Autor: ALEJANDRO SAN FRANCISCO.
INDAGANDO EN EPISODIOS POCO CONOCIDOS DE LA VIDA DEL GENERAL BAQUEDANO
Héroe de la Guerra del Pacífico, aclamado unánimemente por la multitud, los últimos años de la vida pública de Manuel Baquedano estuvieron atravesados por la contingencia de la guerra civil de 1891 Se mantuvo fiel al orden institucional y no intervino en la contienda, pero no pudo evitar ser vinculado a situaciones difíciles, en los días previos al conflicto y al final, tras la renuncia de Balmaceda.
Además en E 4, Virginio Arias, las manos campesinas que esculpieron la estatua de Baquedano. 1 general Manuel Baquedano (1823-1897) fue una de las figuras más importantes de Chile en el siglo XIX, tiempo cualel “clima épico”, como refiere Juan de Dios Vial Larraín, nunca abandonó al país, convertido en “tierra de guerra”, en la célebre fórmula de Mario Góngora.
Por lo mismo, muchos héroes de aquel siglo fueron soldados, si bienel proceso de desarrollo republicano estuvo marcado porla presencia de valiosos actores del mundo civil, en la política, la educación y las humanidades, Baquedano fue una figura con una trayectoria militar especialdestacada, desde que ingresó al Ejército siendo un niño, durante la Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana, hasta que conel la Guerra del Pacífico; entremedio participó en las guerras civiles de la década de 1850 y enel conflicto Enla Araucanía.
En la guerra de 1879 contra Perú y Bolivia reemplaz6al general Erasmo Escala como general en jefe del Ejército chileno en abril de 1880, y desde esa posición le correspondió dirigir a las fuerzas chilenas hasta la victoria. Su labor, combates, tácticas y personalidad militar aparecen bien detalladas en la investigación de Rafael González Amaral, “Baquedano.
Controversia sobre un general invicto” (Academia de Histor tar, 2017). A En marzo de 1881 regresó a Chile, siendo recibido en ordinaria en Valparaíso y en Santiago, con múltiples manifestaciones populares, en celebraciones que se extendieron por cinco días. A numerosos discursos, acompañados de la repetición del himno nacional y la canción de Yungay.
Se dice que enla capital la mitad de la población se trasladó hacia la Alameda para recibir a los miembros Episodios poco conocidos de la vida... Alo lo patriótico, casi sobrenatural” de su trayectoria y heroísmo”. Mte, la parlamentaria pensaba que el general Baquedano era el hombre indicado para encabezar un levantamiento contra el Presidente Balmaceda”. Te alguna civil, cuando el conflicto fratricida estalló en 1891. Baquedano no quería ver derramar la sangre entre los propios chilenos”. Imagen del Presidente Balmaceda y su gabinete durante la guerra civil de 1891. Óleo P.
Subercaseaux la guerra tomó la decisión de deponer el mando, y encargar al general Baquedano la administración del país durante el interregno”. Ue fueron al tre 150 y 400 propiedades, con distinto nivel de destrucción, aunque sin ataques a las personas.
Baquedano hizo poco y nada por reprimir los atentados”. Ol de fondo e ceda no tenía poder para designar a un sucesor y Baquedano ya no era la autoridad militar que suponía”. Del Ejército que volvían desde la guerra, que toda= vía no concluía.
Los elogios a Baquedano se repetían, como afirmó el presidente Aníbal Pinto: “Ha ganado para Chile las batallas más trascendentes y más gloriosas que haya presenciado la América del Sur... sin separarse jamás del camino del deber, o más bien dicho, porque nunca se ha separado de él”. Peroel general en jefe, con humildad, ponía las cosas en su lugar: “Jamás me asistió el temor de que pudiéramos ser derrotados, teniendo a mis ór= denes tales valientes”, argumentando que “nuestros soldados han sido leones en el combate, y exactos en el cumplimiento de sus obligaciones” Su fama condujo a que algunos conservadores promovieran su candidatura presidencial en 1881, para enfrentar a Domingo Santa María, pero Baquedano renunció a su postulación, poco acostumbrado a los avatares políticos y temeroso de la intervención electoral del Ejecutivo. Fue combatido en esa ocasión, por razones partidistas y también para evitar el riesgo del militarismo en Chile. Sin embargo, volvería a participar en actividades públicas, en sus dos periodos como senador, entre 1882-1888 y 1888-1894, época en la que disfrutó de un reconocimiento transversal, integrando la comisión de Guerra y Marina.
Era uno de los hombres más prestigiosos de Chile, que vivía con sencillez, desayunaba con habitualidad en el mercado, visitaba enfermos, solía caminar por el cerro Santa Lucía y se reunía con sus amigos y saludaba a quienes querían conocerlo. Según Gonzalo Vial, lo rodeaba “el prestigio patriótico, casi sobrenatural” de su trayectoria y heroísmo.
