Autor: Rigón Benoit
Tradición de cerveceros
Las crónicas de Benito Riquelme Centro de Documentación Patrimonial UTalca Planta Talca, Archivo CCU, libro publicado en 2000 para la conmemoración de los 150 años de la compañía.
As cantinas y las tabernas con sus colgantes banderines tricolores y sus vistosos lazos de amor de manufactura japonesa le dieron un lugar de honor a las oleografías que repartió don Otto Schleyer, que mostraban viejos y rubios alemanes de carrillos rosados y ojos azules que sonriendo se llevaban a los labios un jarro de cerveza de cuyos bordes la espuma se escapaba en cascadas.
El señor Schleyer nos enseñó a beber Schopp, como un estimulante de la alegría y del buen humor, porque como auténtico alemán sabía que si los dioses germanos eran furibundos y vehementes en la guerra, en cambio, en la paz se dejaban subyugar por el embrujo de las walkirias, cuyas curvas divinas se esfumaban con sus ropajes de velos transparentes y trocaban en ternura la braveza de los héroes al escanciar sobre sus bocas la cerveza entre cánticos y flores.
Y así el Schopp desplazó al “potrillo”, al curvo “cacho” de cuerno y al “mate de calabaza”, porque la cerveza no turbaba la mente y si tenía un maleficio, este no significaba sino cantar con mejor entonación el “Bier-Bier-Wein” de los alegres alemanes que vivían en Chile y que en Talca hacían retumbar el Parque Schleyer, el que rodeaba la primitiva fábrica.
Era la canción evocadora de las tierras del Rhin y del Danubio, y ese parque tuvo en su época fama nacional con sus alegres pimientos y sus apretados abetos, con sus oscuros cipreses y sus verdes encinas, y sus soñadores senderos como cuentos de hadas, entre macizos de flores, los cuales descendían a las márgenes del Piduco en cuya orilla había un rústico muelle El señor Schleyer nos enseñó a beber Schopp, como un estimulante de la alegría y del buen humor, porque como auténtico alemán sabía que si los dioses germanos eran furibundos y vehementes en la guerra, en cambio, en la paz se dejaban subyugar por el embrujo de las walkirias con embarcaciones pintadas de blanco con ribetes de colores violentos, tan livianas y veloces como la espuma de la cerveza que se ofrecía dadivosamente al visitante. El parque El parque Schleyer era el complemento de la fábrica y ahí se vaciaban los jarros de cerveza con sus tapas levantadas con artísticos relieves.
Eran auténticos schopps importados de Munich hechos con arcilla de Baviera por artífices del más refinado buen gusto, con sus cantos cubiertos de inscripciones o versos alusivos a la bebida o estampas de figuras de bebedores germanos o de orgías de Sigfried, cantadas en el libro heroico de los nibelungos de la Alemania del Sur. Contagió al grupo con el achispamiento que produce la cerveza y el personal de su fábrica se vaciaba en la ciudad con la alegría universitaria de la juventud alemana. Al sitio que se volcaran los cerveceros había música y canto, porque también incorporó a la manera de vivir chilena la parte saludable de la canción. Talca entero supo cómo estos “cerveceros” eran garantía de buen humor y de desinterés.
La calle del comercio se llenaba de raro encantamiento cuando a medio día o al atardecer se adueñaban de las esquinas céntricas, porque su figura y piropo era galante y más tarde, al perderse en recintos privados copaban el ambiente con euforia juvenil, sana y fraternal.
Sean los tiempos del señor Schleyer con su técnico don Carlos Jungyohann (el joven Juan le decían los obreros), o los de don Guillermo Ulricksen o los de don Pablo Comentz o los de A ev Aa ¿ 60$ El Diario 1 don Carlos Wormald Infante; y llamara Cerveceria Schleyer.
Fábrica de Cervezas Concepción y Talca, o Compañía de Cervecerías Unidas, es lo cierto que ese rincón del Piduco constituía una verdadera ciudad de la como si estuviera regida por el Kommersbuch (Reglas del Koman), ese código de bebedores alemanes de cerveza con un ritual digno de logias desconocidas.
Su presidencia correspondía al más alegre y al de mejor voz, cuyo símbolo de mando era un sable viejo resabio de los tiempos primitivos de la raza cuando sus dioses y sus héroes entraban cantando a la batalla.
La reunión se desarrolla entre risas y la flor de la espuma del líquido, entre los relatos galantes en donde abundan los duelos de honor y el consumo de los schopps con cerveza cruda sin esterilizar que sale de los toneles de los robles del Rhin a la mesa del consumidor entre el buen humor del presiente y las canciones alusivas.
“Warum solit im Leberm ich nach Bier nicht treben”... cuya traducción literal es más o menos la siguiente, con el perdón de los alemanes: “¿ Por qué en esta vida no he de tener cerveza? ¿ Por qué no he de alegrarme alguna vez? El fermento de la cebada y el fermento de la uva es lo que me hace la vida breve Y no siento el cansancio de ella”. Escuela de cerveceros Se puede decir que ésta es casi la escuela de los cerveceros talquinos y eran los mantenedores de los principios del escudo heráldico de los “Vivat-Crescet-Fioreat” cuyo campo está cortado por tres franjas: negro, rojo y oro, cuyo significado es el siguiente: “Nuestra amistad debe ser pura como el oro y la defenderemos hasta la última gota de nuestra sangre y ni la muerte nos podrá separar”. Así se explica la actuación de ese equipo de cervecero que fueron la flor de la espuma de la cerveza en las compañías de bomberos y en los centros culturales, societarios, deportivos o benéficos, formado por Cirilo Romano, Rizzo, Guillermo Balbontín, Lautaro Vida, Marcos Núñez, Francisco Bravo, Osvaldo Silva, Claudio Barros, Gastón Donoso, Jacques Dalgre y otros que se pierden en la nebulosa del pasado.
Ese Schopp-Room, recientemente inaugurado bajo la administración de don Alejandro Balbontín, es un nuevo eslabón en esa cadena de oro de la tradición de los cerveceros, nacida en el taponazo de una bomba de bronce al ser colocada en la espuma de la cerveza en Schleyer hasta el actual rincón con su mural de Dalgro y la artesanía de abolengo de Tito González.
Ahí parece sí que se oye al presidente del Kommerabuch para iniciar la canción: “Moecht im Keller lieganmich ans Bjerfas schmiegen, etc., etc... ”. (Desearía estar recostado en un subterráneo con un barril de cerveza, refrescar mi garganta con su linfa y avivar el dios Baco. Y ahí, muellemente acostado, no cambiaría mi condición por la de un duque y ni loco quien estuviera, con la de un Rey). Q La Mañana, 25 de julio de 1952