Autor: Gabriel Rodríguez Bustos
El coraje de Blanca para convivir con el dolor
Sus padres y hermanos fueron fundamentales para la formación de Blanca Iturra. Edicar los mejores años de la vida a escuchar y acompañar el dolor de otros requiere un coraje y una disposición especial. Y solo desde una empatía radical es posible permanecer por años tan cerca del sufrimiento, la impotencia y las secuelas de experiencias muchas veces innombrables. Blanca Iturra conoció la alegría de vivir y aportar, también el derrumbe de todo lo construido, la persecución, el miedo, el exilio.
Y como el título de una famosa obra de teatro de los ochenta, arriesgó un “Regreso sin causa”. Pero pronto encontró una causa urgente e inició un intenso y prematuro trabajo con las familias afectadas por la represión dictatorial en la región del Maule. Aunque nació en Valparaíso su infancia transcurrió en un lugar mágico: Laguna Verde. Blanca es la segunda de 5 hijos de un ingeniero y una secretaria bilingúe de la Universidad Católica. La familia siempre mantuvo un estrecho vínculo con dicha Universidad, donde estudió y trabajó hasta los azarosos días del Golpe de Estado. Reconoce haber vivido una infancia y juventud privilegiada junto a su familia y sus hermanos. Sus abuelos maternos habían llegado a Chile desde Valencia. Eran inmigrantes y se establecieron en el puerto con negocios de cuero y calzado. Su padre venía de Concepción.
Ya retirada hace algunos años del e nuestra región, la profesional se pregunta “¿ De dónde salió la permanente preocupación por las personas, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la paz?”. Sin duda esos valores los adquirió en el seno de su familia y nacen del compromiso humanista cristiano de sus padres. Todos sus hermanos/as estudiaron en la Universidad Católica. Raúl, el mayor se convirtió en un guía y una inspiración. Así conoció los Festivales de Teatro de fines de los 60 y participó en trabajos voluntarios para atender los problemas sociales en los cerros porteños. La Reforma Universitaria encendía la imaginación de los jóvenes. Comenzaban los 70 con su carga de ilusiones y sueños. Todo parecía posible y el futuro se visualizaba lleno de promesas. La realidad comenzaba a cambiar en las universidades y en el país. La cultura popular acaparaba miradas y relecturas en una continua vorágine que todo lo alteraba. El compromiso con los más postergados se estimulaba desde un sector de la iglesia que redescubría el mensaje cristiano como una “buena noticia” para los postergados de la tierra. Los cinco hermanos/as lo hicieron de diversas formas y desde distintos compromisos, pero todos optaron por trabajar con las personas. Ella estudió Licenciatura en Trabajo Social y Educación Familiar en Valparaíso. Después se especializó en Desarrollo Rural. También realizó un post grado en Salud Mental y Salud Comunitaria, así como Terapia Estratégica con el equipo del Instituto Milton Ericsson. Con los campesinos “Mi primer trabajo fue en la Corporación de la Reforma Agraria (CORA). Trabajar con los campesinos, fue para mí una tremenda novedad”, declara. Hay que recordar que durante el gobierno del presidente Allende la Reforma Agraria, iniciada durante la administración del presidente Frei Montalva, se profundizaría llegando a expropiar 4.500 predios que sumaban 6,6 millones de hectáreas. Se vivía una verdadera revolución en el campo, hasta entonces dominado por la figura del hacendado dueño de los grandes latifundios. Las familias campesinas sobrevivían en precarias condiciones, con salarios exiguos (a menudo en productos en vez de dinero) y a veces con algunas regalías como un pequeño huerto y una vivienda de barro. El director en Santiago era Gonzalo Arroyo, sacerdote jesuita, quien se convertiría en un referente de esta nueva iglesia que caminaba junto a los pobres de la ciudad y el campo. Más tarde el consagrado formaría parte de los “Cristianos por el Socialismo”, movimiento que generaría agudas polémicas en la iglesia y en la sociedad. Durante muchos años trabajó con las familias afectadas por la represión dictatorial en la región del Maule. Hoy -asegurasigue interesada en muchas cosas, “pero no en la violencia sino en la luz, la paz, el amor” también recuerda al abogado Francisco Vio, quien posteriormente sería candidato a diputado por la zona. “En el Centro dábamos capacitación técnica a los campesinos de los Asentamientos”, recuerda. “Enseñábamos a valorar su trabajo, su cultura, a calcular los costos de la producción y tantas otras cosas, fue algo maravilloso”, señala. Los “Asentamientos” eran la forma en que se organizaban los campesinos beneficiarios de la Reforma Agraria. El proceso desataba enconadas pasiones, incluyendo tomas y acciones violentas a favor y en contra. A la Reforma se sumaba la organización de sindicatos y federaciones campesinas, que canalizaban las demandas de este postergado sector. “El proceso incluía también la alfabetización del mundo rural empleando la pedagogía de Paulo Freire que apuntaba a la dignificación del ser humano”, indica.
