Autor: ANNA NADOR
Las montañas son un laboratorio natural y nuevo proyecto recopila sus datos científicos y comunitarios
Posicionar la cordillera de esta zona del sur como un lugar que reúne investigadores, conocimiento, sustenta proyectos transdisciplinarios y promueve la innovación, con el foco en el desarrollo de sus vecinos, es la meta. On áreas de alto endemismo, gran variabilidad climática y geomorfológica, espacios altamente frágiles a los cambios globales, y una cordillera habitada, Los Andes del Sur de Chile es un laboratorio natural.
Asílo propone el proyecto “Laboratorio Natural Andes del Sur de Chile”, financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Según la definición de esta entidad, estos laboratorios son “territorios con características naturales únicas que entregan ventajas comparativas para el desarrollo de ciencia y tecnología de alto nivel e impacto planetario”. La iniciativa enfocada en la montaña, la primera de su tipo en el país, es ejecutada por la U. Austral de Chile (UACHh) y cuenta con instituciones asociadas a la U. De la Frontera, la PUC Villarrica, la U. Católica de Temuco, la U. De Los Lagos, la U. Mayor, y las fundaciones Huilo Huilo y Santuario de la Naturaleza Parque Katalapi. El proyecto cubre 640 km de zona de montaña en las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, donde habitan cerca de 300.000 personas. Además contiene dos reservas de la biósfera y un geoparque mundial.
“Estamos insertos en socio-ecosistemas de volcanes activos, bosques templados, glaciares, cuencas hidrográficas y asentamientos humanos que nos van a permitir pensar la montaña de manera distinta, de manera integrada”, dice Carla Marchant, directora del proyecto y académica de la Facultad de Ciencias de la UACh. “A partir del diseño de un laboratorio natural la idea es fortalecer la investigación de frontera, la valoración intercultural y la conservación de los territorios de montaña con impacto en el desarrollo local. Esto lo hacemos desde una aproximación socioecológica que es una forma de entender el desarrollo de la naturaleza y la sociedad en su conjunto y no de manera separada, como normalmente ocurre”, precisa.
Por ello, la iniciativa que termina en 2023, tiene tres líneas de investigación: “Evolución y herencia geológica”, “Cambio global: interacciones bosque, suelo y recursos hídricos” y “Modos de vida y habitar de montaña”. “Este primer año es un diagnóstico de la producción científica, de las capacidades que tiene el territorio para el desarrollo y las brechas de investigación”, explica Marchant. En marzo empezaron con el análisis bibliométrico de la producción científica en la zona, que cubre los últimos 40 años. También consideraron libros, tesis o informes técnicos. Encontraron un total de 783 documentos y 2.067 autores. Hace un mes, comenzaron con los mapeos participativos en los que invitan a la sociedad civil a talleres para conocer sus iniciativas e inquietudes. “Nos hemos reunido en distintos municipios a través de convocatorias abiertas a las personas de la sociedad civil, a ONGs, entre otros. Ya llevamos cerca de 190 iniciativas con base ciudadana que vinculan ciencia, de las cuales no hay registro sistemático”, comenta. 4 Mos JULIÁN CAVIEDES Una huerta en la zona de montaña de Pucón. Han contabilizado casi 200 hasta ahora. EN LAS REGIONES DE LA ARAUCANÍA, LOS RÍOS Y LOS LAGOS: El piñoneo es una actividad donde se recolectan de araucaria, un producto esencial en la dieta de las comunidades.
TOMÁS IBARRA TERRITORIO HABITADO “De esa forma hemos podido encontrar, por ejemplo, iniciativas que involucran la ciencia, como baños de bosque para recuperar la salud de personas estresadas conectándolos con la naturaleza en sesiones de reconocimiento de las especies de los árboles”, agrega. Por su parte, Tomás Ibarra, investigador principal de la línea de investigación “Modos de vida y habitar de montaña” y académico UC, cuenta que han registrado distintas prácticas. Entre ellas está el piñoneo (tradición de la recolectar estas semillas de la araucaria), y las huertas familiares. “Este es un territorio habitado, a diferencia de muchas otras zonas andinas en los cuales predominan ambientes que son inhóspitos. En este caso son lugares utilizados por el ser humano de forma histórica”, explica. Y agrega: “Al menos 47 especies de los bosques de montañas son identificadas, recolectadas y utilizadas por las comunidades locales”. De los mapeos participativos también han surgido distintas necesidades desde las comunidades. De acuerdo a la información levantada, dice Marchant, se necesitan más mapeos de riesgo geológico, por inundaciones y vulcanismo. También el tema hídrico y las parcelaciones son asuntos que se deben abordar. Por ello, tras la recolección de información tratarán de incorporar la voz de la comunidad en la hoja de ruta para el laboratorio.
