Autor: SOFÍA BEUCHAT
POR QUÉ LOS EXPERTOS RECOMIENDAN bajar LA EXIGENCIA
Pizarras en blanco, pupitres vacíos y patios en silencio, como si fuera verano, pero en pleno año escolar.
Debido a la pandemia provocada por el covid-19, esta imagen desoladora se repite, según un informe publicado a mediados de marzo en la página web de la Unesco, en 102 países que han decretado el cierre total de los colegios y en 11 más, que han optado por cierres parciales.
La organización estima que esto ha dejado a unos 850 millones de estudiantes en el mundo sin ir a clases, y los chilenos no son la excepción: hasta nuevo aviso, nuestros escolares tendrán que quedarse en sus casas, como medida sanitaria para ayudar a poner freno a la propagación del contagioso coronavirus. En este escenario, la ión a distancia aparece como la única opción posible para que el año escolar no se pierda. Pero su implementación no ha sido fácil, particularmente en contextos en el que el acceso a internet es débil o no es una opción. Según datos de la OCDE, el 12,5 % de la población nacional no tiene acceso a la red. El Mineduc, por otro lado, estima que 360 mil estudiantes de primero a cuarto medio viven en zonas con conexión deficiente o nula. Ni siquiera pueden entrar al portal aprendoenlinea.
Mineduc. cl, plataforma que entrega información y material de trabajo para estudiantes de educación básica y media, pese a que su acceso fue liberado de todo cobro por el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, porque donde viven no hay señal.
Deben estudiar con el material impreso que el Mineduc está repartiendo con ayuda de la Fuerza Aérea —Estamos conscientes de que el acceso a internet es un desafío —reconoce Sebastián Marambio, director del Centro de Innovación del Mineduc. Pero, advierte, en esto Chile no está solo: según las estadísticas que maneja, en Estados Unidos, por ejemplo, hay siete millones de niños sin acceso a internet en su hogar. Francisca Gutiérrez, chilena que vive en Italia, cuenta que en Europa también se han encontrado con enormes e inesperadas brechas digitales. Con todo, a nivel nacional el uso de tecnologías para la educación a distancia es hoy un fenómeno bastante extendido. El Mineduc realizó una encuesta a más de ocho mil establecimientos, donde se encontró que el 54% de ellos usa el portal del ministerio y el 38%, una plataforma propia.
El 32% hace clases virtuales, ya sea a través de aplicaciones de conferencia virtual o mediante clases de video grabadas (35% usa plataformas propias; 319%, Zoom; 23% You Tube y 21% Google Meet). Por otro lado, el 80% monitorea el sistema a través de correos electrónicos, llamadas telefónicas o los mecanismos que para ello ofrecen las diversas plata- “Lo que surja de esta etapa única en la historia va a servir para siempre”, dice Sebastián Marambio, del Mineduc. La psicóloga estadounidense Tamar Chansky propone no poner notas mientras dure la tele-educación. formas. Pero los padres han tenido reacciones diversas frente a esta alternativa.
Muchos creen que los colegios están recargando a los niños, en una situación que ya es de por sí estresante, con lo que describen como “un bombardeo” de guías y trabajos, y lo explicitan en chats de apoderados con mensajes como “mi hijo está abrumado, no alcanza a hacer todo lo que le mandan” o “los profesores creen que uno tiene todo el día disponible para ayudar a los niños.
Los míos son chicos y no pueden ni conectarse solos”. Además, muchas familias no cuentan con un computador por hijo, por lo que no siempre es posible que todos los hijos participen en clases en línea al mismo tiempo. En paralelo, otros quieren que los colegios mantengan la exigencia de siempre y se adapten rápido a las nuevas plataformas, para que los escolares no se atrasen.
Ellos apuntan cosas como “Mandan puras guías sin explicaciones” o “Mi hijo no entendió nada del powerpoint y terminó buscando cualquier video en You Tube donde le explicaran la materia, ¿para qué están los profesores entonces?”. Todo indica que ambos tienen algo de razón.
