Autor: MARÍA CRISTINA JURADO.
Claudio Orrego "EL QUIEBRE ME FORZÓ A MIRARME CON MIS LUCES Y SOMBRAS"
Gobernador de la Región Metropolitana con el 52,71 % de los votos, separado de su mujer de 27 años en 2018 y político desde la cuna, aquí se sincera. Con visión renovada y enamorado de una cantante once años menor, evalúa sus aprendizajes, dolores y errores. Este es el Orrego 2.0 que los costalazos construyeron. E separé después de 27 años de matrimonio, un quiebre muy importante. Y uno se mira hacia adentro, mira las luces y las sombras de uno mismo. Me reconecté en ese tiempo con el niño que fui y, de alguna manera, decidí paralizar. Volví a tomar la guitarra, me puse la mochila de nuevo en la espalda y salí a subir montañas y a hacer trekking, hice el Camino de Santiago, corrí una maratón.
Hice muchas cosas que tenía ganas de hacer y que este deber ser, de volcarlo todo hacia afuera, hacia el servicio público, me había limitado en lo personal Y siento que, entre los quiebres que tuve, los dolores que uno sintió y que causó, mi reencuentro con los amigos, la familia, los afectos, fue muy bueno. Me reencontré conmigo mismo.
Cuatro libreros de madera oscura ordenan el que dice es su único tesoro en esta nueva casa: sus libros, entre los cuales están los de su padre e intelectual del PDC, Claudio Orrego Vicuña, y las obras completas de su tatarabuelo, Benjamín Vicuña Mackenna. Un departamento iluminado en un edificio de 1974 que arrendó y en el que el flamante gobernador de la Región Metropolitana, elegido en segunda “(La separación) Fue triste, muy triste. Y fue un espacio donde uno se dio cuenta de que uno sufrió dolores y dolores”. vuelta en junio, político por vocación y abogado, construye hoy su nueva vida a sus casi 55 años.
Junto a los libros hay otros signos que dan cuenta de sus días: un collage de fotos en madera de su viaje a Santiago de Compostela, donde —confesará más tarde— lloró al volver a sentirse libre y pleno. El camino lo hizo junto a su nueva polola, Teresa Larraín Tagle, una viuda once años menor, cantante de temas espirituales, con quien está desde hace dos. A su casa en Colina parte cada fin de semana para cimentar una relación sentimental que lo tiene feliz.
No por eso descuida a sus cuatro hijos entre los 29 y 16, a quienes tuvo con su exmujer de 27 años, de la que se separó en 2018 en medio de una crisis y de la cual acaba de divorciarse. Una crisis que lo desconcertó, le dolió y, con esfuerzo, dejó atrás. Claudio Orrego Larraín es hoy, dice, un hombre cambiado. —Para mí, la separación ha sido dolorosa en muchas dimensiones, pero he salido como un destilado que es mejor. Por supuesto que aún tengo mil cosas por trabajar porque esto es una conquista permanente, sobre todo porque mi personalidad es muy hacia afuera, muy de hacer.
Y mi equilibrio está en el no hacer, en el estar. —¿ Se pegó un madurón a los 502 —Yo siempre pensé, durante muchos años, que yo lo que más quería era tener energía, trabajar mucho; presumía de dormir poco, de ser el primero en llegar a la oficina e irme el último. Hoy mi aspiración no es esa, sino la de ser más sabio. Es estar más equilibrado, ser mejor persona. Por primera vez en mi vida, he entendido que invertir en mí es también una manera de servir bien a los demás. Si bien nunca me apegué demasiado al poder, porque he ganado y he perdido, he ascendido y he caído, y esas cosas te forjan el carácter, este tiempo fue un tiempo importante. Ese cambio estuvo conectado con su proceso de separación? —(Lo piensa). Está súper difícil. Yo diría que es un quiebre. Es un quiebre con lo que uno aspiraba a ser, con lo que uno quería ser ante los demás y ante sí mismo.
