Autor: HERNÁN HERRERA RUSSELL Presidente nacional de la Corporación Nacional de Colegios Particulares de Chile, Conacep A. G
Atacama y el Estado fallido
Señor Director: De acuerdo con las cifras del Ministerio de Educación, este año, alumnos se matricularon en la educación escolar en Chile.
La mayoría de ellos (54%) estudia en colegios particulares subvencionados; el 30,6 %, en escuelas municipales; el 9,3%, en particulares pagados, y solo el 4,8%, en establecimientos dependientes de los Servicios Locales de Educación, que dependen directamente del Mineduc. Con la puesta en marcha de la Nueva Educación Pública, se crearon los Servicios Locales de Educación (SLEP), una nueva institucionalidad que busca reemplazar progresivamente la educación municipal. En el caso de Atacama, la relación porcentual de la matrícula es inversa a la realidad nacional. En dicha región estudian en el sistema escolar 67.014 alumnos, de los cuales 42.304 (63,12 %) lo hacen en establecimientos dependientes directamente de sus dos Servicios Locales de Educación de Atacama y Huasco.
En esta región, que se utilizó como piloto para implementar el término de la educación municipal, el Estado hoy administra mayoritariamente en forma directa las escuelas y controla dos tercios de la matrícula, sin que haya existido una supervisión eficiente de este proceso. Hace casi dos meses, el Colegio de Profesores de la región decidió paralizar las clases en Atacama, denunciando problemas de infraestructura. Esa decisión gremial afecta a decenas de miles de alumnos, que están a punto de perder el año. Pospandemia, las autoridades se comprometieron a que, por ninguna razón, los establecimientos educacionales se iban a cerrar. Hoy, los colegios administrados directamente por el Estado allí no cumplen con ese solemne compromiso. Si esta crisis se hubiera producido en colegios particulares subvencionados, las responsabilidades se hubieran hecho efectivas de manera inmediata, porque hay un sostenedor responsable, con nombre y apellido. Cuando el Estado entra en crisis, la responsabilidad se diluye, y la conclusión que se extrae es que más Estado no es necesariamente sinónimo de mayor calidad en la educación. Las cifras son indesmentibles y las víctimas inocentes son los alumnos sin clases y sus familias, que ven impotentes, en este caso, un Estado fallido en educación.