Francisco Antonio Encina consideraba que “el pueblo chileno lo erigió en símbolo del grandioso esfuerzo que desplegó, atravesando mares y desiertos, para aniquilar la artera conspiración tramada contra el tranquilo desarrollo de sus destinos”, aunque era muy crítico del militar y del uso que algunos políticos hicieron de dl. Rafael Mellafe y Mauricio Pelayo destacan que “era de la antigua escuela del Ejército”, donde se consideraba “infalible al superior”, peroquetenía “un profundo cariño y respeto por los soldados a su mando”, que eran recíprocos. La última parte de su vida pública tendría muchossinsabores, porel fraaso y las críticas a su acción al finalizar la guerra civil de 1891, momento especialmente difícil de la vida nacional.
La guerra civil de 1891: neutralidad y liderazgo Originalmente, la oposición parlamentaria pensaba que el general Baquedano era el hombre indicado para encabezar un levantamiento contra el presidente Balmaceda, en caso de que este se proclamara dictador, a partir del 1de enero de 1891.
El héroe de la Guerra del Pacífico había estado en Europa cerca de dos años en comisión de servicios, “Al regresar a Chile, recibió un gran homenaje de parte de la sociedad capitalina, aunque adquirió muy rápido un contenido político evidente. Tiempo antes, Baquedano parecía simbolizar el ideal del patriotismo y la posibilidad real de contar con el respaldo de la fuerza armada, con lo que se con- ¡ pronto en una figura política.
El evento fijado para el 29 de noviembre de 1890 fue relevante, pese a que casi todos quienes han historiado la guerra civil, e incluso los biógrafos de Baquedano, apenas lo mencionan o incluso lo omiten en su totalidad.
La comida de 500 cubiertos, organizada principalmente por figuras de la oposición —y de la que solo “se excluía al reducido grupo de partidarios del Presidente”, como resumió Luis Orrego Luse convirtió en un gran acto político.
El gobierno procuró que los uniformados no participaran del evento, argumentando el carácter político del acto, aunque de igual manera asistieron militares “vestidos de paisanos”. Se trataba, en realidad, de una más de las manifestaciones de politización militar que acompañaron al proceso de descomposición política que vivió Chile en 1890.
Baquedano dirigió un discurso de ocasión, en el cual destacó las virtudes cívicas y militares de sus compatriotas: “Yo me he sentido orgulloso cuan= do he oído, en el extranjero, citar a Chile como una República modelo, y decir que el puesto culminante que ocupa entre las naciones americanas lo debe a la bondad de sus instituciones y a las virtudes de sus hijos.
De estas virtudes dan testimonios las hazañas que realizaron en la guerra defendiendo la bandera nacional, y también los progresos que han sabido alcanzar a la sombra de leyes constantemente respetadas por todos”. En la ocasión nose comprometió con un levantamiento antidic= tatorial, como sí lo pidieron algunos de los oradores con fórmulas oblicuas o directas, que constan en los discursos reproducidos por El Ferrocarril: debía servira la patria “contra el enemigo interior, esdecir, contrael que viole las leyes y atente contra sus libertades”, reclamó el radical Enrique MacIver; “Mandad y obedeceremos”, expresóel liberal Eulogio Altamirano; el conservador Ventura Blanco Viel afirmó que seguía siendo general en jefe “con todos sus honores y prerrogativas”, que poDría necesitar utilizar en el corto plazo.
El barón Gutschmid, representante alemán en Chile, mencionóel acontecimiento en sus informes, destacanpalabras que le había señalado un dirigente opositor: “En caso de que Balmaceda se lanzase al camino resbaladizo de la dictadura, tendríamos que ver en Baquedano el libertador y —quiéralo él O no— nuestro futuro Presidente”. El Presidente le comentó a Fanor Velasco que el banquete había mostrado la “falta de principios” de los círculos que habían apoyado el evento.
Los periódicos gobienistas, La Nación y El Comercio (Valparaíso), se manifestaron en la misma línea, denunciando el propósito francamente subversivo del encuentro, así como acusaban a Baquedano de prestarse “a un bando sin conciencia y sin pudor, ambicona el poder y el presupues- “¿ Durante diciembre los diarios balmacedistas y harían continuas llamadas a los militares, ante la inminente ruptura del orden constitucional.
En su Memorándum Político de 1891, Julio Zegers menciona que le correspondió sondear a Baquedano, para saber “si, establecido un gobierno despótico, él estaría dispuesto a ponerse a la cabeza de un movimiento dirigido a restablecer el imperio de la Constitución” lo que el general habría contestado afirmativamente.
