ES JUSTO RECORDARLO POR SU VIDA COMPLETA
ES JUSTO RECORDARLO POR SU VIDA COMPLETA Fernando Wilson L.
Doctor en Historia Universidad Adolfo Ibáñez aentrado el siglo XXI, es Y difícil encontrar algo nuevo que mencionar de Arturo Prat sin caer, por un lado, en la repetitiva narración del Combate de Iquique o, por el otro, en la hagiografía de sus virtudes (reales) que lo hacían ya un oficial y ciudadano destacado mientras vivió y vistió el uniforme de oficial de Marina. Por lo mismo, quizás es más interesante destacar los aspectos de su vida "normal", que lo han convertido en objeto de análisis e interés hasta nuestros días. Y es que Arturo Prat era una persona normal, quizás demasiado normal, en cuanto a lo que se suponía debía de ser un ciudadano chileno. Una vida de clase media, que se ve amenazada por la muerte del padre, pero que se reorienta cuando un tío materno obtiene para él una beca en la recién reinaugurada Escuela Naval en Valparaíso. Unos estudios en un inicio desordenados por una infancia típica, que luego se enrielan en una carrera brillante que culmina con premios al mérito por su primer lugar de egreso; "Primera Antiguedad", en parlancia naval.
Un destacado servicio ya desde oficial subalterno, donde demostró particularmente un valor frío, cerebral, desde que se compromete en el control del incendio del pontón Infernal, hasta varios episodios durante la Guerra contra España entre 1865-66.
Despues de eso, y su matrimonio, una destacada función como instructor en la Escuela Naval, donde enseñará nada menos que Táctica, y traducirá del inglés una serie de manuales que se volverán los textos canónicos de dicha disciplina no sólo en nuestra Marina sino que en varias de la costa del Pacífico.
Finalmente, una brillante carrera embarcado, donde deberá sufrir la pena inmensa de la muerte de su hija mayor desde la distancia, a la vez que se dedicará a estudiar Derecho, para lo que se esperaba sería una fase como oficial en la Comandancia General de Marina, que como se combinaba físicamente con la Intendencia de Valparaíso, requería de marinos letrados para poder desempeñar las funciones de administración y mando de una fuerza que crecía y se complejizaba ante los desafios internacionales que Chile enfrentaba.
No fue raro, por tanto, que cuando el Presidente Aníbal Pinto pidió al Intendente de Valparaíso y Comandante General de Marina, Euologio Altamirano, que le recomendara un oficial de la mayor confianza y criterio para una misión secreta en el Río de la Plata, no dudara un momento en recomendar a Prat, quien la desarrollaría de forma brillante no solo en su cometido, sino en la rendición de gastos, incluyendo la devolución de los viáticos no gastados. Lo que viene después, hasta su muerte gloriosa, solo confirma que Prat había hecho carne lo que el Chile republicano del siglo XIX esperaba de sus ciudadanos.
Una persona ilustrada, honesta a carta cabal, profesionalmente brillante y que, ante un desafío enorme e inesperado, donde tenía todo para perder, como un futuro que se anunciaba brillante, una familia hermosa y el respeto de todos, no dudó en asumir la responsabilidad del mando y, cumpliendo las mismas tácticas que había traducido una década antes, lanzarse al abordaje y a su muerte heroica. Es esta situación la que hace a Prat uno de los héroes más queridos y queribles de nuestro panteón republicano, una imagen en la que todos nos podemos reconocer. Es una imagen nacional tan cotidiana, que tuvo que ser un norteamericano, William Sater, quien lo calificara de verdadero "santo secular"; una imagen heroica que le hace bien al país.
Es por eso que nos parece tan relevante y valioso que, de todas las ciudades de Chile, sea Valparaíso, donde él formó su hogar y donde vivieron generaciones de sus descendientes, la que albergue su tumba en una cripta que se encuentra rodeada no solo de sus compañeros de armas y sacrificio, sino que de los símbolos de la República y del país por el que el ofreció su vida.
Es justo, así, recordarlo no tanto por su acto heroico final, sino por una vida completa, que se desempeñó de una forma en que nuestra República esperaría que todos pudiéramos considerar "normal". Led Led ES JUSTO RECORDARLO POR SU VIDA COMPLETA.