Autor: TANIA OPAZO
UN PIANISTA con una Causa
Tenía seis años cuando empezó aprender piano y alos 16 fue seleccionado para tocar frente a Claudio Arrau en el Teatro Municipal.
Felipe Browne (52) tiene talento de sobra para brillar dando conciertos en Europa, pero hoy dedica la mayor parte de su tiempo a “Piano Educa”, un proyecto que creó hace una década para llevar la música docta aniños y jóvenes en situación de vulnerabilidad. “Ellos son el mejor público”, dice el pianista.
Ya casi es la hora de almuerzo, pero en el casino del Colegio Chiloé, en Puente Alto, todo el mobiliario está dispuesto como un pequeño anfiteatro: las mesas pegadas a las paredes y todas las sillas acomodadas mirando hacia un escenario improvisado. Impecablemente vestido, de traje gris y humita roja, Felipe Browne está de pie al lado de un piano, acompañado del barítono Jorge Braithwaite. De fondo, se escucha el ruido de la cocina. Por las ventanas se cuelan las voces y sonidos del patio. A nadie parece molestarle. Hay un micrófono y en la pared se proyecta un Power Point con el nombre de una canción y una imagen.
El pianista responde a las preguntas de los estudiantes con paciencia, cierta inocencia, y sin duda con humor. -¿ Cuántos años lleva estudiando piano? -pregunta uno. -Mire, cuando yo chupaba el tete, en vez de pedir leche pedía piano responde Browne. Aunque les habla a los niños con un tono suave, didáctico, casiinfantil, la mayoría de las veces no hay nada de infantil en lo que dice.
Ya sea la biografía de Chopin, Beethoven o Arrau; la historia de una ópera ola explicación sobre por canción se llama “preludio” o “nocturno”, sus palabras resumen no sólo conocimientos, sino un recorrido intenso que lo llevó desde el fanatismo al hastío por el piano, y que alguna vez casi lo hizo renunciar. La historia de cómo Browne volvió a teclas con pasión tiene mucho que ver con lo que está sucediendo en este casino, en este colegio, hoy. El elegido A pesar de haber empezado a tocar el piano cuando recién iba a entrar al colegio, Felipe Browne reconoce que todavía hay canciones que le cuestan. Un año antes había ido con su familia al Teatro Municipal a ver el ballet Coppélia. “Escuchar la orquesta, ver las bailarinas saltando... he visto 500 conciertos después y no me acuerdo de ninguno, pero de ese sí”, recuerda. Tenían un piano en su casa, en avenida Colón, casillegando a Tobalaba. Cuando su papá, ingeniero, llegaba del trabajo, tocaba algunas canciones “así simpáticas”, dice. Tangos, “La puerta se cerró detrás de ti”, “Ansiedad”. Escuchando esas melodías, Felipe, el quinto desiete hermanos, decidió pedirle a su mamá clases de piano. Rápidamente quiso desertar. Mejor hacer algo más fácil, como un deporte, pensó. Pero sus padres lo llamaron al orden: tenía que terminar lo que empezó. Su profesora le propuso aprender el Preludio N' 4 de Frederic Chopin. Fue un desafío que lo tuvo decabeza varios días y, cuando finalmente logró tocar la pieza completa, se puso a llorar. “Fue un momento fuerte, me emocionó hasta las lágrimas y es una emoción que hasta hoy me da fuerzas para tocar. Ese día decidí que quería ser pianista”, relata Felipe. Tenía 10 años. Iba al colegio Verbo Divinoen la mañana, y en las tardes iba a clases y practicaba. Dos años después una de sus hermanas lo llevó al Instituto de Música de la UC y empezó la carrera de interpretación musical. Alos16 años lo seleccionaron para tocarle a Claudio Arrau en el Teatro Municipal, en su visita de 1984. “Tenía un talento natural. Sentí que eraelmásindicado para tocar con Claudio. Estaba preparado para ello”, dice Frida Conn, su profesora en el Instituto de Música.
