Adaptarse a una sequía permanente
“La escasez hídrica obligará a una definición más precisa, y probablemente más estrecha, del concepto de «consumo humano»”. Egún el informe de la situación hídrica presentado por el Ministerio de Obras Públicas, 2021 ha sido el cuarto año más seco en Chile desde que se tienen registros, superado únicamente por 1968,1998 y 2019. El país completa así 13 años consecutivos de sequía, un fenómeno que no solía extenderse por más de cuatro años consecutivos.
Y, si la situación de las lluvias es preocupante, en el caso de la nieve el panorama es todavía más crítico: en las regiones centrales el déficit de nieve acumulada supera el 50 por ciento, y en algunas, como Coquimbo, simplemente no hay. “La situación hídrica es la peor de nuestra historia y todo muestra que eso no va a cambiar”, advirtió el ministro Alfredo Moreno.
En este contexto, el Gran Santiago ha logrado conjurar por ahora el fantasma del desabastecimiento gracias a las reservas acumuladas en los embalses, a las medidas tomadas por las empresas sanitarias y a la redistribución de aguas del río Maipo a favor del consumo residencial. Pero es evidente, también, de que se trata de acciones de emergencia y no sostenibles en el tiempo.
Algo similar ha ocurrido en Valparaíso, donde las inversiones para la conducción de aguas han mitigado el riesgo de un colapso en el abastecimiento en el litoral norte de dicha región, en desmedro de las posibilidades de riego en una amplia zona de la cuenca del río Aconcagua.
Si bien hay acuerdo extendido, transversal e irrebatible respecto de que la prioridad en el uso del agua debe ser para el consumo humano, también es cierto que la escasez hídrica como condición permanente obligará a una definición más precisa, y probablemente más estrecha, del concepto de «consumo humano». Conviene considerar que Chile, entre los países OCDE, tiene el quinto consumo de agua potable más alto en zonas urbanas. Y, a la vez, el costo de dicho consumo es uno de los más bajos no solo a nivel OCDE sino, también, comparado con varios países de la región. Un informe publicado recientemente por el CEP (E.
Dardati, 2021, «La gestión hídrica en Australia e Israel») muestra como ambos países, que tienen modelos diversos de administración del agua, han coincidido sí en eliminar gradualmente los subsidios al consumo, e incorpor tarifas que incentiven su uso moderado. El objetivo común es permitir que la población pueda acceder a cierta cantidad razonable de agua a precios bajos, pero que, a su vez, tenga incentivos para no sobreutilizar el recurso. Es una discusión técnica, pero también ética. Adaptarse a un escenario permanente de sequía y calentamiento es un desafío del país.
La innegable necesidad de cambios administrativos, legales —como la reforma al Código de Aguas— constitucionales no debe oscurecer, sin embargo, que buena parte de la seguridad en el abastecimiento de agua para el consumo humano —y también para actividades productivas— está vinculada la gestión que se haga de los recursos existentes, a la inversión en nuevas formas de producción y abastecimiento, y, tan importante como aquello, a una racionalización de la demanda.
Como ha advertido Guillermo Donoso, investigador del Centro de Derecho y Gestión de Aguas de la UC, si la gestión del agua se concentra sólo en incrementar la oferta, sin mejorar la productividad de los recursos ya existentes, el estrés hídrico será imposible de evitar.
Resumen
Si bien hay acuerdo extendido, transversal e irrebatible respecto de que la prioridad en el uso del agua debe ser para el consumo humano, también es cierto que la escasez hídrica como condición permanente obligará a una definición más precisa, y probablemente más estrecha, del concepto de «consumo humano»., Un informe publicado recientemente por el CEP (E. Dardati, 2021, «La gestión hídrica en Australia e Israel») muestra como ambos países, que tienen modelos diversos de administración del agua, han coincidido sí en eliminar gradualmente los subsidios al consumo, e incorpor tarifas que incentiven su uso moderado., La innegable necesidad de cambios administrativos, legales —como la reforma al Código de Aguas— constitucionales no debe oscurecer, sin embargo, que buena parte de la seguridad en el abastecimiento de agua para el consumo humano —y también para actividades productivas— está vinculada la gestión que se haga de los recursos existentes, a la inversión en nuevas formas de producción y abastecimiento, y, tan importante como aquello, a una racionalización de la demanda.
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