EDITORIAL: DC, ¿el fin de un ciclo histórico?
EDITORIAL: DC, ¿el fin de un ciclo histórico? F inalmente mañana, en su Junta Nacional, la Democracia Cristiana definirá si apoya la candidatura presidencial de Jeannette Jara (PC), si impulsa una alternativa propia o si opta por no respaldar a ningún candidato.
La decisión concita interés, antes que por sus efectos electorales --más bien limitados--, porque vuelve a poner en evidencia las tensiones internas que por años han cruzado a la que alguna vez fuera la colectividad más importante del país y que explican, en parte, su progresiva irrelevancia.
Nada es más revelador de la crisis que el hecho mismo de que, en un partido nacido bajo la inspiración socialcristiana, en explícita oposición a las corrientes marxistas, hoy existan quienes se planteen seriamente apoyar a una candidata presidencial comunista, apostando a que ello les dará unos años más de supervivencia política. El presidente de la colectividad, Alberto Undurraga, ha adelantado que, si la Junta decide respaldar a Jara, él dará un paso al costado. Lo hará --dice-no como señal de ruptura, sino entendiendo que un timonel no puede conducir una organización cuando su visión estratégica no es compartida por la mayoría. Su propuesta ha sido, o levantar una carta propia, o permitir libertad de acción, evitando con esto último forzar definiciones que solo agudicen las diferencias.
Sí ha descartado explícitamente cualquier posibilidad de apoyo a Evelyn Matthei, pese a que conocidos exmilitantes le han dado su respaldo a esta, lo que resulta no menos revelador: ¿ verdaderamente estima Undurraga que una opción como la de Matthei, comprometida con los acuerdos y crítica de los extremos, puede ser comparable con quien representa el proyecto político del comité central del Partido Comunista, según proclamó el exjefe programático de Jara? Curiosamente, más que del PC, las mayores presiones hacia la DC han venido desde el Partido Socialista. Su presidenta, Paulina Vodanovic, ha declarado que no apoyar a Jara sería, en los hechos, un respaldo a José Antonio Kast.
Aquella afirmación ha despertado fuerte molestia entre democratacristianos, quienes advierten en las palabras de Vodanovic una velada amenaza cuando al mismo tiempo está en desarrollo una compleja negociación de cupos parlamentarios, en la que se juega el futuro de varios de los parlamentarios falangistas: si no hay apoyo a la candidata presidencial, no hay cupos, pareciera ser el mensaje. La decisión de los partidos oficialistas esta semana, de excluir a la DC de las negociaciones hasta que no clarifique su posición lo dice todo.
También da cuenta de la extraña situación de la colectividad: lejos de la derecha y en permanente coqueteo con la izquierda, pero evitando integrar formalmente la coalición de gobierno y a la vez dependiendo de lo que esa coalición le entregue. Por cierto, el difícil escenario en el que hoy se encuentra la DC es, en proporción significativa, el resultado del paulatino distanciamiento de su electorado natural, históricamente ubicado en el centro político.
La aproximación partidaria hacia posiciones de izquierda, especialmente a partir del segundo gobierno de Michelle Bachelet y, luego, en el período del estallido y de la Convención Constitucional, provocó rechazo en sus bases y el éxodo de líderes clave. Así, lo que alguna vez fue una fuerza gravitante en la política chilena, capaz de articular mayorías y encarnar un ideario propio, se fue diluyendo en un espacio cada vez más estrecho y poco distinguible. Hoy, las tensiones internas siguen presentes. Por un lado, una facción que promueve una alianza más estrecha con la izquierda, incluso aceptando la nueva hegemonía del Partido Comunista; por otro, aquellos que aún abogan por recuperar la identidad centrista. Pero esa disputa se da ahora en un contexto muy distinto al de hace una década y media. La disminución de la influencia del partido ha debilitado su capacidad para sostener un proyecto autónomo.
Y aunque no está claro qué decisión tomará finalmente su Junta Nacional, sí parece evidente que la Democracia Cristiana transita por una etapa crepuscular, en la que cada definición no solo revela diferencias tácticas, sino el ocaso de un ciclo histórico. Sin capacidad de sostener un proyecto autónomo, las presiones del oficialismo para que apoye a Jara se acrecientan. DC, ¿el fin de un ciclo histórico?.