IBSEN EN CLAVE MILLENNIAL
Es el séptimo montaje de uno de los colectivos jóvenes más interesantes de la escena local, conocidos por sus propuestas que mezclan técnicas audiovisuales con temáticas políticas y contingentes. Esta vez tensionan las relaciones de pareja en la sociedad actual, en una nueva versión del clásico de Henrik Ibsen, que tendrá funciones desde el 9 de noviembre en MI100. A ESCENOGRAFÍA ES SIMPLE: UN COLCHÓN EN EL PISO; al lado derecho, unas miniaturas hechas de plástico: una casa de dos pisos y árboles; al lado izquierdo, un velador con fotos Polaroid. Los actores Nicole Waak y Juan Pablo Troncoso discuten en un rincón de una amplia sala de ensayo ubicada en Santiago centro. Otro actor, Germán Pinilla, los enfoca con una cámara de mano y un potente flash, conectado a un proyector. Las caras exasperadas de ambos, en primer plano, se ven como gigantografías en las paredes blancas.
Al otro lado, Pablo Mois se encarga de supervisar la proyección, Nicolás Espinoza está junto a él, mientras Laurene Lemaitre da vueltas por el lugar ajustando detalles de la puesta en escena junto a José Manuel Aguirre.
En un rincón, dos libretos descansan sobre una mesa de madera; en la portada se lee: “Casa de muñecas”, en letras mayúsculas, seguido por la icónica frase popularizada por Joy Division en 1980: “Love will tear us apart”. Este es el segundo montaje del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, que es “revitalizado” por Colectivo Zoológico, agrupación teatral formada por egresados de la Universidad Católica junto a la actriz francesa y máster en escenografía Laurene Lemaitre, cuyas edades oscilan entre los 31 y 36 años.
La primera vez fue en 2014, cuando abrieron la cartelera en la recién estrenada sala de Teatro Cinema, con una nueva versión de “Un enemigo del pueblo”. Ahí trabajaron con el joven dramaturgo Bosco Cayo (“Plan vivienda”, “El Dylan”) e incursionaron en la llamada “performance fílmica”, con gigantescas proyecciones en el escenario que ayudaban a llevar la historia del Dr. Stockman al sur de Chile, y cruzarla con la crisis hídrica que afectaba —y aún afecta— a nuestro país. Esta senda la mantienen en “Casa de muñecas”, su séptima obra desde el nacimiento del colectivo en 2012.
Un trabajo que demoró dos años en gestarse, y que fue parte de una residencia en el prestigioso Watermill Center de Nueva York. —Esta obra sintetiza búsquedas y hallazgos del colectivo —dice el actor y dramaturgo Juan Pablo Troncoso, quien se encargó de la reescritura del texto original de Ibsen.
En el montaje, él también encarna una nueva versión de Torvaldo Helmer, marido de Nora, la protagonista. —La cámara nos permite jugar con esta línea entre la realidad y la ficción, la mentira y la verdad, se puede interpelar mucho al público con la cámara —agrega la directora Laurene Lemaitre, sentada a su lado—. Al ser una obra que habla de engaños y de mentiras, hace mucho sentido.
MÁS ALLÁ DEL FEMINISMO En 1879 Henrik Ibsen inmortalizaba “Casa de muñecas” con uno de los finales más estridentes en la historia del “CASA DE MUÑECAS”, DE COLECTIVO ZOOLÓGICO: “La familia sigue siendo el núcleo de la sociedad, continúa la idea de que la mujer tiene que dar la vida por los hijos, la maternidad sigue siendo crucial y las leyes que se relacionan con eso siguen estando en otra época”, señala Nicole Waak. “Antes nos importaba hablar de una política macro, ahora hemos ido entrando poco a poco en ciertas relaciones de poder que tienen que ver más con lo íntimo”, comenta el director Nicolás Espinoza.
Teatro contemporáneo: un portazo de parte de Nora Helmer, dueña de casa, esposa y madre aparentemente sumisa, quien, al darse cuenta de la falsedad que se escondía tras sus siete años de matrimonio con Torvaldo decide abandonar a su familia y sus privilegios, para tomar las riendas de su vida. 140 años después, la joven actriz Nicole Waak, quien interpreta a Nora en esta nueva versión, reflexiona en torno a esa escena: —Si bien Nora es un ícono, y un signo de lucha hacia la emancipación de la mujer, es importante entender que ella no es una heroína —dice—. Es una mujer, con todas sus dimensiones, entonces también es frágil. Para mí es súper importante que esa profundidad también aparezca en esta obra. Por lo mismo, la actriz enfatiza que la propuesta de Colectivo Zoológico va más allá de convocar a un debate en torno a la emancipación de la mujer y su rol histórico en el matrimonio.
