La identidad maulina: Algo más que el rodeo o un plato típico
La identidad maulina: Algo más que el rodeo o un plato típico Jaime González Colville, Academia Chilena de la Historia Algo más que el rodeo o un plato típico H emos dejado de lado nuestra crónica de hoy para referirnos, brevemente, a las afirmaciones que se publicaron con motivo del Día de la Región del Maule, emitidas por personeros convocados en su calidad de autoridades en el tema. La celebración del aniversario del corregimiento del Maule, fundado el 3 de marzo de 1593, fue establecida en 1990 por el ex gobernador de Linares Manuel Francisco Mesa Seco. La primera ceremonia tuvo notorias ausencias: alumnos volviendo de vacaciones y funcionarios en similar condición. Conversamos con Mesa Seco poco después para ubicar una fecha más acorde.
Le sugerimos el 30 de julio, día en que el primer corregidor, el capitán Diego de Rojas, prestó juramento en Santiago ante el Cabildo (y no ante el gobernador Oñez de Loyola como se afirma), por cuanto esa autoridad representaba a la Corona y el Ayuntamiento a los vecinos, es decir, a los gobernados. El corregimiento es una institución que data desde las Leyes de Indias y donde tuvo notable intervención la reina Isabel la Católica.
En ese código, seguramente leído por don Alejandro Morales, se ordena a los conquistadores, respecto de los naturales, "Tratar a dichos indios muy bien y con cariño, y abstenerse de hacerles ningún daño, disponiendo que ambos pueblos debían conversar e intimar y servir los unos a los otros en todo lo que puedan". Estamos ciertos que si estas normas se hubiesen acatado, el problema indígena de nuestros días tal vez no existiría, como sucedió en Norteamérica y otros países del continente. Ahora bien, la identidad de la región no es una expresión culinaria: fiesta del chancho, de la chicha o del camarón. Tampoco lo es el rodeo, que data del siglo XVII y nació en las masas ganaderas del sector de Vilches. Eso es sólo un atisbo. Ya nos referiremos a ello en otra oportunidad. Que si la región del Maule existía en la época de las cavernas, como lo expresa el señor Morales, es confundir el significado de la fundación del corregimiento con la arqueología.
El acto administrativo de Oñez de Loyola tiene dos bases de importancia: la existencia de una sociedad local que había progresado y la ausencia de situaciones guerreras entre araucanos y españoles, las que se extendían desde Bío Bío al sur. Era indispensable ordenar jurisdiccionalmente al territorio que se iba poblando, creando villas, determinando normas de convivencia y, fundamentalmente, dando un contexto administrativo en todas sus partes al naciente pueblo. Ello es la base de la fundación del corregimiento.
Este conjunto de encomenderos, que cultivaban la tierra y buscaban afanosamente el oro de nuestros ríos y esteros, formaban familias que fueron creando una especial identidad social, etopéyica y con ascendencia en el pueblo aborigen que muy luego hizo suyas las costumbres hispanas, tal como el español se adaptó a los usos araucanos. Ese mismo año de 1593 llega a Chile la Orden de la Compañía de Jesús, la que es esencialmente educadora: sus escuelas se abren a los niños hispanos y naturales. O'Higgins compartió banco con un araucano, que fue su amigo a lo largo de su vida.
Pero ello no es todo: poco después de la llegada de Valdivia (y sólo limitándonos al Maule) la iglesia católica, dependiente del Obispado de Santiago (1561) y más tarde del de Concepción (1603), va estableciendo doctrinas, donde se imparte la fe, se alfabetiza e incluso se enseñan las primeras letras e incipientes conocimientos de ciencias y otras materias a los niños hispanos que van naciendo y también a los aborígenes.
