Volver a confiar
Tal vez el rasgo más grave de la tual sea la desconfianza en la política. Según las encuestas CEP, la fracción que cree que casi todos los políticos están dos en corrupción pasó de 14 a 50% entre 2006 y 2016. La confianza en el Congreso es 3% y aquella en los partidos políticos es 2%, La identificación con algún partido pasó de 80% en los noventa a 14% en 2019, pese a haber mayor oferta. Seguramente, los escándalos de miento de la política, junto con una población más informada y exigente, causaron mella.
A la ez, la ciudadanía, que quiere que los políticos privile= gien los acuerdos antes que sus propias posiciones (78 versus 14%), mira con estupor un debate político, a veces incomprensible, que no logra traducirse en soluciones —pensiones es un buen ejemplo, La desconfianza en la política se enmarca en una crisis de confianza generalizada. De las 16 instituciones que el CEP midió en 2019,12 experimentaron caídas en confianza de al menos 5 puntos en solo cuatro años; ninguna mejoró.
En tanto, nuestra desigualdad endémica es terreno fértil parala desconfianza: la élito que ya era ceLORETO COX Escuela de Gobierno UC Ante la urgencia de volver a confiar, la ciudadanía, en masa, prefirió un optimismo improbable antes que un pesimismo seguro. Rrada y desconectada, ahora también es considerada corrupta. Lacrisisde confianza, a diferencia de lasinjusticias que nos aquejan, es reciente.
Sin confianza, caen la disposición a cumplirlas normas y la capacidad de ejercer el monopolio del uso legítimo dela fuerza; se desmoronan los partidos y conello la posibilidad de procesar institucionalmente la infinitud de demandas; se hace intolerable la idea demérito.
Un mundo sin confianza es uno lleno de gritos y trampas, uno en el que la violencia está a la vuefta de la esquina, El problema con la confianza es que es fácil perderla y difícil, muy difícil, restituirla, Sin embargo, creo que la redacción de una nueva Constitución, que desde ayer es un hecho, ofrece una posibilidad para hacerlo.
La ofrece no solo por su dimensión simbólica, aunque los símbolos son importantes La Constitución define las reglas que dan formaala política: ¿ Hay alineamiento entre Gobierno y Congreso y, con ello, capacidad de cumplir con un programa de gobierno? ¿ Son quienes toiman las decisiones responsables de ellas? ¿ En qué materias puede una minoría vetar la decisión de la mayoría? ¿ Cuánto participan y cómo se repre= sentan los ciudadanos? Y, en caso de emergencia, ¿se pueden resolver institucionalmente los con= fictos graves? Nuevas reglas podrían cambiar el funcionamiento de la política, hacerla responder ysermáságil. Y una mejor política, con el tiempo, podría ayudar a recuperar confianza.
Escierto, se ha hablado poco de estas cuestio nes, En vez de discutir sobre materias que sí o sí deben definirse y cuyos resultados no pueden sino depender de estas definiciones (la estructura del poder), nos pasamos discutiendo materias que pueden o no definirse constitucionalmente y cuya no necesariamente depende de esas definiciones (desde las condiciones de vida hasta la cultura). Esposible que quienes aspiran a que seala ho= Radelasociedad y no de los políticos (sea cual sea la vía que imaginan para ello) se vean frustrados mapa constituyente que, sibien será pari= tario en género, al elegirse con el mismo sistema electoral, no puede diferir mucho del actual Con= groso. Vendrán tiempos de discusión y diferencias sobre los aspectos más básicos de nuestra convivencia. Es posible que la polarización de los políticos se agrave y que la gente, ávida de acuerdos, termine rehuyendo aún másla política siel deba= te resulta infructuoso. Enfin, la posibilidad que ofrece lanueva Constitución para restituir confianzas es esquiva, pese a que se la haya rodeado de optimismo. Pero lo cierto es que el Rechazo no fue capaz de articular una teoría, por optimista que fuera, sobre cómo bajo su victoria podríamos recuperar confianza. Ante la urgencia de volver a confiar, la ciudada= nía, en masa, prefirió un optimismo improbable antes que un pesimismo