Autor: Por Nicolás Violani
CHILE, ¿PAÍS DE ESCRITORAS?
A TE L asunto va así: ¿ Cuántas autoras chilenas puede mencionar sin recurrir a Gabriela Mistral, María Luisa Bombal, Isabel Allende y Diamela Eltit? ¿ Es la misma cantidad que los autores masculinos que conoce? Lo más probable es que no y la causa está en la histórica invisibilización que han sufrido las escritoras por parte de sus pares y críticos hombres. Al menos eso es lo que se desprende de las 17 columnas y ensayos que, desde el 24 de agosto, un grupo de mujeres ligadas a la literatura han publicado en el sitio Palabra Pública. Sin embargo, no todos los puntos que plantean generan consenso. Fue la directora del Instituto de Estética de la Universidad Católica, Lorena Amaro, quien abrió el debate.
En un artículo, la crítica cultural cuestionó el vacío reflexivo y de contenido del campo literario actual, que cedería a las leyes del mercado para privilegiar, por ejemplo, la autopromoción de la imagen de “autora/marca”, por sobre la de su propia obra -siendo las redes sociales la principal plataforma.
También enjuicia el rol del periodismo cultural, donde primaría el amiguismo, y el de los colectivos feministas que defienden la idea de “todas las escritoras somos todas las escritoras”. A eso, responde: “No se puede pensar en “las escritoras” como un grupo homogéneo y sin historia. Eso también nos “invisibiliza”. Y agrega: “Hay que seguir rescatando la historia. Hay que cuidar el espacio de las autorías: no sólo de mujeres, pero principalmente las nuestras (... ) No hay que entrar en las carreras locas con que nos tientan las ideas exitistas. No hay que apurarse en publicar por publicar (... ). Hay que escribir para ser leídas y discutidas.
Hay que pensar, por lo mismo, en lo que se escribe y concentrarse en eso”. La columna desató una ola de reacciones, instalándose también en Twitter, donde incluso se le acusó de “femicidio literario”. Escritoras, editoras y críticas, respondieron argumentando a favor y en contra. Comenzó Lina Meruane, reconociendo el aporte de la temática, pero preguntándose (y a Amaro) por qué no destacar a la colectividad de autoras que buscan una reconfiguración de la escena en lugar de cuestionarla. “En su mirada sobre esas agrupaciones incurre, acaso involuntariamente (¿ encerrada ella misma en su marco teórico?), en un reduccionismo flagrante de lo que hacemos en esas colectivas”, dice Meruane.
“Al centrarse en la problemática figuración de la escritora-autopromocionada en las redes, Amaro, a quien admiro y respeto, se “Al escribir desde un discurso políticamente correcto se pierde el arte, la creación, no hay discusión, ni quiebre”. Gladys González Queda en la superficie de una imagen que presenta a una escritora, a dos escritoras, en su mero accionar personal. (... ). Es triste que una mujer-escritora desautorice públicamente a otra en exclusiva función de su apariencia pública, que discuta aquello que es ciertamente efímero e insustancial pero no examine la escritura literaria de esas autoras”, apunta. Le siguieron Nona Fernández, Alia Trabucco, Julieta Marchant, Alejandra Costamagna, entre muchas otras, armando una discusión tan extensa y densa, como rica. Pero también cargada de juicios tan duros para sus protagonistas, que hoy prefieren callar. Una escritora, una editora y la líder de un club de lectura feminista desentrañan los ecos de una conversación que continúa. RECONOCER LA HISTORIA - GLADYS GONZÁLEZ (38) En 2019 fue distinguida con el Premio Pablo Neruda Poesía Joven. Cree que la noticia fue poco difundida y aunque no le quita el sueño, no le gustaría que le ocurriese a otras escritoras, porque “también es una forma de silenciar”, dice desde Valparaíso, donde vive. Es parte de la experiencia que, asegura la también gestora cultural, va construyendo a una autora.
