Autor: Nicolás Violani
CARTOGRAFIAR EL CHILE DE HOY
Cuatro historiadores desmenuzan el estallido social, la crisis sociopolítica y el proceso que derivó en el Plebiscito de este domingo.
Trazan, además, líneas hacia el pasado, estableciendo semejanzas y NENA NIE É “La transformación del bajo pueblo en un actor social amenazante tomó por sorpresa a las clases altas, que no lograban explicarse qué estaba sucediendo en un país que poco atrás parecía avanzar hacia el progreso bajo la conducción de hombres de sus filas”. La descripción bien podría ser parte de un análisis de la coyuntura que vive Chile, desde el 18 de octubre de 2019.
Sin embargo, el texto extraído del documento “Desiguales: Orígenes, Cambios y Desafíos de la Brecha Social en Chile”, publicado por el PNUD en 2017, hace referencia a la denominada “cuestión social' que afectó al país a comienzos del siglo XX, que incluyó el levantamiento por parte de un emergente movimiento obrero y la clase trabajadora -que vivían, mayormente, en “viviendas precarias y carentes de infraestructura sanitaria”-, ante una clase política integrada por la misma oligarquía.
Tal como acontece por estos días, la crisis de entonces se canalizó a través de un plebiscito que tuvo como resultado la redacción de una nueva constitución —en reemplazo a la de 1833-, firmada por el presidente Arturo Alessandri Palma, y que entró en vigencia el 18 de octubre de 1925.
“La historia es pendular”, dice Josefina Araos, investigadora del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) y una de los cuatro historiadores que aquí reflexionan desde su especialidad sobre el proceso que se desencadenó desde el estallido social y que este domingo tiene un nuevo capítulo histórico.
UNA DEMOCRACIA RUIDOSA La historiadora Antonia Fonck (28) cuenta que, para el 18-O, se encontraba trabajando en uno de los capítulos de su libro desclasificadas: El Chile de Salvador Allende en los documentos estadounidenses (1969 - y en su proyecto de doctorado (en Historia), que implicaba la lectura de telegramas de embajadores estadounidenses en Chile. Por ello, se le hizo rápida la conexión entre el presente y el pasado. Para ella, hay dos factores que conectan ambos puntos de la historia: la idea de una democracia excepcional y el vértigo del cambio. “En 1969, el embajador estadounidense Edward Korri dijo que Chile tenía una democracia ruidosa. Habló de una estabilidad en medio del ruido y un tipo de pasión “civilizada', en medio de una América Latina convulsionada.
Y, ¿ a quién nos recuerdan estas declaraciones? Sebastián Piñera, el 9 de octubre de 2019, dijo que, en medio de una América Latina convulsionada, Chile es un verdadero oasis con una democracia estable”, plantea y cuestiona: “¿ Cuál es esa An NT ERE EE ele “(Edward) Korri decía en 1970 que la pasión carioca que dominaban los días electorales estaban llenos de esperanza, miedo y ruido”. Antonia Fonck. “Para las celebraciones del centenario del país se gastaron “grandes fortunas”. Mientras, “al otro lado del río la población vive en una situación de miseria absoluta”. Rodrigo Mayorga.
Excepción? ¿ Quién la vive?”. Este imaginario tendría un rol histórico que, sin embargo, entró en crisis recientemente “con las violaciones a los derechos humanos en las protestas”, así como también lo habría hecho en 1970, tras el asesinato del comandante en jefe del Ejército René Schneider. “Son hitos que te hacen dudar sobre esta democracia excepcional o la idea de una pasión civilizada, o una estabilidad institucional. Entonces, ¿por qué seguimos insistiendo en la idea de lo excepcional o lo estable””, apunta. La idea del “vértigo del cambio”, en tanto, se manifestaría en una “campaña del terror histórica”. Fonck cuenta que, el embajador Korri, decía, en 1970, que “si América Latina tenía carnavales, Chile tenía elecciones.
