Autor: Marcelo Somarriva
¡Arriba los corazones!
¡ Arriba los corazones! T al vez sea por nuestro largo historial de catástrofes naturales --incendios, terremotos y aluviones-que somos un pueblo propenso a las pompas fúnebres. Se me vienen a la cabeza los funerales masivos del general Bernales --el llamado "general del pueblo"-y del animador Felipe Camiroaga. Ahora es el turno del expresidente Sebastián Piñera. Todos ellos casualmente muertos en accidentes aéreos. Dicen que no hay muerto malo y que Chile paga tarde y mal, pero me parece evidente que al expresidente Piñera, le están reconociendo ahora los méritos que muchas veces le negaron en vida. Es curioso como cada vez que alguna personalidad pública se muere aparezca un montón de gente contando en público lo mucho que conocieron al difunto o lo cerca que estuvieron de él. A Sebastián Piñera siempre lo trataron bastante mal --y no precisamente sus rivales políticos--. Era algo sorprendente como la gente se permitía faltarle el respeto de manera bastante liviana. Ahora muchos de los que alguna vez lo maltrataron van a aparecer llorando y haciendo pucheros, reclamando un espacio para agarrar una manilla de su ataúd. Un rasgo de la personalidad del difunto que destacan los obituarios y testimonios que he podido leer es su optimismo, especialmente ante las situaciones de crisis y adversidad. Y en sus dos periodos presidenciales tuvo que hacerse cargo de muchas de ellas. Recuerdo su arenga de "¡ Arriba los corazones! " o su proclama "Chile es un país maravilloso", que podían sonar cursi en medio de una gestualidad que parecía torpe. Pero creo que estas eran expresiones genuinas de su actitud frente a la vida donde todo parecía tener solución si uno se lo proponía.
Estas frases parecían el reverso exacto de la máxima que había acuñado la Presidenta Michelle Bachelet durante su segundo gobierno al decir que "cada día se podía estar peor", algo así como una lápida puesta en el lugar donde yacía enterrado lo que alguna vez llamó su "realismo sin renuncia". Eso creía hasta que el otro día leyendo una novela de William Faulkner, Sartoris, me encontré con la siguiente frase: los verdaderos optimistas son los que siempre, todo el tiempo, esperan lo peor y que por lo mismo pueden sorprenderse gratamente a diario con el giro feliz de que el día no termine en una tragedia.
Creo que estas dos actitudes, tanto el optimismo de camisa arremangada de Sebastián Piñera y el fatalista de Michelle Bachelet son manifestaciones igualmente auténticas, dos caras de la misma moneda y no me extraña que los dos liderazgos políticos más importantes de las últimas décadas, en la derecha y en la izquierda, se hayan construido sobre la misma base de optimismo.
No sé mucho sobre liderazgo político, pero se me ocurre que este podría entenderse como la capacidad de materializar o darle forma al optimismo, proponiéndole a la ciudadanía una salida a sus problemas, la construcción de un futuro posible, donde pueda imaginarse un escenario en que las cosas estén mejor, y que esto sea algo en el que todos y todas puedan participar, incluso hasta los pirómanos que quieren quemar el país. ¡Arriba los corazones! Marcelo Somarriva "No sé mucho sobre liderazgo político, pero se me ocurre que este podría entenderse como la capacidad de materializar o darle forma al optimismo"..