Un quiebre como ese para alguien con mi historia, con mi visión del matrimonio —aunque quizás soy menos católico ahora respecto al rito religioso y tengo una visión más amplia—, claramente, el quiebre me forzó a mirarme a mí con mis luces y sombras. Y me forzó a tratar de reconstruirme desde mi ser, de verdad. Eso no lo podría haber hecho estando en un cargo. Tenía que estar alejado de las luces, de los micrófonos, de responsabilidades, ya me había ido de la Intendencia. En ese tiempo estuve haciendo consultorías y me fui un semestre a hacer clases a Estados Unidos con uno de mis hijos. Fue muy bonito. —ó Se fue con los sacerdotes de Holy Cross? —Sí. Y fue una experiencia bien fuerte. De pasar de ser un padre que hacía las cosas formales en la casa, a ser mamá y papá 24/7. Fue un aprendizaje. Estoy súper agradecido de estos tiempos, incluso de los dolores —que obviamente no deseo a nadie—, porque creo que he crecido.
Su separación de Francisca Morales, quien fue su polola desde el Saint George's —donde alguna vez él fue elegido Best Georgean—, le dio vuelta el tablero y lo volvió introspectivo. —Creo que soy mejor persona, juzgo menos. Soy más Arriba, junto a su padre, Claudio; su mamá, Valentina, y sus hermanas. Sus años estudiantiles en el Saint George's y la UC. “Entendí que para hacer bien la pega en lo público, hay que tomar litros de café con tus adversarios, con los que te quieren joder, con tus aliados”. misericordioso con los demás y conmigo mismo. De verdad me importan los afectos y trato de demostrarlo con agenda, no solo con declaraciones. Valoro el descansar, que yo antes miraba con desprecio. Sigo con pasión, me brillan los ojos, me entusiasman las cosas, pero la gente que ha trabajado conmigo antes y volvió a trabajar conmigo dice que soy distinto. El cambio, remarca, se traduce en cosas palpables. Ya no siente culpa cuando se viene temprano de la pega si lo espera alguno de sus hijos. Ha pedido partir sus reuniones más tarde para hacer deporte: a su oficina en Bandera se va en bicicleta o corriendo, casi siete kilómetros. En su campaña para gobernador de la RM nunca dejó de hacer actividad física ni meditar. “¡Jamás en mi vida lo hubiera hecho antes! ¡La campaña era la campaña!”. —Fue elegido Best Georgean, presidente de curso, del Centro de Alumnos, de la FEUC. El liderazgo le ha sido muy importante. ¿Crió igual a sus hijos? —Yo le agradezco mucho a mi madre, quien nos crió al fallecer mi padre, que nos haya dejado ser. Una hermana es secretaria, otra es emprendedora de cocina, y la tercera, coach ontológico en el sur. Somos súper aclanados y orgullosos, no conocerás a nadie que hable mejor de sus hermanos que nosotros cuatro. Y la gracia de mi madre es que quería que fuéramos felices, Y yo crié a mis hijos para que cada uno fuera lo que es. Tengo uno sociólogo, que está sacando en Escocia un máster en Psicología; otro ingeniero informático, otro es entrenador de fútbol y el chico no tengo idea lo que va a hacer. Todos saben que, en lo que quieran, van a tener nuestro apoyo.
