EDITORIAL: Lecciones del "fin" de la UF
EDITORIAL: Lecciones del "fin" de la UF L a aprobación en general, en la comisión de Economía de la Cámara de Diputados, de una moción que apunta a eliminar la Unidad de Fomento (UF) como denominación para realizar determinados contratos ha causado revuelo. En rigor, la propuesta no apunta a poner fin a la UF, sino a limitar su utilización.
Pero tal clarificación no reduce la inconveniencia de una idea cuyo avance en el Congreso representa un nuevo intento de ciertos sectores de la política, particularmente de la izquierda, por intervenir en el funcionamiento de los mercados. Conceptualmente, cualquier intento político por imponer arbitrariamente restricciones sobre las condiciones de los contratos desarrollados entre privados constituye una fuente de ineficiencias en la asignación de recursos. Y es que, con la exclusión de ciertos casos extraordinarios y muy específicos, la libertad de definir los precios y sus eventuales reajustes es central para el correcto funcionamiento de los mercados.
No constituyen una excepción a ello los contratos de salud previsional o los de servicios educacionales, ni menos los créditos hipotecarios, los tres ámbitos en que los diputados buscan definir como unidad de pago exclusiva el peso. Por eso, la intervención que se pretende, lejos de resolver problemas, dañará a quienes se declara querer favorecer.
Como bien lo ha planteado el ministro de Hacienda, el caso más obvio es el del mercado inmobiliario, en donde la exclusión injustificada de la UF para fijar valores modificaría la estructura de las tasas de interés, limitaría la entrega de créditos hipotecarios de largo plazo y, en último término, limitaría el acceso de la población a fuentes de financiamiento. De este modo, cuando ya hoy la compra de la vivienda propia se ha vuelto un anhelo difícil de alcanzar, esta iniciativa solo agudizaría el problema. Por otro lado, en salud y educación, se generaría incertidumbre adicional para las personas, que quedarían expuestas a mecanismos de indexación por inflación mucho menos transparentes.
Así, esta idea no aparece como el resultado de un análisis técnico fundado, sino más bien como el producto de una visión ideologizada, de la ingenuidad o de la ignorancia, cuando no del oportunismo, considerando su discusión en medio de un año electoral. Es por esto que el proyecto ha sido calificado como un ejemplo de populismo. Pero, más allá de apelativos, esta es otra manifestación de un problema estructural que tiene a Chile sumido en un largo estancamiento: el progresivo deterioro en la calidad del debate político. Por más de una década, errores en los diagnósticos y una ideología que no cede frente a la evidencia han posibilitado la aprobación de decenas de leyes de deficiente factura y equivocado contenido. Inicialmente, la inercia de décadas de crecimiento permitió compensar sus impactos y diluir la responsabilidad de quienes impulsaron y aprobaron erróneos cambios tributarios, educacionales, laborales, etc. Pero el problema se ha dilatado, evidenciando que una de las principales fuentes de nuestro nublado presente está en las incapacidades o negligencias de una parte del mundo político.
En este contexto, incluso de no ser aprobadas iniciativas como esta o la eliminación del tope de indemnizaciones por años de servicio (aprobada en general por la comisión de Trabajo de la Cámara), estas ideas son señales contundentes para los mercados de que el estancamiento nacional tiene menos de transitorio y más de permanente.
Y es que, si proyectos de este tipo, que no pasan mínimos estándares técnicos, avanzan en el Congreso, las posibilidades de que Chile pueda implementar las reformas necesarias para revertir más de una década de frustración por la falta de progreso son mínimas. Los partidos deberían asumir su responsabilidad en ello. Las malas políticas públicas tienen su génesis en las decisiones de personas que, o carecen de la preparación adecuada, o prefieren anteponer otros intereses al interés del país y su población. Es otra manifestación del problema que tiene a Chile sumido en el estancamiento. Lecciones del "fin" de la UF. -