¿ESTÁ CHILE EN CRISIS?
DIEZ MIRADAS PARA DIEZ FACTORES ¿ Está el país atravesando el momento de mayor tensión institucional desde el regreso a la democracia? El tema está en la mesa, en las cartas al diario, en columnas, entrevistas y análisis.
Si es un escenario similar a 1890, si estamos en el año 1924 o 1972, o sencillamente es otra ola de una inestabilidad globalizada en que Chile no es la excepción son algunas de las preguntas abiertas.
Diez especialistas examinan el proceso, desde aristas que se repiten a la hora de auscultar el corazón político e institucional del país parlamentarismo de facto, violencia, populismo, Estado de Derecho y economía debilitados, figura presidencial cuestionada, dispersión partidaria, comunidad quebrantada, influencia de las redes sociales y polarización. Es probable que cuando la historia revise este período, reparará en estos y otros factores al momento de emitir sus conclusiones. Pese a la complejidad del momento, sí hay consenso en que el actual proceso constituyente puede representar una señal de esperanza para resolver y encauzar muchos de estos fenómenos. Enrique Barros (abogado) Estado de derecho lastimado Las instituciones nos permiten desplegar nuestras potencias y mantienen a raya los instintos destructivos.
Son fuertes cuando nos guían en silencio, porque, como el lenguaje y las directivas morales más básicas, envuelven aceptación espontánea Vivimos en peligro, porque nuestras instituciones se han debilitado, El estado de derecho está en jaque, tanto porque el Estado no es capaz de controlar la violencia, como porque el capricho sin ley infesta la política. En algunos, ese es el camino estratégico para hacerse del poder en grande. En otros, parece ser simple narcisismo o estupidez El estado de derecho nació para domesticar el poder. Pero ello es necesario porque la sociedad requiere del poder público, incluso para proteger la libertad. También para ayudar a PS intearar a chile= os que andamos tan lejos unos de otros. El Estado es algo muy serio para tenerlo tan maltrecho.
Pero las preguntas más obvias se ignoran: ¿ qué diseño institucional favorece una gestión administra= tiva que atienda a resultados benéficos para la gente? ¿ Cómo se supera el clientelismo político, que corrompe desde dentro? ¿ Tiene sentido la histórica estructura militar de la policía? ¿ Cuáles son los instrumentos para tener finalmente una educación pú= blica de calidad? Objetivos nobles exigen que pongamos con suavidad los pies enla tierra, con cierta benevolencia recíproca en la ruta que iniciamos. Solo algunos ilumi= nados ponen en duda los básicos constitucionales. Pero no basta con evitar la catástrofe. Es urgente ir más a fondo, partiendo por rediseñar un sistema político y electoral que no nos garantiza gobernabilidad. Aprendamos de nuestra historia reciente y de cómo lo hacen quienes nos llevan la delantera y quienes lo han hecho mal en el vecindario. Las malas prácticas y la división social nos han disminuido como país y por delante hay hartos peligros; pero también la oportunidad de superar un más bien negro de nuestra república.
Es un buen signo que la ciudadanía tenga preferencias razonables acerca del tipo de constituyentes que desea. ¿Lo tendrán en cuenta los partidos al proponer candidatos? Esa sería una buena noticia en el camino que iniciamos.
No nos dominemos por el temor o la a es descubrir caminos acertados para salir más *Sin un crecimiento económico que genere más y mejores empleos, no cerraremos la brecha de la desigualdad”, escribía Ricardo Lagos en octubre de 1999 en el programa del primer gobierno del siglo XXI. Quizás esa visión parezca foránea en el debate actual, pero tarde o temprano, con el liderazgo correcto, volverá. Con un crecimiento de 5% pro= anual desde el retorno de la democracia hasta el 2014, Chile redujo la pobreza, multiplicó la clase media e incrementó el consumo. Incluso la porfiada desigualdad cedió frente ala transformación. Por eso no puede sor= prender que el frenazo posterior provocara frustración y malestar. En 2014-19 el país creció un magro 2% anual, con parte de la clase política evitando su respon= sabilidad. Se dijo que el crecimiento podía ser sacrificado en aras de laigualdad. La población, sin embargo, resintió de la realidad. Ahora, con una contracción de 5,5% para el 2020, Chile habrá crecido en promedio menos de un 1% anual desde el 2014 y, como resultado, será más pobre y con desigualdad. Sergio Urzúa (economista) El desaire al crecimiento Así, el mejor alumno de la región, con demostrado oficio por enfrenta un momento crítico que debe abordar con responsabilidad. Por ejemplo, hay que comenzar a reconocer que por primera vez en décadas las nuevas generaciones tendrán que ajustar a la baja sus expectativas de ingre= sos. También que una sociedad embarcada en un proceso constituyente con raíces, al menos en parte, en un Estado ineficiente enfrenta un desafío inmenso que demanda a gritos conducción profesional. Y es que es ingenuo pensar que los problemas económicos de Chile terminarán con una vacuna o con un listado de dere= chos constitucionales. Urge una visión del Chile del 2030, pero sin el nefasto revanchismo actual.