La creación de diversas doctrinas (las de Curicó, Talca, San Ambrosio (Linares) y Parral), hizo que los criollos (hijos de españoles nacidos en Chile) buscaran acercarse a su entorno, movidos por sus creencias en primer lugar, y luego para vislumbrar la posible fundación de una villa que les permiEstimamos de interés conocer el pensamiento de nuestro gobernador regional sobre el redescubrimiento del pasado de esta zona, donde no se reduzca la etopeya maulina al rodeo, la matanza del chancho o un plato típico Divulgación de la creación del corregimiento, hecho a golpe de tambor, costumbre que duró hasta el siglo XX.. La identidad maulina: Algo más que el rodeo o un plato típico tiera tener los servicios básicos como el cabildo, la parroquia, urbanizar sus desordenadas casonas, etc.
En los orígenes de la Región del Maule hubo consenso y similitud de afectos a la tierra, la cual cultivaron los padres y donde vieron crecer a sus hijos y cuyos nietos no vacilarían en alzarse contra el rey de sus abuelos.
Recomendamos, respetuosamente, a los intervinientes en el foro una lectura de las cartas de Valdivia, de los cronistas de los siglo XVII y XVIII (el padre Alonso de Ovalle, Miguel de Olivares, nuestro abate Molina, etc. ) donde se hacen estupendas descripciones de la vida en el Maule, de su fertilidad, adherencia de afectos y entronización de sus expresiones más elementales. En una palabra, identidad.
Se forja así una sociedad y carácter maulino, no a partir de la fundación del Corregimiento, que fue un acto administrativo que permitió entre otras cosas, manejar los recursos de la caja real sin pasar por Santiago, sino que, además, se establecen diferencias sociales muy marcadas, y en este punto hablamos de los siglos XVII y XVIII: los curicanos son diferentes a los talquinos (si utilizamos los gentilicios actuales) y los linarenses no se avendrán con aquéllos y se aislarán de Cauquenes y Parral.
Así, la región del Maule, en el siglo XVII (y no hace trescientos mil años como dice don Alejandro) se fue creando con características muy definidas y, fundamentalmente, atrayendo al pueblo mapuche e integrándolo a su quehacer, desde la fe hasta la cultura.
Compartimos en la década de los 80, la cordial amistad del Padre Fidel Araneda Bravo, Deán de la Catedral de Santiago, quien investigó un valioso tema sobre los diáconos araucanos formados por los jesuitas en Longaví, Parral y Talca, que no fueron pocos. No sabemos qué sucedió con los originales de su obra tras su muerte. La labor de la Compañía de Jesús en el Maule (esencialmente Longaví) fue de notable manera forjadora de la conciencia regional de esta zona. Y esto, como lo hemos dicho, parte de cuando la Orden se instala en Chile en 1593. Ellos mantuvieron en el criollo la reverencia y el respeto al Rey. Si hubo sentimientos en contra de la corona en el siglo XVII, estos sacerdotes los morigeraron, por la vía del pacífico convencimiento, haciéndolos respetuosos de la monarquía.
Jaime Eyzaguirre, el gran reivindicador de España ante nuestros historiadores post independencia, (donde crece la "leyenda negra" en contra de la península), dice que el peor error del Rey Carlos III y del Conde de Aranda es la expulsión de esta Orden de su reino, todo ello a raíz de una revuelta ocurrida en Madrid y varias provincias de España en marzo de 1766 causada por la pésima situación economica y de lo cual se culpaba al ministro del monarca, el marqués de Esquilache (movimiento social muy parecido a nuestro "octubrismo"). Sofocado el motín, Aranda, a través de indagaciones muy reservadas, supo que el movimiento fue instigado por la jerarquía de la Compañía de Jesús. Sin mediar trámite, ordenó la expulsión de la orden del Reino de España, desde luego incluido Chile, lo cual se cumplió en 1767. Así, en agosto de ese año, los sacerdotes jesuitas debieron dejar nuestro territorio.