Con el mayor tengo más conversas de lo público, pero él no tiene vocación política. —¿ Fue su intensidad personal y cómo se tomaba la política los responsables de su separación? —Cuando se produce un quiebre, siempre hay dolor. Mi intensidad dificulta no solo una relación de pareja, sino los vínculos personales con todos, porque uno vive muy hacia afuera. Esta versión 2.0 mía es más equilibrada, tiene más de vida interna y vida externa, tiene más vínculos afectivos. Yo antes era muy volcado hacia afuera y descuidaba todos mis vínculos afectivos, no solo los de pareja. —¿ Era consciente de eso? —No mucho. Siempre creí que me iba a morir muy joven, eso me lo explicó un psicólogo. Cuando tú eres niño y tu padre muere joven, inconscientemente lo crees. El año que yo cumplí 42 fue muy difícil porque creía que iba a morir. Inconscientemente había vivido corriendo por eso, algo de eso había en mi intensidad. Me he dedicado a estudiar los rasgos de mi personalidad, soy eneatipo 3 en el Eneagrama. Y los 3 tenemos algo muy doloroso: creemos que valemos en cuanto hacemos. Y eso es súper duro, porque si paras, no vales. Es bien triste, porque ¿ cómo te sientes querido sin ningún logro? Yo tuve que aprender a quererme, volver a tocar guitarra y subir la montaña. Se explaya sobre sus últimos años. —Fue muy bonito. Cuando subimos con la Tere el Camino de Santiago yo lloré, como cuando subí el Plomo. Porque toda mi vida fui de mochila, yo fui scout. Y entré a la universidad iy chao! Dejé todo por la política, y esa parte mía quedó atrás. Ahora me reconecté con cosas que me gustaban, me reconcilié con quererme un poco a mí y pasarlo bien. Un cambio que venía desde antes de su separación. “Pero, claro, ese fue un golpe que lo aceleró. Y fue una mezcla porque también salí del Gobierno después de cuatro años intensos, en los que yo creía que cualquier mes me sacaban. Nunca había vivido tan en peligro como en la Intendencia: nunca desempaqué mis libros, nunca”. Un amigo le hizo un estudio histórico y le recomendó que no aceptara ser intendente. “Los intendentes en Santiago duraron un año cuatro meses en promedio, en los últimos cien años. Estuve esos cuatro años en la punta de los pies”. —Y con esa intensidad tremenda, ¿cómo fue separarse?—Fue triste, muy triste. Mucha tristeza. Y fue un espacio donde uno se dio cuenta de que uno sufrió dolores y causó dolores. Inevitablemente, cuando uno ha estado con alguien 33 años de una vida, es un tema súper difícil.
Porque no solo hay un afecto genuino por la otra persona con la que se ha compartido la vida, sino que además está el sueño que tenemos cuando nos casamos, que esto será para toda la vida. Y que no importa cuántos defectos tú tengas y cuántos La bicicleta y el trekking son sus aficiones.
Aquí, con sus hijos y junto a su polola Teresa Larraín, problemas haya en esa pareja, siempre se van a poder superar. ¡ Hasta que de repente se hace insuperable, nomás! Los ojos le brillan. —Después de un tiempo, hay paz. Había que asumir que había algo que ya simplemente no estaba y que todos los problemas tenían que ver con eso. Pero todo eso se reconoce después, no viene en el momento. ANIMAL POLÍTICO Con vocación política desde la adolescencia, Claudio Orrego —un tipo cercano y de discurso ágil— casi no ha trabajado en el ámbito privado.