Para cualquier futuro gobierno el legado de una economía golpeada, con más deuda y menos ahorros, con un desarticulado sistema de protección social transformado por la emergencia, significará tener las manos más atadas que cualquier antecesor del que tengamos memoria. Esa será la realidad pospandemia que enfrentará quien quiera diseñar el plan reactivador. Por lo tanto, hay que terminar con el desaire al crecimiento. Ese giro debe ser parte del consenso.
De otro modo, como intuía correctamente el primer presidente socialista del siglo XXI, en Chile no habrán más y mejores empleos ni menos se cerrará la brecha de la desigual Cristián Warnken (escritor) La comunidad en peligro La democracia es una construcción civilizatoria que nace de la constatación de que somos —como tan bien lo expresó Nicanor Parra— *un embutido de ángel y de bestia”, Los monstruos están siempre a punto de salir desde el fondo del pozo de la historia, listos para sembrar intolerancia y destruirla comunidad, las comunidades.
La democracia nació del cansancio de siglos de fanatismo y hay que agradecerles a algunos intelectuales (luces en la larga noche de la intolerancia) que —conociendo la naturaleza humana con sus luces y sombras— la pensaron y le fueron dando su forma a través del tiem= po, en vez de entregarse a los cantos de sirena de las ideologías como sílo hicieron otros. ¿No es acaso el canto de las sirenas —monstruos embriagador? En tiempos individualistas, en que se exacerba la autonomía del sujeto, la demo= eracia debiera ser garantía de más comunidad. Cuando esta se debilita, la democra= cia también flaquea. El liberalismo le abrió espacio al individuo, asfixiado por la tribu, pero a veces esa conquista degradó dualismo.
“Yo quiero, luego yo puedo" —dice el individuo, La democracia pone a ese querer, y nos obliga a encontrarnos con el rostro del "otro”. Ese superhombre individualista tiene también rasgos del "último hombre" nietszcheano: le gusta que “lo entretengan”. Para eso está la farándula. El debilitamiento de la de= mocracia comienza con la farándula y termina en el circo romano.
Hoy la demonavega entre dos monstruos devastadores: Escila (farándula) y Caribdis (las redes sociales) ¡ Sobrevivira sus embates y no ser por ambas es una verdadera Odisea! Hay una ¿ generación que solo ha sido educada por las redes sociales (cuyo negocio es exacer= bar la polarización), que están más en la lógica de la tribu que de la comunidad. Por eso, Chile necesita una reeducación democrática, una Paideja para tiempos de peligro, porque la comunidad es lo que está en peligro.
Debemos reaprender a conversar, a aceptar al otro como "legítimamente otro" (la tan repetida y poco aplicada frase de Maturana), a mirarnos las caras (la pantalización y la pandemia atentan contra eso), a auto= conocemos y saber que no somos ángeles y que por eso existe la "democracia". Reconstruir la comunidad, que no es lo mismo que la tribu. Iván Poduje (arquitecto) Jugar a la guerra Quienes formamos parte de la elite, y con ello incluyo a intelectua= les y líderes políticos, vivimos en una fracción muy menor del Gran Santiago. Una ciudad moderna formada por: cinco o seis comunas donde no se vivió, ni de cerca, la violencia del estallido, sino que solo su lado épico.
Nunca se quemó una estación de Metro o una clínica con pacientes y sus vecinos jamás fueron amenazados y apedreados por enajenados, como ocurrió en San Borja Esa tranquilidad ha influido en la postura de algunos vecinos del barrio alto que naturalizan la violencia y se dan el lujo de calificar de "presos políticos" a personas detenidas por delitos.