Mario Amorós en su libro “Entre la Araña y la Flecha” afirma que “con alguna excepción, como los grandes viñedos, el gran latifundio heredado desde la Colonia y las relaciones sociales asociadas al mismo desaparecieron para siempre de Chile”. La modernización de la economía rural fue producto de ese proceso.
De esos años Blanca destaca “la realización de las “Escuelas de Mujeres Campesinas” destinadas a mejorar su calidad de vida y mostrarles nuevos horizontes de progreso y autocuidado”. Comienza la represión En octubre de ese año ella y su hermano Raúl son llamados por bando militar. Estuvo dos días en el regimiento encerrada en una caseta de la piscina. Debió soportar groserías y amenazas de violación. Fue interrogada por el capitán Jorge Zucchino - condenado por aplicación de torturas en 2011quien la amenazó con matar a su hermano. Aún recuerda una de sus frases: “más peligrosas que las armas son los intelectuales”. Deberá firmar diariamente y después semanalmente hasta febrero de 1975, a una semana de tener a su hija Alejandra. En 1974 es despedida de la CORA. Su hermano Raúl, antropólogo, fue detenido en varias otras oportunidades. Como todos fue sometido a tratos crueles, incluyendo simulacros de fusilamiento. La persecución lo obligará a exiliarse en Inglaterra. Su hermano Jaime también se alejará del país rumbo a Canadá. En la Universidad se quemaron gran parte de las investigaciones en curso, ya que todo estaba bajo sospecha, a pesar que 'no había nada secreto, eran investigaciones sociológicas”, dice. A pesar del acoso, Blanca intentará permanecer en Chile junto a su esposo Miguel Toro y a su hija. Miguel, psicólogo, trabajaba en la sede local de la Universidad de Chile a cargo de la atención de los estudiantes. Eran tiempos de inseguridad. En todo Chile se realizaban detenciones masivas y selectivas. Había lugares secretos de detención, algunos de los cuales recién se conocieron después del año 2000. Los detenidos desaparecían sin dejar rastro. Una noche “allanan la casa a las dos de la madrugada, entran unas diez personas con metralletas, entre ellos una mujer. Todos con el rostro cubierto con pasamontañas”. Su hija tenía dos meses. Se llevan a Miguel. “No se preocupe que mañana vuelve”, le dijeron. En la mañana acude a informar al rector de la sede regional de la Universidad de Chile, también al obispo Carlos González y finalmente va a la Intendencia. Gracias a una secretaria que había trabajado en la CORA le entregaron el número de la orden de detención de Miguel. El instructivo incluía a otros académicos de las Universidades de Chile y Católica. Como ocurría siempre, pasaron los días y no había noticias de Miguel, ni de los otros detenidos. Encontrarlo fue un largo y triste peregrinaje. El académico pasó por varios recintos de detención de la época: Villa Grimaldi, Cuatro Álamos, Tres Álamos y finalmente el campo de concentración de Ritoque. Sufrió torturas, incomunicación y todo tipo de amenazas. La versión de la dictadura fue que habían detenido a un grupo de “terroristas” en la cordillera. Y los vincularon a la misteriosa muerte del capitán Osvaldo Heyder en un cerro cercano a Talca. Se debe recordar que en la época no existía prensa libre y el periodismo estaba sometido a la censura militar. Blanca recuerda con gratitud al sacerdote Eduardo “Chito” Espinoza quien acompañaba a los familiares a Santiago para buscar a sus seres queridos. Blanca debía viajar con su bebé, quien vivía su etapa de amamantamiento. Durante ese periodo vuelve a Laguna Verde porque en Talca se sentía insegura. Desde ahí viajaba a visitar a Miguel a Ritoque. Finalmente el psicólogo es liberado sin cargos, pero con la exigencia de abandonar el país a la brevedad. Abandonan Chile y viajan a Inglaterra. “Fue muy duro. El papá no creía en la represión. Pensaba que Pinochet iba a estar poco tiempo y que a Miguel lo habían detenido por error”. Su padre también es detenido después que ellos abandonan Chile. El exilio Ya en Inglaterra a los tres meses Blanca consiguió trabajo en un Colegio Tecnológico. Después trabajó en la ciudad de Southampton. Y Miguel obtuvo una beca para realizar un magíster. Reconoce que fue una etapa de mucho aprendizaje, de abrirse al mundo, a diferentes culturas y etnias.
