Premio Nacional a Manuel Rojas
Las crónicas de Benito Riquelme Centro de Documentación Patrimonial UTalca Rigón Benoit L premio Nacional de Literatura fue otorgado a Manuel Rojas por obras”, pero ninguna con el nervio y la fuerza humana de su libro “Hijo de Ladrón”, ya que el paisaje melancólico y tedioso en que se inspiran nuestros escritores casi desaparece en su libro para dar realce a sus personajes con un realismo extraordinario, ya que los hace moverse en un medio social que por su magnitud no solo es chileno sino universal. Sus protagonistas son los hombres sin mañana. Desertores en la guerra, ratas de bajos fondos en la paz. Son los que llevan la antorcha para incendiar a Roma y adornan sus cabezas con el gorro frigio, más por la bestialidad de la sangre y del saqueo que por convicción o sentimiento.
Y sin embargo, nacen y viven en el conglomerado humano, vienen de un vientre humano y no pocas veces con la ternura anónima de una madre a quien la miseria no les permitió conocer. ¿Cómo aparece este personaje sin historia como es el hijo de un ladrón? Ella es larga y confusa, pero historia al fin, de una vida que al salir de la cárcel hecho un derrotado lo recibe “sol y viento, mar y cielo”, y para qué quería esos elementos cuando carecía de pulmones y tenía las alas rotas para gozar del cielo y del viento? ¿ Acaso no es hijo de esos seres nómades, “nómades urbanos errantes de ciudad en ciudad, que resisten la jornada de ocho horas, la racionalización del trabajo y los reglamentos del tránsito internacional” con su documentación al día? Es una simple cédula de una masa irredenta y oscura que va caminando por todas las rutas del universo, aunque en este libro la sitúe en los pasos cordilleranos y en las costas de Valparaíso, cédula que pierde el nombre para darle paso a un apodo en los bajos fondos, en la comisaría o en la cárcel, y sin embargo son hombres porque andan erguidos, hablan y comen, pero que en el verano afirmados en los muros y en el invierno en el hueco de una puerta o en una alcantarilla se mantienen indiferentes “como si el día tuviera ciento cincuenta horas y dispusieran para vivir de un plazo de dos a tres mil años”. Antepasado Para Manuel Rojas sobrevive en forma violenta “el carácter del antepasado indígena, no del indígena libre sino del que perdió su libertad... y son silenciosos y huraños, reacios al trabajo, reacios a la sumisión; no quieren entregarse, y ¿ entregarse para qué? Para ser esclavos”. Y con un brochazo terco —si así pudiéramos decirsigue desarrollando su tema: “Nadie se acerca a ellos como un padre o un hermano se acercan al hijo o al hermano que aman, pero, ¿dónde están los amos, los gobernantes o los matones dispuestos a olvidarse de su dinero, de su poder o de su fuerza?”. Estas interrogantes no solamente se pueden hacer en Chile sino en cualquier parte del mundo, en donde el hombre para el hombre no sea sino un elemento de explotación humana, cuando por condiciones del medio puede sacar sus garras para destrozar a un ser semejante. Realismo Sus protagonistas son los hombres sin mañana. Desertores en la guerra, ratas de bajos fondos en la paz.
Son los que llevan la antorcha para incendiar a Roma... y con un trazo de un colorido excepcional nos muestra la historia de aquella casa y de cuya existencia nos habla un breve cúmulo de tierra: “Yo no tenía en cambio a nadie: la familia de mi madre parece haber desaparecido.
Era originaria de algún punto de la costa de Chile central, regiones a que no llegan sino débiles y tardíos rumores del mundo, en donde las familias se crean y destruyen, aparecen y desaparecen, silenciosamente como aparecen y desaparecen los árboles y los bosques, no quedando de ellas, en ocasiones, más que la casa, ya medio destruida en la que los principales miembros nacieron, vivieron y murieron.
Los hijos se van, los padres mue Se ha dicho que esta obra de Manuel Rojas “tiene algo de milagroso”, pero mientras el hombre viva bajo el sol no faltará jamás un corazón ni un cerebro de poeta o escritor que no sepa comprender la tragedia humana, de aquellos que tienen que alejarse de los festines con gesto temeroso e inquietud de perros a quienes se les está vedado separarse más allá de los basurales y de los suburbios, en donde se mueve un mundo que no sabe de hogar, de familia, de ternura y de madre.
El Premio Nacional de Literatura ha venido a consagrar a un autor que se ha salido del paisaje artificio con mucho colorido de caramelo para dejar solamente el hombre frente al destino que tiene otra filosofía cuando se cubre de harapos y se tiende la mano para pedir una Diario “La Mañana” 23 de junio de 1957