Es que resulta tan fácil jugar aser revolucionario cuando no está en riesgo tu casa o los colegios donde eres apoderado en Vitacura o La Reina Alta, Cuando no expones a tus amigos o familiares a las batallas campales que azotaron Puente Alto, Antofagasta o Valparaíso destruyendo almacenes o monumentos nacionales. Visto así, el coqueteo de algunos progresistas ABC1 con la violencia es otra secuela de la segregación ue ha fraccionado nues= ras ciudades y que per= jugar a la guerra sin quemarse una pestaña. Pero existe una oportu= nidad para cambiar las cosas. Bastaría con llevar poetas del estallido alas comunas donde la violencia se vive de ver= dad, sin épica ni música de fondo. Ahí donde los supuestos presos políticos ejercen control territorial a fierrazos; las escuelas se blindan contra balas locas y los insultos en redes sociales se arreglan a combos. Esa periferia onde los fuegos artificiales que emocionaron en la Plaza Baqueda= no son los mismos que se usan cuando llega la “merca” que mata niños y sueños familíares. Con una semana durmiendo en esa ciudad invisible, los revo= lucionarios de salón po= dirían sentir en carne propia el terror de verse agredidos o perderlo todo en una refriega. Sería un baño de realidad necesario para una elite cada vez más segregada, cuyos juegos de guerra les están costando muy caro a los chilenos. Hoy las redes sociales y el 4G trasladan regimientos enteros de trolls y bots hasta el interior de la Cámara de Diputados y del Senado y nadie dice nada.
Genaro Arriagada MD (cientista político) Presidencialismo y presidencia debilitada El sistema presidencial se hunde en una tormenta perfecta donde se acumulan un mal desempeño de la presidencia; un gobierno que es minoría en ambas cámaras; una anarquía en los partidos oficialistas que destruye la presidencia que ellos debían defender, y las carencias propias de este tipo de régimen. En este marco, pedir la renuncia del Presidente es una idea calentu= rienta que en nada ayuda. Lo pertinente es, con vistas a una nueva Constitución, revisar el entero sistema político. Es sabido que es muy difícil que un presidente pueda gobernar teniendo en contra a la mayoría del Parlamento y lo es menos si a ello se agregan partidos altamen= te fragmentados. Ante esta situación, los defensores del presidencialismo proponen dos nos que son callejones sin salida. Uno es agravar el presidencialismo entregando al Presidente un poder que le permita un predominio absoluto sobre el Parlamento. Esto es consagrar una autocracia llamada "neopresidencialismo” que consiste en monopolizar en el jefe de Estado "la decisión política y su ejecución, sin someterla a controles efectivos”, y hacerlo bajo apariencias democráticas. Otro, reducir los poderes del Presidente para entregarle mayores atribuciones al Parlamento.
Esto no es un "parlamentarismo de facto”, sino volver a lo que Chile conoció entre 1881 y 1924 y que es "un gobierno de asambleas”, donde estas designaban y cambiaban ministros, trans= formaban al Ejecutivo en su servidor y el Gobierno no tenía derecho a disolver el Parlamento.
Es un atroz dilema: u opta por una dicta= dura presidencial sobre el Parlamento, llevando al país a una guerra sin fin entre esos dos poderes; o establece el gobierno dle unas asambleas que derribarán constantemente a los gabinetes y dispondrán de los recursos públicos y privados sin asumir responsabilidad sobre sus consecuencias. Dello anterior derivan dos conclusiones. Una, absoluta, es que con la estructura de partidos existente el sistema presidencial, y ningún otro, va a funcionar.
La segunda es reformar el sistema de partidos, abandonar el presiden= cialismo y avanzar a un semipresidencialismo o Max Colodro (filósofo) Polos opuestos Es cierto que la sociedad chile-— zación de estos tiempos no es na está hoy menos polarizada que nítidamente ideológica, pero es su sistema político, pero también evidente que su capacidad de lo es que los actores políticos son degradación institucional ha sido elegidos por los propios tanto o más efectiva. La disputa nos.
Según las encuestas, la gente — entre Gobierno y Congreso, la es ampliamente partidaria de los normalización de la violencia y el acuerdos, pero en ellas, quienes deterioro del orden público, las aparecen mejor perfilados miradas diametralmente opuestas próxima elección presidencial son sobre lo que el país ha construido algunos de los liderazgos más en las últimas décadas, son todos confrontacionales del momento factores que hablan de diferencias En el último tiempo, el centro —— profundas, no solo a nivel de político se ha convertido en un actores políticos, sino también desierto, la Constitución y las entre los ciudadanos. Atribuciones del Ejecutivo son Hasta ahora, somos un país sin deliberadamente horadadas porel — capacidad de generar una base Parlamento y los esfuerzos por mínima de entendimientos normativos e institucionales. Se supone que ese es uno de los desafíos del proceso constituyente: elaborar entre todos un conjunto de acuerdos que permitan relegitimar la disimpedir que el actual mandatario — tribución del poder político. La termine su período son ya historia de América Latina es, sin del paisaje.
