Autor: ALDO LINGUA
LA CUNA DE LA NUEVA cumbia chilena
“Cuando había un show, los quioscos y otros bares que quedan cerca se mantenían abiertos hasta más tarde por la gente que llegaba”, dice Camilo Rivas, de La Combo Tortuga.
A dos cuadras de la Alameda, por la calle San Diego, escondido entre quioscos y toldos, está el bar Las Tejas, un emblemático local que funciona allí desde mediados de los 70, Quienes pasan por fuera no ven nada lejos de lo habitual. Una mesera, que hace las veces de recepcionista tras un mesón que atraviesa buena parte de la entrada, toma la temperatura y ofrece alcohol gel a los clientes.
Tal como lo obliga la fase 2, las mesas están ubicadas en la calle, ordenadas a distancia, en el pequeño espacio de vereda y calle que queda, Casi son las cinco de la tarde y a esta hora solo hay unas pocas personas sentadas. Desde la barra sale un terremoto, la especialidad de la casa. De hecho, a Las Tejas se le conoce como “El palacio del terremoto”, tal como lo bautizó el actor Daniel Muñoz, quien ha participado en las jornadas cuequeras que se organizaban en el restaurante. Pero es más famoso por otro motivo: para muchos es una de las cunas más importantes de la nueva cumbia chilena. En este bar realizaron sus primeras presentaciones grupos que hoy están entre los más relevantes de ese estilo musical, como Chico Trujillo, Villa Cariño o Banda Conmoción. El lugar está casi naturalmente adap= tado para hacer shows. En su interior, lejos del asfixiante calor de la calle, las gruesas paredos de lo que solía ser el antiguo Teatro Roma dan un respiro. El espacio es amplio y hay una docena de mesas dispersas, todas cubiertas con mantel rojo e individual negro. Al fondo, un escenario. El silencio marca el ritmo de esta tarde. El mismo que se tomó el escenario desde el 18 de octubre de 2019, luego que el estallido de la crisis social obligara a suspender las presentaciones delos viernes en la noche. Luego vino la pandemia y el local cerró durante ocho meses. Ahora, de las cerca de 50 'mesas que hay, solo funcionan con ocho. El resto, separadas una de la otra dentro del local, con cintas en el suelo que deli'mitan sus espacios, acumula una finacapa de polvo, junto a los parlantes que ya llevan meses apagados. “Ha sido difícil, Tenemos a cuatro trabajadores bajo la Ley de Protección del Empleo y los otros ocho siguen acá. Estamos contentos de al menos estar operando con algo”, señala Cristián Lira, 48 años, dueño y representante legal de Las Tejas. Él se hizo cargo de la administración del negocio en 1990, con solo 17 años, tras la muerte de su padre.
“Nosotroscrecimos ayudando a los papás en el negocio, muy cerca de ellos; entonces, como mis hermanos estaban trabajando me dieron el local”, cuenta Luego, alos 21, entró a estudiar Ingeniería en Administración y Marketing en la Universidad Silva Henríquez.
Desde entonces, dice, ha estado empeñado en rescatar el patrimonio inmaterial del país, como la música y el terreDesde mediados de la década del 2000, el bar Las Tejas, una tradicional picada en el centro de Santiago, se convirtió en uno de los principales escenarios de bandas emergentes de la nueva cumbia chilena. Allf realizaron sus primeras presentaciones bandas como Chico Trujillo, Santa Feria, La Combo Tortuga, Villa Cariño, Guachupé y La Sagrada. Hoy, asfixiado por el estallido y la pandemia, el bar intenta sobrevivir con las pocas mesas que dan a la calle. “Hay un garzón que trabaja acá desde el 82 y otro del 97; entonces, hay una relación que va más allá con los clientes”, dice Cristián Lira. Lira señala que su idea para Las Tejas es convertirlo en un centro cultural. En la foto, algunos de los afiches de los shows en el bar. Moto. “El terremoto no era chileno y ahora es el trago más tomado para el 18. Lo mismo la cumbia. Son cosas de afuera que hemos incorporado y hecho nuestras”, explica. La idea de comenzar a poner música en Las Tejas partió a principios de los 2000. Por esa época, en el bar sonaba la cueca. “Acá tocaba don Egidio Altamirano. Y lo venían a buscar muchas bandas para que tocara con ellos. Hasta le compuso una cueca a Las Tejas”, cuenta Lira, mostrando uno de los afiches que recuerdan al artista, un reconocido cantante popular y acordeonista, fallecido en 2013.
El bar fue fundado en 1920 en la calle San Pablo, Tras un incendio, reabrió en la intersección de Nathaniel Cox con Tarapacá, a cuadras de La Moneda, lo que lo convirtió en uno delos lugares favoritos del presidente Eduardo Frei Montalva. En 1974 se cambiaron esta vez a su ubicación actual.
Al terminar la primera década de los 2000, Lira hizo un giro en la dirección musical y decidió abrir el escenario a las bandas de cumbia, Una de las primeras en tocar allí fue Chico Trujillo, entonces un desconocido grupo con apenas un puñado de seguidores, lejos del nivel y notoriedad que tiene hoy. “Cuando llegó Chico Trujillo, yo ya los había escuchado y los invité a tocar. Eran bien under. Ellos empezaron a venir y actuaban una vez al mes acá. Y hemos mantenido el contacto. En diciembre se iban a preSentar, pero por el resurgimiento del estallido no se pudo”, recuerda Lira.
