“Siempre he sido ambicioso; busco calidad internacional”
Fernando Pérez, director del Bellas Artes: “Seguramente existen artistas capacitados para dirigir un museo, pero a lo mejor esa tarea también la podría desarrollar un ingeniero”, afirma el arquitecto.
Por Daniel Rozas l nuevo director del Museo Nacional de Bellas Artes, con casi medio siglo de experiencia como académico, mentor de arquitectos como Mathias Klotz, Alejandro Aravena o Smiljan Radic, dice sentirse privilegiado por presidir el museo más antiguo en Latinoamérica, diseñado por el arquitecto Emile Jéquier a comienzos del siglo 20. Fernando Pérez Oyarzún (1950) es arquitecto y un experto en historia del Arte, y no puede dejar de comentar el incendio de la catedral de Notre Dame. “La primera vez que la vi se me apareció como la encarnación de las muchas imágenes que había contemplado desde niño. Comprobé entonces que más allá de su importancia histórica como una de las piezas originales del gótico, su belleza particular, su serenidad clásica, era real y era intensa.
Verla en llamas después de sobrevivir dos guerras mundiales constituye una prueba de la inevitable fragilidad de nuestro patrimonio”. Pero es optimista: “Aparentemente gran parte de la fábrica del edificio ha resistido y se vendrá un largo proceso de reconstrucción que vuelva a hacer brillar no solo un monumento religioso sino una de las glorias de Francia y del mundo.
Será un proceso que exigirá muchos recursos y que nos hará pensar a todos en cómo enfrentar una suerte de epopeya constructiva que pondrá a prueba las relaciones que establecemos con nuestro pasado”. Con prestigio internacional en la disciplina (fue decano de la Facultad de Arquitectura de la UC y profesor en Harvard y Cambridge), poco se sabe, sin embargo, de su historia personal. “Yo pasé mis priMe gustaría que el museo estuviera entre los 10 mejores del Hemisferio sur. Para mí el Bellas Artes es un lugar al que yo siempre vine, al que le tengo un cariño especial y que fue importante en mi formación. Entrar a este edificio es un premio”. Meros años recluido en Colchagua, en el campo”, recuerda.
“Y creo que esas cosas son muy marcantes, sobre todo tomando en cuenta que soy una persona que terminó estudiando arquitectura, después de muchas dudas, y que mi relación con la ciudad fue tardía”. Se vino a Santiago a los 7 años, para estudiar en el colegio Verbo Divino. “Llegué a la casa de mis abuelos y casi no conocía la ciudad. Santiago fue un aprendizaje consciente.
No fue el acercamiento que tiene alguien que nace en la capital y que está acostumbrado a sus paisajes”. Cuenta que, a pesar de ser un buen alumno, se sentía restringido por el ambiente escolar, y que a los 15 años comenzó a estudiar música en la Universidad de Chile. “Tuve una formación paralela. Comencé estudiando guitarra clásica, y luego cuando entré a la universidad tuve dudas vocacionales y en tercer año me retiré de arquitectura en la Católica. En vez de seguir instrumentos, comencé a estudiar composición. Después pasé años estudiando música paralelamente a la arquitectura. Nunca terminé pero yo creo que marcó mi formación”. Empezó a enseñar en la Escuela de Arquitectura de la UC desde muy joven. “A los 20 años, me ofrecieron colaborar como ayudante.
Partí con Historia de la Arquitectura e Historia del Arte”. Después de titularse, se fue a estudiar un doctorado en Barcelona y pasó tres años junto a su mujer, Malva Villalón, y sus hijos, en la capital catalana. Cuando volvió a Chile trató de dejar la academia y trabajar como arquitecto, pero no resultó.
“Tuve que pagar mi beca y estuve obligado a quedarme 4 años más en la Universidad Católica”. —¿ Cómo fue su experiencia como profesor en el extranjero? —Después de mi paso por Barcelona, tuve el privilegio de que me invitaran a enseñar en Harvard, luego pasé un período en la Universidad de Cambridge y posteriormente estuve en el Centro de Estudios Avanzados en Upsala, Suecia.
Como siempre he sido ambicioso, me gusta que los proyectos que emprendo tengan niveles de calidad internacionales. —Hoy en día el Bellas Artes es percibido como un museo conservador y pobre en recursos. —Me parece un juicio excesivo e injusto. Yo creo que este museo cuenta con una larga tradición y eso significa que se han probado muchas cosas por tanto considero que es difícil inventar nuevas. Pero sí creo que hay muchos aspectos en los que podemos mejorar. Me gustaría que estuviera entre los 10 mejores del Hemisferio sur. Son proyectos que implican años de trabajo, pero creo que Chile ha alcanzado niveles de desarrollo interesantes en otro ámbitos y ahora se deberían alcanzar en cultura. Para hacerlo, un museo tiene que cumplir una misión importante y obtener recursos, porque es una institución pública y está enclavado en el corazón de la ciudad. —Es un lugar significativo para Santiago. —Altamente simbólico. Inicialmente Estuvo proyectado en la plaza Vicuña Mackenna, al lado de la Biblioteca Nacional. A mitad de la década de 1880 se canalizó el Mapocho, y eso liberó una cantidad importante de terreno en un punto muy apetecible de la ciudad. Ahí se decidió hacer un nuevo barrio, junto al Parque Forestal y se levantó este edificio que funciona como un ancla, rodeado de monumentos como La Fuente Alemana. En algún momento se tuvo la idea que fuera un lugar significativo para el desarrollo de la ciudad y creo que eso ha funcionado.
