Autor: Por SERGIO CARO.
EL COMPROMISO DE LOS médicos INMIGRANTES
Además del riesgo inherente al personal de salud en la actual pandemia, los profesionales extranjeros —que en Chile oficialmente son alrededor de 12 mil— enfrentan la angustia y hasta la culpa de estar lejos de su familia y su tierra. Aquí, médicos de Venezuela, Ecuador y Cuba cuentan su experiencia. El internista e infectólogo venezolano Alfonso Guzmán llegó a Chile en enero de 2018.
Había hecho contactos a partir de su experiencia dirigiendo la sociedad panamericana de su especialidad, y dada la escasez de infectólogos en el sistema público, obtuvo un permiso especial de la Seremi de Salud para trabajar en el Hospital El Carmen de Maipú.
En paralelo preparaba sus exámenes (el proces toma por lo menos un año a los recién llegados). Ade- de Eunacom más de participar en un proyecto de policlínico para pacientes VIH positivos, comenzó a actuar en la actual crisis sanitaria desde la fase preparatoria, que incluyó capacitación al personal, el abordaje terapéutico y la organización del hospital para atender enfermos covid (que visita a diario) y sospechosos de contagio. Al momento de la entrevista, en el recinto se había atendido a 220 contagiados, de los cuales se hospitalizó a 90. Los muertos eran nueve, cinco llegando a la urgencia. También el número de funcionarios contagiados era bajo. Guzmán comenta: —Es una enfermedad muy dura para el paciente porque está muy solo, desde que entra hasta que sale del hospital o fallece. En el personal de salud al principio había muchísimo miedo por enfrentar algo desconocido que está matando gente en todo el mundo. Agrega: —Vivir esto en primera línea ha sido para mí una oportunidad de crecimiento personal significativa. Tengo a mi esposa y mis tres hijos acá, pero mis padres, suegros, algunos hermanos en Caracas.
A veces se siente algo de culpa de no estar aportando a la gente de uno sino a otra, pero es lo que me tocó vivir y se hace con todo el cariño y el esfuerzo para que quien lo necesite a uno, reciba lo mejor.
El doctor Guzmán se mantiene en contacto con los lugares donde ejerció en Venezuela, procurando transmitir información a sus colegas que se encuentran en condiciones extremas: a la escasez de combustible se suma la falta de suministro de agua, lo que hace augurar una verdadera catástrofe: —Me da mucho miedo que mis padres, que son mayores de 70, si enferman no los voy a volver a ver. Es de las cosas más duras que tiene la migración. LAS CIFRAS Son muchos los profesionales inmigrantes cuyos aportes, a propósito de la crisis global por la pandemia del covid-19 se han vuelto más visibles. Un ejemplo de ello es lo ocurrido cuando el Primer Ministro británico Boris Johnson, el primer líder mundial enfermo de coronavirus, fue dado de alta del Hospital St. Thomas y agradeció a los enfermeros que lo cuidaron en la UCI, el portugués Luís Pitarma y la neozelandesa Jenny McGee.
Lo paradójico del episodio es que el gobernante conservador ha mantenido una postura antimigratoria y semanas antes de enfermar anunció medidas para restringir el ingreso de trabajadores al Reino Unido, como efecto del Brexit, a contar de enero de 2021.
En Chile, según el registro que lleva el Ministerio de Salud, ejercen 1.657 médicos extranjeros, de los cuales 5.861 se desempeñan en la salud pública (servicios de salud, atención primaria) y el resto en el sector privado.
Juan Carlos Riera, urólogo venezolano que encabeza la Asociación de Médicos Extranjeros, estima que la cifra es mayor (unos 14 dado que hay unos 2.500 médicos que no han completado el proceso de acreditación, el Eunacom (Examen único nacional de conocimientos de medicina) que además de examen teórico comprende prácticas (en hospitales, controlados por universidades). A ellos se les abre una posibilidad de ejercer durante la actual emergencia sanitaria, a partir de la convocatoria del Minsal y la Dirección de Servicio Civil a inscribirse en una bolsa de trabajo a la que los servicios de salud podrán acudir para cubrir los requerimientos de profesionales (médicos, enfermeras, técnicos, kinesiólogos) durante la pandemia, que por ejemplo, está implicando desafíos como aumentar en más de 4 mil la capacidad de camas del sistema, o disponer de servicios de urgencia las 24 horas. En el ministerio aclaran que esta no es una iniciativa dirigida solamente a los extranjeros, sino que abierta a todos los profesioMichel Rey es jefe de Urgencias del Hospital San Juan de Dios.