Fiesta total “Las Tejas es uno de los lugares más icónicos de la nueva cumbia chilena, junto con La Fonda Permanente y el Galpón Victor Jara”, cuenta Camilo Rivas (30), trombonista de la Combo Tortuga, la popular banda de Maipú. Para él, a diferencia de los otros dos lugares, Las Tejas era el escenario más grande al que un grupo emergente podía aspirar. El espacio tiene capacidad para albergar a cerca de mil personas, cuando se retiran las mesas. “Cristian (Lira) era el que decidía qué grupos iban y cuáles no. Entonces, él hacía una parrilla con dos bandas fuertes y una pequeña. Cuando partimos, fuimos los teloneros de Santa Fería y Guachupé”, recuerda. Por el escenario de Las Tejas han pasado casi todos los grupos de cumbia actuales. Además, periódicamente llegaban bandas latinas, algunas con muchos más años en el rubro. “El apogeo fue entre el 2014 y 2018.
Se hacían shows todos los fines de semana”, cuenta Walter Ortega (33), trombonista de La Sagrada, la banda formada en Colina, Su primer espectáculo en este escefue en 2016, cuando llevaban poco más de dos años de carrera. “Un día estábamos ensayando y nos llegó el mensaje de Whats App de que íbamos a tocar ahí.
Fue una euforia en el grupo, porque La primera vez que La Sagrada se presentó en Las Tejas fue en 2016. "Fue una euforia en el grupo, porque sentimos que estábamos haciendo las cosas bacán”, cuenta Walter Ortega, trombonista de la banda Una de las primeras bandas en tocar en el bar fue Chico Trujillo, entonces un desconocido grupo con apenas un puñado de seguidores. Sentimos que estábamos haciendo las cosas bacán”, cuenta. “La entrada de los músicos es la misima que la gente. O sea, los camarines están al ingreso y para llegar al escenario hay que saludar al público, pasar entre ellos. Eso es una delas peculiaridades de Las Tejas y forma parte de su mística, en la que los músicos están muy conecta dos con los asistentes al evento”, describe Camilo Rivas, de La Combo Tortuga. Asu juicio, Las Tejas fue uno de los lugares formativos para su banda. “En 2013, el segundo año que llevábamos tocando, pudimos compartir escenario con Amar Azul, un tremendo grupo.
O cuando partimos, tocar con Santa Feria fue un sueño, porque ellos ya estaban sonando en la radio, Y dentro del camarín, que per comunitario, puedes tomarte una cerveza con los otros músicos y tener más conexión con ellos”, agrega. “El público era muy especial, porque te decía altiro si no les gustabas. Uno se daba cuenta porque si no prendías, las personas se iban a tomar una conversar. Ahí era fácil ver si estabas conectando y haciendo un buen trabajo y cuándo no”, dice Ortega. “Además, es muy transversal, porque llegan de todos lados siguiendo a las bandas. También venían extranjeros interesados por coun lugar típico”. Cristian Lira señala que su idea para Las Tejas es convertirlo en un centro cultural y abrirlo a la comunidad. GesTionó permisos especiales para poder abrir los domingos, cuando el bar está cerrado, y usar el espacio para hacer clases de bailes o reuniones. Pero por ahora, dice Lira, están sobreviviendo a la pandemia y la situación no es óptima. Es reticente a reconvertir el local en un restaurante de comida para llevar, porque considera que sería traicionar la esencia de picada que tienen. “La gente viene acá porque vive una experiencia. Si mandas comida de picada por delivery, llega mala, fría. Acá, cuando volvimos a abrir, regresaron nuestros clientes regulares a tomarse un terremoto o una cerveza, y estaban contentos de estar acá. Los conocemos desde hace muchos años.
Hay un garzón que trabaja acá desde el 82 y otro del 97; entonces, hay una relación que va más allá con los clientes”, cuenta y dice que los meses que estuvieron cerrados fueron difíciles no solo por el lado económico, sino porque considera a Las Tejas como una parte importante de la vida diaría del barrio San Diego.
Esa visión la comparten los músicos que han tocado en el bar: “Lo que lo hace especial es lo normal, porque no es un lugar exagerado como La Puedesir a almorzar o tomarte un terremoto por poca plata. Y esa tradición de picada también se extiende a los eventos de cumbia, porque son entradas baratas para que pueda entrar todo el que quiera”, explica Camilo Rivas.
“Cuando había un show -agrega-, los quioscos y otros bares que quedan cerca se mantenían abiertos hasta más tarde por la gente que llegaba”. Lira se mantiene relativamente optimista, aunque piensa que este año va a ser perdido para la música en vivo. Sin embargo, tiene en carpeta varios proyectos que quedaron pendientes, Su prioridad: hacer el Festival del Terremoto. “Nosotros hemos aguantado mucho, y si por la pandemia tuviésemos que vender este local, buscaríamos otro lugar donde abrir Las Tejas, porque vamos a mantener lo que ha hecho nuestra familia”, afirma. $