“Es importante que esa experiencia sea también estética en cuanto a la lectura, cultivar el área más crítica, habitar lo que ocurre tanto en la literatura que escribes como en la que no es tan cercana, pero que también es importante para reflexionar y debatir”, apunta. Los lazos, Dentro y fuera de los géneros literarios que se trabajan, dice, son fundamentales para abrir nuevos espacios socioculturales. Pero también para no perder la riqueza interdisciplinaria.
Allí es donde radica uno de los puntos que, para González, son tan valiosos del debate. "Ha suscitado nuevamente este diálogo de ver desde dónde se está escribiendo, que muchas veces se olvida, y también la razón por la cual se escribe”. González, además, integra la Red Feminista de Libros -presente en Antofagasta, Coquimbo, Valparaíso, Santiago, Maule y Los Lagos-, que reúne a la cadena productora de las obras, y con las que buscan incidir en políticas públicas, por ejemplo, para promover la paridad de género y la inclusión de las diversidades sexuales en las lecturas de la educación escolar y universitaria. Desde esa experiencia, sostiene que es más importante valorizar a los colectivos feministas “no desde la sororidad porque sino nadie podría desarrollar una crítica literaria, porque alguien se podría sentir mal.
Sería imposible escribir también, porque al hacerlo desde un discurso políticamente correcto se pierde el arte, la creación, no hay discusión, ni quiebre”. Por ello considera clave reconocer la historia feminista, de, entre otras, Gabriela Mistral, Teresa Wilms Montt, quienes tuvieron diferencias con ciertos grupos del movimiento, que no representaban sus visiones. “Eso implica una autoeducación feminista, de la que Margarita Pizano o Julieta Kirkwood hablaban, porque es importante ese legado. Eso politiza la literatura y la mirada de escritoras y escritores.
Para que nosotras tuviéramos la posibilidad de publicar o acceder a la educación superior hay todo un camino hacia atrás”. EL AUTOR ES LA PUNTA DEL ICEBERG CECILIA BETTONI (36) Desde Viña del Mar, la doctora en Filosofía dirige el sello editorial Catálogo Libros. Es autora de “Las ficciones del cánon”, una de las columnas publicadas en Palabra Pública, donde cuestiona la relación entre autores y críticos.
Bettoni se pregunta, citando a la historiadora Linda Nochlin, “¿por qué no han existido grandes mujeres en el arte?”. Y responde: “Cuando creemos que, para responder, basta con realizar una larga enumeración de mujeres borradas de la historia cuyas trayectorias debemos “redescubrir”, o cuando señalamos que el arte hecho por mujeres exhibe otra clase de grandeza -“un estilo tendemos a invisibilizar lo que en principio ha hecho posible ese borramiento: las prácticas creativas son inseparables del entramado institucional “No podemos asumir que la producción literaria y femenina en sí misma no puede ser sujeto a la crítica”. Cecilia Bettoni. “Cuando voy a colegios, las niñas están súper interesadas en leer a autoras nuevas o clásicas”. María José Cumplido.
Que permite sus enunciaciones e inscripciones históricas”. Respecto a sus planteamientos, Bettoni argumenta que “hay críticos que se consideran a sí mismos jueces de los autores y autores que lo único que esperan es un juicio crítico respecto de sí mismos.
No salimos del debate entre la obra y el autor que es una figura súper aislada”. En ese sentido, sostiene que los autores suelen ser vistos como individuos que reúnen una serie de conceptos “vinculados con la creatividad, con el genio, con la producción de obras”, cuando, en realidad, son “la punta del iceberg” de una cadena que involucra a diseñadores, editores, medios de prensa: “todo un ecosistema de trabajo”. Esa necesidad de relevar la cadena de producción llevó a Bettoni, junto a Rosario Garrido -editora, entre otros, de “París, situación irregular”, de Enrique Lihn-, a crear el Festival Voltaje, que convocó a las mujeres que participan del tras bambalinas de los libros.