Que la pasión carioca que dominaban los días electorales estaban llenos de esperanza, miedo y ruido”. La historiadora cree que ese ambiente carnavalesco se perdió a cambio de un discurso de guerra entre “el bien y el mal" y de que “cualquier cambio nos llevará al caos”. Dice que “se ha hablado mucho de un salto al vacío, de la página en blanco, las incansables referencias a Venezuela.
A todos nos tienen un poco cansados”. Y espera que este domingo se recupere “esa pasión democrática previa a la dictadura”. MIEDO A LAS MASAS El 3 de septiembre de 1924, el ruido desafiante de los sables chocando contra el piso de mármol del Congreso, alertó a los senadores que, entonces, discutían la aprobación de una dieta parlamentaria, postergando la tramitación de leyes sociales. Parte del Ejército se cuadró, entonces, con el presidente Alessandri, quien pujaba por estas últimas iniciativas, manifestándose en el edificio Parlamentario.
El hecho se conoce como “ruido de sables”. Para el investigador del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES) Manuel Gárate, el hito es uno de los tantos momentos álgidos de la historia del país, que desmitifican la leyenda de “un Chile tranquilo, que ha tenido una institucionalidad más ordenada que el resto de los países de Latinoamérica”. Para el también académico del Instituto de Historia UC, después de 100 años del “Ruido de sables” y la constitución que se selló en 1925, “entramos a un nuevo ciclo con una coyuntura que, si bien es distinta, tiene similitudes”. Entre las semejanzas se cuenta la tensión social arraigada en una percepción de desconexión entre las elites y el entonces llamado “bajo pueblo”. Según el historiador y antropólogo educacional Rodrigo Mayorga, esto se veía, por ejemplo, en las celebraciones del centenario del país “en grandes palacetes” y para las que gastaron “grandes fortunas”, mientras “al otro lado del río la población vive en una situación de miseria totalmente absoluta”. La idea de progreso se instalaba en la élite y la clase dirigente que aprovechaba el auge del salitre en el mercado mundial. “Sabíamos que esta riqueza no duraría para siempre y no la invertimos en educación, tampoco en las mejores infraestructuras, en industrializarse mejor. Las gastamos en lujo, en el hermoseamiento de la ciudad, y no se hizo una apuesta sobre de qué íbamos a vivir en los próximos 30 o 40 años. Hoy tenemos que pensar eso. En algún momento vamos a tener que enfrentar la desigualdad económica”, apunta Gárate.
Vino entonces la irrupción de los grupos obreros, apoyados en las ideas anarquistas y del comunismo que A po Fonck dice que el ambiente de carnaval previo a elecciones, que describía el embajador Korri en 1970, reapareció en las calles durante la movilización social de 2019. “Toda la lógica tecnocrática y el predominio de la mirada económica para leer la sociedad, también ayudó a permanecer ciegos a ciertas dificultades”. Josefina Araos. “Lo que hemos vivido desde el 2011, pero sobre todo desde el año pasado, es mirarnos realmente a la cara y ver los problemas que tenemos, que no son POCOS”. Manuel Gárate. INE ER O TT una prueba de la unidad que existió -luego se CA MNAE dirigente y ciudadanía. Comenzaban a proliferar, y que sólo fue posible frenar tras la constitución de 1925. Sin embargo, Josefina Araos, afirma que desde entonces se generó un gran temor en la élite. “Cuando son incluidas en el sufragio universal, la clase política le teme a una ciudadanía que todavía no la reconoce como tal, sino que la ve como una masa ingobernable, bárbara, inculta, manipulable. Ese desconocimiento y temor hacia el pueblo sigue vigente en América Latina.
No se ha resuelto”. UNA CONVERSACIÓN QUE SE REPITE Escena 1: Un grupo de estudiantes secundarios echa abajo la reja de una estación de Metro, cruzan el pasillo a toda velocidad y saltan los torniquetes, evadiendo el pago del pasaje para, luego, celebrar ante la mirada de guardias y funcionarios.
