Autor: Rodrigo Contreras Vergara/Fotos: Archivo familiar Rodolfo Schmal
El cielo de Rodolfo Schmal
A fin de cuentas es el mismo cielo.
En Talca, donde vive; en Uruguay, donde nació; en Alemania, donde viven sus hijos; en España, a donde piensa ir a vivir junto a su otro Cielo, el que lo acompaña hace 50 años Omo los paltos que necesitan estar en pareja para crecer sanos, Rodolfo Schmal necesita de Cielo. El mismo cielo en Arica, Curicó, Talca, Uruguay, también en España y Alemania. Cielo es Cielo Cruzat, su esposa por 50 años, cumplidos el 11 de septiembre. Cielo lo acompaña y le susurra las palabras que Schmal no alcanza a oír. Juntos recorren el sitio que han sembrado camino a San Clemente, un terreno lleno de almendros, granados, damascos, olivos... paltos... plantas y flores. Un jardín que abraza fuerte, que no los quiere dejar partir. A los 73 años, jubilado, aunque no fanático, porque con tanto árbol y las columnas que lleva escribiendo por 40 años, no tiene tiempo para aburrirse. Si no fuera porque sus dos hijos viven en Alemania, la vida sería perfecta. Quieren estar cerca de Francisca Nicol y René Cristóbal, y de sus nietos. Dicen que la decisión está tomada, que tienen que definir algunos pequeños grandes detalles, cuestiones prácticas.
Pero cuando recorren el sitio y nombran los árboles, explican la maravilla de los granados floridos, relatan el cuento de la pata y sus patitos que no podían salir de la piscina y comentan de los 12 olivos, como los doce apóstoles, a los que Schmal conversa y santigua, uno duda. ¿Serán capaces de dejar el paraíso? Schmal dice que sí. Se siente, asegura, ciudadano del mundo. Se siente uruguayo, chileno y austriaco. Porque su historia son varias historias. “Las fronteras son artificios inventados por el hombre (... ) No comparto ningún nacionalismo, ninguna discriminación (... ) Somos seres humanos”. Su padre, René Ricardo, era austriaco. Su madre, Gerda, alemana. Se conocieron en Uruguay, país a donde él viajó huyendo de la Alemania nazi a fines de la década del 30 del siglo pasado. El padre tenía una marcada veta artística. Era pianista y compositor. En Uruguay abrió una galería de arte. Carismático, siempre se rodeó de belleza. Desarrolló una intensa agenda cultural en el país sudamericano. Hasta que, afectado por un edema pulmonar, fallece a los 62 años. Rodolfo Schmal tenía 12. Dos años después muere su madre. Atrás queda Uruguay, también Austria y Alemania, aunque, muchos años después, Schmal se encargaría de unir los puntos, las pistas, para descubrir los entresijos de su historia o sus historias. Como cuando le contaron que su padre había escrito un libro. O cuando visitó los campos de concentración donde murieron familiares en la Segunda Guerra Mundial. Un nuevo comienzo Llegar a Chile fue un nuevo comienzo, una oportunidad, pese a la separación de su hermano y a la muerte de sus padres. Acá se hizo profesional. Estudió ingeniería civil industrial. Aunque la historia pudo ser distinta. En el colegio su tío le preguntó qué quería estudiar. Y él, aficionado al fútbol y a la radio donde escuchaba los relatos floridos que luego comprobaría poco tenían que ver con lo que pasaba en la cancha, le contestó que quería ser periodista. No, no, le retrucó el tío, “yo no quiero muertos de hambre en la familia... mejor estudia ingeniería, eres bueno para los números”. No reclamó. Acató y estudió ingeniería. Pero el periodismo le siguió dando vueltas. Leía mucho. Recuerda que su padre compraba tres diarios en la mañana y dos en la tarde. Otros tiempos. Conoció a Cielo Cruzat, de raíces curicanas. Se enamoraron. Se casaron. Partieron a Arica donde trabajó en la Universidad de Tarapacá. Nacieron sus dos hijos. Sacó un posgrado en Madrid. Fueron 20 años en el norte. Los niños crecieron y dejaron el nido para estudiar en Santiago y Viña del Mar. Fue un momento clave. Rodolfo se sentía bien en la universidad, tenía un rol directivo importante, pero Cielo extrañaba a sus hijos y le pidió que buscara un trabajo más cerca de ellos. Aceptó. Comenzó