Presencia de la Iglesia Católica en Talca y el Maule
Presencia de la Iglesia Católica en Talca y el Maule Jorge Valderrama Gutiérrez La labor fundamental de las órdenes religiosas en América era la de evangelizar, es decir, convertir a la fe católica a los habitantes autóctonos. Sin embargo, los primeros hombres que conformaron el clero secular no tenían una formación sólida que permitiera la consecución adecuada de tal objetivo. Incluso, antes de recibir el presbiterado, no pocos eclesiásticos habían combatido con denuedo en la Guerra de Arauco y otros frentes.
Como afirma don Tomás Thayer Ojeda, “habían sido en sus mejores años, soldados, aventureros audaces, que no obstante su fe ardiente, distaron bastante de la santidad” (Los conquistadores de Chile 1908-0911). En ese tenor, el historiador Carlos Martínez agrega que “pocos eran los sacerdotes con firme y decidida vocación eclesiástica; muchos se ordenaban a raíz de fracasos sentimentales o de remordimientos y casi sin formación teológica ni ascética.
Así se explica que se trabaran en discusiones inútiles y enojosas con los pocos colegas cultos; muchas veces se iban a las manos y llegaban a excesos denigrantes” (Carlos Martínez: La Iglesia en la Colonia, p. 16). En esa línea, durante los primeros años de la Iglesia Católica en Chile, “no hubo gran interés por las vocaciones sacerdotales.
Entre los clérigos hubo pocos criollos, aunque de las familias más importantes salieron muchas veces más de uno a formar parte del clero. () El clero secular en general se dedicó especialmente a la difusión de la fe en las antiguas doctrinas y en el ejército. Esos fueron los ámbitos donde ejercieron su tarea evangelizadora.
En general resalta, al igual que en la acción de los religiosos, una abnegada lucha por evangelizar, la cual aunque muchas veces limitada por las conductas sociales, económicas y geográficas como también culturales, logró semInterior de la Iglesia Matriz de Talca en 1890, fruto de la actividad del cura Miguel Rafael Prado y de don Daniel Barros Grez. La tercera Catedral desde la segunda fundación de la ciudad. Archivo fotográfico de la Universidad de Talca. Retrato del clérigo dominico José Ignacio Cienfuegos. Senador y presidente del Congreso de la República.
Dibujo de Desmadryl. brar la semilla evangelizadora, y constituyó una enorme tarea de educación y actividad pastoral en conjunto con el obispo de cada diócesis” (Martínez, 1980). No obstante, dichos excesos constituyeron excepciones a la norma, pues los curas doctrineros sí poseyeron una sólida formación teológica que los impelió a convertir al cristianismo a los aborígenes, de acuerdo a los preceptos y partidas de los Reyes de España, desde Isabel I de Castilla (1451-1504) y su esposo Fernando II de Aragón (1452-1516), denominados Reyes Católicos) hasta los últimos monarcas del período de la Independencia de Chile.
De igual manera, en cuanto los españoles hollaron el Corregimiento de Maule, las órdenes religiosas se fueron asentando a lo largo del territorio, encontrándose a fines del siglo XVII los agustinos, franciscanos, jesuitas, dominicos y mercedarios.
Igualmente, preocupados por no perder los vínculos educacionales que regían en la Madre Patria, formaron las escuelas de primeras letras (Julio Retamal, 1980: La cultura colonial). La simiente católica Como pálida evidencia de los monumentales establecimientos que fue erigiendo la Iglesia Católica para acuñar su presencia en Talca -similar a lo que aconteció en otros lares-, se mencionan algunos en cuyos esfumados interiores varias generaciones de maulinos vivenciaron sus preceptos.
En ese contexto, se tiene que en 1848 el presbítero Manuel Pío Silva emprendió la titánica tarea de levantar la Casa de Ejercicios, en su génesis un vasto inmueble que se destinaría a brindar inapreciables servicios espirituales. Su construcción, no exenta de dificultades, demoró más de ocho años. Don Manuel hubo de echar mano a su propio bolsillo y poner más de 20 mil pesos de la época para terminar dicha obra, que albergó con toda comodidad a 600 hombres. Hasta 1861, data en que falleció su impulsor, dicha casa fue atendida personalmente por él. Además, entre sus muros se sucedieron relevantes acontecimientos.
