Autor: Mario Isidro Moreno
Las historias en torno de la quinta de recreo “Miramar”
E Antonio Villegas Zúñiga, antiguo trabajador de Asmar, relata algunos episodios relacionados con la antigua casona del sector sur de Punta Arenas, lugar donde él nació.
L sector sur de la ciudad de Punta Arenas denominado “Miraflores” lleva este nombre por la calle que recuerda la Batalla de Miraflores, enfrentamiento sucedido en el distrito homónimo ubicado en el Departamento de Lima, el 15 de enero de 1881, entre la fuerzas del Ejército de Chile y el Ejército del Perú, en el marco de la Campaña de Lima, durante la Guerra del Pacífico.
El barrio posee una historia mágica y variada, puesto que en las inmediaciones se abría ubicado el primer cementerio de la ciudad, antes de su traslado a la Plaza Lautaro; allí está igualmente el Hogar del Niño Miraflores, conocido antiguamente como Asilo de la Infancia e inaugurado el 15 de marzo de 1927 en un edificio construido con los auspicios de las Damas Católicas de Magallanes. También en ese sector costero funcionó el Astillero y Maestranza de la Armada. Pero, lo que nos atrae más la atención es una vieja construcción ubicada en la Costanera donde inicia su ascenso el pasaje Miramar que, alguna vez, dio también nombre al sector. Diversos antecedentes y documentos consultados entregaron informaciones respecto a esta antigua casona que en sus inicios cobijó a la Quinta de Recreo Miramar, antigua posada magallánica.
Dice el historiador Mateo Martinic que las posadas se originan alrededor de 1870, cuando la ciudad de Punta Arenas crecía y había un gran movimiento de personas que iban y venían caminando al poblado y necesitaban un lugar de descanso pero, cuando alrededor de 1900 aparece el primer automóvil, las posadas comenzaron a perder su uso e importancia.
El blog “Recreo Miramar”, refiriéndose a la Quinta Miramar expresa: “Durante los años que mantuvo este uso se mantuvo como punto de encuentro, tanto de los trabajadores para los que constituía el primer acercamiento a la ciudad, como para los habitantes de la ciudad, que lo utilizaban como lugar de paseo para la familia, vitalizándolo como un lugar de encuentro social”. Agrega que potenció su uso como posada, el constituir un lugar de paso o estadía breve que permitía el descanso para continuar el viaje. El sector era, además, de gran actividad maderera, principalmente ejercida por el empresario Mateo Bermúdez. Quizás, dada la gran actividad de esa naturaleza que conectaba a los trabajadores con los bosques del sur de la ciudad hacía necesaria la existencia de un lugar donde pasar a comer y beber. También se expresa que este lugar tenía una relación directa con el Astillero Bonacic.
Se suele decir que “más vale tener amigos que plata” y acudimos a la sapiencia del escritor Juan Magal el cual, coincidentemente, vivió en el pasaje Miramar, y el cual, a su vez, contactó al profesor normalista Ramón Navarro Vargas, primo de uno de los principales y actuales dueños de esa casona, Antonio Villegas Zúñiga, a cuyo domicilio nos encaminamos, para conocer en profundidad antecedentes de esa famosa construcción que muchos admiran y pocos conocen su historia.
Lo primero que tomamos conocimiento es que, efectivamente, la propiedad era de Francisca Martinovic de Bonacic, en cuyo poder fue dedicada a posada, familia que posteriormente la vendió, en el año 1936, a Luis Villegas Navarro, fallecido en el año 1962. Antonio Villegas Zúñiga nació el 20 de febrero de 1937 en esa casona, donde vivía junto a su padre Cipriano Villegas Navarro, hermano del propietario y a su madre Teresa Zúñiga Silva. Allí también nació su hermana Paula, actualmente fallecida. “Estudié en el Hogar del Niño Miraflores con las monjitas, las cuales me enviaron posteriormente a la Escuela 1, que estaba en José Menéndez, entre Bories y Magallanes.
Allí tuve muy buenos maestros, por ejemplo Humberto Seguel y Humberto Leal”. “Los chicos del barrio nos juntábamos en un número de 30 y hasta 40 en la esquina de la Costanera con el pasaje Miramar y nos íbamos a pichanguear detrás del Hogar del Niño.