a buscar opciones. Una fue en Concepción. La otra en Talca. Finalmente optó por Talca, más cerca de la familia de Cielo en Curicó. No conocía la ciudad, le habían hablado algunas cosas de la talquinidad. Pero, asegura, fnada fue difícil en Tale ca. Me habían advertido de los talquinos, pero fue todo lo contrario, vine con buen ánimo, vine para volver a nacer? Era el año 1995. Era la Universidad de Talca. Reconoce que no ocupar un cargo directivo relevante como en Arica fue clave para su adaptación. “Aquí vine a ser “soldado raso, eso me abrió muchas puertas, nadie vio en mí un enemigo”. Pero nunca olvidó el periodismo. En el norte escribió para La Estrella de Arica, y en Talca en el Diario El Centro. Y hoy es columnista de Diario Talca. Calcula que deben ser más de 2 mil textos. Suficiente para un libro. Suficiente como su vida, su historia, sus historias. Hay material de sobra para un libro que relate la saga familiar. Le ha dado vueltas al asunto. Lo ha conversado con uno de sus hijos. Quizás. Caminos para mejorar En sus columnas habla de actualidad, de política, del país. Siempre con una mirada conciliadora, de esperanza, buscando más lo que une que lo que separa. Analiza, por ejemplo, que el momento actual, con una Convención Constituyente, es un proceso complejo, pero interesante. “Confío que se llegue a buen puerto”. Pero sabe que “lograr un entendimiento básico es complejo, difícil. Tenemos divisiones que laceran”. Tal vez mirar a países más desarrollados que han logrado resolver el problema de la desigualdad.
Argumenta que la desigualdad es inherente al ser humano, “no somos iguales, pero sabemos que hay una desigualdad tolerable, pero más allá se vuelve intolerable”. Algunos países desarrollados -explicahan evolucionado a sociedades con niveles de bienestar donde los más poderosos no son indolentes ante los más débiles, hay un mínimo de solidaridad.
Porque, insiste, sacas nada con estar bien tú, si los que te rodean están mal”. Entonces, reflexiona, “*hay que buscar caminos para mejorar, para atenuar las diferencias”. Aunque esos caminos se llenen de piedras y el diálogo y la empatía no asomen a simple vista. Schmal cree que en la convención se está viendo eso. “Es una suerte de gallito, pero veo fuerzas subterráneas que buscan puntos de acuerdo... porque la señal de la erupción social no la podemos desoír.
Percibo en parte de la derecha y en parte de la izquierda una voluntad por alcanzar ciertos acuerdos mínimos”. ¿Es optimista Rodolfo Schmal? fNo En democracia, acota, “tendemos a preocuparnos de lo urgente y chutear para más adelante lo importante. La urgencia nos come. Es una limitante de la democracia.
Cuesta encontrar visiones de largo plazo”. Y en lo personal, ¿qué es lo urgente y qué es lo importante para Rodolfo Schmal? ¿ Dejar sus árboles, sus plantas, la tranquilidad de su cielo, aunque sea el mismo cielo de Uruguay, Chile y Alemania, para irse a España y estar cerca de sus hijos? Schmal, ciudadano del mundo, dice que lo tiene claro. Q) Foto familiar junto a sus hijos y nietos. René Ricardo, padre de Schmal, tenía una marcada veta artística. Fue pianista y compositor. Schmal junto a su Cielo, bajo el mismo cielo de Talca, Uruguay, España y Alemania. El padre de Rodolfo Schmal tenía una galería de arte en Uruguay. El pequeño Rodolfo junto a sus padres en una playa en Uruguay. El padre de Rodolfo Schmal, René Ricardo, era austriaco. Su madre, Gerda, alemana.
Resumen
En Talca, donde vive; en Uruguay, donde nació; en Alemania, donde viven sus hijos; en España, a donde piensa ir a vivir junto a su otro Cielo, el que lo acompaña hace 50 años Omo los paltos que necesitan estar en pareja para crecer sanos, Rodolfo Schmal necesita de Cielo., Tenemos Schmal junto a su Cielo, bajo el mismo cielo de Talca, Uruguay, España y Alemania., ¿ Dejar sus árboles, sus plantas, la tranquilidad de su cielo, aunque sea el mismo cielo de Uruguay, Chile y Alemania, para irse a España y estar cerca de sus hijos?
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