CARLA CORDUA:"No me dejo sorprender mucho"
CARLA CORDUA:"No me dejo sorprender mucho" N o es que seamos mortales, así en general, es que yo moriré. "La muerte, en la medida en que me niego a mentirme, es primordialmente la mía, aquella hacia la cual camino sin cesar durante cada instante de mi vida". Lo dice Carla Cordua (Los Ángeles, 1925) en "Ser y tiempo", una conferencia sobre Martin Heidegger, que dictó en 2018 en el Centro de Estudios Públicos (CEP). La versión escrita de esa y otras charlas, más algunos inéditos, es recogida en "Transigencias" (Roneo), libro cuyos editores, Teresa Matte y Joaquín Trujillo, presentan como una guía de lectura. Pasan Hegel, Arendt, Wittgenstein, el "Quijote", Dostoievsky, Heidegger y Sloterdijk. Que el libro se dedique principalmente a la filosofía, pero tenga un intermedio literario, es un buen resumen de la labor intelectual de Cordua. Ella misma lo ha dicho: a la lectura e interpretación de la filosofía se ha dedicado como profesional; a la de la literatura, como diletante. Esto último, claro, no en el sentido de una entrega superficial o infrecuente, sino en el de ser una aficionada, o sea, alguien que hace o cultiva algo solo por gusto.
Al final, filosofía y literatura son dos maneras de rondar algo así como la verdad (o de descubrir que no hay tal). Trabajo hecho "Carla Cordua respira a la vez filosofía y literatura", dijo hace algunas semanas Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales (UDP), en la ceremonia en la que Cordua recibió el doctorado honoris causa de dicha institución.
Ella le dedicó el reconocimiento a su marido, el filósofo Roberto Torretti, fallecido en noviembre del año pasado: "El gran honor que de ustedes recibo me sostiene en medio del luto provocado por la muerte de Roberto Torretti, quien todavía, hasta hace tan poco tiempo, estuvo con nosotros, y quien habría participado gustosamente de esta celebración.
En medio de la sana continuidad de los tiempos, le dedico a él parte de los honores que recibo de ustedes". Tras vivir años en una encumbrada casa en Las Condes, que tenía sus paredes ocultas tras miles de libros, los mismos que Torretti y Cordua donaron y hoy están la Biblioteca Nicanor Parra de la UDP, ahora ella vive sola en un departamento en Eliodoro Yáñez, Providencia.
Allí se ven unos pocos libros, en un pequeño estante (asoma uno de Gabriela Mistral) al que ahora la filósofa, o profesora de Filosofía, como prefiere llamarse, da la espalda mientras responde si el doctorado honorífico o, antes, el Premio Nacional de Humanidades 2011 la han hecho pensar en su trabajo, en su obra. "Bueno, sí, pero no sé bien qué puede deducir uno de la generosidad de las personas que le dan premios. Me parece que no conviene celebrarlo mucho, porque es como aplaudir algo que en último término lo afecta a uno, ¿verdad?". "No sé, uno lo que siente es gratitud a un reconocimiento.
Pero mientras uno está trabajando no piensa en eso, no piensa nunca en que estos esfuerzos de escribir, corregir, copiar a maquinilla y todo lo demás vaya a resultar en algún piropo", dice. "El reconocimiento público no solo viene más tarde, sino que llega en un momento en el que el autor ya se olvidó completamente de las emociones que tuvo, tal vez, en el momento de estar inventando las cosas". "Los premios no son tan importantes", insiste. "Terminar una tarea, esa sí que es alegría.
La tarea cumplida es fuente de una alegría que yo llamaría legítima, porque uno queda libre de nuevo, para hacer otra cosa que, por cierto, le va a parecer mejor que la que acaba de terminar. Yo por lo menos soy bastante escéptica al momento de medir los resultados obtenidos por el trabajo.
Nunca me dejo sorprender mucho o alegrar demasiado". Vicio literario A propósito de aquella distinción entre la lectura profesional de filosofía y la diletante en el caso de la literatura, Cordua hace una suerte de confesión: "Yo he sido una viciosa de la gran literatura. Francamente ha sido un vicio. He leído a Cervantes de arriba para abajo y de vuelta toda mi vida", ilustra.
A esos vicios debemos frutos como "Conocimiento del otro en el Quijote", uno de los textos reunidos en "Transigencias", en el que Cordua escribe acerca del progresivo acercamiento que se da entre el Quijote y Sancho, a la par de las aventuras y desventuras del hidalgo y su escudero. La autora muestra cómo amo y sirviente van desarrollando una intimidad que lleva al reconocimiento mutuo, incluso a la igualdad. Uno diría, quizás sin precisión en el uso de las palabras, que esas son las observaciones y comentarios de una filósofa.
Lo mismo con estas líneas: "Un pensador tan inteligente como Dostoievsky le temía al poder del intelecto libre, aislado y dejado a sus propias iniciativas". Pero ya sabemos que Cordua prefiere llamarse profesora de Filosofía, no filósofa. --¿ Por qué? "Bueno, esa distinción es una lesera, la verdad (sonríe), es lo mismo, se está designando lo mismo. Ahora, ser filósofa es un poco pretencioso, porque parece como que uno se hubiera inventado un sistema de pensamiento que difiere del pensamiento de otros filósofos. Ser profesor es siempre una cosa más bien modesta.
Yo por lo menos nunca diría `soy filósofa', porque entraña una pretensión de originalidad que no estoy dispuesta a echarme encima". ENTREVISTA Nuevo libro CARLA CORDUA: "No me dejo sorprender mucho" JUAN RODRÍGUEZ MEDINA Carla Cordua publicará un libro sobre Franz Kafka, tal vez su escritor favorito. CRISTIAN CARVALLO Lo dice la profesora de Filosofía (así prefiere identificarse) a propósito de los reconocimientos que ha recibido en su vida, el último de ellos un doctorado honoris causa que le entregó la UDP. Además, la autora acaba de publicar "Transigencias" (Roneo), una guía de lecturas, de Hegel a Sloterdijk, pasando por Dostoievsky y Arendt, que reúne conferencias que dictó en el CEP. TRANSIGENCIAS Carla Cordua Roneo/CEP, 2023,286 páginas, $15.990. CONFERENCIAS.