Cuando pensaba en Chile “lloraba por las mujeres campesinas, porque no sabía lo que había pasado con ellas”. Fue también un tiempo de mucha tristeza, porque “estar separados de los seres trabajaron “en la campaña de solidaridad con Chile y con Nicaragua, porque conocimos a alguien muy cercano a Ernesto Cardenal, poeta y Ministro de Cultura del gobierno sandinista”. Una experiencia relevante fue un Seminario de Salud Mental para estructurar estrategias de intervención con los exiliados y los torturados.
“Estas terapias se comenzaron a aplicar en Chile a través de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) como la Fundación de Protección a la Infancia Dañada por los Estados de Emergencia (PIDEE) y el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo afirma. Cuando en 1986 pudieron volver tuvieron que enseñarle español a su hija porque cotidianamente hablaba inglés. “Allá estuvimos bien, después de haberlo pasado tan mal en Chile, viviendo con mucho miedo”, confiesa. Miguel ansiaba regresar a Chile. Blanca enfrentó el retorno más tranquila y segura, ya con su hija de 10 años.
Vuelven a través del Alto Comisionado de Naciones Unidad para los Refugiados (ACNUR). El retorno “Miguel se vino antes, gracias a una beca del Servicio Universitario Mundial que nos sacó de Chile y nos trajo de vuelta”. Ya establecidos en el Maule trabajaron en la Universidad Católica sede Curicó. Posteriormente Miguel se vinculó al Instituto del Valle Central y participó en la creación de la carrera de Psicología en la Universidad Autónoma. Blanca Iturra, con su hija y su esposo dejan Chile rumbo a Inglaterra. blanca recuerda que a los tres meses de haber llegado la fueron a buscar, “querían que yo trabajara en el PIDEE. Estuve a cargo de la Fundación hasta el año 93, primero en Talca y después en Curicó”. Trataban a los niños de las familias víctimas de la represión, en especial de personas Detenidas/Desaparecidas. Entre los especialistas del organismo en Santiago estaba Michele Bachelet, médico pediatra. En esos años compartieron espacio con el Centro de Investigación y Tratamiento del Stress (CINTRAS). Destaca el aporte profesional de la doctora Soledad Potthoff y de Tina Mascaró. Se ocupaban de las familias de Curicó, Talca y Linares intentando acompañar y procesar su dolor. Realiza estudios de especialización en violencia intrafamiliar, maltrato infantil y abuso sexual. En 1990 se inicia el PRAIS como respuesta del Estado a los miles de chilenos/as que habían sufrido detenciones arbitrarias, así como tratos crueles y degradantes. Y muchos profesionales de los equipos de las ONGs son llamados desde el Ministerio de Salud para integrarse. Blanca seguirá en la Fundación PIDEE hasta 1993 “ese año comencé a trabajar en el Programa de Reparación (PRAIS) creado por ley. Tratábamos los traumas por represión política. Al inicio fue en las condiciones más paupérrimas que se pueda imaginar. Empezamos en la Seremi de Salud, donde estaba la doctora Luz Peñaloza, después nos fuimos al Hospital de Talca, nos instalaron en un rincón del antiguo consultorio”. Con el tiempo asumió como coordinadora. “En esta región tuvimos la suerte de contar con un equipo que ya venía trabajando con las víctimas. Nos especializamos a través de muchos cursos. La idea era partir desde cada persona, escuchar sus palabras, sus emociones, acoger”, sostiene.