Arrau, “el maestro”, como le dice Browne, lo aplaudió, le dio consejos y después, en una reunión privada, le propusoirse a Estados Unidos, donde el famoso pianista vivía, para que tomara clases con una renombrada profesora. Felipe no se atrevió. Alaño siguiente, participando del Concurso Internacional de Ejecución Musical Dr. Luis Sigall, otro famoso pianista, Arie Vardi, lo invitó a continuar sus estudios de piano con él en Israel. Esta vez síse fue. Tras terminar el colegio y la carrera en el Instituto de Música (egresó con Distinción Máxima a los 20 años), partió a la Universidad de Tel Aviv. Teclas de fuego Felipe Browne se sienta en el piano y algo en su cuerpo se transforma. Parece invadido por una fuerza poderosa. La sonrisa desaparece. Á ratos frunce el ceño. A veces abre la boca y pareciera que su lengua se va a asomar. Serio, toca las teclas rápidamente. Con intensidad, con pasión. Suena el Estudio Opus 10, Número 5, de Frederic Chopin. Algunos niños hablan, pero la gran mayoría de ellos se concentran y escuchan asombrados. “Mis compañeros estaban fascinados.
Decían “oye, cómo mueve los dedos ese caballero”, porque se ve que los mueve tan rápido, tan ligero y tan firme a la vez”, dice Yaresla Valenzuela, estudiante de cuarto medio en el Complejo Educacional Consolidada de Puente Alto. En este espacio más íntimo, lejano a la solemnidad de los grandes teatros, Felipe dice que ha descubierto al mejor públicodel mundo. Escierto, los niños conversan y se ríen, pero buena parte del tiempo miran en silencio. Ensimismados, comprometidos, emocionados. El pianista está convencido de que la música que toca para ellos llega a su corazón y los hace renacer, como ellos lo hicieron renacer a él. Felipe tuvo que odiar un poco el piano para volver a amarlo. En Israel, con Arie Vardi, aprendió de interpretación, peroalpoco tiempo terminó en Londres con Peter Feuchtwanger, profesor famoso por enseñar la técnica de Chopin. Un quiste sinovial en la mano derecha estaba obligando a Felipe a reformular su forma de tocar el piano, y Feuchtwanger parecía el maestro indicado. Para convertirse en uno de sus siete alumnos, el chileno tuvo quetocar las “Variaciones” de Paganini, de Johannes Brahms (de las piezas más difíciles que existen). Cambió todo, empezó de cero. “Partimos tocando el Mikrokosmos N”1, que es como el libro de piano para las guagúitas, con un dedo. Fue espantoso”, recuerda. Dice que *se rayó”. Tenía clases todos los días, ensayaba en las tardes y con sus amigos, que eran sus compañeros de piano, iban a conciertos en lasnoches. Día tocando, escuchando y hablando de piano. Hasta quese traumó. Se deprimió, explica. “Mis colegas y yo éramos bastante tristes”, reflexiona. Es que la música es lo más difícil, explica. “Hay que integrar muchas cosas, una mano haciendo Browne, con los estudiantes del colegio Chiloé, de Puente Alto. Alumnos del colegio Padre Damián, de La Unión, Región de Los Ríos. Una cosa, la otra algo distinto, los dedos, los pies también, hay toda una serie de movimientos, de coordinaciones, que requieren mucho trabajo”. Por cierto, los profes no siempre son amables. “A veces es como en esos programas de comida donde tiran los platos al suelo”. Volvió a Chile y trató de rearmarse. Entró a estudiar química, pero nunca dejó de tocar. Sólo un poco al inicio, después mucho. Dejó esa carrera y empezó a hacer clases. Luego comenzó una gira por Europa con el apoyo de la Dirac (Dirección de asuntos culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores) y volvió a instalarse en Londres varios años. Entremedio venía a Chile. En uno de esos viajes se enamoró y se casó (tiene seis hijos). Finalmente terminó por instalarse, de nuevo, en el país. Fueron tiempos intensos, entretenidos, felices. Tocar el piano tuvo nuevamente sentido, faltaba. Con una llamada telefónica llegó la respuesta que buscaba. Juan de Dios Oyarzún (casado con una de sus sobrinas) lo invitó a tocar enla población La Legua, específicamente en la escuela Obispo Vicuña de la Fundación Belén Educa, dondeeljoven trabajaba. Conseguirse un piano y llevarlo para allá no era tarea sencilla. Felipe tuvo que buscar un financista, lo que tomó un tiempo. Cuando logró dar ese concierto, su visión deloque hacía cambió para siempre. Papás y niños vestidos impecables, elegantes, “como se va al Teatro Municipal”, dice Felipe. Todos serios y emocionados. Hubo silencio absoluto.
