Autor: Por JAVIERA OJEDA M. Retrato: SERGIO ALFONSO LÓPEZ.
TESTIMONIAL: CRECI CON MI PAPA POR DECISIÓN DE MI MADRE
Cuando tenía diez años y mi hermana cuatro, nuestra madre aceptó que mi papá asumiera nuestro cuidado por razones económicas. Eso no significó que ella fuera una madre ausente. Aunque crecí pensando que mi historia era única, con los años encontré a otros niños y Jóvenes que pasaron por lo mismo. Una encuesta en 2018 arrojó que una de cada cínco madres no vive con sus hijos. Ecuerdo que era febrero del 2008. Veníamos viajando desde Copiapó hasta Santiago con mi hermana Martina y mi mamá. Habíamos pasado dos meses en esa ciudad, donde vive parte de mi familia materna. Sabíamos que al llegar al terminal San Borja estaría nuestro papá. Nos esperaba para llevarme con mi hermana a su casa. Antes de subirnos al bus, al iniciar un viaje de 12 horas, con mi hermana sabíamos que empezaríamos una nueva vida lejos de ella. Yo tenía diez años y mi hermana, cuatro. La despedida fue larga. Con Martina tomamos nuestras cosas y nos fuimos en el auto de mi papá por la Alameda. Faltaba poco para el mediodía.
Nuestro destino era una casa amarilla, de tres pisos y con una perrita labradora negra que se llamaba “Luli”. La casa recién construida de mi papá estaba en Ciudad Satélite en Maipú, en medio de un pasaje tranquilo con nombre de árbol. Mi hermana rápido se hizo amiga de una niña y un niño de casi su misma edad. Yo, en cambio, pensaba en mi mamá. Entonces yo no sabía que su destino era una pieza que arrendó en el centro de Santiago donde no conocía a nadie.
Muchos años más tarde, mi mamá nos contó que esa mañana lloró por horas en una banca del terminal. —El día que se fueron con el papá, me quedé todo el día sentada en una banca afuera del terminal de buses queriendo convencerme de que fue la mejor decisión. Que ustedes estarían bien. Fue muy duro —recuerda mi madre ahora 14 años después de esa despedida que se rompía cada fin de semana por medio cuando ella nos visitaba. Antes de irnos a vivir con él, la relación que teníamos con mi papá era lejana. Nos veíamos cada 15 días. Ahora esa rutina se invertía. Ahora era a mi mamá a quien veíamos fin de semana por medio. Mis papás se casaron en 1997, estuvieron juntos diez años. En 2004 se separaron. Mi papá nunca evadió sus respons: bilidades. Recuerdo que entonces me regaló un teléfono para poder comunicarme con él, Me llamaba para saber cómo estaba y también nos poníamos a cantar canciones. Hay una pregunta obvia en este punto de la historia: ¿ Por qué mi mamá decidió dejarnos al cuidado de mi papá? La respuesta: mi madre pasaba por una grave cri. Nómica e inestabilidad laboral. Eso significaba vivir con muy poco dinero. Mi papá, en cambio, tenía un trabajo estable y un sueldo que le permitía estar con nosotras, Además, tenía una casa nueva con una pieza para cada una. El acuerdo de mis padres no se realizó en tribunales. Fue un arreglo amistoso y solidario tras largas conversaciones. Los primeros años de vivir con nuestro papá fueron de aprendizaje de ambos lados. Pero con el tiempo se convirtió en una experiencia maravillosa. Mi papá siempre dice que todo lo que ha hecho por nosotras, aparte del amor, es porque es lo que le corresponde. Pero en esa época nos costaba encontrar respuestas. EcoUNA HISTORIA COMPARTIDA Mi historia no es única ni excepcional. Hay más madres que por el bienestar de sus hijos e hijas deciden dejarlos al cuidado del padre.