Es el principal rol del museo? —Uno quisiera que pase a formar parte de la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. —Hay quienes piensan que es una antigualla comparado con el centro Cultural La Moneda. ¿Qué opina? —Hoy en día tenemos que competir con un entramado de instituciones culturales como Mavi, Gam, Centro Nacional de Arte Contemporáneo Cerrillos y galerías privadas. Todo eso obliga al museo a redefinir sus estrategias de posicionamiento. Yo pienso que para una ciudad con 6 millones de habitantes como Santiago, que existan varias alternativas culturales no está mal.
De todas maneras, el Bellas Artes es un organismo que, por ser público, por tener una trayectoria histórica, por su relación con el arte y la producción de exposiciones, es un organismo más complejo que centros como el que usted plantea. —¿ Qué hay que mejorar? —Tenemos que conectarnos con la población, lo cual implica hacer exhibiciones del alto impacto. Recién inauguramos la exposición de Nemesio Antúnez y llegaron más de 1.000 personas. Pienso que la próxima muestra internacional “Yo soy mi propia musa”, sobre pintoras de las vanguardias latinoamericanas, será un hito. Quizás soy muy ambicioso, pero pienso que el museo nació con una vocación internacional y la prueba fue una muestra extranjera en 1910, intentando mostrarle a la ciudadanía el estado del arte en el mundo. Creo que tenemos que ser fieles a ese carácter internacional sin perjuicio de seguir siendo los guardianes de la producción artística local.
Lo que diferencia a este museo es que tiene una colección de más de 5.000 piezas y uno de los objetivos de mi administración es volver a recuperar una identidad que se relacione con su colección, pero en conjunto con exposiciones contemporáneas. —¿ Qué responde a Arturo Duclos que dijo que Ud. “no era idóneo” para el cargo?—Me parece normal que haya distintas visiones sobre quién debe estar al frente del museo porque es una posición pública.
No creo que tenga que defenderme frente a las críticas sino que pedir tiempo para que me juzguen por lo que hago. —¿ Por qué postuló a este puesto? —Para mí fue emprender una tarea que me pareció que tenía sentido. Independiente de la comodidad y los recursos. Además hay un detalle biográfico. Para mí el museo de Bellas Artes es un lugar al que yo siempre vine, al que le tengo un cariño especial y que fue importante en mi formación. Entrar a este edificio es un premio.
Los que trabajamos aquí somos privilegiados y tenemos que sacar el museo adelante. —¿ Cree que el museo está estancado?—Me refiero a que tenemos que poner el museo al nivel internacional que la institución se merece. Y eso significa mayores grados de apertura al público y territorialización; es decir, presencia en todo Chile. Debemos sacarles el máximo partido a cada muestra y luego tratar de hacer itinerancias internacionales. “Fui afortunado al tener alumnos tan talentosos” —¿ Conoció el Nemesio Antúnez, que fue director del museo? —A veces me lo encontraba, pero no tuve una amistad con él. Era un personaje que yo admiraba porque tuvo la capacidad de vitalizar el museo. La exposición actual de Antúnez en el Bellas Artes es parte de las celebraciones de su centenario.
Él llevó muestras a la población San Gregorio y yo creo que es un gesto que debemos imitar porque tenemos que atrevernos a hacer acciones osadas para llevar la cultura fuera del muro del museo. —Usted es un intelectual y profesor respetado. ¿Cuál es su relación con exalumnos como Smiljan Radic o Alejandro Aravena? —Creo que para ellos fue importante crecer intelectualmente en un ambiente académico que yo contribuí a potenciar, pero considero que fui muy afortunado al tener alumnos tan talentosos. Eso no es mi mérito. Yo estaba en una Escuela que tiene una larga tradición, accedí a su dirección, y me esforcé para que esa Facultad tuviera estándares internacionales.
Eso implicó traer mucha gente de afuera. ¿Por qué le digo esto? Cuando yo fui el año 90 a la Harvard vi que ellos tenían archivos de arquitectos como Walter Gropius, Le Corbusier y Josep Lluís Sert.
Al volver a Chile traté de hacer lo mismo en la Universidad Católica y creamos un archivo que hoy tiene más de 100 mil documentos clasificados al cual acceden investigadores de todas partes del mundo. —¿ Piensa que los arquitectos están más capacitados que los artistas visuales para dialogar con las redes de poder y el mundo político? —A ver. Yo creo que, en el mundo de hoy, el rótulo de las profesiones es un elemento insuficiente para juzgar a las personas. O sea, siguiendo la línea de pensamiento que usted plantea, los arquitectos deberían estar en el Ministerio de Vivienda. Recuerde que Nemesio Antúnez, aunque tuvo formación de arquitecto, fue conocido como artista y su trabajo a cargo del museo de Bellas Artes fue fantástico. Además yo no sé si hay muchos artistas en el mundo a cargo de museos. Pienso que es más importante contar con personas que tengan trayectorias destacadas. Seguramente existen artistas capacitados para dirigir un museo, pero a lo mejor esa tarea también la podría desarrollar un ingeniero.