De intervenciones multidisciplinarias y el trabajo con sus organizaciones lográbamos que ellos mismos se incorporaran a programas de salud integral, tanto para sus dolores físicos, como emocionales”. Y agrega “muchos torturados nunca contaron lo más brutal de lo que vivieron.
Y murieron con el dolor, la rabia y el miedo”. Me cuenta el caso de un señor con párkinson quien hasta el último minuto repetía “¡ Escóndanse que vienen a buscarnos!”. Eso lo vi en cinco o seis casos.
Hay recursos diferentes en cada persona para enfrentar el dolor ¿ Cómo lo hicimos? ¿ Lo logramos? No hay una respuesta clara, depende de cada ser humano y de la confianza que logró con el equipo. Los traumas quedan registrados y vuelven a aparecer ante las nuevas situaciones que la persona debe el año 2000 hay un giro y solo ella y Tina Mascaró permanecen en el programa. En 2005 nuevamente hay un cambio y se arrienda la casa donde actualmente funciona el PRAIS Talca. “Yo elegí esa hermosa casa, con mucha luz, digna para atender a personas que lo habían pasado tan mal. Antes estuvimos en lugares oscuros y tristes. En PIDEE trabajamos en casas oscuras. En el Policlínico del antiguo Hospital Regional teníamos que andar con los archivadores colgando porque no teníamos espacio”. El PRAIS pasó a depender del Servicio de Salud del Maule. Una experiencia compleja “Esto ha sido de dulce y de agraz. Porque durante el periodo en la Fundación PIDEE sufrimos mucha persecución. Pero había que seguir adelante.
En el tiempo del PRAIS, cuando estábamos en el Hospital dos o tres pediatras hacían comentarios insultantes sobre nosotros”. En 1997 a petición de la PDI comenzaron a tratar a los niños abusados por Paul Scháffer en Colonia Dignidad. Se trataron 12 casos, los que denunciaron los abusos y acudieron a la justicia. “Debíamos abordar trauma, maltrato y abuso sexual infantil.
Nos contaban cómo los amedrentaban los agricultores de la zona, amigos de la Colonia”. Ya terminando nuestra extensa conversación, le pregunto cómo ha sido vivir lejos de una ciudad tan fascinante como Valparaíso: “Tengo recuerdos tan hermosos de la bohemia de esos años. Se puede vivir en cualquier lugar donde uno tiene a su familia y la vida adquiere sentido. Sin embargo el lugar donde uno nace y crece marca. Tanto la familia como el paisaje. Cuando llegué a Talca me faltaba el horizonte, esa mirada larga y abierta”, responde.
No puedo reprimir una última pregunta: ¿ Cómo pudiste vivir cerca de tanto dolor y durante tanto tiempo? “Por la formación humanista que recibí en mi familia y de mi hermano mayor, ni pensaba en elegir. Yo decía: “bueno si me toca pelar papas, lo hago cantando. Aprendí de la gente, de mis compañeros de estudios, de mi familia. Hoy no me gusta estar con personas tóxicas, ni acepto la violencia.
Tacional: A pesar que el cuerpo ha sufrido unos cuantos golpes - dicho en sentido metafórico - yo sigo interesada en muchas cosas, pero no en la violencia sino en la luz, la paz, el amor. Siento que hice aportes. Dejé una huella en Inglaterra, también en el tratamiento de las personas con trauma y lo hice con compromiso y horizontalidad”. Y)