Según la encuesta Casen 2020, la mayor parte de los niños, niñas y adolescentes viven en hogares “Como sociedad es tan importante tener menos juicios respecto de la crianza y brindar más acom pañ amiento”. biparentales (47,6 %). Los hogares nucleares monoparentales son el 24,9 %. En ese porcentaje están los hogares como el mío. En igual porcentaje (13,7 %) están los hogares extensos monoparentales y extensos biparentales. Es decir, aquellos núcleos donde, aparte de la presencia de uno de los padres o ambos, también vive una persona pariente o no pariente. La Primera Radiografía de la Mamá en Chile, elaborada por GfK Adimark el año 2018 arrojó que una de cada cinco madres no vive con sus hijos.
La Ley de Garantías y Protección Integral de Derechos de la Niñez, publicada el 15 de marzo de 2022, establece el derecho a vivir en familia, preferentemente la de origen; y establece el deber del Estado de velar por la protección y consideración de la familia del niño, niña o adolescente, cualquiera sea su compos! La subsecretaria de la niñez, Rocío Faúndez, explica que el derecho a vivir en familia, entonces, no tiene que ver necesariamente con la presencia de uno o más progenitores, sino con tener un espacio vincular con quien o quienes ejercen el rol de cuidado y crianza. Que existe una variedad de composiciones posibles que no se agotan en la consanguinidad.
“Lo que sabemos hoy de desarrollo infantil, y teorías como la del apego, refuerzan este hecho: no es imprescindible para un desarrollo infantil convivir con los padres; ni con ambos, ni con uno de ellos”. La Ley 20.680 publicada en junio del 2013, con el objetivo de proteger la integridad del menor en caso de que sus padres vivan separados, iguala los derechos del padre y de la madre respecto a la tuición de los hijos en común. La normativa establece que si ambos padres están vivos, el cuidado personal de los hijos corresponde a los dos.
El cuidado estará basado en el principio de corresponsabilidad y dice que ambos padres, pese a estar separados, “participarán en forma activa, equitativa y permanente en la crianza y educación de sus hijos”. OTRAS HISTORIAS Cuando a mi hermana se le olvidaba un material que pedían en el colegio, los profesores le decían: “Dígale a su mamá que se los traiga”. Ahora converso con ella.
Martina ya tiene 17 años y me dice que se cuestionaba por qué asumir que debía ser una mamá la que debía hacerlo, En Maipú vivíamos con la pareja de mi papá de ese tiempo, pero no nos llevábamos bien: ella no entendía que nosotras éramos parte de la vida de él. Pero mi papá siempre respetó que mantuviéramos el vínculo con nuestra madre. Jamás nos alejó. En la casa de Maipú, mi mamá nunca cruzó la puerta del antejardín. Para los actos del colegio, mi mamá peinaba a mi hermana a través de la reja. A veces nuestra “tía Mary”, la señora que mi papá contrató para que nos cuidara durante el día, le ofrecía un vaso de jugo. Pero ella seguía al otro lado de la reja, en la vereda, separada de nosotras. En mi etapa preadolescente no conocí a ninguna otra familia de hijos viviendo con su papá. Cuando entré a la enseñanza media conocí a la primera persona: mi amiga Laura. Ella venía desde Colombia y llegó a Chile junto a su papá, madrastra y hermana. Laura no me miró raro ni con lástima. Para ella yo era afortunada: mi madre vivía cerca y podía verla cada 15 días. Su madre, en cambio, estaba en Colombia, Cuando entré a la universidad conocí a dos amigas más: Constanza y Francisca. Ellas tampoco vivían con su mamá. Francisca desde el año 2012 vivía con su papá, porque su mamá trabajaba en otro país. En ese entonces, Francisca tenía 13 años y tenía un hermano de 10. Const e fue a vivir con su papá por decisión propia cuando tenía 12 años. Su madre tiene trastorno del ánimo y entonces no estaba en tratamiento. Eso complicaba su relación. Había siones.
