Autor: Por Juan Luis Ossa Santa Cruz Investigador del Centro de Estudios Públicos
Una gran noticia
Ue Iván Jaksic haya ganado el Premio Nacional de Historia 2020 es una gran noticia para los cultores de la disciplina.
Educado en las aulas de la Universidad de Chile y con más de treinta años de docencia en Estados Unidos (de los cuales se han beneficiado múltiples estudiantes a lo largo del continente), es reconocido por su trabajo sobre Andrés Bello, así como por sus artículos y estudios en torno a la historia de la filosofía chilena en el período republicano.
Sus contribuciones en materia de derechos humanos, anclados en su propio aprendizaje como exiliado, son transversalmente considerados por historiadores, politólogos, sociólogos y otros estudiosos de las transiciones democráticas de fines de los ochenta y principios de los noventa.
Jaksic es también uno de los principales renovadores chilenos de la denominada “historia política”, entendida como una sumatoria de corrientes historiográficas que, al mismo tiempo que enfatizan las explicaciones institucionalistas, se interesan por el papel de los distintos grupos de influencia (sociales, económicos, culturales) en la toma de decisiones.
Dicho acercamiento entiende la política como un espacio siempre contencioso y disputado, en el que se entremezclan muy disímiles mecanismos de participación, incluso más allá de los canales formales en los que habitualmente se ejercita el poder. La extendida obra de Jaksic nos dice que la política y, por tanto, la historiano es anónima ni abstracta. Es, por el contrario, protagonizada por individuos de carne y hueso: ahí está Bello, pero también los hispanistas norteamericanos del siglo XIX y los filósofos chilenos de la segunda mitad del XX.
La historia de corte intelectual que nos propone el homenajeado es quizás el mejor ejemplo de la vitalidad de la historia: allí aparecen actores e ideas forjados en contextos dinámicos y complejos, tal y como sucede en toda experiencia humana.