Esta versión busca tensionar cómo se construye la así llamada “pareja ideal” en la sociedad actual. — Hoy por hoy, el nivel de violencia y abuso que hay en las relaciones pasa por un montón de “micromachismos”, de minidecisiones que hacen que una de las partes en la relación vaya subiendo en términos de “poder”, y se vaya minimizando al otro; generalmente ese otro es la mujer —dice Waak. —Queríamos poner en escena una pareja ideal, que represente los valores hegemónicos de este país, a lo que aspiramos: tener hijos, tener una casa propia, comprarse una casa en la playa, tener una buena pega. Para luego ir desmontándolo y metiéndonos en lo que verdaderamente se esconde —agrega su compañero de escena Juan Pablo Troncoso. —Hoy, en Chile existe la necesidad de hablar sobre este tema.
La familia sigue siendo el núcleo de la sociedad, continúa la idea de que la mujer tiene que dar la vida por los hijos, la maternidad sigue siendo crucial y las leyes que se relacionan con eso siguen estando en otra época —señala Nicole Waak.
Si bien las acciones dramáticas principales de la original “Casa de muñecas” se mantienen, una de las “actualizaciones” más notorias en esta versión es la acción que desencadena la posterior emancipación de Nora (en la versión original se ve obligada a falsificar una firma para conseguir un préstamo de dinero, y posteriormente es extorsionada por un empleado de Torvaldo). Aquí, el colectivo decidió llevar a escena fenómenos más contemporáneos como la liberación sexual de la mujer, y la crisis del espacio íntimo en tiempos de redes sociales. —La obra está adaptada al presente de nuestra sociedad, y en el contexto que nuestro grupo se mueve, vive y habita —dice Nicolás Espinoza, quien codirige junto a Laurene Lemaitre—. Una de las conversaciones más importantes que tuvimos fue la actualización de la acción de Nora, decidimos llevarlo a algo que, hoy, consideramos podría ser penado por nuestra sociedad. DE LO COLECTIVO A LO ÍNTIMO Los montajes de Colectivo Zoológico han dado de qué hablar en la escena local por llevar a escena relatos que dialogan con la contingencia y la historia de Chile.
Su obra de 2017, “Nimby” (Not in my backyard), creada al alero del Teatro de Heidelberg, en Alemania, abordaba el conflicto entre la Comunidad Ecológica de Peñalolén y pobladores de La Toma de esa comuna, cuando en 2003 el gobierno decidió construir viviendas sociales para estos últimos, en terrenos que se encontraban dentro de dicha comunidad.
En tanto, “No tenemos que sacrificarnos por los que vendrán”, que fue parte de la programación del Festival Santiago a Mil en 2016, trabajaba con las actas secretas de la Junta Militar, desclasificadas en 2012, en las que se definían las bases del Plan Laboral propuesto por el entonces ministro del Trabajo de Pinochet, José Piñera. —Hemos hecho un recorrido hacia cosas mucho más específicas.
Antes nos importaba hablar de una política macro, ahora hemos ido entrando poco a poco en ciertas relaciones de poder que ver más con lo íntimo —comenta el director Nicolás Espinoza. —Nos hemos permitido tener ciertas conversaciones que no se habían dado en otros procesos —agrega Juan Pablo Troncoso. —La aproximación que tuvimos esta vez fue de sincerar ciertas cosas en las que no estábamos de acuerdo, que tienen que ver con nuestra edad. La mayoría hemos pasado por quiebres, por dejar hogares, y por relaciones malas y buenas.
La directora francesa Laurene Lemaitre va un poco más allá y asegura: “Esta es la obra más íntima que hemos hecho”. Por lo mismo, durante la preparación en el Watermill Center de Nueva York, los siete miembros del colectivo nutrieron esta adaptación con sus propias experiencias biográficas en torno al amor y las dinámicas de abuso que se pueden dar dentro de una relación de pareja.
Y a diferencia de sus ¡ procesos creativos anteriores, establecieron desde el principio el uso de cámaras y proyecciones en el escenario, esta vez como una opción estética más que un dispositivo narrativo. —Estamos satisfechos con el lengua- ¡ je que estamos encontrando, y radicaliviendo hasta dónde puede llegar —dice Pablo Mois, encargado de diseño multimedia en el grupo desde su creación en 2012. —Cada obra ha sido un pasito más en esa búsqueda, y creo que hay una pulsión de ser más radicales en ¡ esta.
Con siete montajes bajo el brazo, y una buena recepción por parte de la ¡ crítica especializada, los directores ¡ Laurene Lemaitre y Nicolás Espinoza pueden compartir algunas certezas, y una de esas es que cada obra que llevan a escena la sienten como si fuera la última. —Mantener una compañía de teatro en el tiempo es difícil, es mucho, mucho trabajo —concluye ella. —Algo que tiene que ver con el estado actual del teatro en Chile es que uno no se puede proyectar tanto, porque no hay muchas estructuras que permitan proyectarse —complementa él, y más tarde agregará: —En este montaje sentimos la tranquilidad de ese recorrido. Confiamos mucho más en lo que estamos haciendo, y en las decisiones que estamos ya no nos cuestionamos tanto el porqué.