Autor: Alejandro San Francisco
Allende y el MIR en Concepción. Diálogo revolucionario
La visita del Presidente a la universidad penquista evidenció la tensión entre las dos grandes tendencias vigentes durante los tres años de la UP.
Allende y el MIR El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) había nacido en 1965 como una alternativa de clara ruptura con la izquierda tradicional, parlamentaria como la llamaba críticamente a las dos fuerzas tradicionales: el Partido Comunista y el Partido Socialista. Desde un comienzo, el MIR proclamó en.
Su Declaración de Principios que rechazaba “la vía pacífica”, porque desarmaba políticamente al proletariado y resultaba inaplicable: “Reafirmamos el principio marxista-leninista de que el único camino para derrocar al régimen capitalista es la insurrección armada”. Adicionalmente, reclamaba que “las directivas burocráticas de los partidos tradicionales de la izquierda chilena defraudan las esperanzas de los trabajadores”, precisamente por optar por la vía pacífica (reproducida en Pedro Naranjo, Mauricio Ahumada, Mario Garcés y Julio Pinto, “Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile.
Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria”, MIR, Santiago, LOM/CEME, 2004). Por lo mismo, en 1970 no se sumaron a la candidatura de la Unidad Popular, y dejaron estampada su postura en un documento tan original como belicoso: “Elecciones, no; lucha armada único camino” (Imprenta Prensa Latinoamericana, 1969). Ahí sostenía que el deber de los revolucionarios era trabajar en la “agudización de la lucha de clases”, así como “empujar a las masas a la radicalización en métodos y objetivos”. Por otra parte, manifestaba que haría oposición activa a las elecciones. Sin embargo, durante el proceso el candidato Salvador Allende y el MIR acercaron posiciones y llegaron a un acuerdo. El líder socialista veía con preocupación que los asaltos bancarios —“expropiaciones” las llamaba el Movimiento— podían causar preocupación e influir negativamente en su campaña, por lo cual les pedía detener esas acciones.
En una reunión, los miristas respondieron que requerían de esos recursos para sus operaciones, y Miguel Enríquez ofreció apoyo para protecmadas dur: ante la campaña (en Andrés Pascal Allende, “Apuntes para la historia del MIR en Chile”, Punto Final, agosto-noviembre de 2000, y Mario Amorós, “Miguel Enríquez.
Un hombre en las estrellas”, Santiago, Ediciones B, 2014). Tras la victoria de la Unidad Popular y con la llegada de Allende a La Moneda, el MIR no cesó en su visión más extrema y fueron habituales sus desencuentros con el gobierno, especialmente con el Partido Comunista, con el que tuvo un enfrentamiento en Concepción incluso antes de terminar 1970: el resultado fue la muerte del joven mirista Arnoldo Ríos a manos de los comunistas, que podría haber terminado en un enfrentamiento mayor, de no mediar la intervención de la propia hija del Pre“sidente, Beatriz, conocida como Tati.
A esa ciudad llegó precisamente Salvador Allende, ahora Presidente de la República, a fines de mayo de 1970, donde pronunció una conferencia titulada “El privilegio de estudiar”, clase magistral de inauguración del año ac Ficha de autor Profesor de la Universidad San Sebastián y la Pontificia Universidad Católica de Chile. Director de Formación del Instituto Res Publica. Director general de “Historia de Chile 1960-2010”, USS. démico en la Universidad de Concepción, dirigida por el rector Edgardo Enríquez, quien pronunció unas breves palabras, en el 52 aniversario de la prestigiosa casa de estudios. La universidad ya se había sumado al proceso revolucionario, en tanto el presidente de su federación de estudiantes (FEC) era un miembro del MIR, Nelson Gutiérrez.
Ya en 1967 se había producido el primer triunfo del Movimiento en la FEC, que llevó a Luciano Cruz a la cabeza de la organización, lo que permitía mostrar la creciente influencia de los jóvenes revolucionarios que ahora se reunían con Allende, en lo que la revista Punto Final denominó “Diálogo de revolucionarios” (N* 132,8 de junio de 1971). El discurso de Nelson Gutiérrez Nelson Gutiérrez, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC), pronunció en la ocasión un combativo discurso, de fuerte contenido doctrinal y contingente.
