Autor: ISABEL OVALLE
La escuela sustentable chilena que la pandemia postergó
En 2016, el uruguayo Martín Espósito construyó la primera escuela 100% ecológica y sostenible en Uruguay. Tras el éxito, creó otra en Argentina y en marzo, inauguraría una en Chile: se llama Escuela Básica de Lo Zárate, se emplaza en la V Región y tiene capacidad para 50 alumnos. Pero el coronavirus cambió sus planes. “Parte del equipo tuvo que correr a sus países porque se cerraban las fronteras. No podíamos creer que no veríamos a los niños entrar”, confiesa. Artín Espósito es uruguayo, lleva la cabeza rasurada y una sonrisa reconocible en todas las fotos que navegan por internet. Habla muy rápido —casi no respira— y sus motivaciones se revelan en su discurso. El coronavirus parece no afectar mayormente sus labores como líder de la ONG Una Escuela Sustentable. “La verdad es que la cuarentena no ha sido tan estricta, la pandemia está controlada porque somos un país chiquito”, dice desde su casa en Maldonado. Por medio de una telellamada, relata que en 2012, tras hacer un rato zapping en su casa, enganchó con el documental Warrior trash.
Dirigido por Oliver Hodge, el filme recopila la visión de vida del estadounidense Michael Reynolds —-más conocido como el “arquitecto de la basura”—, fundador de Earthship Biotecture, concepto que define la construcción sustentable sobre la base de siete principios: utilización de energías renovables, acondicionamiento térmico pasivo, captación de aguas lluvia, reutilización de aguas, producción de alimentos, utilización de materiales reciclados y trabajo comunitario.
Espósito estudió comunicaciones y algunos meses de gastronomía y carpintería, pero lo que siempre le interesó fue el tema de la sustentabilidad: trabajó de voluntario en organizaciones medioambientales como MOVUS (Movimiento por un Uruguay Sustentable) y Camino Verde, por lo que, tras “devorarse” el documental, decidió contactar al gurú norteamericano.
Lo que más le atrajo de Reynolds fue que llevaba recorriendo el mundo hace 45 años haciendo cursos de edificación, mientras Una de las principales razones por las que se eligió la Escuela Lo Zárate y no otra, es porque el 50% del alumnado tiene necesidades educativas especiales de toda índole: desde déficit atencional hasta autismo severo. Construía hombro a hombro con las comunidades.
Espósito pensó: ¿ por qué no traerlo a Uruguay? “Hasta el momento no había visto que un edificio incluyera todos estos principios de sustentabilidad en un solo sistema y que funcionara de manera interconectada”, relata el joven desde su casa.
Durante cinco años desarrolló el proyecto para construir una escuela pública sustentable basado en el modelo de Reynolds: construiría un edificio “Nave Tierra” que proporcionaría al ser humano todo lo que necesitase, sin depender de “ayudas externas”, como luz eléctrica, agua corriente, etc.
A diferencia de lo que habían hecho anteriormente —donde la ONG seleccionaba la escuela que transformaría en ecológica—, en el caso de Chile, el equipo directivo optó por hacer un llamado a las 80 escuelas públicas de la Región de Valparaíso para participar.
Tras una serie de insistentes llamados, a mediados de 2015 logró dar con el arquitecto y lo convenció de que participara en la faena, como una forma de llamar la atención y generar conciencia de la importancia de la educación sustentable en Uruguay.
“Si lográbamos construir una escuela pública sustentable en nuestro país, podríamos hacerlo en todo el continente”. A fines de 2015 consiguió los 300 mil dólares que necesitaba para echar andar el proyecto gracias a la donación de Unilever, el cual aportó el 90% de los fondos. Convocaron a 100 estudiantes y 150 voluntarios de 30 países diferentes que, además de apoyar en las faenas, aportaron en la tramitación de permisos, contacto con las autoridades, etc. En febrero de 2016 seleccionaron la escuela rural de la localidad de Jaureguiberry, a 80 kilómetros de Montevideo, para concretar el proyecto, con la presencia de Michael Reynolds como guía.
En un plazo de apenas 45 días entregaron el edificio de 300 m?, que se construyó usando 2.000 neumáticos, 5.000 botellas de vidrio, 2.000 m? de cartón y 8.000 latas, además de un sistema propio de energía con paneles fotovoltaicos y molinos de viento. En marzo del mismo año, la recién inaugurada escuela albergó a los primeros 34 alumnos, de entre 3 y 12 años. El mismo modelo lo replicaron en la localidad de Mar Chiquita, en Argentina, en 2018. Abrazar ovejas En junio de 2019, cuando el paro de profesores de Chile parecía no dar tregua a la entonces ministra de Educación, Marcela Cubillos, el equipo del programa Una Escuela Sustentable aterrizó en Santiago.
A diferencia de lo que habían hecho anteriormente —donde la ONG seleccionaba la escuela que transformaría En ecológica—, el 1 de junio el equipo directivo optó por hacer un llamado a las 80 escuelas públicas de la Región de Valparaíso para participar. “Gracias a la colaboración de las alcaldías y la Seremi de Educación, tuvimos una gran convocatoria”, comenta. En el caso de Chile, Michael Reynolds no participó. El grupo de coordinadores decidió armar un equipo propio integrado exclusivamente por constructores, arquitectos e ingenieros de diferentes partes de Latinoamérica, y desligarse por completo de la fórmula y mentoría de Reynolds. “Quisimos evolucionar del diseño predefinido y acercarnos a un sistema más latinoamericano y local.