Alguna vez tuvo una vicepresidencia en Sonda, que dejó por el estremecimiento que le produjeron las muertes del sacerdote Gerardo Whelan y Jaime Castillo Velasco en una misma semana en 2003. —Fui a los dos funerales y me di cuenta de que ellos habían muerto con lo puesto y rodeados de afecto. ¡Y yo estaba en Sonda ganando plata! A la semana siguiente le renuncié a Navarro. Porque “de nada sirve vivir si no sabes para qué”, como nos dijo mi papá a mí y a mis hermanas. Tú puedes ganar plata y si tu alma y tus ojos no brillan, ¿de qué sirve? Después postulé a alcalde. El episodio le abrió los ojos. Orrego enfatiza: —A mí se me va la vida en lo que hago. (... ) Es la pasión intrínseca de entender la política como un servicio a los demás. Mi viejo también era un político de vocación, es cosa de leer el testamento de él a nosotros, es una belleza. Yo siempre digo, cuando me invitan a dar charlas, que si puedo hacer un regalo en la vida es que los jóvenes descubran su vocación. —No todos tienen vocación, ¿no? —Creo que sí. Puede que no todos puedan trabajar en su vocación, yo soy privilegiado. Pero todos la tenemos y cuando se encuentra es como sembrar una bellota en un terreno fértil. Descubrí mi vocación temprano, en primero medio; fue en esas colonias urbanas en poblaciones que yo sentí que la vida se me iba en servir a los demás. Primero fue lo estudiantil, después los derechos humanos y por ahí dudé si no tenía vocación religiosa. Y al final fue la política. Una política rara, porque no soy un animal de partido. Dice que se recarga en terreno y se desgasta en lo partidario. “Nunca he compartido el chauvinismo del partido. No espero nada, encuentro que todos los partidos son bien pencas, la verdad. Tu mirái p'al lado y ves cómo se pelean los de aquí, los de allá.
Hay corruptos aquí, hay corruptos allá, Es un instrumento y lo que importa es qué haces tú con él una vez que llegas al cargo de alcalde, gobernador o ministro. ¡Ahí se juega tu vocación política! ”, —“Uno sabe de qué está hecho cuando te va mal”, dijo. ¿Cuáles siente como sus grandes derrotas? ¿ Qué aprendió de ellas? —Para un político como yo, de tomo y lomo, las derrotas electorales son duras.
Perdí una candidatura a presidente del Centro de Alumnos de Derecho, otra a Consejero SupeEn su última elección: “Había dado todo lo que podía, era súper difícil ganar porque era como un tsunami cultural y político el que estábamos enfrentando”, dice. “Durante años, lo que más quería era tener energía, trabajar mucho, presumía de dormir poco. Hoy mi aspiración es ser más sabio”. rior, una candidatura a alcalde en 1996, una primaria presidencial. La de alcalde y la primaria presidencial en 2013 fueron duras. También cuando me sacaron de biministro, eso me dolió. Pero cuando uno mira hacia atrás en la vida, uno ve que aprendió mucho.
Yo todavía recuerdo que se hablaba (de mí) como de la promesa de la DC, la gente te empieza a decir cosas que uno se las empieza a creer. ¡Y de repente viene el huaracazo! Porque una derrota electoral o una salida del gabinete te recuerdan que al final ¡ el poder siempre es prestado! Y lo que queda es la esencia de uno y tus relaciones fundamentales: las amistades, los afectos. Todo lo demás pasa. Tiene aprendizajes marcadores. —Hacer política es necesario para hacer la pega en lo público, no es pura gestión.
Cuando me sacaron de biministro, entendí que para hacer bien la pega en lo público, hay que tomar litros de litros de litros de café con tus adversarios, con los que te quieren joder, con tus aliados. Porque están los pasillos del poder, los complots, está el gallo que te quiere joder. Y hay que construir alianzas, —Se podría pensar que a usted lo criaron para ser Presidente de Chile. Su padre fue un intelectual brillante que murió a los 42. Su tatarabuelo, Benjamín Vicuña Mackenna. ¿Esta familia ha sido un peso o una catapulta?—Una inspiración, admiro mucho a mi viejo y a don Benjamín. Pero esa afirmación no la comparto: no hay nadie menos político que mi mamá, no habla ni entiende de política. Y cuando fue secretaria privada del Presidente Aylwin nadie le sacó nada más que ella trabajaba en el centro.
