Autor: ROBERTO CAREAGA C.
Claudio Bertoni: “Lo que he publicado es la punta del iceberg”
El poeta publica Poesía reunida, un enorme volumen de 650 páginas que recoge casi 50 años de una poesía coloquial y autobiográfica con mucho arrastre popular.
“Mi relación con la escritura es de necesidad”, dice Bertoni desde su cabaña en Concón, donde ha vivido desde 1976 lejos de la escena literaria y ajeno a cualquier trabajo remunerado. 1l lvídense de mí”, dice Claudio Bertoni al teléfono.
No es una petición concreta, sino más bien una frase retórica que describe su ambición como escritor profesional: nunca ha querido serlo y mucho menos ha querido la vida pública que en su caso ha incluido. Habla desde Concón, donde ha vivido con algunas interrupciones desde 1976 en cabaña y en la que ha escrito una obra que avanzasin control por cientos y cientos de cuadernos. De ahí han surgido decenas de libros con una poesía que con un lenguaje abrumadoramente coloquial y lejano a cualquier pompa lírica explora la cotidianidad bamboleándose entre el dolor y el goce de la existencia. “Lo único que quiero es hacer mis cosas, que salgan mis libros, léanlos, pero olvídense de mí”, insiste.
Parte de un legendario y fugaz gru- + po artístico del filo de los 60 y 70 en que compartió con la artista Cecilia Vicuña, la Tribu No, Bertoninunca buscó una carrera como artista, pero ha hecho música, obras plásticas, fotografías y, sobre todo, ha escrito.
Odia que lo confundan con un hippie, cree haber estado más cerca delos yippies (hippies politizados) y le gustaría estar en la tradición de los cínicos griegos o los poetas zen que vivían alejados del mundo. Su primer libro, El cansador intrabajable, lo editó él mismo en una estadía en Inglaterra en 1973 y solo publicó el segundo en 1986, que se llama simplemente El cansador intrabajable 11. Fue entre fines de los 90 e inicios de los 2000 que empez6a ser leído por el público general, hasta que la gente empezó a la calle. Hoy no hay muchas vueltas que darle: Bertoni, con 74. Años, es parte de la primera línca de la poesía chilena contemporánea. “Mi relación con la escritura es de necesidad.
Me puse a escribir porque los fenómenos delarcalidad que entraban a mi cuerpo y ritu me causaban dolor o placer, y tenía que aliviarme de alguna manera y mi manera de aliviarme era escribir”, cuenta Bertoni desde un celular que se queda sin batería cada vez más rápido. “Fui a Estados Unidos en 1963 y ahí empecé a tener un cuaderno, y desde ese tiempono he dejado de tener un cuaderno. Lo que he publicado es realmente la punta del iceberg. Ahora, no soy hipócrita, me da gusto escribir algo que a mí me guste y que a alguien le guste. Expresarme con claridad respecto a lo que siento, eso es un alivio”, añade. Acaso su momento de mayor popularidad fue en 2016, cuando fue postulado al Premio Nacional con apoyo de Sergio Parra, Álvaro Bisama y Matías Rivas, entre otros artistas y escritores.
Por esos días, el crítico Pedro dolfo anotaba que la obra de Bertoni secomponía de un “disímil conjunto de elementos desdefrasesoídasala pasada, poemas breves, aforismos, fragmentos poéticos y citas de autores”. Según la filósofa Carla Cordua, esos POESÍA REUNIDA Claudio Bertoni Ediciones UDP 650 páginas Poesía ENTREVISTA Fotógrafo y escritor Elementos forman “un vocabulario sensual no biológico ni psiquiátrico ni periodístico, sino cosechado de impulsos pululantes que carecen de palabras para toda ocasión”. La frase de Cordua aparece en la contraportada de Poesía reunida, un volumen que acaba de publicar Ediciones ÚDP y querecoge la mayor parte de la obra de Bertoni. Es un mamode 650 páginas, no muy fácil de tomar con una sola mano.
Contiene una obra transparente que, sin embargo, puede tumbar a algún desprevenido: “yo no necesito energías / para subir el monte Everest /yo las necesito / para quitarme los calcetines / para lavarme los dientes / para llevarmela comida a la boca”, se lee entre poemas de apenas dos líneas y otros de varias páginas, muchas notas eróticas, aún más dedicadas a la muerte y otros tantos sobre la desesperación de la existencia. Incluso hay chistes: en uno llamado “La odisea”, se lee: “Ulises / Mijita / voy a comprar cigarrillos / y vuelvo”. “En Poesía reunida están todos mis libros menos cuatro que dejamos fuera. Nos demoramos casi un año en limpiar, arreglar, sacar poemas.
Barrí con todo lo que alguna vez no me dejó conforme”, cuenta Bertoni, que cuando atendió este llamado telefónico salía a la farmacia a comprar clonazepam, un clásico fármaco para tratar la ansiedad y la depresión.
“Sueno muy entusiasta, pero después quedo botado como una bufanda encima dela cama”, suelta un poco en broma y un poco en serio, pidiendo que quede muy claro que este artículo fue hecho a partir de una conversación informal. “Uno siempre dice más y menos de lo que quiere decir”, apunta. ¡Cuando va a la farmacia o comprar comida son casi las únicas veces que Bertoni tiene contacto con gente en estos días. Con su hermana, Que vive muy cerca, casi con puras señas.
