Convivencia enrarecida
Convivencia enrarecida U na gran conmoción y un amplio debate ha generado la agresión que enfrentara un niño con movilidad reducida ante la indiferencia de sus compañeros, en una sala de clases de una escuela de Isla de Maipo. Y es que el caso, cuyo registro fue viralizado en redes sociales, expone el clima de violencia que se manifiesta en numerosas comunidades escolares. Agresiones, insultos, maltratos, bullying y faltas de respeto se repiten entre los estudiantes y también hacia los profesores, los que son --muchas veces-desautorizados por los apoderados. La crisis de convivencia que se observa en los colegios está afectando de manera grave la formación de las futuras generaciones.
Hoy, los niños y los jóvenes enfrentan, de forma recurrente, problemas de salud mental --muchas veces derivados de las circunstancias de encierro vividas durante la pandemia--, lo que demanda mayores labores de acompañamiento y la entrega de herramientas socioemocionales que les permitan tener un desarrollo integral. Iniciativas impulsadas por la autoridad, como el programa Habilidades para la Vida, no han tenido los resultados esperados. Las sensaciones de desesperación y de soledad se agravan por los efectos que tienen en la juventud las redes sociales, donde son permanentemente expuestos y acosados. La pertenencia al grupo se vuelve difícil y exigente y las relaciones sociales, vulnerables. En un contexto de exposición constante, se agrega un ambiente social de extrema violencia y de falta de autoridad. Numerosas manifestaciones de agresiones contra los docentes evidencian las dificultades que enfrentan para cumplir su labor.
La muerte de una educadora en Antofagasta revela la presión que afrontan y las frustraciones a las que se exponen quienes tienen la vocación de enseñar, tarea que a menudo realizan en solitario, sin el debido respaldo de los pares ni de los directivos. Sin patrones de autoridad y normas de convivencia no es posible establecer ciertos términos disciplinarios, menos si no se cuenta con el apoyo del establecimiento y la confianza de los padres de familia. Revelador fue el caso del profesor que decidió regresar de un viaje de estudios luego de que se le impidiera sancionar a un grupo de estudiantes por comprar y consumir droga.
Con una legislación que dificulta a los establecimientos educacionales tomar medidas disciplinarias y fijarse metas exigentes de rendimiento académico, con apoderados muchas veces ausentes, que desconfían de la labor de la escuela y que no reconocen el rol del profesor, no parece fácil establecer normas básicas de respeto en la convivencia escolar.
Enfrentados a niños que suelen no conocer los límites, sobreprotegidos y demandantes, y que no reconocen ninguna autoridad en los adultos, los profesores se ven sobreexigidos y expuestos por apoderados dispuestos a amenazar con recurrir a procedimientos judiciales ante cualquier decisión disciplinaria que afecte a sus hijos, lo que no contribuye a la conformación de comunidades escolares colaborativas.
Las preocupantes señales que muestran episodios de violencia como los recién conocidos obligan a enfrentar con realismo y eficacia --y con sentido de urgencia-la crisis de convivencia que se observa a nivel escolar, pues queda en evidencia que desafíos como la inclusión requieren de cambios en las actitudes y los comportamientos de cada uno de los actores de la comunidad educacional, poniendo el énfasis en la formación del respeto por el otro y en el reconocimiento de la autoridad docente. De ello depende la posibilidad de aspirar a construir una sociedad con necesarios mayores índices de cohesión. La crisis que en este ámbito se observa en los colegios está afectando de manera grave la formación de las futuras generaciones..