Autor: Cristóbal Madero $.. . Académico Facultad de Educación U. Alberto Hurtado
Una educación presa de la cobardía
Obardes. Así llamó el Presidente Gabriel Boric, la semana pasada, a quienes quemaron una escuela en el sur de Chile. Cobardes, pues privaron de su derecho a educarse a niños y niñas de Curacautín, una de las comunas más pobres de Chile. Niños y niñas que no se pueden defender. Esta quema se suma a las quince escuelas que desde 2018 han sido incendiadas en la macrozona sur. Privar de derechos esenciales, como lo es la educación, es una verdadera cobardía. Lamentablemente, la educación chilena ha sido y está siendo presa de cobardes que atentan contra inocentes.
Cobardes como quienes, también escondiéndose, no en la noche pero detrás de pañuelos y máscaras, destruyen desde hace años liceos reconocidos por su aporte al país y, de paso, la imagen sobre una educación pública que urge en ser restablecida. Cobardes también quienes estuvieron detrás de tener nuestras escuelas públicas entre las que por más tiempo estuvieron cerradas luego de atravesar la etapa más crítica de la pandemia del covid-19.
Cobardes pues, calculando lo que nada tenía que ver con la educación, fueron en gran parte responsables del rezago pedagógico de millones de niños y niñas, e incluso peor, de que 50 mil estudiantes figuren entre 2021 y 2022 fuera de la escuela sin tener que estarlo. Cobardes también quienes no denunciamos y encaramos de manera más decidida a quienes delante de nuestras narices destruían y destruyen la educación pública.
Pues si quemar escuelas, destruir su imagen pública (y también su infraestructura), y mantenerlas cerradas se trata de un drama para nuestra sociedad en su conjunto, este lo es más para el sistema educativo, y mucho más para la educación pública. Contra la cobardía, una sana valentía. Valentía para denunciar. Valentía para promover y defender la educación pública, de manera especial a través del apoyo a la instalación de los servicios locales de educación y otras políticas necesarias para su operación en propiedad.
La educación de nuestras niñas, niños y jóvenes no mejorará, ni menos la de quienes van a la educación pública si una buena parte de los adultos no salimos de una cómoda cobardía que ha anestesiado nuestra capacidad de criticar y proponer caminos nuevos.