Escena 2: Estudiantes universitarios, a los que se fueron adhiriendo secundarios y otros actores, se toman las calles de diversas ciudades del país marchando con letreros que anunciaban “La educación no se vende”, entre otros, en un movimiento que se prolongó por casi todo el 2011 Escena 3: durante 2006, escolares de más de 100 establecimientos del país se alzan en la denominada “Revolución pingúina”, para demandar una reforma constitucional para garantizar el derecho a la educación. Según Rodrigo Mayorga, cada uno de estos acontecimientos son evidencia de que “la pregunta más esencial de la vida política democrática: ¿ cómo queremos vivir juntos?”, surgió antes de 2019.
El movimiento “Marca tu Voto AC”, de 2013, y la elección de Michelle Bachelet para su segundo gobierno, que incluía un programa reformista a nivel tributario, educacional y constitucional; e incluso las reformas aplicadas por Ricardo Lagos en su administración, son parte de un “ciclo” Que está llegando a su final. “En el futuro será mirado, probablemente, por los historiadores como el momento en que se terminan por desencadenar todas las piezas”, dice. El también director de la organización Momento Constituyente dice que las reformas aplicadas en 2005 fueron fundamentalmente en la parte orgánica de la constitución. Y es el movimiento Pinguino, al año siguiente, el que da cuenta primero de la necesidad de cambios a la arista dogmática de la carta magna. “Sobre el modelo de sociedad que esa constitución está promoviendo. Y esa es la que ahora cobra fuerza como nunca”, asegura. “Lo que hemos vivido desde el 2011, y sobre todo desde el año pasado, es mirar realmente los problemas que están en nuestra cara y que no son pocos. Pero eso es bueno. Tiene este lado de violencia, de confrontación, pero, a la larga, permitirán construir una convivencia más sana.
Ahora tenemos que reencontrarnos, conversar y reconstruir”, aporta Manuel Gárate, quien además advierte que el proceso venidero será largo, mantendrá el descontento, y se sumarán los efectos sanitarios y económicos de la pandemia. ¿ QUIEBRE EN EL RELATO HISTÓRICO? Araos dice que, indudablemente, nos encontramos en la crisis sociopolítica Más grave desde el retorno a la democracia. Pero repara que también es innegable el desarrollo y progreso del país a partir de los 90s. Cree que esos logros son los que terminaron teniendo un efecto enceguecedor sobre la élite y la clase política. “El predominio de la mirada económica y tecnocrática para leer la sociedad también ayudó a permanecer ciegos a ciertas dificultades y a problemas”, sostiene. Algo de lo que advertían cientistas sociales como Kathya Araujo y Manuel Canales, pero también la literatura, afirma Araos. “Desde Pedro Lemebel en adelante, se muestra a los rezagados del progreso y de las promesas meritocráticas”, apunta. Cabe preguntarse, entonces: ¿ existe también una fractura en el relato histórico del país? “Está cuestionada la interpretación de nuestra historia. La versión caricaturesca dominante era que éramos el oasis de América Latina. El diagnóstico ahora es negativo, no son 30 pesos, son 30 años. La hipótesis que se instala es que la dictadura se acabó, pero se ha mantenido en su estructura por los gobiernos de la transición y no hemos logrado salir de ahí. Hay que ver si es una interpretación correcta”, dice Araos. Antonia Fonck va más allá y sostiene que “no hemos terminado la transición a la democracia.
Puedo apostar a que en el futuro se va a pensar así”. Y asegura que Chile sufre de una “disociación” entre la realidad y lo que se proyecta a hacer, lo que se refleja, por ejemplo, en “obviar los conflictos de Arauco, los esfuerzos OCDE, o los de querer salir de América Latina”. El desafío principal, dice Araos, “sigue siendo cómo hacer posible ese diálogo entre representantes y representados”. O