Cuatricentenaria red de fuertes del Biobío entra en fase de restauración
IÑIGO DÍAZ l Laño clave es 1598 y el lugar se denominaba Curalaba, una zona próxima al río Lumaco, a unos 25 kilómetros al sur de la ciudad de Angol. Allí, el 23 de diciembre, las fuerzas mapuches arrasaron con la columna militar española, asesinando al gobernador de Chile, Martín García Óñez de Loyola. Ello no solo movió los emplazamientos de la Conquista hacia el norte, sino que obligó a la Corona a replantear su sistema de defensa. “La batalla de Curalaba fue un hito determinante en la historia. Se destruyeron siete ciudades españolas que estaban al sur del Biobío. Y dependiendo de la perspectiva de quien ve ese alzamiento, se trata de la victoria de Curalaba o del desastre de Curalaba”, dice Luis Eduardo Toloza, parte del equipo académico de la U.
Católica que elaboró la investigación “Levantamiento, visualización y difusión del Sistema de Fortificaciones del Biobío”. El estudio sobre 14 fuertes desembocó en una exposición itinerante que acaba de cerrar en Santiago y desde fines de julio estará en Concepción. “Después de Curalaba, se encomendó al militar Alonso de Ribera diseñar una red de fortificaciones sobre el río para consolidar una frontera natural de defensa. Se llegaron a levantar unas 100 desde el 1600, según indica el padre Gabriel Guarda, que ha estudiado en profundidad las fortificaciones”, agrega Toloza.
A cuatro siglos del levantamiento de esa línea de fuertes llamada “raya del Biobío”, al menos cuatro de estos puntos estratégicos están en la carpeta de restauraciones patrimoniales que ya ha iniciado el Ministerio de Obras Públicas (MOP). Se trata de fuertes emplazados en la ribera y junto a la desembocadura del Biobío.
Santa Juana de Guadalcázar, Nacimiento y La Planchada de Penco son los primeros en la lista, que seguirá con otros casos, como el fuerte El Morro de Talcahuano y que llegaría incluso hasta los torreones de Valdivia. “Lo que define la naturaleza de estos emplazamientos, es que se trata de museos de sitio. Su valor está en la ubicación que poseen respecto de su propia historia, Y, por lo general, lo que vemos de los fuertes coloniales son vestigios de lo que allí hubo. Realizar restauraciones de ruinas es tan complejo como una obra en un edificio existente”, orienta Raúl Irarrázabal, director de Arquitectura del MOP. CENTROS DE INTERPRETACIÓN La mayoría de las veces, los fuertes han do a ser parte de los centros urbanos de las localidades. El de Penco, por ejemplo, se ubica sobre la playa, a un costado de la línea del ferrocarril y la costanera. Es un muro de piedra de unos 4 metros de altura y 50 de largo. Y aún se puede apreciar el escudo de piedra en su frente, con la corona de Castilla y León enmarcada por las columnas de Hércules. “Lamentablemente presentaba muchos grafitis, puesto que se encontraba muy a la deriva. Es difícil leer que ahí está un monumento histórico”, dice Irarrázabal.
Mientras que Santa Juana está desplegado entre seis muros de cinco mo una explanada, cuya área equivale a la de una cancha de fútbol, donde además subsisten restos de las fundaciones de distintas construcciones; el fuerte de Nacimiento corresponde a la plaza de la ciudad: esta fue creada a partir de los muros originales de la fortificación de casi tres metros de altura. “Son de albañilería, con salientes para los cañones y torretas. Se dañaron con el terremoto de 2010, por lo que allí realizaremos una consolidación estructural.
También se efectuarán, en todos los fuertes, trabajos de retiro de elementos disonantes y ajenos, junto con la limpieza y conservación preventiva para que las ruinas que queden no se sigan deteriorando en cada fuerte”, señala Irarrázabal. “Uno de los aspectos innovadores de la restauración son los centros de interpretación, ubicados a una distancia de prudente lejanía de los sitios. Algunos tendrán museografía y recorridos interiores con señaléticas especiales”, agrega. Las primeras obras se iniciarán en Santa Juana de Guadalcázar durante septiembre, con una inversión de más de $2.100 millones, financiados por el Gobierno Regional y la Subdere. Penco y Nacimiento se encuentran cerrando sus consultorías de diseño, primeros pasos para una nueva restauración de la raya del Biobío, con costos de $1.500 millones cada uno.