Por estabilidad, planteó a su familia irse a vivir, junto con su hermano, a donde su papá. —Mi mamá no es peor madre por no vivir con nosotros, Sé que es algo que a ella le dolió mucho, tener que dejar de vivir con nosotros, porque hay grandes expectativas de lo que significa ser madre y no todas las mujeres pueden cumplir con ellas de la misma manera —cuenta Constanza y luego agrega: —A mi mamá le costaba mucho por su propia salud mental. Yo sé que para ella esta decisión fue un acto de maternar, un acto de amor, estaba decidiendo lo que era mejor para nosotros. Al escuchar sus historias ya no me sentía sola ni rara. Las tres sabíamos que nuestras madres seguían siendo madres, solamente vivían fuera de la casa.
EL JUICIO Mi madre muchas veces habla de “maternidad culposa”. Dice que no estar físicamente con noso! mochila que no ha logrado soltar. —La culpa es una sombra y jamás se irá —me cuenta mi madre sentada en una banca del Parque Bustamante, y luego repite que no quiere fallarnos, porque siente que ya lo hizo. Ha sido una —Antes, porque me daba miedo que me necesitaran y yo no poder estar. Ahora es porque creo que ya no me están necesitando.
Para la psicóloga clínica Karin Insunza, diplomada en apego y mentalización en el ciclo vital y quien se ha especializado en atender mujeres con maternidades ambivalentes y arrepentidas, el hilo conductor de las mujeres está atravesado por la culpa, mucho más en las mujeres madres. —La autoimagen de una mujer que se convirtió en madre y que no vive con sus hijos o no está con sus hijos tiene mucho que ver con la suficiencia y se dicen a sí mismas: “No puedo, no puedo con esto”. Aparte de esta culpa interior, está la culpa social que te lo está diciendo constantemente. Cargar con la culpa no es fácil. Con el juicio social menos. Desde que empezó a vivir con su papá, Constanza, mi compañera de universidad, se enfrentó a juicios y cuestionamientos, tanto de sus amigos y papás de amigos como de su propia familia.
Encontraban muy raro que no viviera con su mamá y le preguntaban: ¿ Qué le pasó a tu mamá? ¿ Los abandonó? ¿ Está loca o enferma? ¿ Se fue con otra persona? —La maternidad puertas afuera se juzga. La maternidad es algo que se juzga muy fácilmente y frecuentemente scucho y pienso que buscar y decidir un mejor porvenir para los hijos es un acto de amor. Como hijas, entende- “Las veo cómo han crecido y no me arrepiento.
Tuvo un costo alto, muy alto para todas nosotras, pero sigo creyendo que fue lo mejor”. A mos que la maternidad no siempre se relaciona con la idea de ellas alejadas de la abnegación y de la mamá perfecta. EL VÍNCULO En el libro “El poder de la presencia. Cómo la presencia de los padres moldea el cerebro de los hijos y configura las personas que llegarán a ser”, los autores, el profesor de psiquiatría Daniel J.
Siegel y la psicoterapeuta infantil y juvenil Tina Payne Bryson, parten de la premisa de que no existe una forma de criar a los hijos libre de defect: Los expertos ofrecen un consejo: “Cuando no sepas bien cómo reaccionar ante tu hijo en una situación determinada, no te preocupes (... ) En lugar de preocuparte, o de tratar de alcanzar una perfección que sencillamente no existe, basta con que estés presente”. La psicóloga Karin Insunza explica que el apego es la construcción de un vínculo con una persona especial. —No tenemos apego con todas las personas. Tenemos apego con personas especiales, que es nuestro cuidador principal.
Karin Insunza agrega: —Si la mamá no es la cuidadora principal, pero está disponible, es sensible, tiene una respuesta incondicional y siempre da el mismo tipo de respuesta, podría generar un vínculo seguro, pese a no vivir con sus hijos.
Insunza dice que es importante entender el bienestar de la mujer mamá, pero también el bienestar de los Nunca se debe perder el foco y la responsabilidad que se tiene sobre cómo se forman, crían y crecen. Richard Warshak, profesor de psiquiatría en la Universidad de Texas en Dallas, publicó en 2016 un an: de la literatura científica relevante sobre la participación de los padres después de la separación.