María Luz Endeiza terminó de especializarse y ha hecho toda su carrera en Chile. nales de salud, y que según lo establecido por la alerta sanitaria del 5 de febrero, se permite que también participen los alumnos de último año de carrera y médicos que no han aprobado el Eunacom.
El doctor Riera aspira a que en este contexto, también hubiera algún tipo de facilidad para completar el proceso de validación para quienes trabajen en la emergencia sanitaria, y que actualmente están desempeñando otras labores, como cuidado de ancianos y niños, o casos como el de “una ginecóloga que trabaja como cajera de supermercado; es una realidad dura”. No obstante, afirma: —Emigrar siempre es difícil, representa un reto y pasar una crisis fuera de tu país crea un nivel de preocupación y angustia muy grande.
No es tu tierra y probablemente tienes familia (afuera) y no puedes ayudarla de otra manera, lo que genera una ansiedad tremenda. (Pero hay) consenso en que Chile nos ha acogido, nos ha dado la oportunidad de seguir creciendo, y poder servir es valioso para nosotros.
Los médicos venezolanos representan la última oleada de profesionales que llegaron a Chile producto de la situación política, social y económica de su país (según el doctor Riera, son los más numerosos, unos 6 mi D, pero es un fenómeno que se ha observado en las últimas tres décadas.
La doctora María Luz Endeiza, infectóloga argentina y jefa del Vacunatorio de la Clínica Universidad de los Andes, quien estudió en la Universidad de Buenos Aires, pero —como dice— “toda mi carrera la he hecho en Chile”, en 25 años ha visto llegar a colegas de otras nacionalidades (ecuatorianos, colombianos, cubanos) que al principio venían a estudiar y luego volvían a sus países de origen, aunque muchos se quedaron dependiendo de las oportunidades que se les presentaron. Ella, por ejemplo, vino de vacaciones a Viña del Mar en enero de 1991, recién egresada de Medicina. Conoció a su marido y pololearon a distancia mientras cursaba su especialidad de Pediatría, pero luego terminó de especializarse en la Universidad Católica y se quedó en Chile con su familia. Ha trabajado en hospitales y durante la actual crisis ha participado en la elaboración de guías y protocolos de atención en su establecimiento. También le ha tocado tomar exámenes del proceso de acreditación a médicos inmigrantes. En su especialidad, destaca por ejemplo la visión que pueden aportar médicos de otras latitudes: “Es gente que viene con muchas ganas de trabajar y hacer cosas”, incluyendo cuando necesitan superar falencias de formación.
LA CONTINGENCIA El cubano Michel Rey llegó primero a Ecuador (“para los médicos es complicado salir de Cuba”, dice) en 2008 y al año siguiente se vino a Chile, donde además de homologar sus estudios se especializó en la naciente medicina de urgencias, reconocida como especialidad desde 2014.
Explica que antes de que esto ocurriera, esta era una unidad en la que ejercían médicos que estaban de paso, a menudo haciendo mérito para una beca u otro puesto, siendo que a urgencias llegan “los pacientes en peores condiciones, y eran vistos por un médico menos experimentado, realidad que ha ido cambiando”. Hoy Michel Rey trabaja en el Hospital San Juan de Dios, donde es jefe de Urgencias y tiene 48 médicos a cargo, hay dos urgenciólogos por turno.
También se dedica a la docencia de la especialidad, en la que reconoce que muchos médicos jóvenes de distintas nacionalidades se están dedicando a ella, pero cree que no es más Juan Carlos Riera preside la Asociación de Médicos Extranjeros. En el Hospital San Juan de Dios trabajan 48 médicos en el área de Urgencias, incluyendo profesionales de distintas nacionalidades. “A veces se siente algo de culpa de no estar aportando a la gente de uno sino a otra, pero es lo que me tocó vivir”, dice Alfonso Guzmán. que una coincidencia. “Es fácil tratar de estereotipar a los médicos por nacionalidad, incluso entre los mismos colegas, y no nos ayuda en nada.