Como metíamos mucha bulla y molestábamos a las monjitas, ellas nos corrían lanzándonos agua desde el segundo piso (siempre pensamos que era agua, pero después, con el tiempo, dudamos). Incluso cuando el desagrado era mayor, llamaban a los Carabineros.
El problema era que nosotros, muchachos ya en edad de pololear, íbamos a ver a las muchachitas internas muchas de las cuales eran muy bonitas”. “Entre los niños del sector recuerdo a los Pérez, Elsa, Gladys, Lola, Andrés y Elvira que vivían a mitad de cuadra por el pasaje (Elvira es la madre de Juan Magal). Estaban los Navarro, Carlos, Ramón, Fidel, Zulema y Rosa”. “Le voy a contar que el abuelo de juan Magal, de nombre Santos, fue esquilador y minero, de esos brutos, brutos, mal genio como él solo.
En cierta oportunidad que regresó de la mina, llegó a su casa y vio con sorpresa que en su hogar estaban velando a un conscripto que estaba haciendo el servicio militar y falleció en la casa de Santos. Como nadie le había solicitado autorización para realizar allí el velorio, lisa y llanamente desalojó al muerto. Esta anécdota trae consigo el recuerdo de un hombre al que le decían Hernando de Magallanes y que ocupando algunos camiones usados, los transformaba en microbuses que transitaban por calle Bories.
Cuando estudiantes, nos subíamos a esos transportes pero, como eran tan ordinarios y para no pasar vergitenza, cuando el autobús pasaba por donde había grupos de compañeros O amigos, nos ocultábamos bajo los asientos”. Algunas declaraciones de antiguas alumnas, daban cuenta que al asomarse por las ventanas del segundo piso del Hogar Miraflores hacia el sector norte, cuando estaba oscureciendo, divisaban algunas sombras en el lugar donde habría estado el primer cementerio de Punta Arenas.
Junto con establecerse la Colonia de Punta Arenas en la desembocadura del río del carbón, el gobernador Benjamín Muñoz Gamero, sucesor en el cargo de José de los Santos Mardones, determinó en 1851 la instalación de un cementerio que fue ubicado a orillas de un riachuelo que, por esta causa, fue llamado arroyo o río del Panteón. En este lugar habrían sido sepultados los restos de las víctimas del Motín de Cambiaso.
La vecina puntarenense, Hortencia Fuentes Bastías dice: “El primer cementerio de Punta Arenas no fue el de la Plaza Lautaro; estaba ubicado justo en un lugar no definido del sector Miraflores, el cementerio que se emplazó en la Plaza Lautaro fue el segundo cementerio existente en la ciudad”. Por su parte, Rosario Uribe Mansilla, añade: “Al parecer entre un río que bajaba en calle Las Heras y el sector del Hogar del Niño, cuando chica había visto un lugar donde alguien ponía flores.
Y agregó que cuando se hizo la red de desagites salió una lápida, que pudo o no corresponder a aquello”. Las constantes crecidas de este curso de agua que originaban la inundación del camposanto, determinaron que en el año 1854 el gobernador Jorge Schythe, cambiara esta necrópolis al sector de plaza Lautaro, hoy conocida como José de los Santos Mardones.
“Mi madre, Teresa Zúñiga Silva, quedó viuda en el año 1958 y tuvo allíun bolichito que se llamaba La Posada”, cuya venta mayor era vino para los que vivían en Río de los Ciervos”. “También, en esa misma casa, en la época de la Unidad Popular, mi madre tuvo a su cargo una Jap (Junta de Abastecimiento Popular), que esencialmente era un comité de racionamiento, implementados para aliviar la escasez crónica de alimentos y suministros que afectaba al país en esa época.
Pero, como ella era muy hacendosa y emprendedora, para su boliche fabricaba jabón, turrones y los famosos “cachitos”. Yo, le robaba algunos de esos confites para regalarlos en la Escuela Miraflores y hacerme el lindo con las muchachitas”. “En el año 1974, falleció mi madre.
