Autor: Maria Gabriela Huidobro Salazar Doctora en Historia Decana Facultad de Educación y Ciencias Sociales. Universidad Andrés Bello
Columnas de Opinión: ¿Por qué no te callas?
Columnas de Opinión: ¿ Por qué no te callas? ecuerda esa frase? Es la famosa respuesta que, en 2007, Relentonces rey de España, Juan Carlos, le dijo a Hugo Chavez en medio de su intervención en una cumbre ibeescuche los de la contraparte y, finalmente, logre un aprendizaje. Tampoco se trata de negar la necesidad, el deber y el derecho de los docentes a ejercer su autoridad y a establecer limites y orden en sus salas de clases. Después de todo, el respeto a los profesores es algo que se ha ido perdiendo y que se debería recuperar, pero esta no puede ser la fórmula para lograrlo. El ejercicio de la autoridad no puede confundirse con la imposición del silencio, menos a gritos.
Se construye con respeto, con coherencia y, especialmente en el caso de la enseñanza de la historia, con la conciencia de que educar en democracia significa enseñar a pensar, a disentir, a escuchar y a empatizar con los demás. A ponerse en el lugar de otros y a respetar desde las diferencias. Quienes enseñamos historia sabemos que no hay relato del pasado que se sostenga íntegramente sobre verdades absolutas. La historia, como disciplina, es interrogación permanente, revisión critica, construcción compleja.
Si un profesor no puede tolerar una opinión distinta a la suya, aun cuando nos incomode profundamente y sepamos que hay minimos éticos que deben resguardarse, perdemos de vista una de las mayores virtudes de esta disciplina: su capacidad de formar ciudadanos reflexivos, conscientes de las heridas de su sociedad, pero también capaces de dialogar sobre ellas.
En una época en la que la polarización marca gran parte de los debates politicos y de la vida social, cuando los "¿ por qué no te callas?" se multiplican en redes sociales y espacios públicos, necesitamos con urgencia formar nuevas generaciones que valoren el respeto, el disenso y la palabra. Que aprendan a argumentar con razones y no con gritos ni descalificaciones, y que sepan que la verdadera democracia no se impone, sino que se construye a partir del reconocimiento del otro.
Ese debería ser el lugar de la historia en la educación escolar: no una lista de hechos para repetir, sino una herramienta para pensar con libertad, entender la complejidad del mundo y, sobre todo, aprender a convivir en el. 66 foamericana.
El exabrupto del monarca paso a la historia no solo por la intempestiva reacción y la catarata de memes que surgieron de ello, sino por lo que, en el fondo, revelaba: a veces la autoridad pierde la paciencia, y con ello, se anula la oportunidad de dialogar. Y el riesgo a que esto ocurra late siempre en contextos en los que dos posiciones parecen antitéticas e irreconciliables. Por lo mismo, no es difícil que esa lógica se reproduzca en otros espacios, no necesariamente en los de las más altas autoridades politicas, sino también en aquellos cotidianos.
De eso fuimos testigos esta semana, cuando se viralizó el video de una sala escolar en Limache, que fue escenario del descontrol de un profesor de historia, quien enfrentó y trató de callar con gritos a un estudiante que relativizó el juicio negativo sobre la figura de Augusto Pinochet. ¿Tuvo un mal dia? ¿ Se puede entender la reacción del profesor en el contexto del agobio y estrés que muchas veces enfrentan los docentes? Tal vez.
Sin embargo, la escena no constituye en caso alguno un ejemplo sobre cómo llevar un debate ni menos sobre cómo educar a las nuevas generaciones en la formación de un pensamiento critico sobre el pasado y en la reflexión fundada desde una perspectiva moral. No se trata aqui de defender una causa u otra.
El tema que se discutia no es el asunto de fondo, Incluso, si un estudiante se atreviera a plantear que un asesinato o una violación no siempre son malos, responderle mediante la censura no es el mejor camino cuando lo que se quiere, en última instancia, es educar, y cuando lo que se debería buscar es que el estudiante cuestione sus argumentos.
En una época en la que la polarización marca gran parte de los debates políticos y de la vida social, necesitamos con urgencia formar nuevas generaciones que sepan que la verdadera democracia no se impone, sino que se construye a partir del reconocimiento del otro".. En una época en la que la polarización marca gran parte de los debates políticos y de la vida social, necesitamos con urgencia formar nuevas generaciones que sepan que la verdadera democracia no se impone, sino que se construye a partir del reconocimiento del otro".