Autor: Daniel Hopenhayn
ERNESTO RODRIGUEZ “Chile se ha emancipado de la culpa, pero no de la beatería”
Qué salvaje, soy una pura arruga por todos lados”, es lo que primero dice Ernesto Rodríguez, con un vozarrón inmune al paso del tiempo, al ver su imagen en la interfaz de Zoom.
“Qué le voy a hacer, si tengo 90 años”. No es la mejor edad para atravesar una pandemia, pero menos aún para un hombre viudo que vive solo en un séptimo piso y cuya rutina solía contemplar dos o tres encuentros diarios con algunos de los centenares de amigos que ha hecho en el camino.
Profesor hace 58 años en distintas escuelas de la UC de Valparaíso y de Santiago (no tiene profesión y sus cursos, “enredos de poesía y filosofía”, funcionan en cualquier carrera), anfitrión de foros públicos que han sentado en la misma mesa a pensadores y creadores de toda índole, fundador de colegios y clubes de rugby, Rodríguez aborrece la chapa del “maestro choro”, pero es difícil encontrar a un exalumno o conocido suyo que no se declare deudor de su entusiasmo. Nunca se atrevió a escribir un libro y quizás por eso hizo de la conversación su obra en progreso, o su versión mundana de esa república que, desde niño, soñaba conducir desde la política. Declaraba antes de la pandemia: “Yo almuerzo con millonarios y con jóvenes del Frente Amplio que quieren botar el capitalismo. Y si puedojuntarlos, los junto. Y si los puedo curar, los curo”. Nada de eso pudo hacer desde marzo pasado, pero es parco ante la pregunta que lo invita a lamentarlo. “Sí, lo pasé mal. Tuve un mes entero muy malo, en que confundía los días, no sabía si era lunes o miércoles o domingo. En fin, ya está terminando todo eso”, corta en seco, dando a entender que los avatares de la pandemia no son su tema. Su salida del CEP, que le fue comunicada en diciembre, después de 35 años dirigiendo ciclos de conversaciones, lo enfrenta, en cambio, a reflexiones que abarcarán, hacia atrás y hacia adelante, una vida entera. “Fue bastante sorpresivo, no me lo esperaba. Me fui en buenos términos, pero quedé sin el espacio donde yo armaba mis cosas y ahora tengo que pensar qué mono armo en los cuatro o cinco años que me pueden quedar lúcido. Asus 90 años, y luego de que el CEP pusiera término a las conferencias que organizó allí por más de tres décadas, enfrenta lo que llama su última travesía. La ocasión lo obliga a preguntarse, una vez más, lo de siempre: cómo queremos vivir. O cómo podemos.
Católico descreído, Rodríguez invita a perseverar en el atrevimiento que nos expulsó del Paraíso, idea que vincula todas sus obsesiones y así le permite abordar, como parte de lo mismo, desde la erisis política hasta la risa de Afrodita. Porque después de los 95, lo más razonable es pasar a lo desconocido. Pero no tengo ganas de apurar ni demorar ese momento, así que en marzo tendré que empezar a armar esta última navegación de mi vida, a ver si todavía puedo manejar mi propio bote. Aunque, debo admitirlo, me sigue dando vueltas lo del CEP, porque esto en la vida me ha pasado siempre.
No he tenido ningún puesto donde las cosas no hayan terminado más o menos de la misma manera”. Hace algunos años lo decías con menos diplomacia: “A mí me han echado de todas partes”. Sí, es como un sino. En el colegio, que lo hice en los Padres Franceses de Valparaíso, yo era presidente de la Academia Literaria y tenía que preparar un acto solemne en homenaje al 14 de julio. Y no hice nada. Absolutamente nada. ¿Por qué? Porque el deber me paraliza. En cambio, la distracción me dispara.
“Ernesto -me dijo el padre rector del colegio-, me has obligado a hacer algo que nunca se ha hecho en el colegio: estás destituido de tu puesto, porque no has hecho nada”. Y el día de la ceremonia, que era muy formal, me salió mi otro lado, el distraído rebelde. Cuando va a terminar el acto me paro en la tribuna y empiezo a hablar en francés, un francés champurreado, pero con buen acento.
Y digo que quiero hablar de Francia, pero no de la oficial, sino de la Francia de Francois Villon, el primer poeta maldito, desterrado y candidato a la horca, de la Francia que no colaboró con los nazis y de los maquis que lucharon en la Resistencia.. Esto era causal de expulsión inmediata. Pero termino de hablar y se levanta el cónsul general de Francia, me abraza frente a todo el colegio y me dice: “Yo también fui de los maquis”. Y asímesalvo. Esa tendencia a salir con una payasada también me ha acompañado siempre, me brota, no lo puedo impedir.