Hay motivos pedagógicos para seguir con el colegio pese a todas las dificultades que plantea la educación a di tancia, pero también los hay para adaptar los objetivos a este nuevo contexto, impensable apenas un año atrás. PROFESORES A PRUEBA La educación a distancia presenta dilemas para el sistema que van más allá de la posibilidad de acceder a ella. Padres, alumnos y profesores han tenido que ir adaptándose a esta nueva realidad, a velocidades que varían entre un establecimiento, y otro y también entre un alumno y otro. Por eso el Ministerio ha reconocido que, pasada esta etapa, será necesario enfocar los esfuerzos en nivelar.
Macarena Antequera (49 años), profesora de kínder en un colegio en la comuna de Colina, cree que los profesores en general están en una actitud positiva, “todos aperrando sin saber nada”, para que las clases “resulten lo mejor posible”. Pero reconoce que están aprendiendo sobre la marcha. —Hemos tenido que vivir el proceso de adaptación muy rápido; aprender mucho en poco tiempo, para poder entregar un producto relativamente razonable. Hacemos clases en videos súper caseros. Es importante que los niños nos vean, porque a esa edad el aprendizaje pasa por la motivación que genera el vínculo con los profesores —comenta.
Viviana Contreras (50 años), profesora de Historia en un colegio en Las Condes, ha visto que el sistema virtual no siempre funciona como lo esperado. —Los profesores pasamos 24 horas al día contestando correos de los alumnos que dicen que no pueden mandar un archivo, que no entendieron una pregunta. A veces rayan las pizarras mientras los profesores están en una clase virtual —ejemplifica. En la mayoría de los colegios las clases se están dando en un constante ajuste que puede enlentecer el aprendizaje.
Las redes se caen, algunos niños quedan fuera de clases en línea por falta de coordinación, los alumnos invierten más tiempo del esperado en aprender a usar las nuevas plataformas, incluso en niveles más altos como séptimo u octavo. Y los padres se quejan porque el sistema cuenta con un apoyo que ellos no siempre pueden dar.
Muchos profesores han descubierto que la educación a distancia, herramienta sin duda muy útil y que ofrece muchos beneficios, choca con una realidad compleja cuando es la única opción posible para educar y no solo una alternativa de apoyo. Especialmente en la educación básica, etapa en la que los niños aún no tienen desarrollada su autonomía.
Por ejemplo, una apoderada del Liceo 7 (que pide mantener en reserva su nombre) dice que, de 40 alumnos, apenas 5 contestaron una de las primeras guías enviadas por los profesores a su hija, de séptimo básico. “Las clases son de autoaprendizaje, entonces cada uno a su suerte”, dice con desazón.
La psicóloga María Elisa Rodríguez, académica de la Universidad de los Andes, comenta al respecto: —La mayoría de nuestros colegios utilizan un modelo educativo basado en metodologías más bien pasivas, donde el profesor es el encargado de entregar los conocimientos. Este tipo de educación no ha preparado a nuestros niños, niñas y jóvenes para un aprendizaje autónomo. Es poco razonable pensar que, de un momento a otro y bajo situaciones de estrés (como la que estamos viviendo a raíz de la pandemia), nuestros estudiantes podrán realizar mucho más trabajo de manera autorregulada.
Además, como acota Paulina Fernández, socióloga de Aldeas Infantiles S.O.S., los padres no siempre pueden apoyar el trabajo del profesor: no saben de pedagogía, no conocen en profundidad los nuevos contenidos, pueden tener incluso menos educación formal que sus hijos y, por lo general, están en estos momentos sobrecargados de elementos estresores que hacen todo aún más difícil. —En contextos vulnerables, los padres muchas veces simplemente no tienen la preparación. Ahora es La tele-educación choca con una realidad compleja cuando es la única opción posible para educar. “Los colegios van a tener que ser flexibles”, dice la psicóloga Paz Valenzuela, de la UDP. “El sistema pide a los padres una preparación que en contextos vulnerables a veces no tienen”, dice Paulina Fernández, socióloga.