Aquí hay un punto de inflexión: la Compañía de Jesús, durante el poco más de un siglo y medio que estuvieron en Chile, fueron, como hemos dicho, tenaces defensores de la adhesión al Rey, de excelente trato a los araucanos (de hecho, a su paso por el Maule, Lautaro, en su célebre alzamiento, no encontró apoyo en la zona y ningún natural quiso sumarse a su hueste) y con fluidas relaciones hacia los españoles y criollos.
Pero, al dejar estas tierras, se perdió ese enlace con el respeto a la corona, además que la ventas de las posesiones de los clérigos, fueron a incrementar el patrimonio de personeros que a poco de andar eran tenaces enemigos del poder peninsular. El resto es conocido.
En los siglos XVII y XVIII y parte del XIX, las orillas de los ríos maulinos sumaban más de cien molinos, con gran producción de harina, además de cuero, sebo, charqui y otros insumos de creciente demanda en Perú. Innumerables barcos se alineaban desde Palmilla hasta el Maule, cargando sus bodegas para volver a Constitución. Se calificaba a esta zona como "el granero de América". Súmese a esto los notables astilleros instalados en Constitución, Curanipe (poco conocido hoy, pero con amplia demanda en naves de diversos calado) Llico, etc. Entonces, hace dos siglos y medio la región del Maule definió proyecciones sociales, económicas y culturales que no se ubican en otra parte del territorio.
Desde el Perquilauquen al sur, la guerra de Arauco desgastó a los gobernantes hasta la llamada "pacificación de la Araucanía", recién a mitad del siglo XIX y, desde Curicó al norte, la diversidad de la zona colchagüina, hasta Rancagua, que fue absorbida en un principio por Santiago, dejó al Maule con uno de los mapas más sólidos de la topografía chilena y con emergente identidad.
Es verdad que dentro de nuestra región hay diversos "caracteres y pareceres". Tenemos a quienes pugnan por definir un "Maule sur", y en 1826 Talca rechazó de la peor manera tener como capital a Curicó, lo cual motivó la intervención del propio ministro Portales. No debe extrañar entonces, que esta conciencia de progreso, de fortalecimiento económico de tres siglos, distanció a esta zona de la guerra de 1810.
La hazaña de Francisco Villota en Curicó y la sorpresa de Yerbas Buenas en Linares son episodios aislados de la contienda independentista, lo cual ha llevado a Talca, sin muchos fundamentos, a alzar una errónea estatua de O'Higgins y a intentar, vanamente, ser la mesa donde se firmó el acta de la libertad con España.
Este panorama, esta identidad de la región del Maule se traduce, en su aspecto humano, en la producción de hombres de selección en diversos ámbitos: desde el Abate Molina y su ciencia naturalista, cinco de ellos, ya sea por elección o por las circunstancias políticas del instante, han llegado al sillón de la Moneda. La antología de nuestra poesía con algunas excepciones, es casi la selección de los poetas de Chile.
Ilustres prelados han ocupado destacados cargos en la jerarquía eclesiástica, el más conocido, monseñor Raúl Silva Henríquez, y en ese mismo orden, los padres Reinaldo Muñoz Olave y Pedro Armengol Valenzuela; hay presidentes muy ilustres de la Corte Suprema, rectores de la Universidad de Chile, pensadores como Valentín Letelier y Malaquías Concha, llamados ambos a cambiar sustancialmente las estructuras jurídicas del país, todo lo cual rematamos con un largo etc. La región del Maule, en verdad, dio vida al alma y carácter de Chile en sus diversos aspectos.
Por ello, estimamos de interés, lo dijimos hace un tiempo desde estas columnas, conocer el pensamiento de nuestro gobernador regional sobre el redescubrimiento del pasado de esta zona, que vaya más allá de una crónica en una fecha determinada y donde no se reduzca la etopeya maulina al rodeo, la matanza del chancho o un plato típico. Plano de la Región Maule Sur, de 1788. Las Leyes de Indias, que dieron instrucciones muy precisas a los conquistadores sobre su trato con los indios. El Gobernador Martin Oñez de Loyola, quien creó el corregimiento del Maule en 1593..