Autor: Rodrigo Contreras Vergara
La pedagogía urbana de Jorge Concha
Uenta César Rojas que Jorge Concha, al tanto de la gravedad de su enfermedad, le decía: “Estoy cagado, tengo cáncer al pulmón... Qué más va a huevear uno aquí, será hasta aquí no más”. Muy en el estilo del arquitecto, siempre directo, sincero, sin dobleces, sin medidas tintas. Nada de políticamente correcto. Un estilo que muchas veces le trajo problemas, como cuando se peleó con el municipio de Talca por el Plan Regulador que él elaboraba a fines de la década del 90. O, muchos años antes, Jorge Concha ejerció la pedagogía urbana también desde los medios de comunicación. En la revista Temas de Diario El Centro comentó varias de sus ideas de ciudad. cuando se agarró con un ministro de Agricultura de Pinochet. César Rojas se ríe de buena gana al recordar sus conversaciones con Jorge Concha. Lo conoció después del terremoto del 2010.
Rojas, arquitecto de la Universidad del Bío-Bío, comenzaba a trabajar en la municipalidad de Talca y Concha, en esos momentos complejos tras el megasismo, se movía en terreno como un ciudadano más, preocupado, tratando de aportar ideas. En algún momento, don Jorge, como respetuosamente se refiere a él, le pidió ayuda para escanear su proyecto de título. dato relevante para entender la relación de Jorge Concha con Talca. Porque Concha, arquitecto de la Universidad de Chile, no nació en Talca. Ni él ni su familia eran de esta zona. Había nacido en Chillán y estudiado arquitectura en Santiago.
Pero su proyecto de titulación en 1966 -realizado junto a Gastón Pereira y Horst Ulriksense enfocó en un plan turístico para Curicó, Talca y Linares, con el que obtuvo su título de arquitecto con mención en urbanismo y planificación urbana y regional. ¿Por qué eligió ese tema para su proyecto de título? Patricio Durán, reconocido arquitecto con una extensa carrera profesional en Talca, dice que debió influir la cercanía con Santiago, lo que le facilitaba la movilidad en el proceso de elaboración del proyecto. Durán fue compañero de Concha en la universidad, y luego en un posgrado en el Instituto de Economía de la Universidad de Chile. También fueron dirigentes estudiantiles. Ambos, por esas cosas del destino, terminaron como hijos adoptivos de Talca. Se fueron quedando. Se quedaron. Patricio Durán saca cuentas y concluye que deben ser unos 50 años de amistad con Jorge Concha. Tiempo suficiente para conocer su carácter. Esa forma de ser tan Jorge Concha. “A veces podía pasar por insolente, sin ser insolente”, recuerda sobre esa característica de decir las cosas de frente. Una forma de ser que ya era evidente en su época de dirigente estudiantil en la universidad.
Jorge Concha fue funcionario del Minvu en el Maule, hombre de confianza del intendente de turno en los primeros años de la dictadura, asesor urbanista y director de obras en la municipalidad de Talca, gerente de la Corporación de Mejoramieno Urbano (Cormu), entidad con participación de empresarios locales bajo el alero del Minvu. Se queda o se queda Qué se siente envejecer, le preguntaron alguna vez a Jorge Concha. No se siente ni una hueá”, respondió. “Don Jorge era muy concreto, no le daba muchas vueltas... , define César Rojas. Cuando le pidió ayuda para escanear su proyecto de título, explica, el arquitecto quería enviarle una copia a Gastón Pereira y Horst Ulriksen, sus compañeros de titulación. A Talca, estima Rojas, Concha debe haber llegado en 1968 a trabajar al Ministerio de Vivienda. En octubre de 1973 tenía todo listo para viajar a Estados Unidos con una beca de la Fundación Ford. Antes de irse, le piden en el Minvu que haga una presentación de la situación del servicio en la región a las nuevas autoridades. Fue tan buena la exposición que le piden hacerse cargo de la Oficina de Planificación (Odeplan) en el Maule. Él contesta que no puede, que debe viajar a Estados Unidos. Pero las autoridades de turno le dicen que no podía abandonar el país y que Chile necesitaba de hombres como él. Cuesta imaginar a Jorge Concha “agachar el moño”, pero quizá le atrajo el desafío de un proyecto que partía prácticamente de cero. Se quedó. Lo que no implicó su “domesticación” al interior del régimen. A Concha le gustaba contar de la vez que, como asesor del Intendente, le tocó enfrentar una crisis en la agricultura regional. Se cansó de solicitar entrevistas a las autoridades del ministerio en Santiago, también recursos para encarar la emergencia. No hubo respuesta. Entonces, en su estilo, envió un oficio, con copia a todo el gabinete, donde detallaba la situación. Recién ahí lo llamaron a la capital. Se reunió con el ministro. Hubo una discusión acalorada. Concha golpeó la mesa. De regreso en Talca, el intendente le dice que por decisión de Santiago debía desvincularlo. Se fue Jorge Concha a su casa. Pensó que su historia como funcionario público había llegado a su fin. Días después, el intendente lo llama para que, por favor, preparara una presentación para Pinochet que visitaba la región. El arquitecto se reúne con el mandatario y el intendente. Conversan durante tres horas. Concha le exige a Pinochet que lo lleve detenido si algo de lo que había dicho era falso. Al poco tiempo, viendo la televisión, se enteraría de un cambio total de gabinete. Al día siguiente lo mandan a buscar y la primera autoridad regional le dice que por una orden directa, suponemos de quién, debía asumir como asesor directo del intendente. La anécdota tiene un epílogo durante una visita que realizó posteriormente Pinochet a Chanco. Tras bajarse del helicóptero, la autoridad observa Proyectó el arquitecto urbanista la Alameda hacia la 5 Sur. Algo bien hecho, urbanismo con mayúsculas. Algo que implicaba, obviamente, recursos y mucho trabajo. Pero se asustaron las autoridades. Renunció Concha al Plan Regulador. Quizás si su polémica más recordada. Porque era de opiniones directas, sin medias tintas. Podía pasar por insolente. Pero Jorge Concha solo quería que las cosas se hicieran bien, que la ciudad fuera una ciudad edificante.
