Autor: Jorge Valderrama Gutiérrez
El teatro suspirando por la Alameda
El teatro suspirando por la Alameda 3 agosto 2025 16 DIARIO TALCA Rodrigo Contreras Vergara i pudiera, porque sé perfectamente que no puedo, levantaria con mis manos el teatro y Siciliano con la. no me malentiendan, no es que no reconozca los conciertos, los artistas, la música, el teatro, la ópera, el ballet, hasta las cuentas públicas, pero es que mi sentido común, el más común de los sentidos, me dice que otra cosa sería salir del teatro y toparse con el rio verde y dejarse llevar, aún borracho, por la corriente. ¿No sería bonito? La Alameda sería un gran escenario, un palco más, un foso por donde sube la música, un puente. Pero no. Es lo que hay, que no es poco. Es mucho.
Desde la añosa aristocracia que miraba a Europa, a Londres, a París, suspirando por una cultura que la ciudad del trueno ni siquiera soñaba, hasta los gestores, políticos y sociales, que lograron resucitarlo, el teatro ha llegado a nuestros días convertido en un hito cultural y artístico. En mi vida he ido a dos conciertos. El primero fue en Antofagasta en mi época universitaria. Silvio Rodríguez llegó con su guitarra al Estadio Regional en la Avenida Angamos. Se llenó el sector pacífico de jóvenes seguidores, la mayoría, de la nueva trova. Yo había descubierto a un Silvio descafeinado en los especiales de la radio Sol Fm. Quiero decir un Silvio sin el discurso político, solo sus melodías venenosas. El segundo concierto fue en el Teatro Regional del Maule. Fui a escuchar a Calamaro. No estaba lleno. Había ambiente, pero como que no terminaba de cerrar. El "Salmón" en lo suyo, cantando con su voz rasposa, con su actitud indiferente que solo modificó cuando subió la rubia a bailar. Pero ni mucho. Lanzó unos pitos. No se sacó el cintillo ni los anteojos. Toreo a un par de chicas. Calamaro en esencia. El teatro en modo concierto, semi oscuro, resoplando. Una chica que estaba en la butaca de al lado se escabullo a la segunda canción a los asientos de primera fila. Calamaro se fue como llegó, sin grandes luces. Quedé con gusto a poco. Después o antes, como parte del reporteo, asistí a otros conciertos. Pero eso ya es otra cosa. No es lo mismo. Es pega. Como la pega de los que trabajan en el teatro y todos los que se han subido a bailar, a cantar, a tocar, a jugar a ser únicos, al menos por unos minutos. El teatro no se ha enterado de nada. Los fantasmas quizás. Porque hay fantasmas recorriendo entre bambalinas. Después que se apagan las luces y el silencio se apodera de cada rincón, de cada butaca, de cada centímetro del escenario, se puede escuchar el murmullo de Sara Bernhardt quejándose de los chilenos. Se puede ver bailar a la Pavlova. El teatro no es solo el edificio, las escaleras que dan a la 1 Oriente, el escenario, la platea. El teatro son los recuerdos y los sonidos y las imágenes y los fantasmas escapandose a la Alameda.
Teatro Municipal Tras un fallido intento de parte de la Municipalidad para construir un teatro en 1861, las posteriores gestiones y liderazgo del intendente Ursicinio Opazo Silva lograron que se efectuara una recolección de dinero para hacer realidad dicho anhelo. De esa manera, utilizando planos del Teatro de Quillota, el arquitecto Ricardo Brown comenzó a levantar una infraestructura de cal y ladrillo, hasta finiquitarla completamente en 1874. En ese contexto, las autoridades y la ciudadanía toda se prepararon para inaugurar solemnemente el flamante Teatro Municipal de Talca el 15 de agosto de ese año. Tal efervescencia era legítima, considerando que era el tercero que existía en el país (los otros estaban en Santiago y Quillota), y su suntuosidad era magnífica.
Baste señalar que en el centro del hall (platea), don Santiago Longhton hizo instalar una lujosa lámpara de gas que poseía ciento treinta y tres luces de fino cristal, al estilo de la Ópera de París; se colocaron espléndidas aposentadurías adquiridas en Europa; tenía capacidad para 700 personas solo en los palcos, 400 en platea y 700 en galería, es decir: para 1.800 espectadores (más que el actual Teatro Regional), que la noche inaugural fueron colmadas. El lujo de los asistentes en sus vestimentas y accesorios, los llamativos peinados, así como las conversaciones y comentarios en sus pasillos, fueron parte del glamour de la época. Ese día, Talca se vació a la calle. La Intendencia y la Municipalidad tenían su palco a la manera francesa: a ambos lados del escenario.
Invitado de honor fue don Benjamín Vicuña Mackenna, en representación del Gobierno -entregó pergaminos y medallas recordatorias-, ocasión en que se presentó la obra "Conquista de Madrid", iniciándose una temporada de estrenos que duraría hasta el 4 de octubre de 1874. Posteriormente se harían presentes la Compañía de Dramas y Comedias de Velasco y la famosa Compañía Pantanelli. En sus tablas se lucirian la actriz dramática francesa Sara Bernhardt, en 1886; la incomparable Ana Pavlova en 1918 y la española Marcelina Cuarenta y un sinnúmero de personajes célebres. Con el paso del tiempo sufrió los estertores de los terremotos de 1906,1928, 1935 y otros, que lo dejaron muy deteriorado, quedando abandonado como cine de barrio, y dando su última función en 1963. Hasta que en 1969 fue completamente demolido. Actualmente, un muro que se encuentra entre el foso de la orquesta y la platea, atesora el único resabio del que otrora fue el grandioso Teatro Municipal talquino. A estas alturas puede que de lo mismo hacia dónde mira el teatro. Pero no puedo dejar de imaginar unas escaleras derramándose a la Alameda y fantasmas tendidos en el césped susurrando canciones. Fotografía del interior del Teatro Municipal en 1929. Archivo de Jorge Valderrama. TALCA EN EL TIEMPO, ESPACIOS con historia A estas alturas puede que de lo mismo hacia dónde mira el teatro. Pero no puedo dejar de imaginar unas escaleras derramándose a la Alameda y fantasmas tendidos en el césped susurrando canciones