“Desgraciadamente se aprovechó de la ocasión —recordaría posteriormente el rector— y, faltando a su promesa hecha a mí la tarde anterior, se extendió demasiado y hasta cayó en críticas al Gobierno” (en Edgardo Enríquez, “En el nombre de una vida”, Tomo II, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 1994). Efectivamente, las palabras del dirigente estudiantil fueron provocadoras y expresamente buscaban representar una de las dos grandes tendencias vigentes durante los tres años de la Unidad Popular, que se podría denominar la línea “rupturista” —que encar: naban el MIR y la dirigencia del PS— que se enfrentaba la tendencia gradua lista, representada por el propio Allende y por el Partido Comunista (Julio Pinto, “Hacer la revolución en Chile”, en Julio Pinto, coordinador-editor, “Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular”, Santiago, LOM, 2005). Una de las divergencias principales radicaba en la posibilidad de utilizar la violencia para llevar adelante el cambio revolucionario.
Gutiérrez comenzó, en la parte inicial de sus palabras, reconociendo que “el movimiento popular chileno logra derrotar en el terreno electoral a la burguesía, un importante triunfo táctico que le abre nuevas perspectivas, que crea nuevas condiciones para el desarrollo de las luchas de las clases explotadas y de su avance hacia la toma del poder”. Por ello, tras los comicios del 4 de septiembre de 1970, las elecciones municipales del 4 de abril y el reciente mensaje presidencial del 21 de mayo de 1971, “la sociedad chilena se polariza en dos campos enemigos, en dos bloques cada vez más irreconciliables: por una parte las clases dominantes nacionales y extranjeras y sus órganos políticos, la DC, el PN, la DR, por otra, las clases populares, los obreros, los campesinos, la pequeña burguesía radicalizada y sus expresiones políticas y la izquierda tradicional”. Si bien valoraba controlar parte del aparato del Estado, el Poder Ejecutivo, consideraba que “la toma del poder político por una fuerza social revolucionaria, la alianza obrero-campesina, sólo es posible como consecuencia de que la lucha de clases llegue a su máximo enfrentamiento, por tanto al terreno del enfrentamiento armado”. Aquí radicaba un aspecto central del planteamiento de la izquierda revolucionaria y su discrepancia con la “vía chilena al socialismo”. Ajuicio del presidente de la FEC no existía “la posibilidad de una transición al socialismo pluripartidista, pluralista y democratizante”, ya que ello supondría “la existencia de una sociedad sin clases”. Esto llevaba a una conclusión clave: “El pasaje hacia el socialismo pasa por el enfrentamiento en su punto máximo entre la alianza obrero-campesina y las actuales clases dominantes, su derrota, la instauración de la dictadura del proletariado, la realización de la democracia proletaria que es democracia para la gran mayoría del pueblo y dictadura para una minoría”. En 1967 había comenzado la reforma universitaria en Chile y desde 1970 había evolucionado hacia una verdadera revolución en el plano de la educación superior.
Al respecto, Nelson Gutiérrez enfatizó la necesidad de “iniciar la segunda etapa del proceso de Reforma Universitaria, la etapa de la Universidad Militante, la etapa en que en el seno de la Universidad se tornan hegemónicos los intereses de la clase obrera y el campesinado”. El líder mirista se despidió con un cariñoso, “solidario y combativo” saludo de los estudiantes de Concepción para el “compañero Presidente”, agregando que se integraban a la lucha “hasta conquistar con usted, con el gobierno popular y con toda la izquierda, el poder político para la clase obrera y el campesinado chileno”. La respuesta de Allende El Presidente Salvador Allende, sin ser un teórico, era un conocedor del marxismo, como lo había manifestado en la famosa entrevista a Régis Debray a comienzos de 1971: había leído a Marx, a Lenin e incluso a Trotsky (reproducida en Punto Final, N* 126,16 de marzo de 1971). Por lo mismo, en su discurso de respuesta incorporó aspectos de la realidad nacional, así como también otros de naturaleza más ideológica.
Después de escuchar las palabras del presidente de la Federación de Estudiantes, el gobernante aseguró que “se requiere una actitud sociológica comprensiva muy clara para darse cuenta también que es obligación de los estudiantes que algo saben de teoría, distinguir entre la táctica y la estrategia”, así como enfatizó que era necesario “romper el sectarismo y no sentirse depositario implacable de la verdad”. La acusación de sectarismo era habitual en aquellos años, y afectaba especialmente a los miembros del MIR, acusados por sus adversarios ocasionales de la Unidad Popular.
