HECTOR NOGUERA Y CRISTIÁN CAMPOS ENFRENTADOS POR LA FE
“LA ÚLTIMA SESIÓN DE FREUD”: Bajo la dirección de Marcelo Alonso, los actores protagonizan una obra que recrea un diálogo improbable entre Sigmund Freud y C.S. Lewis acerca de la existencia de Dios. Aquí revelan los desafíos de sus respectivos papeles y aceptan el reto de ponerse en el lugar del otro. Por Nicolás Lazo Jerez. Éctor Noguera cruza el umbral de una puerta y se asoma al pasillo del segundo piso del Teatro de la Universidad Católica, en Ñuñoa.
Detrás de él, al otro lado de la puerta que acaba de atravesar, hay una escalera empinada que conduce a un tercer nivel donde se alcanzan a divisar, a lo lejos, un diván y un sillón. Entre ambos, hay una mesa baja con una lámpara y una pipa. Lo que Noguera acaba de dejar atrás es la oficina de un psicoanalista y es, también, la escenografía de “La última sesión de Freud”, la obra más reciente que protagoniza. Allí, junto a Cristián Campos y bajo la dirección de Marcelo Alonso, encarna al padre del psicoanálisis, quien se enfrasca en una discusión con el académico y novelista C. S. Lewis (Campos) en torno a la existencia de Dios y el rol de la fe en la vida de los seres humanos, incluyendo la de ellos mismos.
El papel, cuenta, representa un desafío particular para él, porque el suyo es “un personaje que mucha gente conoce o sobre el cual tiene una idea”, lo que genera todo tipo de expectativas en el público acerca de lo que se va aencontrar.
Sin embargo, reconoce al mismo tiempo que él también tiene algunos rasgos en común con el médico austríaco. —Una cosa que me acerca a Freud es que se hace grandes preguntas, esas que tenemos todos los seres humanos, más aun la gente que, como yo, va acercándose a la muerte —dice sentado en una butaca sin respaldo, al lado de unos ventanales que dan a la Plaza Ñuñoa—. Viene la pregunta sobre qué hay después, qué hizo uno en la vida y si lo que hizo va a servir para después o no. Esa pregunta se la hace él y me la hago yo. También me acerca mucho el espíritu de búsqueda que tiene Freud, de entablar relaciones con personas que pueden aportar un conocimiento del mundo, de la psiquis de cada uno. Como actor, uno también tiene la curiosidad de conocer gente para ver cómo es su comportamiento. Escrita originalmente por el dramaturgo estadounidense Mark St. Germain, quien lo llevó a las tablas en 2010, la conversación ficticia entre Sigmund Freud y el autor de “Las crónicas de Narnia” transcurre el 3 de septiembre de 1939, en Londres.
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, una de las reflexiones de la obra apunta a evidenciar no solo el rol opresivo de Hitler, sino también el de los padres de los protagonistas. —Respecto a Hitler, Lewis señala que “sus acciones despreciables refuerzan la necesidad de lo opuesto". Luego, Freud dirá: “La mayor influencia de mi padre fue mostrarme cómo yo no quería ser”. ¿Qué “antimodelos” existen hoy? —Hay muchos ejemplos que a uno lo ponen en alerta y lo hacen pensar: el autoritarismo, el machismo, el egocentrismo —responde Héctor Noguera—. Todos están muy fuertes en este momento en el mundo. Siunolos percibe y ve la influencia que tienen en la sociedad, te hacen pensar en ti mismo. Te hacen revisarte. Entonces, de ahí puede que salgan acciones buenas por no caer en aquello que uno reconoce como malo, siempre y cuando uno sea capaz de reconocerlo. “La última sesión de Freud”, asegura el actor, tiene la gracia de que permite a la audiencia identificarse tanto con el Marcelo Alonso es el director de la adaptación chilena de la obra estadounidense. “Tengo una enorme fe en el teatro. Mi mayor fe está puesta ahí”, dice Héctor Noguera. “Esa costumbre de tratar de entender al otro prácticamente se ha extinguido”, dice Cristián Campos. Ateísmo del psicoanalista como con el cristianismo de C.S. Lewis, más allá de una lógica binaria.
Lo mismo le ocurre a él y a Cristián Campos, con quien llegaron a conocer y entender al personaje del otro tanto como al propio. —¿ Qué diría Lewis, por ejemplo, sobre la crisis de las iglesias, o sobre las guerras que persisten? —Lewis dice que el causante de las desgracias es el ser humano, no Dios. Somos nosotros los que fabricamos las bombas y provocamos la destrucción.