De hecho, el Acta de Deposición del Presidente Balmaceda, firmada por los congresistas de la oposición, tenía dos copias, una para el general Baquedano y otra para Jorge Montt, este último como jefe del movimiento de la Armada. El documento concluía: “Y vos, General, que habéis conquistado tantas glorias paala patria, coronad vuestra vida restableciendo el imperio de la Constitución y las leyes”. “Nombre, no; malo, malo. No, malo, malo, Nombre no; podrían descubrir el acta y estaríamos perdidos. Nombre, no”, habría respondido el héroe de la Guerra del Pacífico, como afirma Enrique Blanchard Chessi, prefiriendo quedara en blanco ese espacio. Sin embargo, después no tomó parte alguna en la guerra civil, cuando el conflicto fratricida estalló en 1891.
Baquedano no quería ver derramar la sangre entre los propios chilenos, por los propios compañeros de armas, lo que repugnaba a su patriotismo, y además seguía profesando una suerte de “respeto religioso por el Presidente de la República, especie de dios a sus ojos”, según expresó. Tiempo después su secretario Máximo Ramón Lira.
Por otra parte, Balmaceda invitó a Baquedano a su residencia, donde lo agasajaron: así, reafirmó sus sentimientos de lealtad y tomó la decisión de no levantarse contra el gobernante, por lo que decidió salir fuera de la capital y no participar del drama que sufriría Chile en 1891, con una división del país y del Ejército, que significó miles de muerLos vencedores.
En su Testamento Político, el malogrado gobernante señala que se reunió la noche del 28 de agosto con los José Vi y Manuel Ba Eusebio Lillo: “Quedó acordado y convenido que el Señor General recibiría el mando; que se guardaría el orden público, haciendo respetar las personas y las propiedades; que los partidarios del Gobierno no serían arrestados, ni perseguidos”. Adicionalmente, y considerando que Balmaceda se asilaría en la legación de Argentina, Baquedano debía “prestar eficaz amparo al asilo y ami persona, y aún asegurar mi salida al extranjero”. La Moneda había quedado abandonada esa noche, y los problemas surgieron muy temprano durante la mañana siguiente, cuando algunas turbas comenzaron a buscar la venganza contra “los dictatoriales”, en medio del odio y el furor dela victoria.
Ya el 25 de agosto el barón Gutschmid había reportado: “Santiago inseguro, témese saqueo”, en tanto Valparaíso sufrió muertes, fuego y rapiña la misma noche que finalizó la última batalla, El general suponía que bastaba que se supiera que él estaba al mando del país para que la situación se tranquilizara, en una clara incomprensión. De la realidad política y de los odios acumulados durante la guerra.
En la jornada del 29 de agosto circuló una Proclama firmada por Baquedano, que señalaba que su gobierno provisional esperaba del pueblo de Santiago “guardar todas las formas del respeto más profundo por el orden público”, así como pedía a “los adversarios de ayer” que fueran “más considerados que nunca”, anunciando que pronto quedaría constituido el gobierno definitivo.
Sirvió de poco, pues durante la jornada se desarrollaronataques contra lascasas de los partidarios del gobierno derrotado, en lo que John Gordon Kennedy, representante británico en Chile, definió como “una demostración política en contra de todos aquellos que se habían especialmente cadocon el reino del terror instituido por el ex Presidente Balmaceda”. Se calcula que fueron saqueadas entre 150 y 400 propiedades, con distinto nivel de destrucción, Aunque sin ataques a las personas. Baquedano hizo poco y nada por reprimir los atentados, y estuvo más preocupado de hacer algunos nombramientos: “Tenía perdida la cabeza”, reconocería días después, como señala Emilio Rodríguez Mendoza. El problema de fondo es que Balmaceda no tenía poder para designar a un sucesor y Baquedanoyanoerala autoridad militar que suponía, posición que ostentaban los líderes de la revolución triunfante. Los balmacedistas responsabilizaron a Baquedano —aunque no exclusivamente a él— por los sucesos del 29 de agosto, por no haber mantenido el orden público que se comprometió a respetar. Los congresistas también criticaron su breve estadía en La Moneda. Para entonces la figura del héroe dela Guerra del Pacífico se había eclipsado, viviendo sus últimos años entre visitas a los amigos y obras de caridad. Sin dejar descendencia, murió el 30 de septiembre de 1897. El autor es profesor de la Universidad San Sebastián y Universidad Católica de Chile; director de Formación Instituto Res Publica. Director general de Historia de Chile 1960-2010, Universidad San Sebastián. Es autor del libro La guerra civil de 1891, dos tomos, editado por el Centro de Estudios Bicentenario, sexta edición 2016.