En la ocasión Allende reivindicó su proyecto histórico, como ya había manifestado en su Mensaje ante el Congreso Pleno, del 21 de mayo de 1971: la segunda vía de transición al socialismo: “Es muy distinta la revolución que queremos hacer nosotros, sin costo social y de acuerdo a nuestra historia”, precisando que “la realidad histórica nos demuestra que aquí y en nuestro país, hemos utilizado un camino que nuestra realidad ha permitido que se emplee; y este camino ha sido la lucha dentro del sufragio”. Esto distinguía a la realidad chilena de“la heroica y dramáticamente pujante revolución cubana que yo conozco a fondo, porque he estado más de diez veces en Cuba y porque sí tengo derecho a decir que fui amigo del “Che” Guevara, soy amigo de Fidel Castro, lo cual no implica que separe y que distinga la realidad de Cuba”. A continuación contrastó su punto de vista con el de Nelson Gutiérrez, a quien calificó como “un joven honrado en sus planteamientos, aunque equivocado, a mi juicio, en gran parte de ella (sic), sino porque me interesa calificar muy claramente cuál es la actitud.
Yo no quiero que nadie preste apoyo a este Gobierno si no comparte la realidad de la táctica y el camino que nos hemos fijado”. En esta parte el gobernante recibió algunas pifias del público, pero rápidamente respondió que no se amilanaba ante ellas, porque tenía muchos años en la lucha social y política, como para sentirse intranquilo frente a un rechazo momentáneo. Incluso utilizó una cita de Lenin para desacreditar el izquierdismo que advertía en las palabras de su contertulio: ““El extremismo revolucionario es traición al socialismo... Silben a Lenin, no a mí... ”, exclamó Allende provocativamente. Antes de concluir, el Presidente realizó dos advertencias. La primera de ellas se dirigía a la izquierda revolucionaria: “Jamás he negado lo necesario, lo indispensable que es la participación activa de otras fuerzas revolucionarias que no están en la Unidad Popular.
Pero jamás he aceptado ni aceptaré que la conducción política de la Unidad Popular y del Gobierno la lleven otras fuerzas”. La segunda y más belicosa se dirigía al conjunto del país, y era una amenaza velada que se repetiría varias veces durante aquellos años: “si se rompe el dique de los cauces legales y si otra gente utiliza la contrarrevolución, y quiere usar la violencia reaccionaria, lo he dicho como candidato y lo he dicho como Presidente, utilizaremos la fuerza de la ley y si no hay tiempo para aplicarla, a la violencia reaccionaria opondremos la violencia revolucionaria”. Problemas de fondo Para entonces, el problema era mucho más profundo entre el MIR y la Unidad Popular, entre los líderes y militantes de la izquierda revolucionaria y el propio Salvador Allende. El MIR y el Movimiento Campesino Revolucionario (MCR) habían promovido las vías de hecho, habían realizado tomas de fundos en varias provincias y también algunas ocupaciones de industrias en Santiago. Todo ello generaba problemas entre las autoridades públicas y los miristas y campesinos, quienes sufrían los desalojos de parte de Carabineros. La discrepancia de fondo radicaba en definir cuál de las dos fuerzas de izquierda defendía efectivamente a los trabajadores.
El socialista Jaime Concha Lois, intendente de Santiago, expuso que no era patrimonio del MIR o de otros movimientos “la defensa, dirección y movilización de las fuerzas de trabajadores de la ciudad y del campo”. Como contrapartida, los dirigentes del Movimiento se manifestaban decepcionados por la orientación que había tomado el gobierno y no compartían que la fórmula oficialista condujera efectivamente al éxito de la revolución.
Como resumió Luciano Cruz en unas declaraciones, consideraba lamentable que la UP obstaculizara “las iniciativas populares”, comentando que el conglomerado de gobierno se comportaba como el perro del hortelano, pues no hacía ni dejaba hacer (“Las críticas de ultraizquierda”, Ercilla, N* 1872,2 al 8 de junio de 1971. La discusión —sobre la velocidad y los medios para hacer la revolución— continuaría durante todo el proceso de la Unidad Popular, y en ella el MIR seguiría desempeñando un papel decisivo. Era el debate, ahora en plural, sobre las vías chilenas al socialismo.
En el plano ideológico, serían particularmente interesantes las disputas contra el ultraizquierdismo de parte del Partido Comunista, a través de su revista Principios, y las posiciones adoptadas por Punto Final contra la vía chilena y sus limitaciones.