Con otros, habla por teléfono: “Es inenarrable lo horrible que esesta pandemia”, dice pensando sobre todo en otras personas con más necesidades, porque a él no le viene mal ser ermita-.. Huyendo de la gente es que no haido a la playa al menos hace 10 años, y antes lo hacía a diario: recogió miles de zapatos que traían las olas y en 1987 montó con ellos la instalación “1344 miembros de la comunidad nacional marchan sobre nuestra conciencia” en la Bienal de Valparaíso, El virus lo tiene en alerta: no ha querido dejar entrar a un gásfiter para que le arregle un problema con el gas por miedo a que traiga el coronavirus. Antes la gente llegaba sin mucho aviso donde Bertoni. Íncluso algunas visitas ilustres. En 2016, con 101 años, llegó a su casa Nicanor Parra.
Iba con uno de sus hijos y, básicamente, venía a comentar lo que Bertoni había escrito de élen una revista del Centro de Estudios Públicos: “Parra es mi Poeta favorito mi Existencialista favorito mi Cantante de Tangos favorito mi Cantante de Blues favorito mi Filósofo favorito mi Teólogo favorito mi Energúmeno favorito”, escribió. “Vino a conversar conmigo dos años antes de morirse. Estuvimos hablando dos horas y se tomó un café con leche, Al despedirme, me dijo: “Somos hermanos, las puertas de mi casa de Las Cruces siempre están abiertas para mí”. Date cuenta. Nicanor no estaba dando ninguna puntada con hilo al venir a verme aquí. ¿Quién soy yo? Eso fue muy bonito”, cuenta Bertoni. —¿ Ha mantenido amistad con otros escritores, con grupos literarios? —No. Es que tampoco me interesa, hay egos un pelito exagerados ahí. Yo me miro al espejo y me río. Estaría feliz de que digan que soy un gran poeta y me dieran montones de premios, pero no hago nada por eso. No me promuevo en absoluto. Y no estoy criticandoa La gente que lo hace. No lo hago porque no me gusta. Pero claro que veo la poesía. Hay muchos y muchas poetas jóvenes muy buenos, y de mi generación también. José Ángel Cuevas, Elvira Hernández y Zurita, un fuera de serie, y Paulo de Jolly, Juan Cristóbal Romero y muchos más, pero no sigo. Es injusto hacer listas. Manotazos y rasguños vez estuvo entre escritores y artistas, fue enlos años de la Tribu No, junto a Cecilía Vicuña, Sonia Jara, Francisco Rivera, Coca Roccatagliata y Marcelo Charlín. Llegaron a exponer en el Museo de Bellas Artes en 1971. “Queríamos cambiar el mundo y poníamos a Rimbaud al lado de Marx. Creíamos que todos íbamos terminar juntos construyendo un mundo nuevo. Pero los hippies nos tenían hinchados, nos gustaban las Panteras Negras. Políticamente bien conscientes, pero éramos poetas pintores, artistas”, cuenta Bertoni.
En 1973, el poeta siguió a Vicuña, su pareja de entonces, a cursar una beca en Inglaterra y allá ambos publicaron sus primeros libros: ella, Sabora mí y él, Elcansador intrabajable Tras viajar a Francia, volvió a Chile, a la caba-, ña “Volví de Europa en 1976 y murió mi madre, Yo creo que ahí algo pasó. Me alejé de mis amigos, de la gente, y leí el libro La vida silenciosa, de Thomas Merton.
Tengo la suerte de que soy súper poco ambicioso, lo que es bueno malo, y que mi familia tenía una casa en Concón donde hay un sitio grande con una casucha donde yo me instalé”, dice. Junca ha trabajado? —No realmente. En Chile, en la UP hicimos el libreto de un programa de televisión infantil, “La puerta de Tatistafacán”, de Helvio Soto, y en Europa trabajé de jardinero, limpiando esculturas, pero poco tiempo. Cuando llegué a Concón no quería más. Tenía los materiales para escribir. No quería autos, no quería problemas, no tenía ninguna ambición de ese tipo.
Hay una frase de un poeta chino anónimo que me gusta mucho: “Oh, qué maravilloso, saco agua del pozo y barro el patio”. Para míla cosa es: “Voy sentado en la micro, miro la vereda, veo una señora, un perro, una pierna, una muralla”. Teniendo techo, teniendo con qué abrigarse, está todo bien para mí. —¿ Ha intentado tener una vida aparte? —Es que yo me tomé enserio mis lecturas, A los cínicos griegos. Los budistas zen son muy importantes. Basho, Ryokan, Dógen. Todos vivían en cabañas, muy frugalmente, y eso siemprea mí me hizo mucho sentido. Ahora, lo que echo de menos es que esos viejos no hablaran dela enfermedad, porque yo estoy solo aquíen esta pieza, con la muerte, el dolor, el paso del tiempo. Estoy hipnotizado con todo eso hace variosaños. Como dice Tolstoi, lo mássorprendente que pasa en la vida es envejecer. Ha sido una sorpresa. Algo deleznable, también. El mi gran palabra de los últimos seis años. Estoy cagado de susto casi siempre. —¿ Escribir le quita el miedo? —Es lo que más me ayuda. Pero a veces no es mucho. Como dice Paul Valery, las cosas realmente tremendas no se pueden escribir. No las puede escribir nadie. Ni Artaud, ni nadie. Por eso creo que mis poemas cortos son como manotazos, como rasguños o raspaduras. No doy para más: levantar un discurso es imposible. Es bien paradójico, porque en este temor que experimento aparece una lucidez, “Ahora me doy cuenta de que voy tratando que el lenguaje esté lleno de sentido. Que es lo que quería Pound, y eso técnicamente se remite a cortar y concentrar. Manotazos, rasguños, da vez cosas más simples y explosivas.