CARIBE sin fin
CARIBE sin fin A lrededor de dos tercios de las personas que vienen a República Dominicana aterrizan en Punta Cana; luego son llevados del aeropuerto a exuberantes complejos turísticos con playas preciosas, y después de vuelta al aeropuerto.
Muchos menos viajeros terminan como yo lo hice en febrero pasado, en la última fila de un autobús que va dando saltos durante dos horas y media en un trayecto al norte, desde Santo Domingo, la capital del país, hasta la península de Samaná. La península de Samaná destaca en la República Dominicana como un dedo nudoso que apunta hacia Puerto Rico. Aunque la estrecha península tiene apenas 16 kilómetros de ancho en algunos lugares, abunda en ofertas naturales como bahías llenas de ballenas, cascadas y hermosas playas solitarias. Pero era un destino en particular el que me atrajo a la península: Las Terrenas, un pueblo costero en la zona norte de Samaná.
Un artículo de Vogue de 2023 se refería a Las Terrenas así, "como era Tulum hace 15 años", elogiando sus "playas de arena suave", su "relajada vida nocturna" y su "encanto con carácter". Cuando le conté a una amiga que vive en República Dominicana adónde me dirigía, ella validó mi elección con las palabras: "Las Terrenas es la tierra prometida". Mientras el autobús ascendía por las verdes montañas hacia Las Terrenas, pasó junto a un mirador con una vista panorámica de las playas salpicadas de palmeras y aguas azules, que me produjo una gran emoción. Durante los 20 minutos siguientes, me aferré al asiento frente a mí como un niño en una excursión. Del mar a mi plato A la mañana siguiente, alquilé una motoneta para explorar algunas playas en el lado del pueblo opuesto al del Costarena Beach Hotel, el lugar sencillo pero acogedor donde me hospedaba.
Pero incluso siendo una conductora experimentada, me pareció que sortear el tráfico, las obras, las calles de un solo sentido y los perros que de pronto se atravesaban corriendo fue un reto mayor de lo que esperaba (¿ era todo esto el "encanto con carácter" del que había leído?). Estaba lista para una pausa con ceviche.
La persona de recepción del hotel me informó que podría encontrar algunas de las mejores comidas de la ciudad en una zona céntrica sin dirección, "entre el cementerio y la playa". El segundo extremo me pareció más atractivo, así que elegí una mesa de plástico en la arena del Zu Ceviche & Grill, a la sombra de una palmera y junto a un grupo de coloridos barcos pesqueros de madera. Pedí el ceviche de pescado y me eché hacia atrás para admirar la vista, cuando observé a mi mesero alejándose al trote por la playa. Un poco preocupada, me levanté para ver hacia dónde se dirigía. No muy lejos de ahí, un grupo de pescadores sin camiseta limpiaba y desescamaba su pesca alrededor de una mesa. Cuando el camarero volvió corriendo, sostenía un pescado por la cola: mi ceviche no podía haber sido más fresco.
En la playa, cerca del restaurante, una hilera de casitas de pescadores frente al mar, conocida como Pueblo de los Pescadores, había sido durante mucho tiempo el corazón de la vida nocturna local, con música de DJ y vistas a la puesta de sol, hasta que se produjo un incendio en 2021. La zona, reconstruida con pequeños restaurantes color pastel, reabrió en febrero. Desde esta zona central, las playas se extienden en largas líneas que van al este y al oeste. Aunque todas tienen nombres que las distinguen, en su mayoría se fusionan sin límites visibles, difuminándose en lo que es, en esencia, una playa larga. Más cerca del centro, las playas estaban en su mayoría deslucidas por la basura y los escombros de construcción.
En busca de arena más limpia, conduje hacia el este por una calle llamada 27 de Febrero, que corre paralela al mar, con restaurantes en el lado interior y un sendero peatonal que serpentea entre palmeras del lado del océano. Cuanto más avanzaba, más hermosas eran las playas. A unos 10 minutos del pueblo, me detuve en un claro entre los árboles y aparqué con otras motonetas. Luego salí a la paradisíaca playa Carolina, donde un arroyo claro y poco profundo desembocaba en el océano y unos niños chapoteaban. Más tarde, cuando fui a explorar la serie de arenas al oeste de Las Terrenas, me encantó encontrar clubes de playa que ofrecían sillas, sombrillas y comida.
Por mucho el club más destacado era el Mosquito Boutique Hotel, en la playa Bonita, a unos 15 minutos del centro, donde había una atractiva zona de olas para surfear, un gran restaurante y un DJ al atardecer. Con tantas playas hermosas y tantos nombres diferentes (¿ estaba en la playa Bonita o en playa Escondida?), me resultó difícil elegir una favorita. Decidí que mi predilecta probablemente sería en la que me encontrara en ese momento.