Hace un año, la acu= embargo, prolífica en experiencias sación constitucional que buscaba donde se terminó perpetuando la ese fin tuvo un amplio respaldo confrontación, condenando a los opositor en la Cámara de pueblos ala pobreza y al subdo= dos y, en los últimos días, se ha sarrollo. El próximo año serán los presentado un proyecto que chilenos quienes decidan silo que pretende adelantar las elecciones — finalmente prevalece es la lógica presidenciales. De la polarización o del entendiPodrá afirmarse que la miento. Josefina Araos (historiadora) Populismo sin pueblo “Populismo” es la etiqueta escogida para describir la crisis por la que atraviesa la política chilena. Y se aplica sobre todo para cuestionar el comportamiento de nuestros representantes, a ver si con esos epítetos reaccionan. Hay que decir que ellos no se esfuerzan demasiado en evitar el juicio, divididos entre un gobierno paralizado y una oposición rendida alo que supuestamente pide una ciudadanía a la que renunciaron interpretar. El despliegue de una política irresponsable, más preo= cupada de calmar la furia de las masas que de mediar entre sus legítimas demandas y el modo adecuado de responder a ellas, que el populismo ha. Llegado a nuestras tierras.
Sin embargo, no es claro hasta qué punto el término es útil para los objetivos de quienes lo aplican Aunque slo enarbole como alerta de una peligrosa amenaza, todo lo que la palabra incluye sigue avanzando. Y es que con no se habla más que de las estrategias de una clase política acorralada y desesperada ante una ciudadanía que la desprecia. Por lo mismo, es indiferente a las advertencias sobre las implicancias de sus prácticas. Por ahora solo le preocupa salvarse a sí misma, incluso a costa de erosionar las bases de la insitucio= que la sostiene. Quizás convenga repensar el en que entendemos el populismo, a ver si con ello la etiqueta se vuelve una categoría más eficaz. Al convertirlo en la conjunción de todos los males, hemos hecho del fenómeno algo irrelevante, de lo que simple= mente debemos escapar. Se olvida que el populismo no se reduce a un aterrador lídor carismático, sino que también remite a unos seguidores que han decidido entregarle su apoyo.
Reconocer su protagonismo obliga a abandonar los gritos de denuncia, para volcarse a la observación detenida de los motivos que explican sus decisiones, Si parte de nuestra crisis se debe a la fractura entre política y sociedad, hagamos del populismo un concepto que nos permita empezar a recomponer el vínculo que sostiene la democra= cam Constanza Hube (abogada) La cultura del resquicio A comienzos de este año, el senador Quintana sostenía que si el Presidente quería seguir gobernando debía pasar a segunda línea y aceptar un parlamentarismo de facto.
Lo que en ese momento parecía una verdadera "salida de libreto” del senador, se ha con= vertido hoy en una lamentable y dañina realidad para nuestra institucionalidad, ¿Qué significa esto? Que la Constitución y las leyes podrán disponer una serie de requisitos, procedimientos, potestados y atribuciones que en la práctica (de facto), se aplicarán de la manera que lo estimen los parlamentarios, a través de los llamados "resquicios” constitucio= nales.
Es así como los legisladores se han atribuido, de facto, la facultad de regular materias de seguridad social (retiros de los fondos previsionales), de crear impuestos (impuesto a los súper ricos) y ahora, recientemente, hasta de anular leyes (la llamada Ley de Pesca). Pareciera entonces que basta que una idea sea más o menos popular para que los par= lamentarios consideren que tienen "luz verde" para tramitar este tipo de iniciativas.
Si estamos de acuerdo en que el corazón del Estado de Derecho es que ninguna autoridad, ni persona, ni grupo de personas se pueden atribuir, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la Constitución o las leyes, no podemos sino concluir que estas prácticas parlamentarias transgreden las reglas básicas de la democracia que tienen que ver con que nos por reglas y no por personas, y que tanto gobernantos como gobernados se sujetan a las mismas normas.