La nacionalidad no garantiza que seas bueno o malo”, dice, y sostiene que es algo similar a lo que observó cuando llegó a Chile, que los profesionales que no provenían de las dos universidades más tradicionales no eran bien vistos. Hoy, señala, lo que marca diferencia (y lo que se necesita en la contingencia) es tener una buena formación y también actitud hacia el paciente, algo que tampoco atribuye solo a los migrantes. En su caso, dice que le quedan muy pocos familiares en Cuba, y que igual experimenta el aislamiento con su esposa y su hijo: —Mi presencia en mi familia es limitada para protegerles. Sé de colegas que no lo han pasado bien, por la sensación de incertidumbre de que en cualquier momento van a llegar muchos pacientes complejos.
El tema de la soledad y estar fuera de su ambiente a muchos les ha afectado desde el punto de vista afectivo y psicológico, pero la mayoría sabemos lo que tenemos que hacer (... ) Sabemos de la experiencia de otros países, que este es un tema bastante fuerte y complicado, llevamos tiempo preparándonos no solo en ventiladores y camas, (también) del punto de vista anímico. El contacto humano hace falta entre colegas, (ahora) tenemos (solo) apoyo virtual, pero nos apoyamos entre nosotros.
En esta contingencia, apela al profesionalismo del personal de salud, independiente de las nacionalidades: —Hemos hecho un duelo, como decir “estamos ante un problema importante, somos profesionales y es el momento de estar ahí (.. ) Es complejo y lleva una carga emocional alta, pero uno obvia eso porque tiene que dedicarse a lo que sabe.
DISTANCIA La doctora Lorena Páez dice: “No es muy tranquilizador empezar el turno sabiendo que tu familia en tu país está tan en riesgo”. Se refiere a las desoladoras noticias que llegan desde Ecuador, y luego agrega: “No soy la única”. Se refiere a sus colegas de otras nacionalidades que ejercen en el Servicio de Urgencia del Hospital El Carmen de Maipú.
Allí, al iniciar cada turno procuran darse ánimos entre colegas (también de distintas nacionalidades), que a la incertidumbre propia de trabajar en una realidad tan cambiante, se les suma la preocupación por sus familiares en sus países de origen. A la médico general también le preocupa la distancia familiar (su marido también es ecuatoriano), aunque son de Guayaquil y no de Quito, donde la emergencia ha causado mayores estragos. Su mamá estuvo de vacaciones entre febrero y marzo, alcanzó a volver antes que cerraran la frontera y tuvo que hacer cuarentena. Como es enfermera, dice que no le ha sido difícil transmitirle a diario información para que se cuiden.
Como todos los extranjeros, vive con la preocupación de que si les pasa algo, no los puedan ir a ver. —Falleció la abuela de mi esposo, tenía 96 años, era muy vulnerable y era algo que habíamos conversado, que había que manejar el tema logístico y emocional desde lejos, cómo ayudar sin poder salir. Decir que no nos pusimos tristes sería mentira. Uno como médico siempre tiene contacto (con la muerte), pero la situación es tan abismante que es poco lo que se puede hacer. Trato a cada paciente como que fuera un familiar, como que estoy viendo a mi tía, mi abuela, que está asustada, y que saquemos lo mejor que se pueda para salir adelante.
Antes le tocó trabajar en la pandemia AHIN1, donde incluso se contagiaron ella, su marido y su hija, pero no se compara con la actual crisis: —La gente está con miedo, uno percibe que se somatiza mucho, llega estresada al trabajo; entre médicos ves a alguien y no lo puedes saludar.
Los pacientes llegan aprensivos, muy a la defensiva, uno les pregunta por síntomas respiratorios y dicen “no, yo no tengo fiebre, no tengo tos, a mí no me vaya a mandar donde están los pacientes covid”. También le aflige que los protocolos de seguridad han cambiado la manera de abordar el tema de la muerte con los pacientes y sus familiares, para los que ya no se puede disponer de un espacio para confortarlos y darles la noticia.
Así le ocurrió en la actual emergencia: —Es tan difícil tener que llamar a un solo familiar, que lo vea desde lejos, que no lo toque, y no puedo darle ni un apretón de manos, antes les decía “¿ le ayudo a rezar?”. No es lo mismo.
Me tocó hace tres turnos, era un adulto mayor, con mal pronóstico, lo tenían claro, pero ver a esa persona llorar, que no tenía ni dónde apoyarse, y el hospital frío con el acondicionador de aire alto, todo blanco... Uno quisiera decirle lo siento, darle un abrazo, y no puede. Es difícil ver a los ojos con mascarilla, visera, lentes; no ves las señales no verbales. Son detalles que antes no valorabas, pero ahora es el día a