A su muerte, estuvo viviendo allí Francisco Villegas, pariente nuestro”. “Años después, cuando nos cambiamos de casa vivió allí la finada Cristina, apodada “La Farolito” cuyo esposo, de apellido Norambuena, era conocido por el apodo de “Guata de Goma”. Ella, según comentan los vecinos era de armas tomar, un tanto rosquera y malas pulgas y que las monjitas la ayudaban y defendían siempre. El hombre era pescador y siempre nos vendía sus productos. Un día me solicitó ocupar la vivienda en calidad de préstamo (cuando ya nos habíamos cambiado de casa) y yo se la facilité.
Estuvo allí 20 años y casi se hizo dueño, pero yo tengo toda la documentación de propiedad”. “Estudié Carpintería y Mueblería en la Escuela Industrial; hice mi servicio militar en el Pudeto y luego en el año 1954 me contrataron en Asmar, donde estuve por espacio de 37 años, tanto en el sector de Miraflores como en Tres Puentes”. “Conocí a mi esposa, Isabel Maldonado Silva, en un velorio, cuando ella tenía 15 años y yo 22. Era vecina y estudiaba en el Liceo María Auxiliadora.
Nos casamos y la fiesta de matrimonio la hicimos en la casa vieja -Quinta Miramar-. Tuvimos cinco hijos, Marcos, Isabel de las Nieves, Jorge, María Teresa y Juan Pablo”. “Tuve la desgracia que mi esposa enfermara de cáncer de mama y, a pesar de ser creyente, devoto de la Virgen de Lourdes y viajar con ella hasta su gruta en Francia, falleció al cabo de un tiempo. En esa oportunidad, conocimos El Vaticano, España, especialmente sus localidades de Segovia y Avila, donde tuvimos una sorpresa. Visitamos una capilla y vimos que dentro de un envase de cristal había un dedo humano. Le consultamos a una monjita que había en el lugar y ella nos informó que eso pertenecía a Santa Teresa de Avila y lo tenían como veneración. Se divisaba una cruz en la distancia y fuimos al lugar.
Alguien del pueblo nos informó que, de acuerdo a la leyenda, en ese lugar estaba sepultado Franco (Los restos de Francisco Franco estarían en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo). Al lado izquierdo de la sepultura que sería la de Franco, había otro famoso y al lado derecho había un espacio vacío. Mi mujer me pregunta: -¿ Y este espacio, para quién estará disponible? Yo le respondí: -Esa sepultura está reservada para Pinochet.
Hubo una carcajada general ante mi respuesta, especialmente de algunos turistas chilenos que estaban en ese momento visitando el lugar”. “Yo también me las di de actor y participé en la película “Iván el Pirata”, escrita en el año 1946 por María Elena Vukovic y filmada, años después por John Skirving en el pontón Andalucía. En la película hice de todo.
Fue, sin lugar a dudas una hermosa experiencia”. “Cuando ya la casa estuvo demasiado deteriorada y sus reparaciones no estaban al alcance de nuestro bolsillo adquirí un sitio en la población Gobernador Viel y junto a mis hijos construimos nuestra casa, quedando en ese hogar mi madre Teresa Zúñiga y mi hijo Marcos, su nieto regalón, el cual le colaboraba en la mantención de la quinta y la crianza de aves de corral.
El niño, estudió primero en el Hogar Miraflores y luego en la Escuela E-19, pero los fines de semana se iba donde su 'nona”. Para las fiestas de Pascua y Año Nuevo, nos íbamos toda la familia, caminando, a celebrar con la abuela Teresa Zúñiga a Miraflores”. “La construcción, hoy propiedad de una sucesión, una de cuyas partes es de mi propiedad y tengo ya la posesión efectiva, poseía 13 habitaciones, en un primero y segundo piso, donde incluso alojaban algunos pensionistas de la Armada de Chile.
El resto de los herederos están desparramados, algunos en Argentina y otros en Chile”. “Hubo comentarios que la construcción se había ofrecido en venta por la suma de ciento cincuenta millones de pesos. ¡Y pensar que, según contaban mis mayores, la mujer de Bonacic le habría vendido la casa en tres pesos a mi abuela, pagadero en cómodas cuotas mensuales”!