Autor: Ricardo Andrés Loyola Docente de la Facultad de Derecho - Universidad Adolfo Ibáñez
Los cerros protectores de Chalaco
La localidad de Chalaco, en Petorca, encierra en sus parajes un rico patrimonio ancestral. Por alli pasaron en tiempos inmemoriales nuestros antepasados y luego el inka, de todos ellos quedan vestigios tangibles hasta nuestros días y que han marcado a la zona. Dos de ellos son los cerros protectores, Tongoro y Monguaca. Ambas alturas tienen en sus pies y cumbres importantes restos líticos, ya sea piedras mortero, manos de moler, piedras con tacitas y petroglifos. Estos últimos evidencian la presencia y sacralización de dichos cerros por culturas antiguas que dejaron marcada su presencia hasta nuestros días.
En el caso del Tongoro este se comporta para las antiguas culturas como un cerro Teng Teng, o sea, como un elemento natural que le permite a la humanidad salvarse de la crecida de aguas producida por el choque de dos grandes serpientes: Cai Cai y Teng Teng.
Típicamente los cerros que obedecen a esta tradición, que se expande desde el Choapa al sur, son cerros isla o, lo que es lo mismo, cerros que están solos en un punto o son la máxima elevación visible y que los hace ver separados de su cordón según el caso.
Tal es la descripción del Tongoro, el cual se divisa desde la obertura del Pedernal al sur como un cerro en medio del valle que se abre hacia Chalaco y que se atraviesa frente a la cuesta de Chincolco hacia Alicahue.
No hay que perder de vista que el Tongoro está ubicado casi en medio de la ruta que une el Cuzco con el valle de Chile, o sea el qhapag ñan o gran camino que viene bajando desde Choapa hacia Aconcagua.
En cuanto a su definición, tanto el quechua como el aymara no nos entregan muchos detalles respecto al significado de su nombre, solo un dialecto de la selva amazónica, que debemos recordar, también involucra parte del Perú y fue conquistado por los inkas, señala que el término significa “garganta”. Podría ser que este concepto provenga de las regiones amazónicas inkaikas y que a los pies del cerro se instalara un mitimae, lo que sería algo interesante de debatir y estudiar.
Sin embargo, lo que sí sabemos es la presencia en gran parte de su extensión de petroglifos, algunos muy destruidos por acción natural, pero que tienen símbolos que reflejan lo sagrado del lugar, un punto de reunión donde se celebraba alguna ritualidad específica hacia un ser divino capaz de proveer beneficios a la comunidad que se alojaba a sus pies.
Muy cerca de esta elevación se encuentra otra, denominada “Monguaca”, la cual debe su nombre a una tradición quechua, que lo relaciona con el lugar donde se hace la “voluntad del ser sagrado” y esto se manifiesta de forma vivida en las representaciones en piedra que alli existen, especialmente en una gran roca tallada que mira hacia el valle y que contiene la imagen de un ser tutelar, el cual -creemosse trata de la divinidad o ser supremo local.
A los pies de esta gran roca se encuentra una especie de altar con una piedra tacita de tres horadaciones, un mortero de uso ritual y un pilar completamente tallado que, dado el tiempo transcurrido desde su creación, se encuentra tumbado a un costado de la roca tutelar. Estos dos lugares representan y guardan en sus vastedades los restos de antiguos cultos y encierran la creencia y espiritualidad que hasta hoy protege este valle precordillerano de la zona central.