Autor: Miguel Laborde
Habitantes precolombinos en el vacio
| mundo indígena ha sido silenciado de muchas formas. Todavía en el siglo XX, con el apoyo de los artistas e intelectuales, se les sigue invisibilizando.
Y es que nuestra cultura latinoamericana heredó una imagen falsa de América, tal como lo describe el mexicano Edmundo O'Gorman en su célebre libro «La invención de América». Para el europeo, la aparición del Nuevo Mundo fue ver levantarse el mar hasta dejar a la vista el paraíso perdido. En su tercer viaje, al ingresar por el Orinoco a Sudamérica, Colón escribió que había dado con el Paraíso Terrenal.
Esa fiesta de los sentidos —colores, sonidos y formas de una riqueza excepcional— alimentó de contenidos al Renacimiento, cuyas artes inventaron un pasado mítico, de seres humanos desnudos y felices viviendo en pleno goce armónico con la Naturaleza.
Desde ese momento y hasta el presente, tal como surgió una postura dispuesta a borrar toda huella de arte indígena por considerarla pagana y asociada al mal, también comenzó a crecer esa visión edénica del mundo precolombino como un tiempo sin tiempo en el que los seres humanos no cometían delitos, no competían entre sí, fraternos y solidarios. Sumidos en la geografía, fuera de la historia, congelados en un ideal de perfección. De esas dos lecturas, ésta ha resultado ser la más dañina.
Es una lectura que saca al indígena del mundo humano y lo relega a un espacio tiempo irreal cuando lo cierto es que, tal como los pueblos de Asia y Europa, los de la América antigua también formaron sociedades dinámicas, con sus roces y guerras, sus genios y sus sicópatas, sus sabios y emprendedores.
Aunque la mirada occidental los viera como entes de la naturaleza, las naciones indígenas tenían el dinamismo de toda sociedad humana; sus grandes imperios, azteca e inca, fueron apenas la imagen de un momento, en el que llegaron los europeos.
Nos cuesta entender el debate del siglo XVI, cuando los pensadores europeos discutían si eran verdaderos seres humanos o, de puro naturales, eran parte de la flora y la fauna; tampoco faltó el que propuso considerarlos ángeles. En todo caso, no parecían plenamente humanos.
Se les ha intentado separar del mundo de la lógica racional y de la técnica, con lo que se olvida, por dar un solo ejemplo, que los antiguos habitantes de México, hace unos 10 mil años, comenzaron a modificar una pequeña gramínea, del tamaño de una frutilla, hasta hacer de ella el maíz de gran mazorca cuyo valor nutricional sustentó una economía capaz de construir ciudades, pirámides y carreteras. También se olvida que esa plenitud cultural, con sus artes y letras, su astronomía y medicina, fue obra de los descendientes de los cazadores asiáticos primitivos que migraron a este continente.
Mientras Europa se benefició del caballo de Asia Central, la pólvora de China y tantos aportes de Mesopotamia y Egipto, el antiguo americano tuvo que crearlo todo por sí mismo, en uno de los procesos más sorprendentes en la historia de la humanidad. El borrón chileno Los olvidos de Chile también son muchos y persistentes.
Que hayan sido alemanes la mayoría de los investigadores de la cultura mapuche, belga el que puso en valor la de San Pedro de Atacama, polaco el estudioso de los pueblos australes, franceses los pioneros de Rapa Nui, es una vergúenza para nuestra historia cultural. “Todavía hay mil preguntas sin respuesta. Hacia el año 100 d.C. Vivían grupos Los olvidos de Chile también son muchos y persistentes.
Oue hayan sido alemanes la mayoría de los investigadores de la cultura mapuche; belga el que puso en valor la de San Pedro de Atacama, polaco el estudioso de los pueblos australes, franceses los pioneros de Rapa Nui, es una vergilenza para nuestra historia cultural. *MIGUEL LABORDE es Director del Centro de Estudios Geopoéticos de Chile, director de la Revista Universitaria de la UC, profesor de Urbanismo (Ciudades y Territorios de Chile) en Arquitectura de la UDP, miembro del directorio de la Fundación Imagen de Chile, miembro honorario del Colegio de Arquitectos y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, y autor de varios libros.
Junto al Mapocho cuyos entierros, en el caso de los varones, incluyeron lanzas: ¿ contra quiénes se armaban? La lengua mapuche se extendió hacia el norte de su territorio (picunches), el sur (huilliches) y el oriente (pehuenches): ¿ Cómo era la relación entre ellos? Los atacameños construyeron con esfuerzo sus castillos defensivos, pucarás: ¿ Cuánto asedio soportaron antes de emprender ese magno desafío en medio del desierto? Recién hace medio siglo el mundo acádemico chileno comenzó a incorporar líneas de manera sistemática en investigaciones relacionadas, sin que ello se refleje todavía en los contenidos de la educación primaria y secundaria chilena, lo que es vergonzoso. El factor dinámico debe incorporarse. Tomemos el caso del valle del Mapocho, que se nos ha querido describir como una escena inmóvil hasta que, con los conquistadores, ingresa a la historia. No fue así, como bien destacan los expertos.