Según María Elisa Rodríguez (U Andes), la educación chilena no ha preparado alos niños para un aprendizaje autónomo. todo tan distinto que yo no podría ayudarles a mis hijos iy tengo 2 postgrados! Por otro lado, están preocupados de no tener pega, de la convivencia familiar, de las tareas de la casa y de concentrarse en el teletrabajo si es su caso. No podemos pedirles tanto —acusa. Y agrega: —Además, es mucho más difícil mantener a los niños concentrados en la casa, donde todo es más disperso; el colegio es más estructurado.
Si uno como adulto en teletrabajo se levanta de su escritorio como 10 veces al día, ¿cómo vamos a mantener a los niños sentaditos frente a una pantalla? “NORMALIDAD” QUE NO ES TAL Gran parte de la presión hacia el sistema escolar, por parte de los padres, surge de la necesidad de que, en un contexto de tanta incertidumbre y situaciones que no podemos controlar, al menos algo siga su cauce usual. —Buscar mantener una vida lo más normal posible, pese a las circunstancias, es una manera de sublimar la angustia. Pero acercarse lo más posible a la “normalidad”, en un contexto que no es normal, puede muchas veces implicar una sobreexigencia —advierte la psicóloga infanto-juvenil y académica de la UDP Paz Valenzuela. Muchos padres piensan que realizar el máximo posible de clases participativas en línea es la situación más parecida a un día de clases presenciales. Pero esta no es necesariamente la mejor manera de maximizar el aprendizaje a distancia. Incluso puede ser contraproducente. Sebastián Marambio, del Mineduc, explica:—Es muy difícil mantener la concentración de los niños en ese formato por mucho tiempo. Además, si grabas videos que luego pueden ver los niños a su ritmo, requieres de menos banda ancha y por lo tanto llegas a muchos más escolares. Las mejores prácticas en educación a distancia proponen usar la diversidad de recursos que el sistema ofrece, combinando guías, videos, trabajos para hacer en la casa y clases en línea. Lo que importa es que los alumnos estén con su cerebro activo. Los especialistas coinciden en que no se le puede pedir a la educación a distancia que entregue todo lo que ofrece el trabajo normal en las salas de clases. Por eso, recomiendan priorizar lo más importante. Es parte de lo que propone el documento “Un marco para guiar una respuesta educativa a la pandemia del covid-19 de 2020”, elaborado por la Escuela de Educación de Harvard en marzo.
El texto advierte que el modelo de clases en línea “puede resultar disruptivo” y no permitir que los estudiantes alcancen a cubrir una malla grande de contenidos. —Es muy poco realista mantener las mismas metas para este primer semestre.
Curricularmente, lo esperable es que se puedan revisar solo algunos objetivos o unidades de aprendizaje y que la forma en la que ese aprendizaje se realice sea diferente, porque las condiciones son muy diferentes —dice María Elisa Rodríguez, de la Universidad de los Andes. Paz Valenzuela, de la UDP, está de acuerdo: —Dudo de que se logren cumplir los objetivos académicos; los colegios van a tener que ser flexibles y los padres, dosificar la carga. Para un niño es muy diferente tener que estudiar solo, viendo videos, haciendo guías.
Los que tienen dificultades con las relaciones humanas en sus casas están en especial riesgo. ¿Cómo van a hacer la guía de matemáticas si sus papás están peleando a gritos? QUE SÍ, QUENO Para el Ministerio de Educación, lo más importante es evitar la pérdida del aprendizaje previo.
Hay bastante documentación sobre cómo, luego de las vacaciones de verano, se puede perder el equivalente de hasta un mes de aprendizaje, y temen que esta ausencia prolongada de las clases reproduzca ese escenario. —Uno podría pensar que la educación a distancia implica llevar a la casa todo lo que se hace en el colegio, pero nosotros sabemos que en la casa no se tiene la misma capacidad de aprendizaje.