Warshak establece que “(... ) igual que alentamos la crianza compartida en hogares de dos padres, la evidencia muestra que la crianza compartida (para padres que viven separados) debería ser la norma para los niños de todas las edades, incluso compartir el cuidado nocturno de niños muy pequeños”. MIRADA INSTITUCIONAL El estudio “Violencia contra la niñez y adolescencia en Chile (2021)” de Unicef reveló que en los hogares donde existe más de un cuidador, y estos no logran concordancia, se puede traducir en consecuencias negativas en la crianza, dada las contradicciones entre los adultos a cargo. La subsecretaria de la niñez, Rocío Faúndez, explica que los motivos por los que una niña, niño o adolescente no vive con sus padres son variados y complejos. Chile ha experimentado cambios sociodemográficos importantes en cuanto a las estructuras familiares. Faúndez explica que los hogares biparentales con hijos e hijas pasaron de ser 41,6 % a 28,8 % entre los años 2002 y 2017.
Cita el estudio “¿ Cómo ha cambiado la infancia en Chile en 25 años?”, del Centro Iberoamericano de Derechos del Niño, que dice que los hogares en que viven niñas o niños con cuidadoras mujeres pasaron de ser 21,7 % a 42,2 %. “Por eso, vivir o no con ambos padres no es una situación vulneradora, ni debe ser visto como un problema por sí mismo; por el contrario, concretamente, hoy en Chile vivir con ambos padres es la excepción y no la norma”, dice la subsecretaria.
La doctora en psicoterapia del Laboratorio de Desarrollo Infantil del Centro de Neurociencia Social y Cognitiva de la Universidad Adolfo Ibáñez, María Josefina Escobar, afirma que existe un enjuiciamiento social a las madres que no viven con sus hijos.
Esto, explica, se debe a que existe la creencia de que las mujeres son quienes “deben” estar a cargo del cuidado de los hijos e hijas. —Aún se sostiene que existe un instinto materno que nos hace ser a nosotras las expertas en estos temas, lo que no es real. Todas aprendemos a ser madres en la marcha, igual que los padres. Nadie nace con estas habilidades aseguradas —dice la académica, Un padre que no vive con sus hijos es enjuiciado menos.
Para la académica responde a que aún estamos lejos en esta sociedad de reconocer la paternidad activa como algo tan bueno como la maternidad activa. —Como sociedad, lo que esperamos de ellos es mucho menos que lo que esperamos de las madres. María Josefina Escobar afirma que las madres viven con una carga muy grande respecto a lo que esperan de ellas.
Si una madre no quiere o no puede vivir con sus hijos e hijas es probable que se vea afectada, o al menos cuestionada, su autoimagen y que la culpa opere sobre ella, —Por eso, creo que como sociedad es tan importante tener menos juicios respecto de la crianza y brindar más acompañamiento.
No sabemos la historia de cada familia y de cada mujer, lo que sí sabemos es que un niño o niña necesita para crecer y desarrollarse vínculos sanos, adultos capaces de verlos y responder a sus necesidades, y eso lo puede hacer tanto un hombre como una mujer. EL EQUILIBRIO Hoy mis padres se llevan muy bien, nos reunimos constantemente. Jamás hubiese pensado que eso sería posible. Mi papá ha recorrido un largo camino respecto a su paternidad, y quien era un papá proveedor se transformó en un padre cariñoso. Nos ha visto crecer y sé que admira, al igual que mi mamá, en quienes nos hemos convertido. —Papá, en ese entonces, ¿mi mamá tenía otra opción que dejarnos contigo? —le pregunté un día. Y mi papá, sin dudarlo ni un segundo, me dijo: —Tu mamá no tenía otra opción. Cuando ella me pidió si podían vivir conmigo yo se lo iba a ofrecer, Mi madre siempre creyó que vivir con mi papá sería solo un tiempo. No fue así. Ahora, mientras caminamos por el parque, me dice: —Las veo cómo han crecido y no me arrepiento, Tuvo un costo alto, muy alto para todas nosotras, pero sigo creyendo que fue lo