Tengo fama de loco, ¡y no estoy loco! Pero al final me echan y tengo que inventar cómo me voy con mi música a otra parte. ¿Cuál ha sido esa música? La música se refleja en el título que les puse a mis ciclos de conversaciones: “Crítica y celebración”. ¿Y eso qué significa? Que siempre hay que estar distinguiendo los camiNos que tomas y no tomas —porque eso es la pero al mismo tiempo celebrando que estamos aquí, en este mundo tan inexplicable y tan potente. Si tú dices “primero la crítica y después la celebración”, la música no se oye, la vida pierde la forma del juego. En el fútbol y en el rugby, que me han gustado mucho, tú estás permanentemente decidiendo qué hacer con la pelota, midiendo tus pasos, improvisando, pero sabiendo que muchas veces la vas a perder. Y en ese permanente estar decidiendo, y eventualmente equivocándote, está el gozo de jugar. Dice mi poeta querido, Hólderlin: “A mí no me educaron con prudencia los maestros mortales.
Me educaron los celestes, que dicen que el hombre lo pruebe todo, y que nutrido por una savia más fuerte aprenda a ir adonde quiera y a dar las gracias por todo”. Crítica y celebración, eso es lo que hecho en la vida. Pero vienes del catolicismo conservador, conoces bien la culpa. Ah, claro que sí. Pero uno aprende con el tiempo a quererse como es. Nietzsche, el gran maestro liberador, te dice amor fati: ama tu destino, ama la figura de tu vida, la vida no es una obligación, es una oportunidad de encontrarse.
Yo viajé varias veces en buque de Valparaíso a Filadelfia, y en el bar de un buque británico encontré una propaganda del whisky Black €: White, donde un perro decía: “Puedo resistir cualquier cosa, menos la tentación”. Y sentí que eso era lo que me pasaba. He sido un alma, digamos, tendiente alos arrebatos. Me digo: “Ya, voy a estudiar dos horas seriamente”. Pero en realidad estoy esperando que suene el teléfono. Suena el teléfono y me disparo. Saca de mi vida las distracciones y no queda nada. Pero si el estúpido, dice William Blake, persiste en su estupidez, termina siendo sabio. A las cosas hay que buscarles el lado, por algún lugar se entra. ¿En qué se convierte un culposo que no resiste la tentación?En un hombre con pocos bienes pero con muchos amigos. Y con más de algún encuentro gozoso en el mundo de Afrodita, que ojo: siempre se ríe.
En la Divina comedia, cuando Dante está llegando al Cielo y llega a ver lo que podría llamarse Dios, dice: “Y ese Dios sonríe”. Ese sonríe lo inventó Dante y es lo que hace posible la vida. Spinoza, otro liberador, sugiere vivir con sólo dos proposiciones: hacer las cosas bien y perseverar en la alegría. Si tú lees eso y después contemplas el espectáculo que están dando los políticos en Chile, te das cuenta de lo lejos que estamos. Yo dejé ahíuna vocación guardada. Siempre quise ser político, desde niño, porque me cuesta poco ponerme en el terreno del otro.
De hecho, tengo más amigos en la derecha que en la izquierda, pero mis amigos de derecha dicen que piso con la izquierda. ¿Se equivocan poco o mucho? Creo que podría ser izquierdista si no fueran tan negados para la economía. ¿Algún día entenderán mis amigos socialistas que la economía es real, que necesitan producir recursos, además de sacarles plata a los ricos? Paula Narváez, que parece ser una excelente persona, dijo una cosa que a mí simplemente me paraliza: que se terminó la política de lo posible y ahora viene la política de lo necesario. ¡La política es el reino de lo posible! Pensar que lo necesario está por encima de lo posible ha sido siempre un error de personajes trágicos; no malignos, pero trágicos. Entiendo que esa frase de Narváez refleja una intención más que una filosofía, pero alguien que aspira a ser presidente tiene que tomarle el peso a lo que dice.
Si estuviste 35 años en el CEP, conoces a la derecha chilena. ¿ Cómo sientes que ha pegado en ese mundo todo lo que pasó desde el 18 de octubre? Creo que para buena parte de la derecha, ver la marcha del millón y medio fue como ver su propia caída del Muro de Berlín. Les pasó lo que a muchos comunistas el año 89: tuvieron que ver ese espectáculo con sus ojos para darse cuenta de lo perdidos que estaban.