Por eso, más que insistir en la enseñanza de ciertos contenidos, nos interesa que los colegios se enfoquen en mantener el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas o la capacidad de análisis —explica Marambio, del Mineduc.
Estas habilidades, según diversos estudios, son las que se potencian a través de las dos asignaturas en las que el Mineduc ha puesto énfasis: lenguaje y matemática, Sugiere realizar dos bloques diarios de 45 minutos, uno en la mañana y otro en la tarde. —Esta propuesta tiene que ver con la conciencia de que los apoderados no tienen la capacidad de desarrollar un día de clases normal, por diversas razones, y también apunta al desarrollo de habilidades como las mencionadas anteriormente, que tienden a perderse luego de un tiempo largo sin clases y que son fundamentales para todas las asignaturas, de modo transversal —acota Marambio. EL FUTURO No sabemos cuánto va a durar este sistema ni qué huellas dejará.
En Italia, por ejemplo, las clases se suspendieron el 23 de febrero en el norte y el 4 de marzo en todo el país; la ministra de Educación, Lucía Azzolina, anunció que no cree posible que vuelvan a clases antes del 18 de mayo.
Por eso, han surgido en Estados Unidos iniciativas Más que aprender contenidos, los niños debieran estar reforzando habilidades, como la capacidad de análisis. que apuntan a reducir las expectativas del sistema y la presión hacia los niños. Algunos centros educativos —entre ellos, las escuelas de Medicina en Johns Hopkins y de Derecho en Harvard, además de colegios en Florida y California— han optado por eliminar los sistemas de evaluación con notas. Los alumnos pasan o reprueban, punto. La psicóloga estadounidense Tamar Chansky, autora de la serie de libros “Freeing your child from anxiety” —muy popular en Estados Unidos—, ha sido una de las principales defensoras de esta idea. Desde su consulta en Plymouth, Pennsylvania, comenta: —Los colegios se han enfocado en instalar sistemas de educación en línea, pero no han considerado el marco en el que esta se da. Los niños necesitan cuidado, predictibilidad y conexión, mucho más que sacarse un 7 en una prueba de química. Ya, antes de la pandemia, muchos de ellos estaban sobreexigidos. Y sabemos bien que el estrés impide el aprendizaje.
Mientras tratan de ajustarse al aprendizaje frente a una pantalla, los niños están preocupados de enfermarse ellos, de que se enfermen sus padres o de que mueran sus abuelos, de que sus padres se queden sin trabajo.
No sorprende que digan “no puedo” o “no estoy motivado”. A su juicio, los adultos debieran estimular la comprensión de los contenidos y explorar maneras creativas para lograr un compromiso mayor con el aprendizaje, sin tener que preocuparse de la validación —o evaluación— externa. —No somos máquinas. Especialmente en tiempos de estrés, necesitamos tener una sensación de control.
Por eso, entre los estudiantes con los que he estado trabajando en los últimos días, los que mejor se han ajustado a esta nueva realidad son los que tienen algo de libertad para ir a su propio ritmo y sentirse más en control de su propia experiencia educativa. La mayoría de los especialistas creen que esta experiencia forzada de tele-educación dejará frutos insospechados. Por ejemplo, Paulina Fernández estima que la clase presencial y el rol del profesor van a ser revalorizados.
La situación actual, dice, es una oportunidad para volver a entender la educación como algo más que un mecanismo que me va a permitir tener un trabajo el día de mañana. —Lo que surja de esta etapa única en la historia va a servir para siempre —concluye Sebastián Marambio, del Mineduc—. Vamos a saber qué hacer cuando, por ejemplo, un estudiante no pueda ir al colegio por cualquier razón. Ya vamos a tener desarrollado ese músculo. Sabremos cómo usar las tecnologías para proyectos a largo plazo y personalizar la educación. También me gustaría que, producto de todo esto, las familias aprendan a acompañar mejor el proceso de aprendizaje de sus hijos. Su impacto en los resultados es hasta 7 veces mayor que el del establecimiento educacional al que acuden.