Autor: IGNACIO BRIONES ROJAS Ministro de Hacienda
Levantemos la mirada por Chile
El 18-O marcó un punto de inflexión que nos plantea desafíos de envergadura. Es hora de dejar de apuntar con el dedo y asumir, todos, nuestra cuota de responsabilidad tanto en los aciertos como en los errores del pasado, única forma de poder mirar juntos al futuro. Desde el 18-0, ante el impacto de la violencia, la discusión pública ha tendido a estar marcada por la emoción más que por la necesaria distancia reflexiva. Ello ha inducido a errores. Por ejemplo, confundir la magnitud de las demandas con la magnitud de una violencia inaceptable que debe ser condenada sin ambigúedades. También a la proliferación de eslóganes que intentan instalar la idea de que nada bueno ha sucedido en estas últimas décadas. Por el contrario, en múltiples dimensiones, es el período de mayor progreso económico y social de nuestra historia. Un avance que hicimos en democracia, la misma que hoy es destacada como una de las 23 más plenas a nivel mundial.
El 18-0 es un llamado de atención para acelerar la marcha hacia una sociedad de acceso abierto, con igualdad de oportunidades, reglas impersonales y cancha pareja para competir por recompensas y cargos no adscritos, sino que basados en el mérito. Y también para avanzar hacia una sociedad menos segregada donde nos encontremos como iguales ciudadanos. Es una ocasión también para reflexionar sobre la desconfianza en la empresa y en el mercado, motores del desarrollo. El mercado se deslegitima cuando es percibido como un juego injusto, de cartas marcadas o fuente de privilegios. Para evitar aquello, no hay mejor antídoto que la competencia a la vena. El Estado tampoco estuvo a la altura y es tiempo de tomarnos en serio su modernización. A modo de ejemplo, nuestra distribución del ingreso antes de impuestos y transferencias es similar a la de varios países desarrollados, solo que ellos logran reducirla significativamente mediante programas sociales y transferencias. Nosotros no. Debemos ser capaces de gastar mejor, conel foco siempre puesto en el ciudadano. Estoy convencido de que la situación actual nos ofrece una oportunidad histórica para fijar una hoja de ruta para las próximas décadas. Pero esto debe hacerse con gradualidad y responsabilidad. Se trata de seguir un “reformismo realista”, exigente, pero que evite caer en la tentación de las soluciones maximalistas. Este maximalismo se expresa en dos dimensiones: gasto e impuestos.
El primero consiste en exigirlo todo de inmediato y sin priorizar, olvidando la responsabilidad fiscal y la sostenibilidad, lo que solo puede derivar en incumplimiento de las promesas; el segundo, en llamados a subir la carga tributaria a niveles de países desarrollados, pero sin serlo aún. Hoy nuestra carga está alineada con nuestro nivel de ingresos.
La brecha respecto del promedio de los países de la OCDE es de cinco puntos del PIB, pero también nos separan US$ 15.000 dólares de ingreso per cápita. ¿Debe nuestra carga tributaria seguir subiendo en el mediano-largo plazo? Sí, pero de forma gradual, conforme vayamos creciendo. No podemos poner la carreta delante de los bueyes. Para avanzar en los desafíos pendientes, debemos y podemos construir acuerdos.
A modo de ejemplo, fruto de estos acuerdos, logramos aprobar la Ley de Modernización Tributaria, que nos permitirá no solo recaudar más, sino que contar con un sistema tributario más simple, con incentivos a la inversión, mayor certeza jurídica y mejores condiciones para las pymes. Hoy veo a muchos compatriotas con la mirada baja. Ha llegado el momento de mirar largo, para ponernos metas exigentes y desafiantes apuntando a los próximos 20 años. He planteado a Nueva Zelandia como un referente a considerar, un país pequeño y abierto al mundo al igual que Chile. Una pujante economía de mercado, de las más libres del mundo, con uno de los Estados más eficientes, con baja desigualdad, igualdad de oportunidades e integración de sus pueblos originarios. Una economía con alta productividad, que, sin renunciar a sus recursos naturales, ha ido complejizando su matriz productiva. Un país que hace 20 años tenía un ingreso per cápita similar al nuestro hoy, lo que muestra que pensar en esta meta al 2040 es posible. Pero construir esta ruta de largo plazo solo será posible con grandes acuerdos, que es lo que nos demandan ocho de cada diez chilenos. Es deber de todos nosotros, autoridades, trabajadores, empresarios y sociedad civil, levantar la mirada por Chile en pos de ese gran e ineludible desafío. “... Hoy veo a muchos compatriotas con la mirada baja. Ha llegado el momento de mirar largo, para ponernos metas exigentes y desafiantes apuntando a los próximos 20 años... ”.