La Cuaresma y las tentaciones de Cristo
O Columna “A veces neciamente le exigimos a Dios certezas humanas para creer en Él. ¡Pidámosle que en esta Cuaresma aumente nuestra fe!”. Miguel Á. Vergara Villalobos Bachiller Canónico en Teología (PUCV) A Cuaresma es un período de penitencia y conversión en preparación a revivir la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Se inicia con el Miércoles de Ceniza, que este año cae el 23 de febrero, fecha que es variable, pues depende dela primera luna llena después del equinoccio de primavera en el hemisferio norte.
Se denomina así porque en la acción litúrgica el sacerdote impone a los fieles una cruz en la frente, con la ceniza de las palmas bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior, diciendo: “Polvo eres y al polvo tornarás” (Gn 3,19), llamándonos así a la humildad.
La Iglesia nos pide intensificar la oración, la limosna y el ayuno en especial los días viernes, pero no como lo hacen los hipócritas (Mt 6,2-18): al orar no debemos buscar que nos vea la gente, sino hacerlo en lo secreto; al dar limosna no propagarlo, sino procurar que nuestra mano izquierda no sepa lo que hace la derecha; al ayunar, en vez de poner cara triste, perfumémonos y lavémonos la cara, para que el ayuno no sea visto por la gente, sino solo por nuestro Padre. Además, nuestras mortificaciones no deben incomodar a los demás; al contrario, debemos esforzarnos por facilitarles la vida.
Durante la Cuaresma debemos acompañar espiritual Jesús en el desierto, donde desfalleciente por el prolongado ayuno de 40 días, voluntariamente se sometió a las tentaciones de Satanás (Mt 4,1-1), haciéndose solidario con nosotros al exponerse a los peligros que comporta el ser hombre.
En la primera tentación, el Maligno lo pone a prueba instándolo a transformar las piedras en pan; quizás nosotros exigiríamos el mismo milagro para creer: si es Todopoderoso, que sacie su hambre y, por qué no, la de todo el mundo. Enseguida, el demonio pide a Jesús desde el pináculo del templo, para ver si lo salvan sus ángeles; igualmente, para creer, nosotros a menudo le pedimos pruebas a Dios.
En la tercera y última tentación, Satanás le ofrece a Jesús-hombre el dominio sobre todos los reinos de la tierra si se postra ante él y lo adora; es una oferta humanamente difícil de rechazar, pero el reino que Él nos ofrece no pasa por el poder, sino por la humildad y la cruz, en la que se inmola por nuestra salvación. Las tentaciones que superó Cristo podrían ser un tema de reflexión.
Más todavía cuando inmersos en una realidad material en la que imperan las relaciones de poder, henchidos de soberbia y emulando a Satanás, a veces neciamente le exigimos a Dios certezas humanas para creer en Él. ¡Pidámosle que en esta Cuaresma aumente nuestra fe!