Así, en la Revolución de 1851, después de la sangrienta Batalla de Loncomilla, sirvió de hospital de sangre para los heridos (entre ellos el general Fernando Baquedano, coronel jefe del Estado MaEn el año del Centenario del Obispado de la ciudad, se precisan algunas fundaciones de monumentales instituciones que, traspasando el tiempo, se han alzado como preclaros designios de fe.
Presencia de la Iglesia Católica en Talca y el Maule Catedral Como Catedral de la Diócesis creada en 1925 fue designada la Iglesia Matriz San Agustín de Talca, la cual había empezado a construirse aproximadamente en la segunda mitad del siglo pasado y que al momento de ser elevada a tal dignidad aún no se terminaba de edificar. Fue consagrada en 1864 gracias a los esfuerzos del ingeniero y escritor Daniel Barros Grez, exhibiendo una colosal cúpula sobre el crucero y tres naves. Fue arruinada por el terremoto de 1928 y sólo en 1944 se inició la construcción de la actual Catedral, la que fue inaugurada solemnemente por el obispo Manuel Larraín Errázuriz, en agosto de 1954. Se encuentra ubicada en el mismo lugar donde se situaba la antigua Iglesia Matriz, es decir, en la esquina de las calles 1 Norte con 1 Poniente, frente a la Plaza de Armas.
Asimismo, en la cripta ubicada debajo del altar mayor, descansan los restos de los obispos José Ignacio Cienfuegos y de los obispos Carlos Silva Cotapos, Manuel Larraín Errázuriz y Carlos González Cruchaga (primo de San Alberto Hurtado). Sobre dicha iglesia, don Joaquín Edwards Bello rememoraría (Diario La Nación de 1927): “Galopando hacia Talca, lo primero que divisaba emergiendo de la Alameda y recortando el cielo, eran las torres de la iglesia. Tengo esas torres grabadas en mi corazón; yo me bauticé en esa iglesia y a su alrededor me han ocurrido los acontecimientos más agradables.
Después he visto en el curso de mi vida iglesias infinitamente más ricas, más famosas, más impregnadas de humanidad, que diría el adusto ex rector de Salamanca, pero ¡ qué importa! Ninguna he visto tan bella.
Los cielos de Talca, con esas torres que vienen a ser como dos dedos índices de Dios, tienen una variedad extraordinaria y yo me complacía en edificar las más raras imágenes sirviéndome de las nubes y de las paletas de colores El cielo de Talca bastaba para regalar a mis sentidos de niño, pero nunca más lo he vuelto a ver en parte alguna de la Tierra, a pesar de que no faltaba el colorido en otros cielos que vi más tarde”. Sacerdote y vicario de Talca -a contar de 1859Miguel Rafael Prado, fundador del Seminario San Pelayo -junto a don Fortunato Berríosen 1870 y de las Religiosas del Buen Pastor en 1872. yor del disidente general José María de la Cruz, malherido y traído a Talca por su hijo, en aquel tiempo capitán Manuel Baquedano, quien militaba en las filas gubernamentales como ayudante de Bulnes) y posteriormente -terminada la Guerra del Pacíficosirvió de abrigo a los soldados del Batallón Talca que regresaban del norte cubiertos de gloria, enfermedades y heridas.
Otro de los emblemáticos establecimientos de la Iglesia Católica erigido en la urbe, fue el Colegio de las Monjas del Sagrado Corazón de Jesús, levantado en 1858 y conocido también como Sagrados Corazones (SS.CC. ), a la vera de la iglesia El Carmen, en 1 Norte entre 4 y 5 Oriente (actual emplazamiento del Liceo Amelia Courbis). Su alzamiento fue obra del tesonero sacerdote Justo Pastor Tapia, oriundo de Talca.
Esa prestigiosa escuela para señoritas reflejó la asiduidad y esmero de las monjas del Sagrado Corazón, que dedicaron su existencia a la difícil labor de ser maestras, ya que, durante décadas, se encargaron de forjar los espíritus de las niñas que estaban llamadas a ser las mujeres del porvenir. Igualmente, su creador siempre se esmeró por dotarlo de las comodidades propias de esos tiempos y de un establecimiento de tal naturaleza.
