociedad debía abrazar el cambio porque el que no tiene nada, no tiene nada que perder. Pero ese no es el Chile de los últimos 15 años. En cuanto a la demanda de cambio, ciertamente vigente, lo más evidente es la evolución desde una voluntad de cambio profundo cuando este era más bien abstracto, a una moderada cuando estos fueron volviéndose concretos. Esto tuvo su mayor expresión en el rechazo a la Constitución propuesta en 2022. La sociedad transitó, en términos del experto en opinión pública Daniel Yankelovich, desde una “opinión masiva” hacia un “razonamiento público” ( public judgement ), basado esta vez en la evaluación de las consecuencias. El “no más” (AFP, Isapres, lucro, etc. ) dio paso al “entonces qué”. En eso estamos.
Hoy, la interpretación más productiva respecto del ánimo de cambio en nuestra sociedad, es que la aspiración de la mayoría tiene más que ver con una mejora en sus condiciones de vida que con una reestructuración del sistema. La posibilidad de encausar este ánimo depende de que la izquierda entienda esto y la derecha no lo interprete como un estado de conformismo.
Por Rafael Sousa, socio en ICC Crisis y profesor de la Facultad de Comunicación y Letras UDP
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