“Parecería chiste, pero es la verdad, se armó un precedente muy bonito”. Esa tarde de 2009, cuando llegó agotado a su casa, tomó una determinación radical: “Decidí trabajar para que las nuevas generaciones integren el concepto del arte en sus vidas y quelos colegios le den el espacio que merece. Arte para expresar nuestros sentimientos, para indagar en nuestros intereses más profundos, que son finalmente el motor de nuestras vidas”, explica. “Sin arte, no hay nada”. Browne llamó a su proyecto “Piano Educa”. Durante estos años ha recibido el apoyo de distintas fundaciones, instituciones educacionales y personas para realizar sus conciertos. Pero en la práctica ha estado bastante solo. “Hay que buscar los auspicios y tengo que hablar con medio mundo para lograrlo”, dice. A veces él mismo sale a buscar colegios interesados.
“Me pareció genial la idea porque, para mí, la mejor manera de educar esa través del arte, especialmente en estos espacios más vulnerables”, dice Alejandra Valdés, quien trabajaba en la Fundación Mustakis cuando ésta apoyó el proyecto de Piano Educa. Una vocación artística, Felipetiene una vocación humana notable”, agrega. Finalmente, en 2019 la Fundación Pro Cultura le ofreció su apoyo a Felipe, y el proyecto Piano Educa comenzó a través de la Ley de donaciones culturales.
“Cuando llevas la música a comunidades escolares vulnerables, entregas un mensaje de esperanza: que a pesar de las desigualdades y dificultades, enla vida hay espacio para la belleza, para el disfrute y para vivir un momento especial junto a los otros”, comenta Alberto Larraín, director ejecutivo de la Fundación Pro Cultura. Música de la esperanza. Ese es el trasfondo de su proyecto, explica Felipe. ¿ Qué espera? Que nunca olviden esa experiencia. Quelesayude a conocer y “no tomar a mal” la música docta, “que es como cualquier música no más, no tienen ningún asunto Que despierte algo dentro de los niños. Agrega que no le interesa que enTiendan en profundidad la música que está tocando, sino, más bien, plantar una semilla. “No tengo duda que esto llega a sus sentimientos, que les remueve cosas adentro y los despierta. Y cuando tú despiertas, empiezas a buscar; y el que busca siempre va a encontrar algo”. Por lo mismo, se lo toma muy en serio, como sería cualquier concierto en el Teatro Municipal. Con el tiempo ha ido puliendo sus presentaciones. Antes tocaba para colegios completos, ahora intenta que no sean más de 250 niños. “Creo que así les llega más al alma”, dice. También trata de coordinar con los profesores actividades en clases que se relacionen con el concierto y la música que van a tocar. Incluso se da el tiempo para, entremedio de las clases particulares que hacecada semana, enseñarles de forma gratuita a algunos de los niños de esos colegios vulnerables.
Cuando se presenta con la ilustradora Sol Díaz, hay un pie forzado: ya sea contar la historia de Arrau, Chopin u otro pianista, a través de la música, el relato y por supuesto los dibujos que ella va haciendo en vivo para el público. Su último concierto juntos fue “Claudio Arrau en la Casa Nacional del Niño, del Sename. Si lo acompaña Jorge Braithwaite, revisan también óperas y el barítono les cuenta las historias detrás decada canción. Ya hace cinco años que trabajanjuntos y en opinión de Jorge, lo que hace Felipe es “unacto de patriotismo”. No le cabe duda que, si quisiera, sería un gran pianista en Europa. “Pero su vocación social ha puesto como prioridad a los niños”. Felipe calcula que, desde 2009, ha realizado unos 360 conciertos en más decien colegios. La mayoría con una alta tasa de vulnerabilidad, en Santiago y en regiones. En promedio, son más de 50 conciertos cada año. Muchas colegios se repiten.
“No megusta ir y olvidarme de ellos, entonces todos hablo con los directores y les ofrezco un concierto “de seguimiento”. Si no, se les olvida y es muy difícil causar un impacto en la comunidad escolar”. La relevancia de su labor está a la vista. Varios colegios donde Felipe ha tocado adquirieron sus propios pianos, han formado pequeñas bandas, coros y orquestas. Pero lo más importante, dice Felipe, es que al terminar, los ve felices. Él también se ve así. Sentado en el piano que tieneensu casa, donde seacumulan partituras, libros y papeles sueltos, él mismo lo confirma: tocar para esos niños lo hace profundamente feliz.
“No dejan desorprenderme, muchas veces tienen preguntas super profundas”. Al final desu concierto en el Colegio Chiloé, un niño de 10 años les pregunta: “¿ tienen música más movida, más entretenida?”. Y bueno, agrega, “otras veces no son tan profundas, peroloimportante es que se interesan, que reflexionan”, dice Felipe, riendo. Y