Marchant concluye: “Con la hoja de ruta señalaremos cómo podemos proyectar y posicionar esta plataforma del laboratorio natural a 10 años, como un lugar que reúne investigadores, conocimiento, que sustenta proyectos que son transdisciplinarios y promueve la innovación, con un impacto en las personas que habitan el lugar”. on áreas de alto endemismo, gran variabilidad climática y geomorfológica, espacios altamente frágiles a los cambios globales, y una cordillera habitada, Los Andes del Sur de Chile es un laboratorio natural.
Asílo propone el proyecto “Laboratorio Natural Andes del Sur de Chile”, financiado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID). Según la definición de esta entidad, estos laboratorios son “territorios con características naturales únicas que entregan ventajas comparativas para el desarrollo de ciencia y tecnología de alto nivel e impacto planetario”. La iniciativa enfocada en la montaña, la primera de su tipo en el país, es ejecutada por la U. Austral de Chile (UACh) y cuenta con instituciones asociadas a la U. De la Frontera, la PUC Villarrica, la U. Católica de Temuco, la U. De Los Lagos, la U. Mayor, y las fundaciones Huilo Huilo y Santuario de la Naturaleza Parque Katalapi. El proyecto cubre 640 km de zona de montaña en las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos, donde habitan cerca de 300.000 personas. Además contiene dos reservas de la biósfera y un geoparque mundial.
“Estamos insertos en socio-ecosistemas de volcanes activos, bosques templados, glaciares, cuencas hidrográficas y asentamientos humanos que nos van a permitir pensar la montaña de manera distinta, de manera integrada”, dice Carla Marchant, directora del proyecto y académica de la Facultad de Ciencias de la UACh. “A partir del diseño de un laboratorio natural la idea es fortalecer la investigación de frontera, la valoración intercultural y la conservación de los territorios de montaña con impacto en el desarrollo local. Esto lo hacemos desde una aproximación socioecológica que es una forma de entender el desarrollo de la naturaleza y la sociedad en su conjunto y no de manera separada, como normalmente ocurre”, precisa.
Por ello, la iniciativa que termina en 2023, tiene tres líneas de investigación: “Evolución y herencia geológica”, “Cambio global: interacciones bosque, suelo y recursos hídricos” y “Modos de vida y habitar de montaña”. “Este primer año es un diagnóstico de la producción científica, de las capacidades que tiene el territorio para el desarrollo y las brechas de investigación”, explica Marchant. En marzo empezaron con el análisis bibliométrico de la producción científica en la zona, que cubre los últimos 40 años. También consideraron libros, tesis o informes técnicos. Encontraron un total de 783 documentos y 2.067 autores. Hace un mes, comenzaron con los mapeos participativos en los que invitan a la sociedad civil a talleres para conocer sus iniciativas e inquietudes. “Nos hemos reunido en distintos municipios a través de convocatorias abiertas e invitado a las personas de la sociedad civil, a ONGs, entre otros. Ya llevamos cerca de 190 iniciativas con base ciudadana que vinculan ciencia, de las cuales no hay registro sistemático”, comenta.
TERRITORIO HABITADO “De esa forma hemos podido encontrar, por ejemplo, iniciativas que involucran la ciencia, como baños de bosque para recuperar la salud de personas estresadas conectándolos con la naturaleza en sesiones de reconocimiento de las especies de los árboles”, agrega. Por su parte, Tomás Ibarra, investigador principal de la línea de investigación “Modos de vida y habitar de montaña” y académico UC, cuenta que han registrado distintas prácticas. Entre ellas está el piñoneo (tradición de la recolectar estas semillas de la araucaria), y las huertas familiares. “Este es un territorio habitado, a diferencia de muchas otras zonas andinas en los cuales predominan ambientes que son inhóspitos. En este caso son lugares utilizados por el ser humano de forma histórica”, explica. Y agrega: “Al menos 47 especies de los bosques de montañas son identificadas, recolectadas y utilizadas por las comunidades locales”. De los mapeos participativos también han surgido distintas necesidades desde las comunidades. De acuerdo a la información levantada, dice Marchant, se necesitan más mapeos de riesgo geológico, por inundaciones y vulcanismo. También el tema hídrico y las parcelaciones son asuntos que se deben abordar. Por ello, tras la recolección de información tratarán de incorporar la voz de la comunidad en la hoja de ruta para el laboratorio.
Marchant concluye: “Con la hoja de ruta señalaremos cómo podemos proyectar y posicionar esta plataforma del laboratorio natural a 10 años, como un lugar que reúne investigadores, conocimiento, que sustenta proyectos que son transdisciplinarios y promueve la innovación, con un impacto en las personas que habitan el lugar”. “Cuando pensamos en la identidad de Chile siempre se habla de las montañas, como si fuera un espacio físico vacío y de frontera, pero (debemos) saber que estamos insertos en este mosaico de naturaleza, recursos geológicos y diversas culturas”, dice Carla Marchant, directora del proyecto. En la foto, el Parque Nacional Conguillío. La actividad humana ha alterado casi el 75% de la superficie terrestre y ha empujado a la flora y fauna silvestre y a la naturaleza a un rincón del planeta cada vez más pequeño.