La gente de tradición Bato, ya instalada hacia el 800 antes de Cristo, de cazadores recolectores que nos dejaron sus restos en el Cerro Blanco de Recoleta, en el parque La Quintrala de La Reina y en La Dehesa, tuvo que adaptarse durante varios siglos a la llegada y presencia de los de tradición Llo Lleo. Todavía no sabemos cómo convivieron, pero cada uno mantuvo sus tradiciones compartiendo los mismos espacios. El río Maipo ha permitido identificar unos 27 asentamientos a lo largo de su cauce. Como ha indicado José Bengoa, era un habitar de grupos que se instalaban separados, cada uno en alguna playa del río. Era interesante su economía de trueque; los que ocupaban el Cajón del Maipo aportaban piedra obsidiana y la cambiaban por mariscos a los que habitaban la desembocadura, cerca del actual puerto de San Antonio. En un sentido mítico, era un habitar cósmico. De los cielos caía el agua sagrada, se acumulaba la nieve en la montañas tutelares, y los esteros confluían en los ríos en cuyas riberas habitaban. Desde el momento del parto, que era en el agua, hasta los cementerios, la vida y la muerte transcurrían en las riberas.
Los espíritus de los difuntos eran llevados por el río hasta el océano, donde al fondo, en el horizonte, se comunican las aguas con los cielos; por ahí ascendían los espíritus al ámbito de lo trascendente, a los cuatro cielos, desde donde, de nuevo, bajaban las aguas a las montañas para completar el círculo. Hacia el 900 d.C., la irrupción de la cultura Aconcagua marca el fin de Bato y Llo Lleo.
Será ella la dominante hasta 1536, ¿cómo fue el punto de quiebre? ¿ fue violenta la llegada de los Aconcagua? Esta cultura era muy distinta a las anteriores, con vínculos e influencias del Altiplano, de los diaguitas y del noroeste argentino; un modelo integral de los Andes del Sur.
Sus viviendas de quincha, en grupos de unas diez, se asocian con la cordillera, incluso con su minería (Farellones, Yerba Loca). Importante es su arte rupestre de petroglifos, en grandes paredes rocosas, por desgracia muchas sustraídas en años recientes para su venta a coleccionistas y decoradores.
También es importante su música y hasta hoy, en los bailes de La Tirana, resuena su peculiar flauta de sonido “rajado”. Otro hecho importante sobre los pueblos originarios, es que se les tiende a ubicar en un territorio fijo y aislado; cuando, tal como en el desierto con sus caravanas de camélidos, eran capaces de viajar lejos Para sus intercambios; así, por ejemplo, un chamán de Atacama podía tener plumas azules traídas de Paraguay y las adolescentes de ese lugar usar collares de pequeñas conchitas blancas originarias de las playas de Brasil, las que contrastaban con su tono bronceado de piel. Como todas las culturas humanas, vivían en movimiento, expuestos a tendencias e influencias, pasiones y ambiciones. Pensemos en lo que debió ser, para el valle del Mapocho, la llegada de los quechuas. La invasión inca Todo cambió, para siempre, desde esa invasión inca. Este pueblo, ambicioso e inquieto se había expandido hasta formar un imperio. Su creador, Pachacútec, a veces llamado el hombre más inteligente de América del Sur, fue el que multiplicó el área inca en millones de kilómetros cuadrados.
Suerte de genio universal, que ordenaba hacer maquetas de las ciudades, caminos de piedra para llevar tropas, enormes canales para regar tierras yermas y cultivos en andenes que le dieron su nombre a la cordillera de los Andes, impuso un férreo orden de un enorme territorio. Alta le dejó la vara a su hijo Tupac Yupanqui, el que gobernó desde 1471 hasta 1493, justo cuando entraban las naves de Colón al Mar Caribe. Para ser un digno sucesor, exploró desde la actual Quito —que él fundó por el norte— al río Maule por el sur, donde en la Batalla de las Lunas los mapuche le cortaron el paso. Desde el Aconcagua, y del Mapocho, hubo indígenas que huyeron a refugiarse más allá del Maule.
En el valle del Mapocho, con plaza ceremonial donde está la de Armas, y administrativa en Lo Castillo de Vitacura, con caminos hacia la montaña —actuales avenida Vitacura y Apoquindo—, ocuparon todo el territorio, desde la actual Avenida Matucana, donde se encontró un importante ceremonial, hasta la cordillera con sus valiosas minas. Los habitantes del valle tendrían que soportar el trabajo minero o el agrícola, o el constructor de canales y caminos, junto con el pago de tributos: en oro, en cobre, en lapislázuli. Fue una dura escuela para lo que vendría después. La Plaza de Talagante es un ejemplo de memoria. En las cuatro esquinas hay un diseño simbólico, Bato, Llo Lleo, Aconcagua e Inca. Como podemos advertir, salvo la convivencia Bato-Llolleo, en los dos casos siguientes, al llegar los Aconcagua en el 900 d.C. Y los incas hacia el 1480 d.C., el habitar en el valle de Santiago experimentó cambios bruscos al establecerse nuevos sistemas de poder militar; el hispano sería el tercer impacto. En cuanto al río Mapocho, al ser tan intervenido en cauce y riberas, no ha permitido aclarar el pasado de esta zona. Ha sido el Metro —con muchas quejas de sus directivos porque las demoras ocasionadas por los trabajos arqueológicos han costado docenas de millones de dólares—, el que ha permitido saber más de ese tiempo. El transporte subterráneo es el que nos ha abierto más ventanas para contemplar el pasado. '