Por eso, también, valora el debate que abrió Amaro, aunque lamenta ser de las pocas “no escritoras” que intervino: “Eso confirma el privilegio que le damos al autor como el único que puede hablar”. La investigadora plantea que el rol de los críticos no es "ser jueces”. “La crítica es una forma de comprender y elaborar relaciones, de ir construyendo lugares para que las obras que motivan nuestra reflexión puedan diseminarse”. - ¿ Cuál debiera ser el rol de las editoriales para sostener la literatura feminista? -No sé si hay un imperativo ahí.
No podemos asumir que la producción literaria y femenina en sí misma no puede ser sujeto a la crítica y, por lo tanto, tampoco podemos asumir que la autoría femenina en sí misma es algo que suma. Hay otros factores como la densidad de obra, de pensamiento, de Contexto. Por eso es lo que digo respecto del cánon, no se trata simplemente de ir nombrando a las mujeres que fueron excluidas, ese es un punto de partida.
Hay formas de intervención editorial que tienen que ver con la hibridación (o mezcla) de los géneros y con ir haciéndolos permeables para que surjan otras formas de pensar, de escribir y de leer y eso no está ligado exclusivamente a la publicación de autoras mujeres. LEER ESCRITORAS BUENAS Y MALAS MARÍA JOSÉ CUMPLIDO (32) “En la historia de Chile, la visibilización de la escritura de las mujeres ha sido bien ínfima. Me parece interesante que se visibilicen escrituras de mujeres distintas.
No todas tienen que ser feministas, o muy talentosas o tener un proyecto que nos parezca interesante”, afirma la historiadora, escritora, y también cabecilla de un club de lectura feminista de la librería y editorial Catalonia. Un tipo de organización que, para algunas de las Firmantes de las columnas, en las últimas décadas ha reemplazado a los críticos acercando las obras a las audiencias y reflexionando sobre ellas. Por eso, para Cumplido, si algo faltaba en el debate es la presencia de quienes finalmente leen las obras. “Se está dando una relación mucho más cercana entre escritores y lectores. Es algo que se ha ido potenciando a través de clubes y de las redes sociales. En ellas, no solo una escritora se muestra sino que comparte, conversa y lee críticas”, comenta.
La historiadora plantea que, así como se ha leído a escritores hombres muy buenos y muy malos, “también debiera darse el ejercicio de leer escritoras muy buenas y muy malas”. Argumenta que, al ser múltiples perspectivas, “son los lectores finalmente los que van a encontrar en esos libros ciertas preguntas, cuestionamientos y no necesariamente van a ser un símil. Alguien puede encontrar una respuesta en un libro que a mí no me gusta.
Ahí el rol de los lectores es súper importante”. Reconoce, por un lado, que en Chile el mercado de lectores “no es gigante”, por lo que entiende que muchos escritores opten por visibilizarse recurriendo a técnicas “neoliberales”, como remarcó Amaro, tales como las redes sociales. “Ella se pregunta por el tipo de feminismo que tenemos hoy.
Por un lado hay uno político, evidentemente, pero también hay una suerte de feminismo de consumo propio de la época, en la que se mercantiliza cualquier movimiento social”. Por eso, dice, las autoras deben tener cuidado con transformarse “sólo en un producto, a menos que eso quieran”. Por otro lado, apunta que el movimiento feminista actual ha despertado el interés de escolares por autoras actuales y del pasado.
“Cuando voy a colegios a hablar de historia de Chile desde la perspectiva de las mujeres, las niñas están súper interesadas en leer a autoras nuevas O clásicas como Gabriela Mistral o la Bombal, por ejemplo”. Las crecientes relaciones colectivas que se dan en el movimiento feminista, ya sea en un club de lectura, una agrupación de autoras, o incluso desde las autorías, son para Cumplido, parte de un gesto natural. “Estamos acostumbrados al individualismo, pero la historia de la mujer en general es colectiva. Tenemos que volver a