Los americanos trabajan en serie, no aprovechan al 100% el ecosistema local y queríamos que hubiera mayor participación de la comunidad”. Conseguidos los 240 mil dólares que necesitaban —gracias al aporte de Unilever, DirecTV, Disney y National Geographicy con el apoyo de la fundación Superación de la Pobreza-Servicio País, durante tres meses se hicieron seis encuentros con miembros de la comunidad, que incluyó al alcalde de Cartagena, Rodrigo García; al director de la escuela municipal, Juan Manuel Rojas, y a un grupo de apoderados y docentes. Entre todos se decidió que se intervendrían los 250 m? que, a duras penas, sostenían la escuela escogida.
“Pese a que nos habían advertido que la burocracia chilena en términos de las trabas en la tramitación de documentos En 2012, el uruguayo Martín Espósito enganchó con el documental “Warrior trash”, dirigido por Oliver Hodge, que recopila la visión de vida del estadounidense Michael Reynolds — más conocido como el “arquitecto de la basura”—, fundador de Earthship Biotecture, concepto que define la construcción sustentable. Era muy lenta, no fue así. La relación con las autoridades fue muy fluida. Soy un convencido de que la burocracia es un tema de diálogo”, confiesa el uruguayo.
Tras un arduo proceso de selección, en un plazo de 30 días, la Escuela de Lo Zárate, en la comuna de Cartagena, fue escogida de entre las 50 escuelas municipales que postularon para ser parte del programa de sustentabilidad.
Una de las principales razones por las que se eligió ese establecimiento y no otro, esgrime Martín Espósito, es porque el 50% del alumnado tiene necesidades educativas especiales de toda índole: desde déficit atencional hasta autismo severo. “El poder contribuir tanto en lo concreto como en lo formativo nos llenó de entusiasmo y para nosotros fue una forma de premiarlos”, asegura. Fue así como montaron una granja educativa que tiene ovejas que pueden ser abrazadas y gallinas japonesas que se alteran fácilmente con el ruido. “Estos animales ayudan a los chicos a empatizar con sus compañeros autistas que no toleran los ruidos fuertes o que son reacios al contacto físico”. La cruzada fue todo un éxito. Participaron 57 estudiantes de entre 18 y 65 años de diferentes partes del mundo y 200 voluntarios. Para organizar la logística, arrendaron una parcela de 200 hectáreas ubicada a un kilómetro de la obra, donde arreglaron un par de casas abandonadas y habilitaron una zona de camping.
Con la asesoría de la plataforma de arquitectos ecuatoriana Al Borde —especializados en el diseño participativo con comunidadesse elaboró el refaccionamiento del edificio y los contenidos sobre educación ambiental, que se profundizarían durante la faena y luego en el aula cuando comenzaran las clases.
El proceso se dividió en dos etapas: del 3 al 29 de febrero se realizó un curso práctico de construcción sustentable y del 1 al 15 de marzo se trabajó en la obra y terminaciones, mobiliario y paisajismo.
En paralelo se realizó una intervención artística, a cargo del alemán Luis Camnitzer y de 15 profesionales, entre ellos, la chilena Francisca Rojas, quienes tapizaron el entorno con obras de arte colaborativas y creación de espacios de uso práctico, como una zona de compostaje, juegos y huertas con la capacidad de generar el consumo para toda la comunidad.
Además, en los ocho domingos que duró el trabajo se abrieron las puertas de la obra y se hicieron visitas guiadas, con el fin de educar a los vecinos y a otras instituciones en los principios básicos de la sustentabilidad. Aquí, a diferencia de lo que podría pensarse, la materia se imparte de forma tradicional y el sistema educativo se basa en las recomendaciones municipales. Pendiente Lo Zárate es una comunidad pequeña, de no más de 300 habitantes, donde todos se conocen. Ubicada a 15 minutos de la ciudad de Cartagena, la mayoría de sus pobladores se dedica a la producción de lechugas o tiene labores en el único establecimiento educacional municipal que ahí existe. El lunes 16 de marzo se terminó el edificio y para el domingo 22 tenían programado el corte de huincha que inauguraría la obra y daría inicio al año escolar de la escuela rural. Sin embargo, nada de esto pudo realizarse. El miércoles 18, el presidente Sebastián Piñera decretó estado de catástrofe nacional en medio de la emergencia por el coronavirus y, con ello, la suspensión de clases. “Quedamos en shock. Parte de nuestro equipo tuvo que salir corriendo de vuelta a sus países porque se cerraban las fronteras. No podíamos creer que no veríamos a los niños entrar”, comenta Espósito, a pesar de que, antes de partir, se hizo una entrega oficial del edificio a los docentes y apoderados. Y agrega: “Fue muy emotivo, pero la verdad fue un cierre de proyecto muy raro”. Para el equipo de Una Escuela Sustentable, la experiencia chilena fue especial.
Pese a las trabas que tuvieron en un principio, por el paro de profesores y la demora en los trámites producto del estallido social, quienes participaron de la obra confiesan que la relación que se forjó con la comunidad fue muy profunda. “Tuvimos un trabajo muy mano a mano con todos y eso fue para nosotros el acto más exitoso”, explica.
Tanto así, que 40 voluntarios extranjeros decidieron quedarse en Chile y pasar la cuarentena dedicados al mantenimiento de la obra y a la tramitación del permiso T4, que posibilita la integración de la energía que no se está usando en estos momentos a la red nacional, porque no hay alumnos, y en vacaciones, cuando la actividad disminuye.
Mientras tanto, Norbeto Peña, más conocido como el “Tío Beto” —auxiliar de la escuela=, y “Don Álvaro” —el encargado de la huerta esperan con ansias poder tocar la campana y ver entrar a los 50 alumnos que hasta la fecha ya están matriculados, y que por estos días aprenden sus materias a través de clases online. A