Lavanguardia (Chile)
18-10-2020
Al maestro con cariño”¦.
En la vida de cada uno de nosotros existe una figura que nos acompañó en esos primeros pasos fuera del protegido hogar familiar enseñándonos a crear nuestro propio mundo; aquel personaje que nos tomó la mano para nuestras primeras letras, que limpió nuestras narices y raspones con el mismo cariño con que lo hacía nuestra madre, y que también nos castigó cuando nuestras travesuras se salían de control.
Esa es la figura de la Profesora o del Profesor Escolar y Preescolar, ellos son los protagonistas del “Día del Profesor”. ¿Sabían que los primeros profesores latinoamericanos fueron chilenos? Esto se debe a que la institución que inició la formación de Maestros en la región fue la Escuela Normal de Preceptores de Chile, fundada en 1842, durante el gobierno de don Manuel Bulnes, bajo la dirección del argentino Domingo Faustino Sarmiento, contratado por el Estado y enviado a Europa y Estados Unidos a conocer e informarse de los avances en estas materias e implementarlos en nuestro país. A este proyecto, que era exclusivo para varones, se sumarán las mujeres, en 1854, con la creación de la Escuela Normal de Preceptoras, a cargo de la congregación del Sagrado Corazón.
Casi treinta años después, en 1883, don José Abelardo Núñez (1840-1910), como director de la Sociedad de Instrucción Primaria, inicia la organización general de la formación de los Docentes Primarios o de Enseñanza Básica del país. Estos serán los pioneros de la alfabetización de la población chilena y latinoamericana.
El éxito de estas medidas se complementará con la enseñanza didáctica de disciplinas humanísticas y científicas, las que deberán ser impartidas por otro tipo de docentes, los secundarios, quienes se graduarán del Instituto Pedagógico, creado en 1889, cuyo rector más emblemático fue Domingo Amunátegui Solar (1860-1946), el mismo que permitió el ingreso de las mujeres a la universidad. Este es el origen de los Profesores Secundarios o de Enseñanza Media actual y que luego serán conocidos como Profesores de Estado. Las primeras cátedras serán Castellano, Ciencias Físicas e Historia y Geografía.
Su primer programa de estudios se dividió en dos secciones: una de Humanidades Superiores (que comprendía el Castellano, Francés, Latín, Griego, Inglés, Alemán, Historia y Geografía) y otra de Ciencias (que comprendía Matemáticas y Ciencias Naturales). Este impulso decimonónico mantendrá su ritmo durante gran parte del siglo XX con la creación del Instituto de Educación Física y Técnica de la Universidad de Chile (1905) y el Instituto Pedagógico Técnico de la Universidad Técnica del Estado (1947), además de la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez (1933) heredera de la de 1842, y que en la década de 1970 pasará a ser la Facultad de Educación de esta misma Universidad. Así nacían los Docentes Técnicos, completando todos los niveles de educación chilena, Primaria, Secundaria y Técnica.
A todo este proceso de profesionalización de la Docencia se irán sumando las universidades de Concepción (1919), la Pontificia Universidad Católica (1942), la Universidad Católica de Valparaíso (1948) y la Universidad Católica del Norte (1956). Sin embargo, el aumento de la población y la reforma educacional de los sesenta requerirá, a corto plazo, de una planta docente mayor de la disponible, por lo que se permitirá que egresados de enseñanza secundaria con dos años de preparación pedagógica también hagan clases, son los llamados “Profesores Marmicoc” (en alusión a las ollas a presión de esa marca); ésta y otras medidas aplicadas durante el período de la Dictadura Militar marcaran un punto de inflexión en el desarrollo profesional de los educadores chilenos; por ejemplo, las Escuelas Normales llegarán a su fin en 1974, y en 1981 la Ley Orgánica Constitucional de la Educación (LOCE) eliminará las carreras de pedagogía del ámbito universitario tradicional pues se estimaba que el profesorado era un nicho de expresión de la izquierda chilena y esta medida la debilitaría. Aunque esto se revertirá en la década de los noventa, se privilegiará la disciplina por sobre el enfoque didáctico y metodológico de ella, que es la esencia de la Docencia misma. Vamos quedando pocos Profesores de Estado, somos vestigios de otra época, de otro espíritu institucional.
Lo que no entienden muchos conservadores es que el trabajo del educador nace desde una profunda vocación de servicio, por eso es que desde sus orígenes se sumaron a la “Cuestión Social”; y es transformadora por esencia, ¿o acaso no estamos llamados a abrir las mentes de los niños?, por lo que quienes integramos este gremio somos vistos como revolucionarios o contraculturales, lo que en cierto modo es verdad, pues estamos preparando al ciudadano del futuro, por ello no debe extrañar que las líderes del feminismo chileno hayan sido profesoras, es el caso de Amanda Labarca, Elena Caffarena, Irma Salas, Graciela Lacoste y Olga Poblete.
Como siempre, este 2020, “el año que vivimos en pandemia”, los profesores han estado al lado de sus alumnos, desafiado las dificultades de la distancia y de la ineficiencia de las empresas de internet para poder llegar a los hogares de los niños, niñas y jóvenes que esperan seguir aprendiendo y desarrollándose como personas.
El Profesor ha sido su conexión con sus amigos y el mundo que le rodea, creando un espacio seguro, virtual pero real, porque las clases no son una mera exposición de datos y técnicas, es un espacio de socialización, donde el alumno desarrolla sus emociones e interactúa con “el otro”, distinto a sí mismo y aprende a confraternizar, a empatizar y amar la sociedad. Ahora, si bien esta labor es reconocida en el discurso oficial no se aprecia lo mismo en la realidad, en donde el profesor y profesora son sometidos a bajos salarios y una gran sobrecarga laboral. El siglo XXI debe retomar la senda original adecuándola a los tiempos que se viven.
En la actualidad nos enfrentamos a un Estado que desde hace 50 años no considera la participación de los profesionales de la educación en las discusiones y decisiones curriculares y laborales; de hecho, la mayoría de los ministros de Educación no han sido profesores y algo muy parecido sucede con directivos educacionales, muchos de los cuales carecen de la formación y experiencia que sí tienen los docentes, quienes a cambio reciben el trato de funcionario común y corriente. A esto se le suman situaciones en las que los apoderados desautorizan al docente ante sus hijos, olvidando que fue un docente el que les enseñó a leer y lo preparó para ser un profesional.
La profesión docente es reconocida en todo el mundo y recordada en una fecha en especial, así la Primera Conferencia de Ministros y Directores de Educación de las Repúblicas Americanas, celebrada en Panamá (1943), propuso el 11 de septiembre, aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, la UNESCO lo conmemora el 5 de octubre y en Chile el 16 de octubre recuerda la fundación del Colegio de Profesores (1974). Pero creo que la fecha no es lo relevante, sino que la labor que estos profesionales realizan día a día y a quien le confiamos lo más preciado que poseemos, nuestros hijos, el futuro del país; piensa en el Profesor y en la Profesora como en un aliado en esta gran misión que es la formación de las nuevas generaciones. Estimados colegas, desde el fondo de mi corazón, les envío un aplauso por ayer, por hoy y por el mañana. Han dado clase una vez más de entrega, profesionalismo y servicio a la comunidad. ¡Feliz día del Profesor y Profesora! Por Nidia Araya M. Profesora de Estado en Historia y Geografía. Licenciada en Educación en Historia y Geografía Universidad de Santiago de Chile. Magíster en Administración y Gestión Educacional Universidad Mayor (*) Las opiniones vertidas en esta columna no reflejan necesariamente la línea editorial de «La Vanguardia Chile»
Enlace al sitio web