También surge la pregunta de qué hace Dios mientras tanto. ¿Observa? ¿ Participa, no participa? ¿ Se retira? Esas son las preguntas que presenta la obra y que todos tenemos. —¿ Y en qué tiene fe usted? —Tengo una enorme fe en el teatro. Mi mayor fe está puesta ahí. BÚSQUEDA DE CERTEZAS “Lamento haber llegado tan tarde”, dice Lewis a Freud al comienzo de la obra, cuando entra a la consulta. Cristián Campos, el actor que interpreta al escritor irlandés, se disculpa por llegar más tarde a esta entrevista, debido a que la mayoría de los semáforos de los alrededores sufrieron un apagón. No es primera vez que Campos comparte escena con Héctor Noguera.
Ámbos protagonizaron las obras “Hamlet” y “El misántropo”, además de ser padre e hijo en la exitosa teleserie Machos (2003), de Canal 13. —La primera persona que vi en el Campus Oriente (de la Universidad Católica) fue a Tito, que me hizo mi primera clase de actuación —rememora ante una humeante taza de café en el Espacio Ñuñoa, a pocos metros del Teatro UC—. Así que (participar en la obra) no lo pensé dos veces. El actor revela que, para ponerse en el lugar de C.S.
Lewis, quien se convirtió al cristianismo cerca de los 30 años, se remitió a las experiencias de enamoramiento que ha tenido a lo largo de su vida, comparables a ese “júbilo” que el novelista reconoce como clave en su giro hacia la religión. Cuenta que ese mismo ejercicio lo acompañó hace casi tres décadas, mientras grababa “Crónica de un hombre santo”, la recordada miniserie donde encarnó a San Alberto Hurtado.
Aclara, eso sí, que “el Padre Hurtado era un enamorado de Cristo a niveles superlativos”, mientras que Lewis “es un converso que establece como modo de acción la literatura, la palabra y la academia”. En “La última sesión de Freud”, el médico llama a Lewis para intentar comprender su fe, en lo que parece una búsqueda de certezas ante la inminencia de la muerte, como consecuencia del cáncer bucal que lo aqueja. —Pese a que en la obra hay una guerra, los personajes en escena son dos hombres que muestran genuino interés por las ideas del otro, ¿Cómo es la disposición al diálogo hoy? —Creo que esa costumbre que retrata la obra, la de estar en veredas opuestas y tener la humildad de tratar de entender al otro, prácticamente se ha extinguido. En aquellos que deberían entenderse, que son los políticos, hay una sordera y una especie de egolatría que impide escuchar. Creo que esa incapacidad de diálogo se lleva a niveles que nos van a costar caros. Al igual que Héctor Noguera, Cristián Campos no solo se sumergió en la psicología de C.S. Lewis, sino también en la de su antítesis en la obra. —¿ Qué pensaría Freud sobre la represión que aún existe sobre ciertas formas de identidad sexual? -Yo creo que no se sorprendería demasiado. Hace casi cien años, él planteó que los seres humanos somos intrínsecamente bisexuales, cuestión que recién estamos empezando a conversar. La gracia de Freud es que nada de lo que nos está ocurriendo en esa materia lo tomaría demasiado por sorpresa. Lo sorprendería más lo que nos hemos demorado en reconocer a un chico trans, O las barbaridades de bullying que existen en pos de asegurar esa especie de normalidad. EN FAMILIA Son poco más de las siete de la tarde de un lunes frío.
Faltan apenas un par de días para el estreno de “La última sesión de Freud”. El actor Marcelo Alonso, quien dirige la adaptación chilena, recibe en la entrada del Teatro UC a una decena de jóvenes que llegaron a ver el ensayo general de la pieza, producida por The Cow Company y cuyas funciones, que van del 15 de mayo al 15 de junio, se están agotando. —Gracias por venir —les dice—. Ustedes son los primeros que van a ver estaobra. Ya lo saben: a un actorle ponen una sola persona en el público y con eso basta para que se transforme. Algunos minutos más tarde, losjóvenes se dirigen a la sala superior del teatro, se acomodan en los asientos y esperan. Alonso advierte que, si surge algún error, la obra se detendrá por breves instantes y se reanudará rápidamente.
Con la mirada fija en el escenario, da la orden de comenzar. —Trabajar con la familia implica una cierta responsabilidad: sabes que tienes que respetarla opinión delos demás —diría unas horas antes Héctor Noguera, su suegro, en la butaca sin respaldo del pasillo—. Tú puedes discutir, estar en desacuerdo, pero siempre hay un gran respeto por el otro, porque uno no quiere quebrar la armonía familiar con una discusión. Discusión habrá, sí, entre Freud y C.S. Lewis; un debate que, por cierto, no llegará a verdades concluyentes. “¿ En qué estábamos pensando?”, se pregunta Lewis, cerca del final. “Era una locura creer que podíamos resolver el mayor misterio de todos los tiempos en una mañana”.