Yo tuve poco contacto con los políticos, pero conozco de primera mano a todos los economistas que llevaron adelante, durante la dictadura, una visión muy economicista de la sociedad. ¿Son malvados? Yo creo que fueron honestos, pensaron que hacían algo “Un día que me hicieron una operación grande al corazón, llegó al hospital una señora a preguntarme si quería recibir la comunión. Yo le dije: “¿ Sabe, señora? Me gustaría, pero no. Porque hay un pecado mortal del que no quiero arrepentirme?. Bueno. Pero cometieron una gigantesca equivocación. ¿Cuál? No se dieron cuenta, primero, de que la dictadura estaba destruyendo a la sociedad como tal. Segundo, de que habían propiciado una transferencia desmesurada de poder. Mario Góngora, ese gran historiador, me dijo un día: “Creo que me equivoqué apoyando el golpe. Los militares terminaron entregándoles el poder a los comerciantes”. Y por último, tampoco se dieron cuenta de que sus políticas económicas le abrieron los ojos a la gente: hoy la desigualdad se nota. Pero más allá de las injusticias, esta manera de es buena. Imaginar una sociedad de puros emprendedores ha sido otro error enorme. También lograste llevar al CEP a muchosjóvenes de izquierda. Sí, pucha que les costó, pero al final fueron. Lo que yo he tratado de hacer es juntar a los izquierdistas y derechistas serios, no a los fanáticos.
Le tengo simpatía, por ejemplo, a Boric: se equivoca una y otra vez, pero sabe equivocarse y poner la cara. ¡Si todos nos equivocamos! De ahí viene nuestro conflicto originario que la tradición religiosa llama pecado original.
En el Génesis, Yahvé pone al hombre y a la mujer en el Paraíso para vivir eternamente felices, pero les pone dos condiciones: que no piensen en lo que son ni se cuestionen sobre el bien y el mal. De esos dos frutos prueban, y por probarlos son expulsados. ¿Qué lectura hago yo de eso? El ser humano es el animal quese atrevió a preguntar, a conocer. Esa es su desdicha y esa es su alegría, la fuente de todas sus contradicciones. Pero es la fractura que nos constituye y tenemos que quererla, porque es también nuestro gozo. La religión que profesas ha tendido a privilegiar lecturas menos gozosas.
Pero este viejo católico se remite al oficio del Viernes Santo, cuando la Iglesia dice: “Oh, feliz culpa, que hiciste posible perdón”. Ese gran filósofo católico que es Dante ni siquiera deja entrar al Infierno a los que nose atrevieron a vivir. De ne mi apuesta, en política, a favor de eso que Carlos Peña llama el “espacio liberal”, que para mí es muy anterior al liberalismo. Porque Kant restituye algo que ya estaba en Aristóteles: la ciudad libre formada por ciudadanos autónomos. Y esos son los que se atreven a equivocarse.
Pero en un país que no tiene sentido del humor, donde losjóvenes salen del colegio sin haber leído nada que los alimente... Mira, el primer ministro inglés es un personaje muy discutible, pero recita a Homero de memoria, y el respeto de ese país por las humanidades permite que tengan la democracia más sólida del mundo. Porque tú le puedes decir al primer ministro: “Boris, estás totalmente equivocado”. Y él te puede decir de vuelta: “Lo lamento mucho, pero el equivocado eres tú”. Esejuego tiene lugar. Yo reconozco entre mis varios defectos un cierto esnobismo británico, pero los encuentro muy admirables, qué le voy a hacer. ¿Qué les admiras? una forma de jugar. Inventaron cambiarse de ropa según lo que están haciendo. Inventaron darle poder absoluto a una persona que no decide nada y quese llama the Queen. Es una locura. Hace muchos años, unos amigos británicos me convidaron a un pub un día domingo, en un paisaje precioso, a las orillas de un afluente del Támesis. Ellos iban al pub con sus perros. Y de repente pasan nadando unos cisnes debajo del puente. “Qué cisnes más lindos”, comento yo.
Y mi amigo y su mujer dicen: “Oh, they belongs to the Queen”. Son los cisnes de la reina. ¡Qué juego más maravilloso! Están al borde de lo ridículo, pero saBen combinar ese juego con la exigencia de hacer las cosas bien. Eso lo tienen muy claro: no seas beato, haz las cosas bien. Y nosotros tenemos que emanciparnos de esa forma perversa de sentirnos mejores que es la beatería. Chile se ha emancipado bastante de la culpa, pero no de la beatería. El sentimentalismo vacío del beato, que proclama sus valores absolutos y no se rebaja a discutir cómo podríamos hacer las cosas mejor, nos hace un daño feroz. También hemos conocido la arrogancia del pragmático. Exacto, pero tan peligrosa como la arrogancia es la falsa humildad. Porque también quiere hacerse del poder, pero manejando las conciencias. Y atreverse a ser supone dejar que el otro también se atreva a ser.