A pocos meses de la elección de convencionales constituyentes, no está de más recordar que la Constitución existe precisamente para limitar el poder y la discre= cionalidad de los políticos de turno, con el objeto de proteger los derechos y libertades de las personas.
Volvamos a respetar las reglas del juego y terminemos con la cultura del resquicio. 1 John Miller (periodista) “La red es más fuerte que la espada” Toda la acción política de los últimos 230 años está compendada en la Revolución Francesa. La creación del moderno ideal democrático y al mismo tiempo su perversión, la manipulación de las personas, la traición, el terror.
Cuando los Estados Generales se transforman en Asamblea Constituyente, uno de los debates gira en torno a la inviolabilidad de la independencia de los diputados y se establece la medida de que ninguna fuerza armada puede acampar en las cercanías del edificio que los alberga para no presionarlos. Aumento explosivo de la exposición delas personas a las redes sociales. Ya antes de la pandemia, otras investigaciones habían comprobado una relación entre las redes sociales y la polarización política. A veces esa relación es directa y otras, indirecta.
El distanciamiento social que nos ha impuesto la pandemia ha añadido otro factor: el discurso de las redes y su tono no puede ser con la opinión de las personas que habitualmente nos sirven de referencia próxima. Ahí es cuando se descubre que el reci el gladiador que luchaba con red, tenía razón: la red es más fuerte Entonces, la tecnología. La más avanzada eran la imprenta, el mosquete y la guillotina. Hoy, las redes socia= les y el 4G trasladan regimientos enteros de trolls y bots hasta el interior de la Cámara y del Senado y 1 nadie dice 3 nada. Es perceptible cómo algunos parlamentarios, temerosos de ser sometidos al escarnio público, traicionan las ideas bajo las cuales fueron elegidos, En Chile, la guillotina virtual se ha instalado en las redes sociales.
Alí es donde la diputada Pamela Jiles cumple el papel de Jean-Paul Marat, ese periodista que dirigía L'Ami du Peuple, un diario donde precisa= mente lo que hacía era señalara los “enemigos del pueblo” que, curiosamente, coincidían con sus propios adversarios.
Sorprende que no se haya adoptado el voto secreto dadas las circunstancias Según diversos estudios, las restricciones impuestas por la pandemia provocaron un 7 Loreto Cox (socióloga) ¿ Fin del partido? la política la hacían los partidos y la gran mayoría se sentía representada en olla.
Un tercio de la población se identificaba con el partido del presidente y en la vereda del frente, dos partidos identificaban a casi el 20%. Solo 21% no simpatizaba con ningún partido (CEP). Ya entonces el 70% decía no estar muy interesado en política y, mal que mal, informarse y formar= se opinión demanda energía. Hace sentido tener asociaciones que intermedien entre la ciudadanía y la alta política; que articulen las demandas ciudadanas y que orienten a quienes miran de lejos un debate público que es complejo.
En 2019, en cambio, los partidos de gobierno identificaban juntos al 3% de la población y en la oposición solo un partido llegaba al 3%. El 86% no simpatizaba con ningún partido (CEP). ¿A través de quién se aproxima el Gobierno a la gente, silos A partidos perdieron conexión con las masas? ¿ Qué se saca con acordar con los partidos si detrás de ellos no hay votos y, por ello, tampoco incentivos a cumplir los acuerdos? Gobernar con partidos débiles es muy difícil ¿ Por qué se desmoronaron los partidos? La caída en la identificación partidaria es tan constante desde 1990, que es difícil que algo puntual la haya gatillado.
Además, la identificación con todas las instituciones se ha venido abajo (pensemos en la Iglesia) y el debilitamiento de los partidos es un fenómeno mundial =aunque en las democracias consolidadas generalmente aún la mayoría se identifica La reforma electoral de 2015 que sectores minoritarios llegaran al Congreso y la nueva regulación de partidos facilitó crearlos. Consistentemente, los partidos se duplicaron, convirtiéndose en múltiples, además de débiles, y el Congreso se vio más fragmentado, Gober= nar se hizo aún más difícil. Pese a la mayor oferta política, ni la identificación ni la participación se recuperaron, cuestionando la tesis de que la despolitización se debía al duopolio inducido por el binominal. La crisis de la democracia se resuelve o con partidos o sin democracia. Cómo fortalecer a los partidos, pese a la aversión que producen, debiera ser una pregunta primaria para los convencionalistas —incluso para los que se jactan de ser independientes.