No obstante, su triste sino lo llevaría a un vértice insalvable: a las once de la mañana del 27 de febrero de 1907 la campana del Cuerpo de Bomberos de Talca tañía sus trágicas notas de alarma ante un voraz incendio iniciado en la iglesia El Carmen y que dejó al antes prestigioso establecimiento educacional reducido a humeantes ruinas.
Continuando con el tenor señalado, el 19 de mayo de 1870 el proactivo sacerdote y vicario de Talca (desde 1859) Miguel Rafael Prado, adquirió el terreno sobre el que en 1872 las Religiosas del Buen Pastor pondrían sus firmes pies para dar vida a ese nuevo monasterio (4 Poniente 2 Norte). Su materialización se obtuvo merced a sus esfuerzos y, por cierto, a los generosos aportes de don Ismael Urzúa -quien donó 10 mil pesos para tal efectoy del religioso Agustín Vargas (quien colocó su pasión personal y aproximadamente seis mil pesos de su peculio para concretarla). El vicario estaba convencido que traer a la ciudad a la Congregación del Buen Pastor, y hacerla parte de su parroquia, provocaría beneficios a Talca. Un decreto del 14 de noviembre de 1881, emitido por el Gobierno, confió la custodia de las presas de la ciudad a las religiosas del Buen Pastor. Igualmente, la fundación del Seminario San Pelayo en septiembre de 1870 obedeció a la incansable voluntad del precedentemente citado vicario Miguel Rafael Prado, así como a la participación del presbítero Fortunato Berríos como cofundador.
Visionarios celosos de las obras de su ministerio, el 10 de mayo de 1868 encabezaron la ceremonia protocolar de colocación de la primera piedra de la construcción, proyectada siete años antes, en el lugar que ocupaba la antigua necrópolis de la ciudad y en terrenos del otrora Fundo Huapi. A ella asistieron las principales autoridades de la urbe y vecinos. El Seminario Conciliar San Pelayo inició su puesta en marcha gradual el 1 de abril de 1870, siendo inaugurado el 18 de septiembre de ese año. En sus dependencias se erigió una hermosa gruta a Nuestra Señora de Lourdes, hoy desaparecida. Desde su génesis, connotadas familias han estado ligadas al colegio y por sus aulas pasaron grandes pensadores, miembros de altos tribunales de la República, del Congreso Nacional, prestigiosos empresarios y distinguidos profesionales. Las Fuerzas Armadas, el clero, las bellas artes y la cultura del país recibieron el constante flujo vivificador de generaciones de seminaristas que engrandecieron el nombre de Talca y de su patria.
Finalmente, el sacerdote José Fortunato Berríos -consagrado en 1870 en el Seminario de Santiagolevantó la Casa de Huérfanos (hoy Hogar de Niños San José), entidad católica que se materializó gracias a una casa y sitio donados por doña Luz Cruz de Antúnez, y situados en la parte norte de la urbe. De igual forma, las señoras Domitila y Magdalena Leal cedieron una casa y sitio situados al costado oriente de la Casa de Ejercicios.
Hasta que el 18 de agosto de 1882 se compró a doña Juana Arenas una parte de su propiedad, cediendo la señora Nieves Concha de Sancristóbal la parte que faltaba para concretar esa misión que abrió sus puertas en abril de 1883.
Presbítero Fortunato Berríos Rojas, cofundador junto a don Miguel Rafael Prado, del Seminario San Pelayo de Talca, en septiembre de 1870; y de la Casa de Huérfanos en 1883 (hoy Hogar de Niños San José). Como primer obispo de la Diócesis Talca -creada el 18 de octubre de 1925 a través de la Bula Apostolici Muneris Ratiofue designado monseñor Carlos Silva Cotapos, quien asumió el 16 de abril de 1926, gobernando hasta el año 1939, año en que le sucedió monseñor Manuel Larraín; actualmente la preside monseñor Galo Fernández Villaseca..