Si no, vamos a caer en un autoritarismo disfrazado de liberación, cosa que un hombre viejo ha visto tantas veces. ¿Qué cosas echas de menos del mundo en el que creciste?Echo de menos cosas sencillas: la hora de almuerzo en la casa, ese momento en que el día seinterrumpía. Y el almuerzo del día domingo, que era un gran rito: se hablaba de ciertas cosas, de otras no. Echo de menos ir a tomar té ala casa de un amigo, esas visitas con tiempo que eran todo un viaje. ¿Echas de menos que los demás tengan tiempo? Claro que sí, están todos ocupados. Y si se ven desocupados, creen que están mal. Aprender a estar sin hacer nada, por Dios... Tomarle el sabor al tiempo, quedarse en el tiempo.
Al final, como dice Rimbaud y como me ha pasado en la vida, “hay alguien que os echa”. Pero la gracia es haber sabido estar ahí, para que por lo menos te echen de tu paraíso.
Que te eche la alondra que anuncia el amanecer, cuanDo Julieta le dice a Romeo “ya, cantó la alondra, nos van a pillar, ándate a tu casa”. Mira, a mí se me han corrido los arrepentimientos. Hoy no me arrepiento de las pequeñas maldades que pueda haber cometido. Me arrepiento de mis pequeñeces. De las veces que arrugué, que me hice el leso, que no saludé a quien tenía que saludar. ¿En alguna etapa particular de tu vida? Sí, me habría gustado gozar más mi juventud. En la vida de un ser humano, lo que se juega entre los 20 y los 25 años no se vuelve ajugar. Y si alguna revelación llegas a tener que te permita saber lo que vas a ser, la tienes ahí. No alcanzas a ser feliz, pero tienes muchos momentos felices que son como un anticipo de felicidad. No sé por qué te cuento esto, pero un día que me hicieron una operación grande al corazón, que duró ocho horas, llegó al hospital una señora a preguntarme si quería recibir la comunión. Yo le dije: “¿ Sabe, señora? Me gustaría, pero no. Porque hay un pecado mortal del que no quiero arrepentirme”. ¿Y te quedan miedos a estas alturas, además de la muerte? Me quedan miedos raros, físicos. Por ejemplo, nunca me he podido tirar un piquero en una piscina. Me paralizo. Y cuando me tratan mal también me paralizo, reacciono tarde. Pero la muerte... no sé, no sabemos nada de eso. Yo sé que está muy cerca, he sobrevivido a un récord nacional de infartos, pero tengo ánimo todavía... ¿Y sabes qué? Me gusta pensar en mi entierro. Tengo unos sueños fellinescos, con seis mujeres vestidas de negro con unos velos: “Se nos murió Ernesto”. ¡Ja, ja, ja! Ahora veo en la pantalla que soy una máscara. Mira cómo me han crecido las orejas, eran chiquititas. Cuando morimos, decía Quevedo, es que hemos terminado de morir. Nuestros huesos son lo que le sobra a la muerte. Pero Quevedo también dijo: “Polvo serán, mas polvo enamorado”. No se puede vivir sin estar enamorado de. Y a estas alturas, te puedo decir, disfruto más de la amistad de mis amigas que de mis amigos. Cuando uno Deja de ser un peligro, porque ya no le funcionan las partes móviles del cuerpo, hay una especie de real ternura con otro ser humano, que es más que amistad. Es una sensación muy bonita que sólo podrás tener a partir de los 80 años. Entonces practico una especie de poligamia imaginaria, virtual. Cuando todavía eres joven, el amor es más potente pero la amistad es más segura, porque no requiere exclusividad, ni aprobar la manera en que el otro vive. Ni entenderse todos los días. Claro, puedes estar 10 años sin ver a un amigo, pero los dos sabemos que el otro está ahí. John Keats, ese otro poeta gigantesco, decía que el primer deber político de un hombre es la felicidad de sus amigos. Y al decir esto, me acuerdo de Humberto Giannini. Con Humberto éramos amigos de hombre a hombre, de filósofo a filósofo, de enamorado a enamorado, de cristiano a cristiano. Él un poco más cargado a la izquierda que yo. Quise mucho a ese hombre... Sí, vendrá la muerte. La idea de que me voy a morir la tengo instalada hace varios años, pero hay un conflicto de interés, porque uno quisiera que este gozo de estar viviendo, de estar conversando, no terminara. Que esto termine es una cosa muy desconsoladora. Pero de que hay una cosa que no muere en el hombre, la hay. Y no puede morir.
Don Miguel de Unamuno, que me despertó a los 17 años, decía: “Vivamos como si hubiera otra vida, y que si no es así, eso sea una injusticia”. Ahora que me toca hacer esta última travesía, que durará los pocos años que me quedan para gozar de la vida, la quiero vivir así. En otras palabras, hacer lo que siempre les dije a mis alumnos que hicieran, y que no siempre había hecho yo: atrévanse, atrévanse, el hombre es el animal que se atrevió a ser. O