Ambientes (y precios) europeos Durante el régimen del dictador Rafael Trujillo, de 1930 a 1961, muchos de los habitantes más pobres de Santo Domingo se reubicaron en la costa norte de la península de Samaná, que en ese entonces era un área natural y casi despoblada. La zona siguió siendo un enclave remoto durante décadas, y no tuvo electricidad hasta 1994. Los visitantes extranjeros empezaron a llegar a Las Terrenas en la década de 1960, y una afluencia de expatriados, sobre todo franceses, construyó casas de vacaciones rústicas en la zona. Hoy, la influencia europea está presente por todo el lugar, y en las tiendas para turistas los precios son escandalosamente altos. El verano pasado, en Italia, compré un vestido de lino estampado por unos 50 dólares. En Las Terrenas vi el mismo vestido por alrededor de 400 dólares.
Los visitantes que quieran disfrutar del máximo lujo que se puede encontrar en Las Terrenas pueden alquilar una casa de vacaciones con jardín y piscina, comprar en las tiendas estilo europeo y cenar en restaurantes de lujo.
Yo tuve una probadita de ese estilo de vida cuando fui a tomar un Coco loco, un cóctel sin alcohol en Porto by Mosquito, un elegante restaurante junto al mar con decoración tropical estilo The White Lotus. Y mi mejor cena fue en El Lugar, donde los comensales devoraban chisporroteantes bandejas de filetes cubiertos de hierbas asadas en una terraza elevada con vista al atardecer sobre el océano. Una ventaja de la fuerte influencia europea, incluso para viajeros con poco presupuesto: varias cafeterías de calidad ofrecían croissants y capuchinos, entre ellas La Paneria Italian Bakery y la Boulangerie Française. Un camino irregular hacia el tesoro Un día lluvioso arruinó mi plan de visitar la cascada El Limón, por lo general cristalina y apta para nadar, a unos 21kilómetros de la ciudad. Así que, en vez de eso, me puse un impermeable y subí a la motoneta para explorar un poco más las playas hacia el poniente. El camino subía y bajaba por las colinas, poniendo a prueba mis habilidades de conducción, antes de finalmente nivelarse. Buscaba un sitio para comer en la playa, cuando vi un letrero garabateado que decía "Chef Medina". Sin estar segura de lo que encontraría, tomé un sendero lodoso y lleno de baches. El camino me condujo hasta una cabaña de madera al borde de la selva con cuerdas de conchas a modo de cortinas. Cuando me acerqué, un hombre corpulento saltó de su silla. Era el mismísimo chef Medina. Él, su mujer y su hija manejaban el diminuto restaurante. Me prepararon una mesa en la arena. Luego la movieron un par de metros para asegurarse de que no me golpeara uno de los cocos de la palmera que había encima. No había más clientes, pero eso me pareció bien.
Por el equivalente a unos 14 dólares, el chef Medina me cocinó una deliciosa langosta fresca con frito verde (plátanos fritos). Mientras su hija se llevaba mis platos, pregunté en qué playa estábamos. "Creo que es playa Cosón", respondió. Luego le gritó a su mamá para preguntar. Entonces, como si me leyera la mente, dijo algo que reflejaba mi propia experiencia en Las Terrenas: "No sé qué playa es cuál. Solo sé que esta es mi favorita". D CARIBE sin fin LAS TERRENAS: En la costa norte de República Dominicana, varias playas marcan el paisaje, aunque en realidad para un viajero primerizo parecen una sola. Una sola larguísima, salpicada de toques de auténtica cultura local e influencia europea. POR Shannon Sims. COSÓN. Una de las playas emblema de esta costa norteña. NYT SIN LÍMITES. Aunque son varias, esta costa parece una sola playa muy larga. NYT PORTO BY MOSQUITO. Un sofisticado restaurante en el pueblo de Las Terrenas. NYT SURF. Un instructor prepara la clase en la escuela Carolina, playa Bonita. NYT EL LUGAR. Vista al mar y buenas carnes en este restaurante de Las Terrenas. NYT CHEF MEDINA. En playa Cosón, un sencillo local sorprende con sus langostas. NYT ZU CEVICHE & GRILL. El pescado aquí es extremadamente fresco: el mesero va a buscarlo directo a los botes. NYT © The New York Times MERCADO. Los productos recién sacados del mar frente a la Península de Samaná. NYT.