El arquitecto falleció recientemente dejando, a través de una enseñanza de mucha conversación, de mucha calle, una forma de entender la ciudad para las nuevas generaciones Textos perdidos Hace dos años, tal vez menos, tal vez al límite de entrar en modo pandemia, supe de primera mano de esa pedagogía urbana de la que habla Andrés Maragaño. Jorge Concha se contactó con Diario El Centro, donde yo trabajaba, para ver la posibilidad de publicar varios textos sobre Talca y la región que tenía en su archivo. Me invitó un café y conversamos o, más bien, escuché atento sus historias. Se acercaban de vez en cuando a saludarlo. Coincidió que uno de esos saludos fue el de uno de sus hijos que trabajaba afuera y en esos días se encontraba de visita en Talca. Concha, orgulloso, comentó que era doctor en física. Fumó uno o dos cigarros y nos despedimos. Alcanzamos a publicar dos o tres de sus textos. El resto quedó en alguna carpeta del computador. Cometí el pecado de no sacarles una copia y con el cierre de Diario El Centro no supe más de ellos. Cuando me enteré que había fallecido, lo primero que se me vino a la cabeza fueron esos textos. Hubiese sido bueno que Jorge Concha siguiera con su pedagogía urbana desde el más allá. Estoy seguro que le hubiera gustado. ¿O no don Jorge? a Concha sentado en segunda fila. Se acerca, lo saluda y le dice: “Cómo está mi amigo... muy bueno su dato, ¿vio lo que pasó?”, haciendo referencia al cambio de gabinete. Pedagogía urbana Tenía sentido del humor Jorge Concha. Un humor -como lo define Patricio Duránque apelaba al sarcasmo. El humor de un tipo inteligente, culto, bueno para leer, precisa César Rojas.
Alguien que podía decir, por ejemplo, “no se necesita tener currículum, se necesita tener prontuario”. Alejado del servicio público, sus últimos años los dedicaba a compartir sus experiencias con arquitectos jóvenes, muchos de ellos trabajando en entidades de gobierno, y con quien quisiera charlar un rato de arquitectura y urbanismo. Andrés Maragaño, docente de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, era vecino de Jorge Concha. La casa de Concha es fácilmente reconocible en la 1 Poniente, entre 3 y 4 Sur. Muy cerca del centro. Por ahí se encontraban y charlaban de la ciudad. Maragaño indica que el arquitecto siempre estaba dispuesto a aportar un consejo, a contar una historia. En sus últimos años, acota, se contactó mucho con arquitectos jóvenes, con quienes hablaba de cómo construir una buena ciudad, de desarrollo humano, de inversión pública, de crecimiento fragmentado. Recuerda que Concha defendía una ciudad legible, comprensible, educativa. Creía que la ciudad tenía un rol edificante. Todos conceptos que, se atreve a interpretar Maragaño, se entienden dentro de una idea convocante de planificar la ciudad, de tomar decisiones en conjunto, con sinergia, con visión de futuro. Estudiantes de arquitectura llegaban a tocar el timbre de la casa de Jorge Concha, con la esperanza de un comentario que los ayudara en su tesis. El arquitecto urbanista entonces, hacía una pedagogía urbana, según define Andrés Maragaño. “La hacía caminando, yendo a los ministerios, conversando con los jóvenes y siempre su tema recurrente era la ciudad”. Su ciudad César Rojas estuvo con Jorge Concha una semana antes de su muerte. Se quedó solo un rato. El arquitecto ya no estaba para esas conversaciones que tanto agradecía Rojas. “Conversar con él era ganar (... ) Pero ese domingo apenas pude hablar con él”. hace unos seis meses, cuenta Patricio Durán, el Colegio de Arquitectos del Maule invitó a Jorge Concha a un conversatorio. Oportunidad en que los colegas más jóvenes pudieron conocer las ideas del urbanista sobre Talca. Una visión con argumentos, siempre crítica, a su estilo. Conceptos que no hacían otra cosa que demostrar su cariño por una ciudad que lo adoptó y donde desarrolló buena parte de su vida profesional. “Pudo nacer en Chillán, estudiar en Santiago, pero su ciudad era Talca”, concluye Durán. Y)