Mi papá murió cuando yo tenía 15 años y alcancé a tener una sola conversa con él de algo que uno pudiera llamar “político”. Yo venía llegando de colonias urbanas en Conchalí y Renca, era 1982. Un año de mierda en que murió un primo, mataron a Tucapel Jiménez, murió el Presidente Frei y mi papá. Yo le decía que por qué teníamos tanto: habíamos cambiado la citroneta por otro auto. Y él me habló de que casi había sido cura y que seguía a Mahatma Gandhi y a Luther King. Esa fue la única conversación con él de algo que no fuera cosas de niño. Que alguien me haya formado para ser algo es un mito. Mi mamá solo ha sufrido con mi carrera política, ninguna de mis hermanas se dedica a la política.
Y cuando me fui a vivir a una población a los 21 años, ¡olvídate la cruz que me hicieron todos mis parientes! Le ha sido difícil sustraerse a lo que ha escuchado sobre él toda su vida. —Me pesó siempre esta imagen de “estrella naciente”, porque es muy difícil ser absolutamente inmune a lo que todo el mundo dice de ti. Y uno empieza a creérsela.
Cuando salí de biministro, recuerdo un artículo en “El Mercurio” tres semanas antes de que se evaluara al gabinete: “Lo mejor del gabinete”, y éramos Insulza, Alvear y yo. ¡Y paf!”. (. ) Ahí pasé de tener dos choferes, auto y todo el boato, a tener que buscar pega.
Hacía dedo todos los días porque el auto lo ocupaba mi señora y en Huechuraba no teníamos locomoción. (... ) Ese momento de comer tierra fue súper bueno para mí. —¿ Cuál ha sido su gran proyecto en la vida? ¿ Quiere ser Presidente de Chile? —(Se ríe). Mi mejor amigo murió hace dos años, corriendo la Maratón de Santiago, tenía 52.
Mi Whats App dice: “Vivir cada día como si fuera el último”, y hoy le agregaría “y que la muerte te pille haciendo lo que más te gusta”. Mi gran proyecto hoy es vivir plenamente cada día de lo que me quede de vida. Si me preguntas ¿ tú tienes la obsesión de ser Presidente de Chile? No. Hoy día no está en mis planes. Yo lo pasé mal en la campaña presidencial porque conocí la traición y la agresión de los cercanos. (... ) No fue porque perdí, he ganado y perdido muchas veces. Yo podría haber perdido la Gobernación, lo raro era que ganara, y lo logramos. Y estaba preparado para perder, tenía el discurso listo, y yo, contra todo mi equipo, iba a ir a saludar personalmente a Karina Oliva. Habla de la contienda por la Gobernación de la RM. —En esta última elección pocas veces en mi vida he estado más en paz. Y sabía que podía ganar o perder, tenía un discurso para ganar y otro para perder. Y ese día, el del recuento, cuando partimos 20 puntos atrás, yo estaba un poquito zen, quizás porque ahora estoy meditando. Había dado todo lo que podía, era súper difícil ganar porque era como un tsunami cultural y político el que estábamos enfrentando. Pero estaba en paz, no me iba a morir, estaba sin ansiedad. —Se dice que la Gobernación es un gran título con mínimas atribuciones. —Las personas hacen los cargos. Este es un proceso que parte y esto solo va a cambiar. (... ) La gente cree que el intendente tiene más atribuciones de las que tiene. El gobierno regional autónomo va a tener un liderazgo que yo ya estoy viendo. Manejo hoy 140 mil millones de pesos junto al Consejo Regional. Es un presupuesto modesto para una región como esta, equivale solo al 10% de lo que se invierte en ella. Mi apuesta es multiplicar eso por cinco, en alianza con ministerios y con el mundo privado. Lo dije en la campaña: yo aquí no voy a llegar a llorar por lo que no tengo, voy a luchar para conseguirlo. Se queda en silencio.
Después dice: —Me toca este cargo que es súper difícil, en un momento súper difícil de Chile, y yo digo: la única manera de ser un buen capitán es estar sereno en medio de la tormenta, no perder el rumbo de hacia dónde vamos, y saber que esto no lo puede hacer una persona sola, depende de una tripulación entera. Esas son hoy mis coordenadas básicas. MH