“Si no se entiende para todos, estamos fallando como científicos y científicas”
LA BIOTECNÓLOGA Y DIVULGADORA CIENTIFICA CONSIDERA QUE FUE MUY PRIVILEGIADA POR TENER HERRAMIENTAS PARA APRENDER DE CIENCIAS. HOY BUSCA DEMOCRATIZAR ESTA DISCIPLINA A JOVENES EN AREAS RURALES A TRAVES DE SU ACADEMIA DE BIOTECNOLOGIA AGRICOLA. CAMILA MARTÍNEZ, BIOTECNÓLOGA: MANI O e —. O cratizar el acceso ala ciencia” Según Camila Martínez (32), su interés por la ciencia nació en un lugar alejado de ella. Su abuela materna y su madre eran arquitectas independientes y la llevaban constantemente a ver las casas que remodelaban o le pedían su opinión sobre los planos.
Como vivían en Vallenar, en el norte de Chile, muchas veces las acompañaba a sectores rurales más vulnerables y sin acceso a las herramientas que ella tenía. —Esto me permitió entender y vivir otras experiencias, que si bien no me acercaban directamente a la ciencia, desarrollaban habilidades o competencias científicas. Esas que tienen que ver con la creación y el desarrollo de proyectos. Fue su madre quien le mostró la malla de Biotecnología en la Universidad Mayor y la incentivó a estudiar esa carrera.
Fue parte de la primera generación en su universidad, “los conejillos de Indias”. Al ser los primeros, le tocó una serie de beneficios y contras que analiza hoy. —Dentro de los pros teníamos mucho acceso a herramientas y tecnologías. Éramos 14 personas, entonces eran como clases particulares. Sin embargo, tiene muchos desafíos sobre todo en temas de equidad de género. También hay malas prácticas laborales con los investigadores, mucha competencia. Es un mundo súper masculinizado, si no tienes carácter, perdiste. Te roban los proyectos y las ideas, es súper competitivo. Mientras estudiaba participó como voluntaria en campamentos de ciencia y fue asistente de laboratorio de un proyecto de divulgación científica. Cuando terminó de estudiar, comenzó inmediatamente a trabajar en la misma casa de estudios en investigaciones. Pero Martínez sabía que quería otra cosa, quería que más gente tuviera la oportunidad de conocer y acceder a las herramientas que ella había tenido. —Siempre tuve ese bichito. Nosotros como científicas y científicos no sacamos nada con estar encerrados en un laboratorio creando la cura contra el cáncer, si cuando la tengamos la gente no la va a aceptar porque no la conoce. Venía con el chip de cambiar ese paradigma, de que si no se entiende para todos, estamos fallando como científicos y científicas. Hay que explicar las cosas, democratizar el acceso a la ciencia.
En 2017 postuló a un fondo de la ONG Susténtate y creó la Academia de Biotecnología Agrícola (ABA). Esta se centra en jóvenes de áreas rurales, dándoles herramientas científicas para que solucionen algún problema real de su comunidad. —La ciencia tiende a ser adultocentrista, donde solo los adultos tienen la palabra absoluta. Los jóvenes vienen con un cambio de switch y tienen ganas de hacer cosas para mejorar el mundo. ABA trabaja con municipalidades, el Ministerio de Agricultura, la Universidad Mayor y con empresas privadas de sectores rurales. De esa manera ha logrado llegar desde hace 6 años a más de 200 estudiantes, donde el 65% son mujeres. Ha logrado fomentar más de 30 proyectos de innovación e incluso muchos estudiantes han ganado fondos para seguir con sus iniciativas. Pero no siempre fue fácil. —Mi educación de pregrado fue muy masculinizada, donde uno tiene que ponerse ruda para que te pesquen. Yo he estado vendiendo el proyecto en empresas en un directorio lleno de hombres. Y me han dicho que les encanta mi proyecto y luego me dicen: “¿ pero usted, tan chiquitita, lo va a WM pOR CAMILA RUIZ-TAGLE GREENE